La Unión ha querido incluir en esta página, el trabajo que se acompaña por su importancia y actualidad. Es necesario reiterar que las opiniones son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión.— “No somos propiamente un país plurinacional, ni multicultural como ciertos sectores equivocada y majaderamente nos repiten, negando o tergiversando la verdad histórica”
No somos propiamente un país plurinacional, ni multicultural como ciertos sectores equivocada y majaderamente nos repiten, negando o tergiversando la verdad histórica. Chile es una sola raza, un solo pueblo, y una sola nación que se ha forjado a lo largo de cinco siglos de historia con el aporte de sus pueblos originarios, de los españoles fundadores y de una variedad de colectividades que en el tiempo se integraron al país. Esta fusión de razas es Chile y da lugar a la Nación Chilena y a su propia cultura.
En efecto, la raza chilena se forma a partir del mestizaje que funde dos razas distintas, la española y la aborigen, fenómeno social y cultural que se inicia a partir del siglo XVI con la llegada de los primeros descubridores y conquistadores y “se acrecienta en gran escala a lo largo del siglo XVII, terminando por absorber el saldo de la población indígena en la zona central”, nos señala el profesor Jaime Eyzaguirre en su obra “Historia de las Instituciones Políticas y Sociales de Chile”. Se ha formado, entonces, el sustrato de la raza y la nación chilena.
Durante el siglo XVIII la vida rural cede a la vida urbana y se consolidan las primeras ciudades fundadas (Santiago, La Serena, Concepción, Osorno, Valdivia) y se fundan nuevas (San Felipe, San Fernando, Rancagua, Melipilla y Linares, por nombrar algunas). Chile se encuentra sumido en la apacible vida colonial que ofrece la consolidación progresiva de la paz en “La Frontera” de Arauco, el incremento del comercio y un mayor desarrollo de la cultura. La población incluye los criollos (hijos de españoles nacidos en Chile) y los mestizos que forman el grueso da la población de las ciudades; negros y mulatos son numéricamente no relevantes. La raza chilena se consolida y su población recibe el aporte de nuevas migraciones procedentes de España (castellanos, navarros y vascongados) que se integran rápidamente a la sociedad chilena en cargos de la administración y actividades comerciales. En cuanto a los extranjeros radicados en Chile, su número era prácticamente insignificante en este siglo. A fines del siglo XVIII chile es un país mayoritariamente de mestizos que conviven con los criollos en un mismo país y comparten una misma cultura. Se ha formado el Chile del cual hoy somos herederos.
Los inicios del siglo XIX quedan marcados por la “gesta emancipadora” y las luchas de la independencia, en la cual participan con sentido de país y patriotismo todos sus habitantes. Chile da también pasos acelerados en la conformación del intelecto, las ciencias y la cultura de su población: en 1813 se funda el Instituto Nacional; en 1842 se crea la Escuela Normal de Preceptores para formar a los profesores que el nuevo Chile requiere; en 1843 inicia sus actividades la Universidad de Chile bajo el rectorado de don Andrés Bello; y hacia fines del siglo (1889) abre sus puertas la Universidad Católica de Chile. Paralelamente se fundan importantes Institutos de educación secundaria (Liceos de San Felipe, Rancagua, San Fernando, Talca, Curicó, Chillán, Concepción y Valdivia) que complementan la educación primaria radicada en las órdenes religiosas o regentadas desde el Cabildo, o bajo tuición estatal a partir del gobierno del presidente Montt.
La educación se convierte en un decisivo factor de unidad nacional que cohesiona el sentido de raza y de país al formar a las jóvenes generaciones de las diferentes clases sociales en los mismos valores patrios y sentido de nación. A esta tarea concurre por igual la educación normalista y la de Iglesia.
En la primera mitad del siglo XIX, junto a las glorias militares de la independencia y la consolidación de la República, ven la luz nuestros símbolos patrios: la Bandera Nacional legalizada en 1817 bajo el gobierno de don Bernardo O´Higgins; el Escudo Nacional oficialmente adoptado en 1834 y el Himno Nacional estrenado en sociedad el 20 de agosto de 1820 en el Teatro de Domingo Arteaga, y adoptado oficialmente en 1847. Estos símbolos han guiado y alentado las grandes gestas militares de nuestro país como la guerra contra la Confederación Perú Boliviana y la Guerra del Pacífico, hazañas que contribuyeron decisivamente a forjar el alma nacional, y han acompañado a la nación chilena por más de 200 años, constituyendo un factor de orgullo y unidad nacional hasta nuestros días.
El devenir del siglo XIX y la prosperidad del país atrae a Chile una importante migración europea y del medio oriente (italianos, alemanes, franceses, ingleses, palestinos, sirios, judíos y tantos otros) que, aportante al desarrollo y prosperidad de Chile, se integrará rápidamente a la vida nacional para incorporarse a su cultura. El matrimonio y el interés de los inmigrantes por ser parte de Chile son, sin duda, factores relevantes para que esta inmigración pase a formar parte de una misma nación con quienes son sus receptores. Hoy, después de cuatro generaciones, estas colectividades, sin perjuicio de mantener presente el recuerdo y cariño por sus antepasados o vivas sus creencias religiosas, están plenamente incorporados a la nación chilena y forman parte integrante de ella. Como contrapartida, las Instituciones que ellos formaron para mantener viva su tradición (colegios, cuerpos de bomberos, centros deportivos y de recreación y tantas otras) hoy se han abierto a todos los chilenos sin distinción alguna.
Ahora bien, la situación de las etnias que habitan en el territorio nacional debe ser analizada como una situación excepcional y cada una desde su particular realidad. Así, por ejemplo, en el caso de la etnia o pueblo Rapa Nui se trata de un territorio incorporado al Estado de Chile y una población que progresivamente, y sin perder su propia identidad, se ha ido integrando a la Nación chilena manteniendo su propia cultura que debemos saber respetar y valorar.
En el caso de las etnias originarias, destaca la Mapuche en la región de Arauco, que como hemos ya señalado, a través del mestizaje, en fusión con la raza española, dieron lugar a una nueva raza: “la raza chilena”, de la que todos formamos parte y compartimos la misma historia, a la cual, como ha quedado dicho, se sumaron en el tiempo las colectividades de inmigrantes que también se fusionaron con los habitantes del Chile que los recibió. Por lo demás, los integrantes de este pueblo originario, sin olvidar sus ancestros que respetan y veneran, se han incorporado plenamente a Chile y hoy su enorme mayoría ya no vive en las comunidades ancestrales, ni practica su cultura, sino que diseminados a lo largo de todo el territorio nacional aportan al progreso de su país a través de distintas actividades, y al igual que sus hijos se sienten orgullosos de ser chilenos y vibran con “la roja”, como todos nosotros. Sin embargo, algunos miles viven aún en comunidades usufructuando la tierra que el Estado de Chile les ha entregado en dominio a título gratuito y beneficiados con las demás granjerías que se les han otorgado. Estas comunidades mantienen viva la cultura y tradición de sus antepasados y otorgan a nuestro Chile un factor de diversidad que no rompe la unidad de nuestra raza y nuestra identidad como chilenos. También a ellos debemos acoger, apoyar y respetar en su propia realidad.
Pues bien, eso es Chile: una población de 17 millones de personas que conforman una sola raza, un solo pueblo y una sola nación a la que todos pertenecemos y debemos honrar como nuestra “madre”, entregando nuestro mejor esfuerzo por afianzar su soberanía, libertad y democracia.
Fuente: Página Editorial del sitio Web Cosur Chile y de su revista digital “Tres Espadas” Av. Bernardo O’Higgins 1452, piso 3, Santiago. www.cosur.cl y contacto@cosur.cl
Novedades de COSUR Chile. 01 de agosto 2021