Con desesperación, habiendo sido superada toda capacidad de asombro, somos testigos en estos días de la violenta escalada de actos terroristas que asolan los campos del sur, motivados por reivindicaciones de tierras de quienes dicen representar al pueblo mapuche. Todo ello, mientras las autoridades, haciendo gala de una obstinación propia de quienes definen a ésta como “la energía de los necios”, insisten en engañar a la sociedad chilena acerca de los alcances de este conflicto, tratando de hacerlo parecer como una serie de actos delictuales menores.
Con este inmoral engaño a su pueblo, los gobernantes de los últimos períodos han traicionado el juramento (o promesa…como estúpidamente lo impusieran los ateos revolucionarios) que prestaron ante los ojos del país, al dejar de cumplir y hacer cumplir las leyes de la República, amparando bajo una falsa imagen de paz el desarrollo de una fuerza guerrillera que aún no ha mostrado su poder real. Así, en medio de tibias declaraciones de preocupación y coaccionadas actuaciones policiales y judiciales, la guerrilla subversiva ha conseguido el tiempo y el espacio que requería para organizar, equipar y entrenar a sus cuadros combatientes, fortaleciéndose efectivamente con actos de propaganda armada que repercuten significativamente en el extranjero y generan apoyo comunicacional, político y económico para su causa.
Entretanto, en vez de haber apagado el incendio cuando solo se trataba de un amago, el gobierno de Chile se ha dedicado a echar bencina al fuego, estimulando la aparición incontrolable de nuevas demandas, al gastar fortunas en la compra de las mejores tierras para entregarlas a supuestas “comunidades” a las que se les reconocen derechos, también supuestos, de propiedad ancestral.
El imperio de la Ley ha sido violado reiteradamente por los grupos subversivos que se amparan en la mal llamada “causa mapuche”, sin que la Autoridad haya impuesto sobre ellos el respeto a las normas que regulan nuestra convivencia en el orden social. Junto con amparar la subversión, se está reconociendo la existencia de un estado dentro del estado, con ciudadanos de otra nacionalidad con derechos dentro de Chile, con lo cual se incentiva irresponsablemente la base política y comunicacional que requieren los grupos subversivos al engrandecer su rol ante los ojos de aquellos cuya representación se han auto-asignado. Independientemente de la falsedad implícita en la supuesta división de una raza que −reunidas con otras por varios siglos han dado forma a la nación chilena− la culpabilidad de los gobernantes no ha sido aún debidamente expuesta ante una opinión pública que juzgará con crueldad sus actos, como va quedando en evidencia frente a los escándalos de corrupción que hoy humillan al mundo político.
Sin embargo, por encontrarse la sociedad sometida a una campaña de desinformación respecto de lo que ocurre en la Araucanía, su reacción puede ser tardía, encontrándose ante hechos consumados, con enclaves territoriales donde la autoridad sea ejercida por los líderes guerrilleros y donde el Estado de Chile deba mantenerse como un simple espectador. Lo que puede parecer una fantasía, es exactamente lo que ha ocurrido en todas las llamadas “guerras de liberación”, donde la subversión comienza por el planteamiento de una idea-fuerza de carácter político –indispensable para dar forma a una “causa”−, siguen con la organización de cuadros debidamente adoctrinados y entrenados en el extranjero, continúan con su infiltración en el territorio-objetivo donde comienzan a reclutar adeptos en forma clandestina, momento en que es fundamental la realización de acciones que promuevan su capacidad operativa y atraigan simpatizantes entre la población local y entre los anarquistas de siempre, sean éstos del mundo intelectual, político o religioso.
Con este apoyo moral inicial, el núcleo guerrillero desarrollará posteriormente las líneas de apoyo logístico, donde el dinero y las armas provendrán normalmente del extranjero, nutriendo sus arcas para permitir la subsistencia de los cuadros dirigentes en la clandestinidad y la realización de acciones cada vez más violentas y significativas. En medio de ello, llegará el momento en que se haga necesario efectuar acciones de amedrentamiento hacia potenciales integrantes o colaboradores de la que ellos llaman la “oposición activa”, incluyendo en esto la implantación del terror en su propio pueblo, con el fin de evitar su alejamiento de “la causa”.
Los fiscales, jueces, periodistas y autoridades de todo tipo constituyen en esta etapa un blanco prioritario, sobre el que actúan de diversas formas, las que pueden ir desde el envío de cartas anónimas y secuestros, hasta llegar a los atentados incendiarios o asesinatos. Ningún medio de acción es dejado de lado ante la necesidad consciente de posicionar con la mayor rapidez posible la fuerza necesaria para pasar de las acciones de propaganda y sabotaje a las de ocupación territorial.
Todo ello, con el propósito de mantener la Libertad de Acción con que han contado hasta el momento y negársela a las autoridades, obligándolas a una reacción tardía. Hoy se sabe que algunas unidades de Carabineros de Chile (¿o todas?) habrían recibido instrucciones de no actuar en contra de mapuches, orden que indudablemente proviene del mundo político superior a la noble institución, el cual –llegado el momento− no trepidará en traspasarles la culpa de su propia irresponsabilidad histórica. La situación es realmente candente, su evolución previsible y en momentos en que la paciencia comienza a agotarse –Dios no lo quiera− pareciera que podríamos estar adportas de la reacción de grupos sociales que buscarán recuperar a través de la autodefensa, la seguridad abandonada por parte de quienes debieran velar por ella y por la mantención del estado de derecho.
Nuestras autoridades actuales se formaron mayoritariamente en la doctrina generada por los grandes maestros de la guerra de guerrillas, conociendo exactamente lo que puede suceder si no se controla el fuego antes que se transforme en incendio declarado. Luego, es hora que rectifiquen su rumbo y corrijan el grave abandono de deberes que continúan mostrando en relación a la Araucanía Chilena.
20 de Mayo de 2015
Patricio Quilhot Palma