Las opiniones vertidas en esta columna de opinión, son de responsabilidad se sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de UNOFAR
“Olvidó que solo podría haber fines comunes si los millones de chilenos que apoyamos al gobierno del Presidente Pinochet rindiéramos voluntariamente nuestras posiciones y nos entregásemos para ser enviados al Gulag respectivo a pagar por nuestras culpas…”
Era su mejor intención, pero el general FuenteAlba tuvo una mala idea: usar términos afectivos completamente monopolizados por la
izquierda para referirse a una situación conflictiva. Olvidó que jamás se puede
manifestar “pena” y “tristeza” por quienes son sus camaradas de armas hoy privados de libertad. Esas palabras solo pueden ser
legítimamente usadas por los seguidores de Corvalán, Altamirano y Pascal. (Por cierto, el primero afirmaba, justo 40 años atrás:
“Nosotros los adultos, los que entramos a la lucha social a sabiendas de los riesgos que corremos…”).
Su asesor comunicacional debió advertirle al comandante en jefe del Ejército que aquellos uniformados -inocentes o culpables- no pueden ser objeto de ningún sentimiento distinto de los que son continuamente machacados por el aparato comunicacional marxista.
El error del general Fuente-Alba se extendió a sugerir que la avanzada edad y, en algunos casos, el delicado estado de salud de esas
personas ameritarían una mirada “humanitaria”.
Pero… si eso no se puede hacer en Chile: todos lo sabemos. Humanitario, humano, derechos humanos: el general entró en el dominio
absoluto de la semántica de las izquierdas.
Cómo entrometerse ahí sin salir herido. Invocó esa mirada humanitaria, calificándola como el “sentido de una comunidad organizada, de una comunidad que tiene fines comunes”. Olvidó que solo podría haber fines comunes si los millones de chilenos que apoyamos al gobierno del Presidente Pinochet rindiéramos voluntariamente nuestras posiciones y nos entregásemos para ser enviados al Gulag
respectivo a pagar por nuestras culpas, ciertamente irredimibles.
Más aún, hubo incluso una tercera opinión del general que lesionó gravemente la sensibilidad izquierdista: la sola idea de que el Ejército pueda mirar hacia adelante y no andar con la cabeza gacha o con el cogote torcido para atrás, pidiendo perdón a cada paso. “Tengo confianza en la madurez que hoy tienen la sociedad chilena, sus autoridades, sus representantes, para mirar con altura lo que se ha vivido”, agregó sinceramente el general Fuente-Alba.
Prometo mandarle el proyecto de ley que sanciona con cárcel a los historiadores que nos rebelemos frente a la falsedad institucionalizada.
Por supuesto, estos exagerados que insistimos en estudiar y escribir desde las fuentes, agradecemos siempre el apoyo que nos llega
desde la otra vereda. En efecto, Lorena Pizarro, presidenta de los Familiares de Detenidos Desaparecidos, ratificó lo que durante 40 años
se viene diciendo desde la UP y sus seguidores: las declaraciones de Fuente-Alba son extremadamente graves; lo correcto sería que lo
dieran de baja, pero no se lograría mucho, porque sus palabras forman parte de una ofensiva peligrosa que debe acabar -afirmó.Olvidó el comandante en jefe que una autoridad nombrada por el Presidente de la República debe consultar siempre sus declaraciones con una autoridad nombrada por el comité central del PC.
Pero para la señora Pizarro lo importante no es el pasado, porque ella ya ha determinado que “el Ejército de Chile (está) con sus manos
manchadas con sangre”. Dejémonos de cosas: el pasado ya lo tienen bien amarrado. Ahora les interesa mucho más el futuro. Por eso, la señora Pizarro exige varias cosas: que las Fuerzas Armadas cambien su doctrina de formación; que se depuren de violadores, de cómplices y de una ideología criminal y represiva; que se las obligue a una lógica en la que deben terminar con un pacto de silencio y complicidad.
Ya saben los educadores en las Fuerzas Armadas: a solicitarle a la señora Pizarro los nuevos planes de formación. Y rápido, o pueden
pedirles la baja.