MÁS QUE IZQUIERDAS Y DERECHAS
Tatiana Klima – El Mercurio, Columnistas, 17/11/2025
Esta elección nos acaba de enseñar que el guion político y comunicacional del país ya no pertenece a los partidos, sino a la ciudadanía.
La primera vuelta dejó sorpresas: Jara ganó, pero no alcanzó el 28/30 % de aprobación del Gobierno; Kast obtuvo más de lo proyectado por las encuestas, acortando la brecha con la candidata oficialista; Matthei se desfondó antes de llegar a la meta; y Parisi irrumpió como el candidato que mejor leyó al votante obligado.
Jara deberá aglutinar nuevos apoyos, ajustar sus mensajes sin diluir su identidad, ampliar su batería de propuestas para llegar a grupos que hoy no se ven representados y demostrar solvencia técnica para explicar cada una de ellas. Kast deberá ordenar su sector, sostener el tono moderado que intentó proyectar y probar que puede liderar sin fracturas internas. Lo que está claro es que el comportamiento electoral ya no responde a lógicas tradicionales.
Jara obtuvo un triunfo ajustado. La votación alcanzada y la foto completa evidencian que su capacidad de crecimiento, sin ajustes, será limitada. Para el oficialismo, la segunda vuelta será cuesta arriba: requerirá orden, disciplina, un relato capaz de hablarle al votante que no obedece al clivaje izquierda–derecha y refuerzos que permitan interpretar mejor a quienes no se identificaron con la derecha dura, evitando cargar además con el desgaste del Gobierno.
Jara ya dio la primera señal en su discurso desde el Hotel Fundador: destacó medidas de Harold Mayne-Nicholls, Marco Enríquez-Ominami y Franco Parisi para hablarles a sus votantes.
Kast, en cambio, obtuvo más de lo esperado. Hizo una campaña con mensajes simples, bajo una lógica de marketing eficaz que los hacía “oreja” para el público. Evitó referirse a los ejes valóricos que lo afectaron en 2021 y mantuvo una campaña sin sobresaltos.
De cara al balotaje, la derecha deberá demostrar unidad y cohesión estratégica, algo que no logró en la primera vuelta.
Señales hubo: los gestos de Matthei y Kaiser con los resultados ya consolidados. Su comando tendrá que ordenar voces, contener triunfalismos y ofrecer certezas al votante moderado que observa con distancia su proyecto.
El resultado de Parisi sorprendió, sí, pero al mirar los números con calma no es un accidente. Creció seis puntos respecto de 2021 —y, al igual que Kast, ha crecido en cada elección presidencial en la que ha participado—.
Interpretó mejor que nadie a los nuevos votantes obligados y se posicionó como candidato de “centro”, resumiéndolo en la cuña “ni facho ni comunacho”, un lenguaje que capturó a los despolitizados.
Publicó cinco veces más que sus competidores y habló en códigos digitales, urbanos y populares que la política tradicional subestima. No llenó plazas: llenó celulares. Y ahí hoy se juega la batalla real por el sentido común.
Tras los resultados, Parisi tensionó a ambos comandos afirmando que el voto de su electorado no es transferible por llamado político ni por afinidad ideológica.
En 2021, gran parte de sus votos se fue a Boric, pero era voto voluntario, con un electorado totalmente distinto al de hoy. No podemos asumir la misma conducta. El votante que él moviliza es volátil, pragmático y poco ideológico. Su traspaso no es automático y puede inclinar la elección hacia cualquier lado. Será un voto observado minuto a minuto.
Lo que viene ahora es otra elección. Jara deberá aglutinar nuevos apoyos, ajustar sus mensajes sin diluir su identidad, ampliar su batería de propuestas para llegar a grupos que hoy no se ven representados y demostrar solvencia técnica para explicar cada una de ellas.
Kast deberá ordenar su sector, sostener el tono moderado que intentó proyectar y probar que puede liderar sin fracturas internas. Es seguro que lo llevarán nuevamente a la arena valórica que tanto lo complicó la vez pasada.
Y ambos tendrán que entender que el clivaje cambió, que la ciudadanía ya no vota necesariamente “por el mal menor” y que las propuestas requieren mayor creatividad y adaptación a nuevas audiencias.
Las próximas semanas, sin duda, serán una dura prueba para las y los estrategas de campaña.
Esta primera vuelta también mostró que la ansiedad por capturar titulares reemplazó demasiadas veces la necesidad de construir ideas.
La próxima etapa exigirá precisión y una lectura fina del país real, ese que no sigue debates pero sí percibe cuándo una campaña tiene propósito.
Quien logre interpretar ese pulso —y no solo administrarlo— tendrá una ventaja decisiva.
La campaña que viene exigirá algo simple y complejo a la vez: entender al país sin subestimarlo nunca más.
Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
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