SALVADOR ALLENDE. EL FRACASO DE UNA ILUSIÓN. Gonzalo Vial Santiago
Ediciones Centro de Estudios Bicentenario, 2005, 168 págs. Álvaro Góngora E., Universidad Finis Terrae, Santiago, Chile — Almacenamiento energético
Las opiniones en esta columna, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales de la Defensa Nacional
Los comunistas siempre representaron la interpretación más ortodoxa del marxismo, “la soviética”, mientras que los socialistas adhirieron en forma progresiva a la interpretación emanada de la Revolución Cubana y promovida en América Latina por el guerrillero Ernesto Che Guevara, la cual postulaba, como verdad doctrinaria, la inevitabilidad de la lucha armada para conquistar el poder (guevarismo).
Constantemente se evoca nuestra historia reciente. Quienes lo hacen recuerdan preferentemente acontecimientos ocurridos durante la Unidad Popular y el Gobierno Militar y más esporádicamente de períodos anteriores, porque no cabe duda de que todavía ellos influyen en el acontecer político actual. Se entiende la inquietud, toda vez que los hechos sucedidos desde la década de los sesenta en adelante son de importancia decisiva, dado que condujeron a la crisis más grande que ha experimentado el país.
Cabe preguntarse ¿cuánto y qué se ha escrito sobre el período? Si hacemos una bibliografía relativamente completa, nos encontraremos con un gran cantidad de títulos sin duda importantes en general, pero con escaso número de obras propiamente analíticas.
La mayoría son del tipo autobiográfico y es posible atribuirlo a la necesidad de dejar testimonio y constancia de la propia actuación en el periodo o la propia impresión de los hechos. Otro tipo de textos son de carácter cronológicos, crónicas, o bien compilaciones de documentos, que contienen únicamente el registro y catalogación de acontecimientos importantes. Un tercer grupo son obras de tipo biográfico, siendo los personajes más estudiados aquellos que fueron protagonistas relevantes.
Su tonelaje ciertamente es variado, pero los mejores estudios poseen la virtud de procurar entender al biografiado situándolo en su contexto y, consecuentemente, recrean la época. Un cuarto grupo de libros son los de carácter monográfico, más específicos, porque abordan un aspecto o un fragmento de esta compleja época. Aquí igualmente hay una gama de calidades muy amplia. Por último, los más escasos de encontrar, son aquellos que tratan de reconstituir e interpretar y entregan una visión de conjunto.
Toda esta bibliografía sobre la cuestión, junto con aportar antecedentes, visiones, perspectivas y “sensibilidades” _como se dice ahora, revela de otro modo la preocupación que señalábamos más arriba por la historia del “tiempo presente“.
El libro que comento se viene a sumar a la larga lista, pero tiene la cualidad de entregar una visión de conjunto sobre el período 1970-1973, donde figuran articuladamente los diferentes acontecimientos y las actuaciones de los principales protagonistas. Corresponde a los textos completos de las exposiciones realizadas por el historiador Gonzalo Vial en el ciclo organizado por la Universidad Finis Terrae titulado “A treinta años de la muerte de Salvador Allende”.
Consiste en un esfuerzo del autor por explicar el inicio, desarrollo y conclusión del gobierno de la Unidad Popular. No es corriente como dije encontrar este tipo de observaciones de síntesis, tan necesarias. Muchos de quienes vivieron el momento inclusive testigos cultos, de todo el espectro de posiciones políticas, recuerdan por alguna razón episodios significativos, pero sueltos, sin que hayan logrado establecer las debidas relaciones que permiten observar el cuadro completo, por aquello de que “los árboles no permiten ver el bosque”.
Este trabajo sin duda permite visualizar el bosque y además en forma amena, bien expuesta o escrita, con el sabor de los relatos tan propios de Vial. Un gran mérito, porque se trata de un bosque muy denso.
El propio expositor revela hacia el final del texto, la complejidad del problema que abordó en forma pintoresca, al señalar que la “Unidad Popular es como esas novelas gordas, a veces aburridas y a veces entretenidas, que tienen varias tramas que se van desarrollando paralelamente, y que confluyen a un solo final. El final, en este caso, es el golpe. Y las tramas a veces tienen los mismos protagonistas, a veces distintos protagonistas, a veces parcialmente los mismos y parcialmente distintos protagonistas. Aquí termina diciendo, por necesidad del análisis, se han expuesto separadamente, pero en realidad cada paso va encauzando hacia el mismo final, hacia el golpe, con la fatalidad de lo inevitable”.
Los temas que se tratan en las exposiciones son cinco y ellos abordan las diversas “tramas” y “personajes”. La primera está dedicada a comprender el comportamiento del principal protagonista de esta historia: Salvador Allende. Otros personajes importantes también se analizan, a medida que se desenvuelven los acontecimientos: el general Carlos Prats, el cardenal Raúl Silva Henríquez, por ejemplo.
Respecto de Allende, destaca los aspectos que mejor lo caracterizan, en su opinión. De partida tres facetas: su consecuencia política. “… Desde su adolescencia… nunca dejó de ser socialista… Tuvo como meta encabezar un gobierno a favor de las mayorías populares… Reemplazar la propiedad individual capitalista por la colectiva”. Considera que su suicidio fue, precisamente, “culminación” de esta consecuencia. Le sigue su consecuencia social: “Como Presidente continuó viviendo la misma vida (cómoda desde la niñez), con el mismo grupo de amigos de su edad”, trasladando así su “consecuencia política al plano social”.
En este sentido era una persona sin “ningún resentimiento social… se reía de esas cosas…” Y, en último término, su probidad. “Desde el poder no incrementó en nada su patrimonio personal” y desacredita una serie de “dichos” que han circulado al respecto.
Profundizando en la personalidad de Allende, el autor indica, por otra parte, las que le parecen fueron sus principales cualidades y sus peores defectos. De las primeras, subraya una larga lista sencillo y delicado en el trato, sin odios, simpático, expansivo, animado, generoso, memoria impresionante y destaca también como cualidad “su muñeca”, pero se trataría de una condición que se habría tornado en defecto, porque no fue “siempre leal con el manipulado”.
Entre los defectos, denota algunos que le parecen graves: el haber creído en el “poder compartido” con la amplia gama de partidos unipopulares; el haber sido incapaz de “imponer autoridad” entre esas entidades “…sencillamente no logró mandar… ni ser el gran conductor que había soñado“. Pero el defecto fundamental de Allende, según Vial, fue “la insuficiencia de sus conocimientos” sobre lo que “proyectaba hacer”.
La segunda exposición se refiere a la “Naturaleza, programa y estrategia de la Unidad Popular”. Explica su origen más remoto: el FRAP, nacido en 1957, de la unión de comunistas y socialistas, para encarar juntos las elecciones presidenciales de 1958; prosigue con su evolución, influida por el contexto internacional (Guerra Fría), especialmente latinoamericano (la Revolución Cubana), y la forma como devino en Unidad Popular, al quedar constituida en 1969 en una multipartidaria con la integración de otras entidades izquierdistas, pero subrayando la gravitación en ella de las originarias, con sus diferencias ideológicas.
Los comunistas siempre representaron la interpretación más ortodoxa del marxismo, “la soviética”, mientras que los socialistas adhirieron en forma progresiva a la interpretación emanada de la Revolución Cubana y promovida en América Latina por el guerrillero Ernesto Che Guevara, la cual postulaba, como verdad doctrinaria, la inevitabilidad de la lucha armada para conquistar el poder (guevarismo).
Y, por cierto, analiza la situación de Salvador Allende frente a las posiciones existentes al interior del bloque y, particularmente, del socialismo, cargando además tres derrotas electorales consecutivas (1952, 1958 y 1964). De manera que para ser candidato por cuarta vez, tuvo que conquistar las simpatías de los socialistas, que no lo querían como candidato ni la vertiente de Aniceto Rodríguez (moderada), ni la de Carlos Altamirano (guevarista), y acomodarse incluso a las exigencias de los demás. Finalmente Allende se habría impuesto por descarte. Los socialistas lo hicieron pasar dice Vial por “esta última horca caudina: serás nuestro precandidato ante la Unidad Popular, pero lo serás porque no tenemos otro…” Con todo, era el único político de izquierda capaz de hacer frente a los contendores de 1970 (Alessandri y Tomic).
Sin embargo, la Unidad Popular era ante todo un pacto electoral y de gobierno, firmado por sus integrantes, al cual debería adherir el candidato que acordaran postular. Es decir, el candidato quedaba supeditado al pacto y, para hacer efectiva esa dependencia, se creó un “Comité” donde estaban representados todos los partidos del bloque y sería el encargado de adoptar las decisiones fundamentales, por la unanimidad de sus miembros. Es decir, Allende quedó desde el momento de su candidatura sometido al cogobierno y al vicio legendario del “cuoteo”, pero confiando siempre en “su muñeca para contrarrestar la adversidad”.
A este pacto y lo que representaba, incluido el candidato, no concurrió el MIR, por ser un grupo de fuerte vocación guevarista en tales momentos, partidario intransigente de la vía armada para conquistar el poder, muy contrario a la vía pacífica que enarbolaba Allende.
En seguida, pasa revista a los aspectos esenciales del programa de la Unidad Popular, económicos y políticos, así como a la estrategia implementada para materializarlo, luego de que el Gobierno quedara tempranamente impedido de hacerlo por los cauces constitucionales o legales: no tenía mayoría en el Congreso ni el país y tampoco era posible un acuerdo con la Democracia Cristiana. El plan estratégico contempló operaciones (dos económicas y una política) que debían desarrollarse simultáneamente y en breve plazo, pero fracasó la operación política instaurar la Asamblea del Pueblo y con ello se vinieron al suelo “los fines últimos, crear el socialismo legalmente en Chile”.
La tercera exposición titulada “Los fines y los medios. Una contradicción fatal”, está destinada a explicar el significado de una serie de hechos que fueron ocurriendo entre 1971 y 1972, paralelamente al desenvolvimiento de las operaciones del plan estratégico señalado y que terminaron por alterar definitivamente el cuadro político. Entre los más relevantes, cuenta los siguientes: la unión de la oposición (Democracia Cristiana y Partido Nacional); la propagación y profundización de la violencia política; el guevarismo, que se introdujo en el país a través del MIR, pero en el curso de 1971 era moneda corriente entre algunos partidos de la Unidad Popular (el Mapu-Garretón, la Izquierda Cristiana, que desgajada de la DC se había sumado recientemente, y el Partido Socialista dirigido por Altamirano).
Siguiendo con el recuento de acontecimientos, apunta que, a la propagación de la vía revolucionaria ultraizquierdista contrariando al propio Allende, contribuyó bastante la visita de tres semanas que hizo al país Fidel Castro, lo mismo que la retórica mirista, que afirmaba poseer amas y estar empeñado exitosamente en infiltrar a las Fuerzas Armadas, amén de incitar, junto con los otros grupos guevaristas de la UP, las ocupaciones ilegales, “tomas” de predios, fábricas y comercios. En este sentido, el historiador Vial reitera una afirmación suya que ha ocasionado gran revuelo en el último tiempo, sobre todo entre quienes se jactaban de ser auténticos revolucionarios en aquellos años: “En Chile, la violencia como método y necesidad insoslayable, la introdujo el guevarismo y suscitó la contraviolencia adversaria”.
Mientras sucedían todos estos sucesos, sostiene el autor, Allende oscilaba entre la vía violenta y la vía pacífica. Y su indecisión en este punto dejaba lugar a la duda. De manera que los miembros de las Fuerzas Armadas, en especial sus mandos, nunca tuvieron claro “lo que pensaba el Presidente… y menos aún lo que hacía el gobierno”.
En la cuarta exposición “Itinerario de un fracaso”, analiza el tramo más duro del proceso político en cuestión, cuando se produjeron los peores enfrentamientos y el conflicto se presentó crudamente, sin dejar ninguna puerta abierta para soluciones pacíficas. Así, 1972, habría sido el año del “desastre”.
Porque fue evidente, en su opinión, que la economía y la situación social quedaron fuera de control, según las cifras que cita, dando paso a un descontento que se manifestó desde varios frentes. A los partidos políticos de oposición que habían sido hasta ese momento ineficaces en la lucha contra el Gobierno, se le sumaron los gremios empresariales tradicionales y nuevas entidades que agruparon a los transportistas y comercio detallista, más “toda clase de gente que tenía algo que reclamar”.
Se llegó así al famoso “Paro de Octubre”. Un hito importante, porque significó “técnicamente el fin del programa político, social y económico de la Unidad Popular”. El oficialismo, había perdido la iniciativa y hubo serias repercusiones al interior de la coalición de gobierno, porque se dividieron las “fuerzas populares”: el sector de ultraizquierda era partidario de profundizar el proceso revolucionario, mientras que el institucional, con Allende a la cabeza, decidió apoyarse en las Fuerzas Armadas.
Aquí entra en escena el general Carlos Prats. Vial traza un esbozo de su “misteriosa personalidad” _dice_ y expresa ideas muy interesantes sobre el papel que le correspondió desempeñar en esos críticos momentos. En este sentido formula una serie de hipótesis novedosas que debieran ser analizadas para llegar a comprender en profundidad la importancia de Prats en el proceso.
Las más sugerentes son: cómo en contacto con Allende y varios de sus colaboradores cercanos, le perdió el “temor” (histórico) que profesaba por el marxismo-leninismo; los esfuerzos que realizó y errores que cometió para lograr un acuerdo entre la Unidad Popular y la Democracia Cristiana; cómo asumió un papel claramente político entre 1972 y 1973, luego de cuarenta años de imperturbable y profesional servicio militar y, por último, algunas imprudencias cometidas, al involucrase excesivamente en políticas de gobierno.
Habría olvidado, al respecto, “que un jefe militar siempre debe guardar distancia del núcleo propiamente político del gobierno al cual sirve”. De este modo sostiene, su actuación generó una serie de “contradicciones internas” y tuvo un efecto “catastrófico” en las filas castrenses. “Poco a poco el alto mando se fue distanciando de su comandante… Quedó aislado arriba”.
En el intertanto, la crisis (política, económica y social) alcanzó tal magnitud que el país se hizo ingobernable, entonces Allende realizó tres últimos intentos de solución. A saber, según Vial: “entenderse con la Democracia Cristiana, oficializar la participación militar en una especie de cogobierno, o apelar a un plebiscito, el arma final y desesperada del Mandatario”. Cada uno de estos ensayos son explicados cuidadosamente, con detalles muy sabrosos y todas sus derivadas, señalando la forma como los protagonistas los fueron urdiendo y las razones de su fracaso.
La que más se reitera, son los desacuerdos que existieron al interior de la misma Unidad Popular (el Comité), sobre tales iniciativas, sindicando como particularmente grave, la oposición del sector ultraizquierdista, más concretamente el Partido Socialista. “El guevarismo torpedeaba todo lo que no sirviera para acelerar y profundizar el proceso revolucionario”.
“Y cuando el último ensayo fracasó agrega, la intervención militar se hizo inevitable”.
Este es el tema de la última exposición, llamada “El desenlace”. Formula la siguiente pregunta: “¿Por qué intervinieron las Fuerzas Armadas el 11 de septiembre de 1973, prescindiendo de los civiles y aplicando su propia solución a la crisis?”. Y responde, que se habrían hecho desafectas al Gobierno por cuatro problemas que pasa a analizar. A saber: el desorden público; el aumento del armamento; la existencia de milicias paramilitares muy relacionado con el punto anterior y la “cara violenta” que mostró el marxismo leninismo propugnado por la gama existente de grupos guevaristas.
A estos problemas se le agregaron dos consideraciones definitivas. Definitivas porque impulsaron la decisión final en los altos mando de las Fuerzas Armadas. La primera, que el cuadro caótico creaba una situación de extremo peligro para el país, porque lo hacía objetivamente vulnerable a un ataque proveniente del exterior (de Perú ciertamente y de Argentina, luego). Ataque que a la sazón se presumía muy probable, dado que el centenario de la Guerra del Pacífico se aproximaba. La segunda, provino del hecho que se pensaba muy posible que las Fuerzas Armadas se dividieran si el conflicto y la violencia se incrementaban, como de hecho ocurría, frente a lo cual, la guerra civil se presumió inminente.
El último párrafo dice así: “Casi todas las fuerzas políticas y, en general, casi toda la población, querían la guerra civil, o al menos la aceptaban, resignadamente, como una tragedia inevitable, porque cada bando pensaba hallarse en juego valores que la merecían y justificaban, no habiendo en apariencia otra salida. El general Pinochet torció el destino de la historia y de su propia biografía al aceptar el reto y hacer el gesto que impidió la división de las fuerzas uniformadas y consiguientemente la guerra civil. Desde ese instante, Allende era hombre muerto, pues no podía aceptar rendirse. Y así ocurrió aquel 11 de septiembre”.
Estas conferencias en verdad reafirman una interpretación expuesta en otras ocasiones por el autor, sobre la Historia Contemporánea de Chile. O sea, acerca del proceso que afectó al país durante la segunda mitad del siglo XX2. El proceso básicamente consistió en una crisis de grandes proporciones, que comprometió a toda la sociedad, cuyos componentes fueron políticos, económicos, sociales y culturales y cada uno de estos aspectos tuvo innumerables derivaciones. Esta crisis “integral”, como dice, patente hacia 1950, se profundizó en los años siguientes, porque ninguno de los gobiernos elegidos hasta 1970 (Ibáñez, Alessandri, Frei) logró aminorarla siquiera.
Al revés, se fueron incorporando nuevos elementos de tensión y desajuste. Uno de los fenómenos determinantes en este sentido es que para entonces existía un campo de partidos políticos agrupado en tres tercios, como era característico desde los años treinta, pero ahora polarizado en extremo, marcado por el signo de las ideologías y la intransigencia.
Este sería el telón de fondo: “Nadie tenía fuerza electoral, fuerza parlamentaria, ni fuerza social como para imponer su propio programa. Pero al mismo tiempo, nadie, ni la Democracia Cristiana (el centro), ni la Unidad Popular (la izquierda), ni el Partido Nacional (la derecha), estaba dispuesto a transigir para generar esa mayoría”. De este modo, Allende, en la etapa postrera de la crisis, se encontró sin instrumentos para hacer lo que había prometido. No tenía instrumentos legales, ni mayoría parlamentaria para adquirirlos.
Me parece una interpretación coherente, clara y bien desarrollada, que plantea ideas maduradas durante largo tiempo. Alguien podría señalar que el texto tiene escasas referencias bibliográficas. Es cierto, son conferencias transcritas, pero de la simple lectura se concluye que consultó información de primera mano.
A lo largo de las exposiciones, cita documentos de variada índole, publicaciones y sus propias vivencias. Es frecuente encontrar en el texto expresiones como estas: “Me contaba una persona muy íntimamente ligada a él (está hablando de Allende), que sobrevive…” o “Me contaba una delegación de viñateros que fue a visitarlo…” o “Yo conocí mucho a los mandos medios de la Unidad Popular…” o, un caso más elocuente, “…Poco después del golpe, cuando llegué a mi oficina de Qué Pasa, prácticamente en medio del humo, encontré el comunicado del MIR encima de mi escritorio. Fue mandado por correo a toda la prensa y había llegado probablemente el 10 en la tarde…”.
Por otra parte, he podido revisar el archivo de Gonzalo Vial sobre la Unidad Popular. Está constituido por un conjunto de cartas, de diferentes personas que cuentan episodios vividos; por entrevistas realizadas a una gama de personalidades; por documentos que circularon en la época: declaraciones de partidos, incluso de circulación muy restringida (mimeografiados); boletines de prensa extranjera; panfletos de todo tipo, fichas de prensa, memoranda; etc.
En fin, pienso que es quizás una de las personas que mejor conoce el período. No solo porque fue testigo, sino porque ha recopilado y consultado una cantidad gigantesca de fuentes de información, que por cierto incluyen libros de todos los géneros. Además se trata un historiador de un tonelaje cultural superior, de especiales capacidades intelectuales y dotado de un genuino y muy acendrado interés por la historia.
Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas C.
Un aporte de nuestro Director Rúl Godoy C.