METODOLOGÍA PARA EXPERTOS CONTRA RELOJ
Jaime Arancibia Mattar
El Mercurio, Columnistas, 03/01/2023
El Acuerdo por Chile contempla una comisión de expertos que elaborará un proyecto de nueva Constitución en tres meses. ¿Pueden 24 peritos con convicciones y egos tan diversos como sólidos acordar un centenar de artículos sobre los poderes y derechos fundamentales de la Nación, con un quorum de 3/5, en apenas 12 semanas?
Siendo realistas, semejante encargo solo es viable mediante el método de codificación aplicado por juristas de la talla de Triboniano, Portalis y Bello, con el orden y ritmo de Toscanini.
Podemos resumirlo en tres criterios pragmáticos: a) mantener intactas o actualizar con exactitud geométrica las normas de vigencia centenaria, aquellas que honran la sabiduría de nuestros ancestros; b) eliminar disposiciones innecesarias; y c) introducir preceptos modernos con arraigo en la práctica jurídica del pueblo, evitando entelequias o caprichos ideológicos.
Este método supone que el Derecho se hace a lo largo del “tiempo” más que en un “momento”, y que el trabajo legislativo de los juristas consiste en sintetizar más que en inventar el Derecho, de modo eficiente.
”…solo podrán elaborar una buena Carta Magna contra reloj si son pequeños en hombros de gigantes, si siguen con docilidad la lógica de las bases del Acuerdo…”.
Los políticos no podrían reemplazar a los juristas en esta tarea, porque el Derecho “no se encuentra en el secreto pecho del Emperador, sino en el escritorio de sus doctores” (de Pistoia, s. XIV) y es “un arte que requiere de largo estudio y experiencia” (sir Coke, s. XVII).
Pero tampoco los juristas deberían dárselas de neodespotistas ilustrados. Ya Cicerón (s. I a. C.) decía que la Constitución romana “no se formó en una generación, sino en varios siglos de continuidad”, porque “jamás pudieron todos los ingenios proveer tanto en un solo momento, que pudieran abarcar todo sin la experiencia de la realidad prolongada por mucho tiempo”.
El método aparece en la comisión presidida por Triboniano para elaborar el Digesto de Justiniano (s. VI), instruida para terminar el encargo “lo más rápido posible”. Para eso se dividió en comités temáticos a cargo de destacados profesores de Beirut y Constantinopla, que escogieron principalmente aforismos probados e intercalaron algunos modernos.
Portalis, escogido por Napoleón por su conocimiento y pragmatismo, recurrió al método para terminar el trabajo de codificación civil en cuatro meses. Su Discurso Preliminar advirtió que elaborar una normativa absolutamente nueva estaría “por encima de las fuerzas humanas… si se desdeñara aprovechar la experiencia del pasado y la tradición de sentido común, de reglas y de máximas que han llegado hasta nosotros y que forman el espíritu de los siglos”.
La historia se repite con Andrés Bello. Acomete su labor codificadora civil con una “sabiduría y expedición” aplicable también a las constituciones, para cuya elaboración propone remedios caseros en vez de teoremas, evitando poner en planta “una máquina enteramente nueva, cuya acción es imposible de dirigir y calcular si no se emplean instrumentos conocidos, en manos acostumbradas a usarlos”, “porque si la Constitución está en lucha con las costumbres, con el carácter nacional, será viciosa”.
Estas experiencias enseñan que los expertos solo podrán elaborar una buena Carta Magna contra reloj si son pequeños en hombros de gigantes, si siguen con docilidad la lógica de las bases del Acuerdo, que recogen los principios del Derecho Constitucional chileno, asentados en los textos constitucionales desde el albor republicano.
Deberían ser intérpretes fieles, ágiles y austeros de las fuentes modernas que perfeccionan nuestra identidad político-jurídica. Es preciso evitar extremos de vaguedad, casuismo y detalle, de tradicionalismo y revolución. Por razones de tiempo, conviene concentrarse en el diseño arquitectónico o estructura jurídica de la Constitución, confiando lo demás a los representantes del pueblo.
Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
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