Columna de Opinión

UN 18 DE SEPTIEMBRE PREOCUPADO

Las opiniones vertidas en esta columna de opinión, son de responsabilidad se sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de UNOFAR
Lamentablemente en nuestra historia, por la ineptitud, imprudencia, falta de sentido común y de visión de futuro, mezquindad, dogmatismo ideológico, ingenuidad y falta de realismo, sectarismo e intransigencia de nuestros gobernantes y de la clase política en general —que ha llegado al extremo de validar la violencia como método de acción política para alcanzar el poder total

Hoy deberíamos estar de fiesta, pronunciando con fuerza y alegría un sonoro “Viva Chile” y confiados en el venturoso futuro de nuestra patria. Lamentablemente no puedo celebrar como debería hacerlo porque estoy preocupado.

Estoy preocupado por la falta de unidad nacional; por el desprestigio de la clase política y la crisis de representatividad; por los discursos que exacerban la lucha de clases, el odio y la violencia; por la debilidad de la autoridad política y el deterioro del principio de autoridad en general, lo que estimula el desorden y la anarquía —y que podemos ver reflejado en el impune asalto al despacho del Ministro de Educación o en los cobardes y alevosos ataques a carabineros, quienes atados de manos no se atreven a usar sus armas ni siquiera en defensa propia, lo que da como resultado que su efecto disuasivo sea absolutamente nulo—; por el debilitamiento del concepto tradicional de familia, el decaimiento de las virtudes morales y la progresiva descomposición social y humana —que pretende llegar en Chile a extremos tan repugnantes como la autorización legal para asesinar a personas humanas inocentes e indefensas que están en el vientre de su madre o al “matrimonio igualitario” entre homosexuales—; por el quiebre del Estado de Derecho, el que se ve vulnerado cotidianamente y muy especialmente en las causas denominadas “de derechos humanos”, en las que éste ha sido brutalmente desconocido por jueces que procesan o condenan a miembros de las instituciones armadas que salvaron a Chile en 1973 sin aplicar la ley de amnistía —que sí le fue aplicada a los terroristas— y sin respetar principios básicos de la seguridad jurídica como son la prescripción, la irretroactividad de la ley penal o la cosa juzgada; estoy preocupado por el actuar del gobierno del presidente Piñera, que persevera en la inicua venganza contra militares y carabineros iniciada por los gobiernos de la Concertación y que pretende endosarle al Poder Judicial un problema cuya solución es netamente de carácter político; por el ejercicio de una libertad sin responsabilidad; por las masas vociferantes y desaforadas que exigen “sus derechos”, pero olvidándose de cumplir “sus deberes” y que piden que el Estado les solucione todos sus problemas y que les regale educación, salud o vivienda sin esfuerzo o sacrificio alguno y como si la riqueza surgiera de la nada; estoy preocupado porque un pequeño grupo de agitadores y de minorías agresivas y violentas, que se atribuyen la representación de los estudiantes, le impide estudiar a la gran mayoría de los alumnos que desea hacerlo; por el abuso de los poderosos contra los débiles; por la corrupción, la mala administración y el despilfarro de los recursos públicos; porque muchos de nuestros compatriotas viven en la miseria o no cuentan con los bienes materiales mínimos para subsistir dignamente, en circunstancias de que Chile cuenta con riquezas suficientes como para que haya trabajo y comida para todos; estoy preocupado, en fin, por la situación de convulsión social y de precariedad de nuestro sistema político-institucional —porque la “estabilidad” política de Chile, que tanto se pregona, es, a mi juicio, más aparente que real—; y estoy preocupado por la eventualidad de que se produzca en nuestro Chile una gravísima situación de caos y anarquía que obligue a las FF.AA. a intervenir nuevamente, puesto que ante un fracaso de los políticos que pone en peligro intereses vitales de la patria no queda más remedio que las Fuerzas Armadas se hagan cargo del poder. Como lo expresé en una carta que envié a El Mercurio el 19 de enero de 2003 —que obviamente no fue publicada por el “decano”— y que transcribo a continuación, las Fuerzas Armadas, dígalo o no la Constitución, son aquellas instituciones que, en última instancia, garantizan el orden institucional de la República:

En el artículo titulado “Las FF.AA. y el 11 de septiembre”, publicado el domingo 19 de enero, el profesor Gonzalo Rojas Sánchez expone que “pocas veces un país se juega la vida y casi siempre sale vivo gracias a sus Fuerzas Armadas”.
En efecto, las FF.AA. son las únicas instituciones que ante gravísimas situaciones de anarquía, caos y división social, polarización y violencia política ¾que ponen en riesgo intereses vitales de la patria¾ son capaces de restablecer la institucionalidad y la democracia; ellas constituyen el último círculo jerarquizado de la sociedad capaz de salvar de su disolución a la comunidad política organizada.
Por otra parte, el profesor Rojas nos recuerda que en 1973, ante la amenaza de vida o muerte que se cernía sobre Chile, cuando el país estuvo “a punto de ser consumido por la guerra civil”, ante una realidad insostenible de ilegitimidad y para la cual no había ninguna otra solución, las FF.AA. reaccionaron con la doctrina que venía al caso: el derecho de rebelión. “Y eso vale en 1973, en el 2003 y en el 2078”.
Lamentablemente, hay quienes se empeñan en lograr que las FF.AA. dejen de ser lo que son, que ellas dejen de ser lo que tienen que ser: la reserva moral de la nacionalidad a la cual ésta recurre en las crisis más extremas; instituciones especializadas para resguardar y asegurar, en última instancia, los valores sagrados de la patria y, en definitiva, los garantes últimos del orden institucional de la República.

También me preocupa el individualismo, la falta de respeto por el prójimo y el desinterés de nuestros compatriotas por los temas de seguridad y defensa; pero mi mayor preocupación es que en caso de que se llegase a producir nuevamente en nuestra patria una situación de gravísimo descalabro y caos político, social y económico similar a la del año 1973 —situación de debilidad del poder nacional que, por otra parte, estimula la formulación de nuevas demandas y la agresividad de nuestros vecinos— las FF.AA. se inhiban de actuar y de intervenir como lo hicieron, precisamente, en el año 1973.

Lamentablemente en nuestra historia, por la ineptitud, imprudencia, falta de sentido común y de visión de futuro, mezquindad, dogmatismo ideológico, ingenuidad y falta de realismo, sectarismo e intransigencia de nuestros gobernantes y de la clase política en general —que ha llegado al extremo de validar la violencia como método de acción política para alcanzar el poder total; idea que no solo se quedó en la teoría, sino que fue llevada a la práctica por uno de los políticos chilenos más connotados y que alcanzó la primera magistratura de la nación; político a quien, increíblemente y no obstante haber provocado el colapso económico y social más grave de la historia de Chile, no solo le ha sido erigido un monumento en la plaza de la Constitución, sino que, además, fue elegido como “el gran chileno de nuestra historia” en un concurso organizado por la Televisión Nacional— se han producido en Chile, cíclicamente, cada cuarenta años aproximadamente, gravísimas situaciones de convulsión político-social. Y, aunque la historia no tiene por qué repetirse, la eventualidad de que ello ocurra nuevamente es una posibilidad cierta.

Pienso que si volvieran a producirse en nuestra patria circunstancias similares a las de 1973, “otra vez” las Fuerzas Armadas deberían actuar; puesto que ellas son la garantía última del orden institucional de la República; salvo que ellas dejen de ser lo que son, que ellas dejen de ser lo que tienen que ser. Esto último es lo que más me preocupa: que el “nunca más” pregonado por conspicuos dirigentes políticos —e, incluso, militares— y el lavado de cerebros que ya se ha producido en la gran masa ciudadana, ingenua e ignorante, se haya también producido en el seno de nuestras FF.AA. Al respecto, yo me pregunto: nuestras Fuerzas Armadas ¿habrán ya dejado de ser lo que tienen que ser?; en una situación como la descrita, ¿se inhabilitarán para salvar al Estado-nación, para cumplir la función que les es más propia: la defensa de la patria?

Adolfo Paúl Latorre

Viña del Mar, 18 de Septiembre de 2011.