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Captura de la “Esmeralda” (5 y 6 de noviembre de 1820)

Durante la travesía no se sintió ni el más apagado ruido de remos. Poco después, abrieron sus líneas y rodearon el casco de la “Esmeralda”. El Almirante Thomas Alexander Cochrane y Thomas Crosbie treparon por estribor, y el Comandante Martín Jorge Guise, por babor, seguidos por su gente que cayeron sobre cubierta como una granizada de hombres.

Estaba la fragata “Esmeralda” resguardada por 15 lanchas cañoneras, 2 bergantines de guerra, 3 transportes armados y la protección de las fortalezas y baterías terrestres.

 

Cerraban el fondeadero de El Callao, una percha flotante de madera y cadenas con una sola abertura, necesaria para la entrada y salida de las naves.

 

El Almirante Lord Thomas Alexander Cochrane planeó un asalto nocturno con botes, recurriendo a la sorpresa como factor fundamental del éxito.

 

Pidió voluntarios entre las dotaciones y con extrema facilidad reunió 240 marineros y soldados de marina.

 

El 1 de noviembre entregó a los Comandantes de los buques en el área, instrucciones sobre las precauciones en el avance de las embarcaciones menores, oficiales al mando, tenida y armamento usado y disposiciones sobre la seguridad de las embarcaciones en caso de retirada.

 

Además, la adopción de gritos que confundieran a la tripulación española, aparte del uso de santo y seña.

 

El día 4 citó a una larga reunión de Comandantes en el buque insignia para ultimar los detalles. Posteriormente reunió a los 240 participantes para instrucción y a las 11 de la noche, ejecutó una práctica del asalto.

 

El día 5, desde temprano, circuló entre los voluntarios una proclama en que los instaba a repetir los actos de valentía que dieron como resultado latoma de Corral y Valdivia.

 

A pleno día, el maestre de señales de la fragata O’Higgins” desembarcó en la isla San Lorenzo e izó dos o tres señales en su mástil, que fueron contestadas por la totalidad de buques chilenos presentes en el bloqueo del puerto.

 

Inmediatamente después, todos, excepto la fragata “O’Higgins”, levaron anclas y zarparon, dejando previamente los botes y asaltantes a bordo del buque insignia.

 

Esta estratagema surtió el efecto deseado, pues los españoles quedaron persuadidos de que nada tenían que temer para esa noche, ya que algún navío avistado obligaba al grueso de los bloqueadores a zarpar en su caza.

 

Se esperó la noche, y a las 11 de la noche se iniciaba el embarque en los 14 botes reunidos, que 30 minutos después se desprendían de la fragata en las dos columnas planeadas, al mando del Almirante.

 

Durante la travesía no se sintió ni el más apagado ruido de remos. Poco después, abrieron sus líneas y rodearon el casco de la “Esmeralda”.

 

El Almirante Thomas Alexander Cochrane y Thomas Crosbie treparon por estribor, y el Comandante Martín Jorge Guise, por babor, seguidos por su gente que cayeron sobre cubierta como una granizada de hombres.

 

El Almirante recibió el culatazo de un vigilante y resultó derribado sobre uno de los botes. Se alzó rápidamente y dio muerte al centinela para incorporarse a la cruenta lucha que ya se desarrollaba en la cubierta enemiga. Otro centinela le disparó errando el tiro. También le dio muerte, y se asomó a la borda para animar a la gente que seguía subiendo, con un grito de “Arriba muchachos, la fragata es nuestra”.

 

Los españoles quedaron totalmente sorprendidos en medio de un tranquilo sueño, pero salen precipitadamente de sus entrepuentes y empeñan una vigorosa defensa.

 

El combate de arma blanca y cuerpo a cuerpo se hace en cada momento más encarnizado.

 

No tardaron los fuertes del puerto en comenzar a disparar sobre la “Esmeralda”, seguidos por los buques y lanchas en el apostadero, produciéndose un tremendo y confuso cañoneo.

 

Los proyectiles ofendían por igual a asaltantes y defensores y algunos alcanzaron a los buques extranjeros en la bahía, que izaron luces de neutralidad e iniciaron movimiento para salir fuera del alcance de la artillería.

 

El Almirante Lord Thomas Alexander Cochrane, percatándose de esta maniobra, ordenó de inmediato izar luces en los mástiles del buque asaltado al igual que los buques neutrales, que por esta circunstancia recibió poco castigo de las baterías terrestres.

 

Pero cayó herido por una bala en el muslo derecho. Se limitó a vendarla fuertemente con un pañuelo, ayudado por el Guardiamarina Pablo Huickley Délano.

 

A la tercera embestida de los asaltantes, sucumbió la resistencia de la tripulación enemiga reunida en el castillo de la fragata, después de haberse batido con admirable denuedo durante más de 17 minutos.

 

Los sobrevivientes se refugiaron en los entrepuentes y bodegas; otros se arrojan al agua. Entonces, el Comandante Martín Jorge Guise cortó las amarras de la fragata, y la nave comenzó a moverse de su fondeadero con las luces de buque neutral antes mencionadas.

 

Casi una hora demoró en salir del alcance de las baterías realistas, por total ausencia de viento a esa hora de la noche. Entonces fondeó para atender a los heridos, recoger los muertos y reparar defectos en la arboladura.

 

Las bajas sufridas fueron de 11 muertos y 31 heridos. La “Esmeralda” tenía 330 tripulantes.

 

De ellos, 204 cayeron prisioneros y 126 murieron en el combate o se ahogaron después de arrojarse al mar. Es posible que algunos se salvaran al alcanzar la costa.

 

A las 3 de la madrugada el Almirante Lord Thomas Alexander Cochrane se dirigió a la fragata “O’Higgins” para curar en forma más acabada sus heridas.

 

Poco antes del amanecer, la fragata capturada se reunía con la nave insignia de la Escuadra chilena y prontamente arribó el resto de los buques bloqueadores al área.

 

El Almirante Lord Thomas Alexander Cochrane despachó al “Araucano” a Ancón llevando su parte oficial de la operación al General José de San Martín y Matorras, con la insignia capturada del Brigadier español Vaccaro, solicitando que ella fuera ofrecida al Director Supremo en Chile.

 

La grata noticia de la victoriosa hazaña fue recibida con las más frenéticas demostraciones de júbilo por el Ejército y tripulaciones de los buques que el Jefe de la Expedición mantenía.

 

Junto con remitir el parte anterior, el Almirante Lord Thomas Alexander Cochrane mandó al Virrey un parlamentario, encargado de dejar en el puerto a los realistas heridos y muertos y proponerle un canje de prisioneros, el que fue aceptado, rescatándose así un buen número de chilenos que desde algún tiempo estaban encerrados en las fortalezas españolas.

 

El General José de San Martín y Matorras felicitó al Almirante por su audacia y remitió al General Bernardo O’Higgins Riquelme una conceptuosa narración del feliz y heroico suceso.

 

 

Para hacer completa justicia al Comandante en Jefe de la Escuadra, quiso José de San Martín y Matorras que el nombre del Almirante LordThomas Alexander Cochrane fuera grabado en la popa de la poderosa fragata capturada. Pero, como éste no aceptara, se acordó al fin darle el nombre de “Valdivia”.

COMISION COMUNICACIONES 

UNOFAR FILIAL VALPARAISO