Columna de Opinión

Nuestro Ejército 1810-2015 por GDE Humberto Oviedo Arriagada, La Tercera, 5/9/2015. Ver en adjunto “Las victimas de la revolución” por Fernando Barros

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Ejército de Chile
Cuando se daña a nuestro Ejército, no solamente pierde la sociedad, sino lo que es peor, se erosiona la institucionalidad que la sostiene. Es la aprensión natural que debería surgir en momentos en que hemos sido testigos estas últimas semanas, de cómo se ha intentado involucrar a este Ejército, que nos pertenece a todos, en supuestas conductas impropias y ajenas a sus principios fundamentales, con emplazamientos mediáticos que lo menoscaban y condenan sumariamente

Septiembre, mes de la patria, donde espontáneamente todos los chilenos, sin distinción, rememoran y validan los acontecimientos que han hecho posible tener a Chile como un país acogedor, amable y aspiracional. Es también una instancia de unión que nos invita a evocar un 28 de enero de 1915, cuando el Presidente de la República don Ramón Barros Luco instauró, el día 19, para homenajear a todas las glorias de nuestro Ejército, muestra del agradecimiento ciudadano a quienes ayudaron a construir su historia y proyectar su futuro.
Consecuente con ello, quisiera partir reconociendo que este Ejército y sus miembros, en tanto fuerzas vivas de la nación y acorde con la evolución social, han experimentado en estas décadas una transformación profesional y cultural que no ha estado exenta de dificultades, pues en determinados momentos ha significado incluso renunciar a visiones que por largo tiempo acompañaron sus actuaciones. Estos avances han sido traspasados a las nuevas generaciones, constituyendo un activo que requiere ser valorado y preservado por toda la sociedad.
Sin embargo, nada ha podido hacer cambiar la condición de institución fundamental de la República que nos identifica, nacida con la patria y cuyo valor medular -como cuerpo armado- es su carácter disciplinado, profesional, obediente y no deliberante. Su participación en la gran tarea del desarrollo nacional como un integrante más de la sociedad chilena, desde la perspectiva de las misiones propias de la función militar, y su pleno compromiso con el destino del país y los objetivos del Estado, le confieren un valor social único e insustituible.
Estoy convencido que en tales condiciones, cuando se daña a nuestro Ejército, no solamente pierde la sociedad, sino lo que es peor, se erosiona la institucionalidad que la sostiene. Es la aprensión natural que debería surgir en momentos en que hemos sido testigos estas últimas semanas, de cómo se ha intentado involucrar a este Ejército, que nos pertenece a todos, en supuestas conductas impropias y ajenas a sus principios fundamentales, con emplazamientos mediáticos que lo menoscaban y condenan sumariamente.
Sin duda que lo anterior ha podido generar confusión en parte de la opinión pública, particularmente en los más jóvenes, al ver cómo se cuestiona de manera más bien subjetiva la imagen y el prestigio de una institución a la que todos los instrumentos de evaluación y percepción de opinión -desde hace años- le han otorgado importantes niveles de aprobación y confianza.
La madurez social que exige nuestro rol nos ha aconsejado actuar con prudencia, sensatez y sobre todo pensando en la preservación de la paz y armonía entre los chilenos. Es por ello que nuestras inquietudes y preocupaciones sobre la materia las hemos -como corresponde- representado por los canales institucionales establecidos para tales efectos. A este respecto, no puedo sino agradecer públicamente la manera como hemos sido escuchados y comprendidos.
Finalmente quisiera señalar que al cumplirse 100 años de la iniciativa oficializada por el Presidente Barros Luco, nuestro Ejército se encuentra -como es su tradición- mirando estratégicament.