OBJETO.
Una guerra cultural amenaza directamente la existencia y vinculación social de las FF. AA. Formas de la destrucción progresiva y creciente del marco ético-valórico de la Sociedad chilena a manos de grupos subversivos:
1. ANTECEDENTES.
Desde fines de los años 80, aparece el foco ideológico neo marxista autodenominado Foro de Sao Paulo, apoyado por Castro y teniendo a Lula por directivo y gestor. El grupo reconoce tácitamente que la URSS puede caer y buscan una plataforma ideológica de recambio; 62 grupos de 22 países latinoamericanos lo inician.
En 1996 en San Salvador, 52 organizaciones, la mayoría de extrema izquierda, entre ellas las FARC, aportan dinero para sostener y proyectar ese nuevo foco ideológico. Concluyen que, el antiguo lenguaje y sus consignas no convencen ni son atractivos, por lo que hay que modernizar el mensaje para conquistar a los jóvenes. En 1992 ya se habla de indigenismo, orgullo gay, feminismo radical lesbo-marxista, subversión de la identidad, animalismo, veganismo; en ese mismo tiempo surge Hugo Chávez como líder de Venezuela.
También dichos grupos crean ONGs para sobrevivir, bajo la excusa de ayudar al “obrero explotado”, a las “almas atormentadas que buscan dignidad, inclusión e igualdad”; se promueven y difunden: indigenismo, ambientalismo y garantismo de DDHH, proyectados en ideología de género (abortismo-feminismo-homosexualismo-LGBT como expresiones culturales fundamentales para una nueva sociedad).
En esos mismos años, los partidos democráticos, liberales y capitalistas se solazaban con Fukuyama y su teoría del fin de la Historia, sin darse cuenta de la mutación que había experimentado el marxismo. En 45 años, la nueva izquierda se apoderó y moldeó nuevos conceptos en la cultura, las artes y las letras, las comunicaciones y la opinión pública, bajo la maniobra estratégica de: Centrismo ideológico vs Progresismo cultural.
La primera bandera de lucha masiva es la ideología de género, que se descompone esencialmente en: Feminismo radical y Homosexualismo ideológico; son los 2 soportes de esa embestida. Discriminación, machismo, homofobia se proyectan como formas de acusación agresivas y sin base científica que esgrimen permanentemente los activistas.
Lo que ha ocurrido es un paso desde la lucha de clases hacia una batalla cultural. Lo que Marx y Engels habían estructurado como Materialismo histórico (la historia es una serie de violencias y luchas entre opuestos) y como Materialismo Dialéctico (cada proposición o tesis será siempre contrapuesta por una antítesis que dará a luz una síntesis, siempre mediando violencia) hoy en día no es suficiente porque las realidades objetivas (como decía Lenin) cambiaron. Los viejos autores no tenían internet ni redes sociales, no entendían el mundo como una globalidad interactuante y aún hablaban de países; el mundo está hoy más interconectado y propagar ideas es cada vez más fácil (sean verdaderas o falsas).
Lo que resta de aquellas ideas es un solo argumento: todo lo que nace de la lucha social es material, no hay espíritu, no hay trascendencia, sólo lo tangible. Al contrario, los no-marxistas piensan que son las ideas, la creatividad, la capacidad de innovación, la motivación espiritual y el ingenio, lo que hace progresar el mundo y la jerarquización social se da más por habilidad para gestionar, que por la cantidad de violencia en el accionar. Eso explica que, para destruir la sociedad no-marxista, los subversivos han considerado la destrucción progresiva de: valores ético-morales, principios, creencias, estructura jurídica, lenguaje y conocimiento (formas de ser pensar, sentir y actuar), es decir, la CULTURA.
HISTORIA: después de la II Internacional socialista que terminó en 1923, surgió un criterio adicional: era imprescindible lograr la hegemonía, política, ideológica y cultural, para aglutinar clases y grupos, dominando las sociedades y realizando las revoluciones respectivas, arrasando todo aquello que signifique disidencia al interior de ellas, aceptando la estrategia de “luchar juntos, pero marchar separados”, para el caso de grupos distintos, pero con intereses convergentes; también el concepto de “frente unido” acuñado por Mao Tse Tung quien intentó varias veces unirse a los nacionalistas chinos cuando le era útil.
El concepto es potenciado en los años 20 del Siglo XX por Antonio Gramsci quien desde la cárcel (donde lo encerró Mussolini), acuñó una nueva semántica política y, por ende, una nueva perspectiva revolucionaria que potencia la hegemonía, a partir de la colonización de la mente de cada persona. La violencia, por tanto, se utiliza en forma ideológica más que física y son intelectuales quienes diseñan las herramientas para llevar adelante los cambios en el pensar, la moral, la mente personal y el entorno social; todo con el objetivo de crear una nueva mentalidad y voluntad que sustituya el esquema: nacional-social-cultural.
El asunto no es sólo destruir sino horadar las instituciones, transformándolas desde dentro para generar una nueva, con distinto objetivo, pero conservando el nombre y el aspecto externo, para hacer creer que nada ha cambiado, pero en el hecho, todo ha cambiado; las sociedades van cediendo conceptos, ideas, formas y entorno…Gramsci dice: “el problema no es el zapato, es el modelo del zapato”; es decir, un cambio de, significado, significante y cosa significada. Lo que sigue es el post comunismo, una ideología post Gramsci que busca priorizar la deconstrucción, actividad destinada a desarmar y reemplazar ideas, conceptos, inclusive los actores, antes llamados clases, ahora se denominan grupos activos (léase jóvenes, mujeres, LGBT (lesbianas, gay, bisexuales y transexuales). La hegemonía ahora se dará como producto de la interacción de esos actores quienes se intercambian y repotencian ideas gracias a lo cual parecen de mayor envergadura en el contexto del conflicto.
EL PRESENTE: La proyección externa de esta “nueva y vanguardista manera de pensar”, crea, por decir lo menos, un malestar inconsciente en el resto de la población ni tan vanguardista ni tan librepensadora, pues perciben que los valores con los que se criaron y vivieron hasta el momento, no sólo pierden validez y anclaje en la realidad, sino que de un día para otro son mostrados como lo más odioso y abyecto.
Por otra parte, los nuevos adoctrinados, al presentar sus “convicciones” como hechos incontrovertibles, dejan a la mayoría de los ciudadanos, no entrenados en la nueva lógica y dialéctica, sin palabras ni menos argumentos.
2. ANALISIS
La idea final de esos grupos anti-sistémicos es destruir la democracia desde dentro y no desde fuera, es decir, que sea la propia gente quien pide los cambios radicales porque cada persona se convenció (en su mente) que es la única forma de alcanzar sus ideales de sociedad; no se proyecta la idea de agresión sino “progresión de voluntades”. La idea es continuar hablando de “democracia” pero con un significado diferente porque las formas políticas y sociales han sido cambiadas, instalado un régimen materialista, ateo y anti-valórico, aprovechando la capacidad narcotizante de la nueva doctrina; se busca que las personas vean el cambio como una evolución y no como revolución, aun cuando es más profunda y, a veces, irreversible.
Lo que habrá sucedido es el triunfo de la “movilización de los nuevos movimientos sociales” con la menor violencia posible, mediante una amalgama de formas y frentes de lucha muy diversos: marginales urbanos, ecológicos, animalistas, antiautoritarios, anti-institucionales, feministas, antirracistas, de minorías étnicas, regionales o de identidad de género (cada persona escoge qué rol desea jugar en la sexualidad). Sin embargo, todos esos movimientos que representan a minorías y mayorías supuestamente oprimidas apuntan a lo mismo: romper con el orden vigente porque es necesario recuperar la “dignidad” de la persona, vulnerada en sus derechos humanos, para “propender a su liberación del opresor burgués” mediante una estrategia emancipadora que explote las rupturas, conflictos y contradicciones, sean o no reales y si no existen, se crean.
No es extraño entonces leer y escuchar consignas tales como: “la verdad la construimos ahora, la normalidad no es lo nuestro, la muerte significa vivir de nuevo,” también aquello: “de obrero explotado a indígena colonizado”, o bien, “no somos hijos del mestizaje sino de las violaciones sistemáticas de nuestras antepasadas indígenas. Somos un pueblo producto de la castración cultural y el vejamen sistemático y permanente de los pueblos originarios por parte del invasor conquistador peninsular”.
Uno de los objetivos intermedios indispensables es la destrucción de la institución familiar, la cual debe ser intervenida y luego extinguida por acción del futuro Estado, quien acudirá en auxilio de los oprimidos, sustituyendo la relación actual “el marido es la burguesía y la esposa el proletariado” por una relación condicional sujeta a la voluntad feminista. Gradualmente, la Sociedad-Estado se hará cargo también, de todas aquellas obligaciones que antes recaían sobre los padres.
El “hombre nuevo, de esa nueva sociedad”, será moldeado por las organizaciones socialistas, jardines infantiles, residencias, guarderías de niños, etc., y otras instituciones de este tipo, en las que el niño pasará la mayor parte del día y en las que “educadores inteligentes# le convertirán en un comunista consciente de la magnitud de esta inviolable divisa: solidaridad, camaradería, ayuda mutua y devoción a la vida colectiva”.
En complemento con lo anterior, la liberación sexual debe ser un arma cultural. En palabras de los ideólogos neo-marxistas, el matrimonio no es indispensable. Pueden existir parejas y no importa de quién es el hijo, lo importante es que sea un aporte a la revolución y para alcanzar aquello debe producirse un proceso de desmoralización y a-moralización, para que luego sobrevenga la desestabilización; es decir, un interregno donde no se sabe bien qué es o no es y se interpreta como la necesidad de seguir cambiando y demoliendo lo que ya se había demolido; del mismo modo, la femineidad ( creación cultural machista) debe ser destruida mediante el culto a lo amorfo, feo o de mal gusto.
Desde mayo 1968, luego de varias reformas a la Escuela de Frankfurt (equivalente europeo al foro de Sao Paulo), el marxismo cultural o neo-marxismo, buscó recuperar la identidad perdida, creando falacias para abolir en nuestra consciencia cualquier determinación natural al interior del ser humano; entonces, la verdad se construye, la biología es un referente arcaico.
Se propugna que la realidad es una “construcción discursiva” y la naturaleza no puede tener parte en la formación cultural; por eso no se nace hombre o mujer, se llega a serlo y por ello se deben borrar todas las distinciones entre hombre, mujer y niños, aboliendo la individualidad para que puedan hacer lo que ellos quieran ser sexualmente, siempre y cuando sean funcionales al sistema.
Propugnan que: “la revolución soviética falló y cayó porque no fueron capaces de destruir la estructura familiar y desde allí romper todo lazo entre generaciones, como una forma de liberación, pero con un significado revolucionario”. Por eso, el Estado debe formatear toda faceta de la vida personal y colectiva hasta no dejar asomo de lo ahora existente como parte de la liberación socialista; las trabas están al interior de la familia, en la relación de familia, por eso debe ser destruida.
Desde allí se acogen las ideas feministas hoy de moda: no es extraño, sin embargo, que la doctrina neomarxista propone: “debemos hacer preguntas feministas, pero intentar llegar a respuestas marxista. El agente de opresión es la definición cultural y política de la sexualidad humana heterosexual, en que se basan la familia y el matrimonio, junto con los sistemas de protección legal y cultural que refuerzan la heterosexualidad; esas son las bases de la opresión política de la mujer”. Entonces, tener una relación así es “dormir con el enemigo”, de allí que el lesbianismo ofrece, de momento, la única forma social en la cual las mujeres pueden vivir libremente.
Entonces, la concepción de género suplanta al sexo para fines de manipulación política, porque la categoría de sexo es el producto de la sociedad heterosexual que impone a las mujeres la obligación absoluta de reproducir «la especie», es decir, reproducir la sociedad heterosexual, que no es más que una imposición de la cultura machista dominante, con finalidad productiva y reproductiva.
Luego surge la variante LGBT, bajo la excusa de que son oprimidos por el machismo dominante. La lesbiana, entonces, no es una mujer, es una subjetividad que muestra que no hay siquiera sexo femenino, porque para una lesbiana esto va más lejos que el mero rechazo del papel de «mujer»; es el rechazo del poder económico, ideológico y político del hombre.
Esta nueva corriente que busca deconstruir de manera aún más incisiva y absoluta la noción de género y sexualidad, hasta hacer de ellas piezas de museo, categorías inutilizables, son espacios vedados políticamente por la ideología de género; lo que ha de hacerse es “destruir toda identidad como tal, borrar las denominaciones masculino y femenino según estén conforme a las categorías de asignación bio-política: varón/mujer”. “El mundo actual les pertenece a los heteros, y estamos en guerra contra su régimen”
Eso es apología de la violencia y van más allá: “vamos a devolver ataque con ataque (las balas se van a devolver), vamos a combatir al enemigo con nuestra violencia”. Entonces como según esas ideas, el mundo les pertenece a los heteros y no lo cederán voluntariamente; habrán de tomarlo por la fuerza.
No reconocen a los heterosexuales, no les gustan, los desprecian porque son “el desperdicio del capitalismo que impulsan”. El sexo es considerado una tecnología de dominación hetero-social que reduce el cuerpo a zonas erógenas en función de una distribución asimétrica del poder entre los géneros (femenino/masculino), haciendo coincidir ciertos afectos con determinados órganos, y ciertas sensaciones con determinadas reacciones anatómicas.
Habiendo considerado las ideas anteriores, ¿puede esperarse otra cosa de quienes han sido formateados políticamente en el odio y el resentimiento de esas magnitudes?; la ideología de género construye discursivamente una “guerra entre hombres y mujeres primero, y una guerra entre heterosexuales y homosexuales después”, para desembocar al final de todo en la idea de que no existe siquiera el sexo como tal y, todavía más, no existe la identidad como tal; esta ideología considera la existencia endémica de una relación íntima entre los dos sexos, iniciada y dominada por el varón sobre la mujer, con el objetivo de perpetuar una serie de roles y estereotipos creados con el fin de continuar con la situación de desigualdad entre varones y mujeres.
La cultura real, comprobable, dice otra cosa: la sociedad post moderna, basada en formas depuradas y perfectibles del liberalismo globalizado, se basa en el conocimiento, y favorece más a las mujeres que a los hombres; hoy las mujeres viven en promedio diez años más que los hombres, egresan de las universidades un 33% más que los hombres, controlan el 70% de los gastos de consumo a escala mundial y —según la revista Fortune— son propietarias del 65% de todos los bienes en los países más avanzados.
En consecuencia, la ideología de género tiende a la regresión y encasillamiento de la mujer, más que a la expansión de sus horizontes y sus posibilidades de desarrollo personal. Similar fenómeno afecta a los grupos LGBT y variaciones, cuyos integrantes, aparte de constituir minorías (con derechos, pero minorías al fin) son personas tan ciudadanas como los demás y cuya opción sexual no debiese ser restrictiva o expansiva de sus derechos y deberes civiles y políticos.
3. CONCLUSIONES.
a. Como indican los antecedentes, los movimientos en pro de los derechos de las mujeres y minorías sexuales, no son nuevos y más bien han sido larvarios en el tiempo, con épocas de auge o caída según las circunstancias. Sin embargo, en los últimos 40 años, gracias a la captura de los mismos por grupos neomarxistas que se sentían derrotados luego de caído el muro de Berlín y desarticulada la URSS, reflotaron gracias al pensamiento de A. Gramsci, crearon instancias como el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, a la vez que se apoderaron hábilmente de las aspiraciones de reconocimiento social de grupos feministas y LGBT, capturando sus banderas de lucha y superponiendo su propia ideología de género por sobre aspiraciones históricas de igualdad de derechos y reconocimiento social que, históricamente habían sido anhelo de aquellos grupos.
b. Como consecuencia de lo expuesto, la Sociedad latinoamericana y en especial la chilena, han sufrido los ataques psicopóliticos del neomarxismo con especial rigor, teniendo presente que aún existían determinadas tradiciones, creencias y costumbres arraigadas en la cultura local, frente a lo cual se produciría un lógico enfrentamiento.
c. Sin embargo, el movimiento inspirado en Gramsci, optó por un trabajo de infiltración cultural, para provocar una crisis de civilización, que en 40 años ha logrado capturar la mente de muchas personas, especialmente jóvenes de clase media y alta, desde donde se han proyectado nuevos liderazgos y nuevas formas de lucha tales como: reversión de hábitos y costumbres, perversión del lenguaje, transmutación semántica, desfiguración de imágenes icónicas, ruptura mental y física de símbolos patrios; en suma, una mezcla de irreverencia con anomia cultural a lo cual se agrega, en el tiempo reciente, una alianza táctica y operacional con grupos narcos organizados, dando vida a una organización multipolar que va desde los agitadores ideológicos hasta los “combatientes callejeros narco-subversivos”.
d. El fenómeno mal denominado “estallido social” ha sido, en el hecho, “antisocial” dado que ha significado la destrucción física y mental de ciudades, lugares, monumentos, símbolos y similares, dentro de la mente y el imaginario de las personas, accionando sobre ellas con una mezcla de violencia verbal, gráfica y física, lo que ha provocado el inmovilismo del sistema de gobierno, la desestabilización de los equilibrios políticos existentes, el silencio de la Iglesia Católica (no así los protestantes quienes han rechazado el caos) y una crisis económica cuyas consecuencias recién se visibilizan.
e. El fenómeno anticultural descrito, ha producido efectos graves en el orden público nacional pero también en el orden mental y el equilibrio psicológico de las personas, ansiedad en los menores y adultos mayores, así como incertidumbre en una economía sensible basada en servicios, cuya condición indispensable es orden público, estabilidad y vigencia del estado de derecho. Todo ello ha significado la caída de los índices de credibilidad, confiabilidad y estabilidad para invertir en Chile, hacer turismo o residir. Al mismo tiempo, la población ha sido presionada de manera ilegítima por cadenas desinformadoras de prensa, propagando enormes volúmenes de falsedades y medias verdades que, al final, sólo han ayudado a los narcosubversivos y han otorgado protagonismo a las minorías anti-sistémicas, en detrimento de la mayoría que trabaja, produce y mantiene el sistema socio-cultural-económico funcionando. Esa horda de parásitos, amparada y fomentada por elementos ideológicos, políticos, anarquistas y narcos, mantiene a la fecha a la gran masa de la población nacional bajo amenaza, máxime si el gobierno del estado no ha hecho lo suficiente para restaurar el orden y castigar a quienes destruyen y atemorizan sin contrapeso.
f. Las FF. AA y de Orden y Seguridad, NO pueden estar ajenas a esta alarmante realidad. Sus filas se nutren cada año de jóvenes y señoritas que egresan de la enseñanza media o profesional y esas generaciones llevan en sí, en mayor o menor medida, trazas y rasgos anti-sistémicos que les han sido inculcados por un gremio docente mal pagado, de deficiente formación académica y moralmente deficitario, muchas veces conformado por personas frustradas, ideologizadas o bien resentidas, que no ayudan al progreso de las nuevas generaciones sino propenden a su rebeldía irracional.
He ahí un factor crítico para la contra-inteligencia, la cual deberá continuar actuando con especial sigilo y sagacidad, en la detección de personas inadecuadas para la vida castrense, infiltrados o candidatos a serlo y en especial, personas socialmente resentidas; todos ellos, ineptos para la profesión de las armas y menos para el Servicio Militar, por cuanto sus rasgos internos de capacidad perceptiva de la realidad es diametralmente opuesta con los valores, sentimientos y simbología moral y ética del medio castrense. Más aún, no sería de extrañar que en la actualidad ya existan dichos elementos inadaptados al interior de las filas, esperando el momento propicio para actuar como quinta-columna al interior de los cuarteles. En el peor de los casos, ingresan a las filas para recibir instrucción y a futuro se retiran para engrosar las filas de la narco-subversión y eventualmente, el terrorismo.
g. La eventual instalación de nuevas reglas del juego ( constitución, leyes, reglamentos) orientadas por la ideología descrita, NO puede dejar ni dejará fuera a las FF. AA. y de Orden y Seguridad, a quienes, de seguro, se reestructurará únicamente en función de apoyar y controlar el proceso revolucionario deseado, cambiando de raíz sus tradiciones, ordenamiento, bases doctrinarias y esquema de pensamiento, para transformarlas en un instrumento revolucionario, tal como ha sucedido en países como Corea del Norte, Cuba o Venezuela, donde los dignatarios de esos regímenes, se apoyan fuertemente en FFAA militantes y leales al partido que controla el país.
Esta situación objetiva debe hacernos reflexionar y evaluar los riesgos y posibilidades que ello entraña, por cuanto se trata del rol esencial de los uniformados de Chile, materia que incumbe directamente a los altos mandos institucionales.