Columna de Opinión

Visión de O´Higgins en la Expedición libertadora del Perú

Visión de O´Higgins en la Expedición libertadora del Perú
El aniversario 200 de la Expedición Libertadora del Perú representa para Chile la culminación de su proceso independentista y, además, un logro mayor en términos organizacionales. No solo se construyó un Ejército Libertador desde las fuerzas de los ejércitos de los Andes y del chileno, sino que representa una acelerada madurez en la construcción de una escuadra, y la Marina dentro de la cual se construyó.
” Visión de O´Higgins en la Expedición libertadora del Perú”
 
Fernando Wilson
Dr. en Historia Universidad Adolfo Ibáñez
Publicado en Mercurio 16 Agosto, 2020
El aniversario 200 de la Expedición Libertadora del Perú representa para Chile la culminación de su proceso independentista y, además, un logro mayor en términos organizacionales. No solo se construyó un Ejército Libertador desde las fuerzas de los ejércitos de los Andes y del chileno, sino que representa una acelerada madurez en la construcción de una escuadra, y la Marina dentro de la cual se construyó. Si fuerzas de tierra llevaban siendo organizadas desde 1810, la creación de una Marina era un desafío que no solo no se había enfrentado, sino que, por sus complejidades técnicas y económicas, representaba un esfuerzo considerablemente mayor, que requería de una comprensión cabal del rol del control del mar en el desarrollo de la construcción del Estado de Chile y de una Sudamérica independiente. Esa visión estratégica es la conexión de todos los procesos que describiremos en estas letras.
Un proceso como ese requirió una dinámica de aprendizaje y consolidación, y a Bernardo O´Higgins le cabe el crédito de desarrollarla. Pocos días después de la victoria de Chacabuco, el 12 de febrero 1817, cuando las fuerzas independentistas ganan el control de Santiago, Valparaíso y en general, del centro del territorio del país, O´Higgins comienza a reflexionar sobre el tema marítimo. El nuevo Director Supremo, probablemente como consecuencia de su viaje y residencia en Gran Bretaña, comprendía perfectamente que el problema básico de la independencia de Chile era que España continuaba controlando el mar. Ese control les permitía a los realistas enviar una expedición tras otra para reconquistar Chile, no importando el esfuerzo patriota. De hecho, siempre llegaba una nueva para intentar reconquistar el país partiendo primero desde el Callao virreinal y después desde la propia península ibérica. Los orígenes de la Patria Nueva enfrentaban el mismo desafío, y la fortificación de las fuerzas realistas en la península de Tumbes en Talcahuano mostraba claramente que esperaban ser apoyados por una nueva expedición marítima para repetir la ya manida táctica de contratacar hacia el norte para tomar Santiago, como de hecho ocurriría en 1818.
En una situación así, la necesidad de construir una Marina para disputar el control del mar realista era fundamental. El problema era cómo hacerlo, pues requería una capacidad técnica y económica de tipo mayor, algo que claramente la naciente República de Chile difícilmente podía manejar sin mayores apoyos. La decisión de O’Higgins fue enviar a Gran Bretaña a José Antonio Álvarez Condarco, un militar tucumano de su confianza, que debía contratar marinos y comprar los buques para construir una escuadra. Su misión llevaba detalladas instrucciones del Director Supremo, y que lo hicieron a negociar con la East India Company por buques de guerra. Esta decisión es llamativa e indicativa del conocimiento tanto de O´Higgins como de su enviado, pues estos buques solían estar en mejores condiciones materiales que aquellos en reserva de la propia Royal Navy. Además, se rumoreaba que solían ser construidos de mejores maderas y especificaciones mas exigentes.
Álvarez Condarco rápidamente tomó contacto con la Compañía por una primera fragata, la Windham. Buque poderoso, de 50 cañones, que había sido construida en 1800, lo que la hacia relativamente joven para un buque de la época. Sus maderas ya se habían curtido y estaba claramente en excelente condición. La ausencia de recursos del enviado chileno lo llevó a experimentar una novel forma de compra; pedirle a la Compañía que enviara al buque, su comandante y dotación al Pacífico en un negocio de especulación, es decir, que se presentara en Valparaíso para ser adquirida por el nuevo Gobierno de Chile al arribo. La capacidad de convencimiento del enviado fue evidente, pues no solo consiguió su objetivo, sino que el buque arribó pocos días antes de que se librara la batalla de Maipú, siendo adquirido de forma inmediata por O’Higgins, quien la rebautizó como Lautaro y agregó como buque principal a la dispar colección de bergantines y goletas que se iban consolidando como la primera escuadra.
Un segundo buque de la Compañía, el Cumberland, también sería comprado. En este caso, eran palabras mayores, pues se trataba de un buque de línea de 62 cañones. Rebautizado como San Martín, se agregaría a la corbeta Chacabuco y al bergantín Araucano para zarpar junto a la Lautaro como la Primera Escuadra Nacional. Esta fuerza, mandada por el joven almirante Manuel Blanco Encalada zarpó el 9 de Octubre de 1818 toda prisa con el objetivo de interceptar un convoy de tropas proveniente desde España, del que existían noticias desde la península ibérica y Buenos Aires.
La formación chilena conseguiría una victoria completa, pues no solo impediría el desembarco en Chile de la expedición realista, capturando varios de sus transportes, sino que además agregaría a sus fuerzas una tercera fragata; la española María Isabel, que escoltaba al Convoy y que seria capturada en la Bahía de Concepción. Esta victoria consolidó el control del mar chileno y redujo la presencia naval hispana en el Pacífico sur solo a la fragata Esmeralda, que sería espantada junto con algunos buques menores a la protección de los fuertes del Callao. La María Isabel, rebautizada O´Higgins, sería incorporada a la Escuadra.
Quizás la mas relevante de las gestiones de Álvarez Condarco en Londres, sería la contratación del almirante británico Thomas Cochrane. De reputada fama naval, Cochrane era considerado un genio táctico, de gran valor personal y quizás excesiva vehemencia política. Involucrado en un extraño asunto financiero, se encontraba en desgracia política, y buscaba desesperadamente una forma de recuperar su honor. La oferta de un lejano país americano que buscaba su libertad no podía ser mas cercana a su carácter, y arribando a Valparaíso pocas semanas después del zarpe de la Primera Escuadra, aportaría a Chile la consolidación de las afortunadas intuiciones de O´Higgins. Cientos de años de experiencia británica en el empleo del poder naval se combinaban con la fortuna y audacia en el marino escocés. Cochrane se lanzaría a consolidar la experiencia de los oficiales británicos y norteamericanos con el entusiasmo de las dotaciones chilenas, convirtiendo una fuerza que, si bien exitosa en su primera acción, debía acometer ahora una mirada mucho mas ambiciosa. La idea ya no era solamente defender las costas chilenas de los ataques hispanos y virreinales, sino que proyectarse a las profundidades del Pacífico para conseguir usar y aprovechar en ventaja de la causa independentista el control del mar.
La construcción de la Expedición Libertadora del Perú es, por tanto, la sumatoria de todos los procesos ya descritos. Una Escuadra poderosa y efectiva, un líder político con una visión estratégica clara, y un comandante operacional con la agresividad y experiencia profesional necesaria para convertir sus emprendimientos en victorias.
La organización de la expedición fue compleja. Si bien los obstáculos políticos se manifestaron tempranamente, cuando un tratado de alianza con Buenos Aires firmado a inicios de 1819 no fue ratificado, ello no fue impedimento y los esfuerzos continuaron. Se definió construir una fuerza militar bajo el mando del general San Martín y que combinaría los ejércitos de Los Andes y el de Chile para generar una fuerza combinada de alrededor de 4500 hombres. La masa de la tropa era chilena, aunque un número relevante de oficiales, así como algunas unidades completas, seguían siendo argentinas. Una fuerza así era por lejos demasiado reducida para enfrentar un ataque directo al virreinato del Perú, con su enorme riqueza y vastas fuerzas militares, pero con el uso del poder naval, Cochrane podría desembarcarla donde San Martín, como comandante terrestre, lo estimara oportuno, entregándole la iniciativa total. Una aproximación operacional así ha sido tradicionalmente la empleada por Gran Bretaña a través de su extensa historia militar y naval, y pocos años antes había sido empleada de forma brillante en la llamada campaña peninsular, donde la marina y ejército británicos habían sido fundamentales en la expulsión de las fuerzas napoleónicas desde Portugal y España.
Una fuerza de desembarco, usando las ventajas de la movilidad estratégica y sorpresa que el control del mar le entrega, podría convertirse en la pesadilla de las fuerzas virreinales, que retenían sus medios navales protegidos en el Callao, ante el bloqueo que Cochrane impuso a dicho puerto y las expediciones de buques individuales de la escuadra chilena. Tal era el control que tenía esta del Pacífico, que sus singladuras se extenderían hasta las costas de México o se internarían a las profundidades del Pacífico, llegando hasta la Polinesia.
No contento con estas acciones, Cochrane buscaría mantener la presión sobre el enemigo con múltiples operaciones de ataque sobre la costa enemiga, incluso conquistando la plaza de Corral y Valdivia en el sur chileno, las que permanecían bajo bandera hispana debido al poder de sus fortificaciones. Tomadas por asalto el 3 de febrero de 1820, mostraría la flexibilidad del pensamiento operativo de Cochrane, pues se desplazaría desde Callao a Valdivia en pocas semanas y cosechando esta inesperada victoria en el sur chileno después de enfrentarse a las fortificaciones chalacas.
La expedición sobre el Perú serían palabras mayores, y constaría de no menos de 11 transportes. La Escuadra en si misma también seguía creciendo, y aprovechando las instalaciones terrestres preparadas por el incansable O´Higgins y el ministro José Ignacio Zenteno, contaría con todos los medios necesarios, convirtiéndose en una fuerza realmente considerable.
La expedición que zarpó de Valparaíso el 20 de agosto de 1820 era la mayor formación naval que el Pacífico Sur jamás había visto y que fue construida por un Chile devastado por diez años de esfuerzos independentistas. Si bien el número de soldados argentinos, así como la presencia de José de San Martin era relevante, cada centavo de su costo había sido pagado por Chile. La Escuadra que la escoltaba era la fuerza naval mas poderosa que hubiera operado en sus aguas, y la fuerza militar que transportaba reflejaba la madurez estratégica y geopolítica de una joven República cuyo liderazgo comprendía que, para garantizar su supervivencia, debía de destruir la presencia realista en América de forma definitiva. El carácter americano de esta expedición queda reflejado brillantemente en su pabellón, que, inspirado en la bandera chilena, contaba con tres estrellas en su cuarto superior izquierdo. Este pabellón ha sido ampliamente debatido por la historia americana y también ha sido objeto de polémica. No es nuestro menester en estas pocas líneas discernir aquello, sino constatar su uso. La importancia de la expedición era tal que llevaba a comprender que su alcance que necesitaba de una divisa mayor a la de solo una nación americana.
El desarrollo de las operaciones de la expedición es extenso y complejo. Cochrane cosecharía nuevas glorias, como la captura de la fragata Esmeralda, tomada bajo el fuego de los fuertes chalacos en una brillante acción nocturna y que se uniría a la Escuadra bajo el nombre de Valdivia. Por el contrario, el navío San Martin vararía en los bajos de Chorrillos, perdiéndose completamente.
Como fuere, la expedición terrestre, bajo el mando del general San Martin, sería desembarcada en la bahía de Paracas, en la provincia peruana de Pisco, iniciando sus operaciones y consiguiendo a corto plazo la retirada al interior de los Andes del último virrey y su ejército. San Martín asumiría por aclamación el rol de Gran Protector del Perú.
Los avatares posteriores serian complejos. Tanto Cochrane dejaría el servicio chileno como San Martín el mando del ejército patriota al ser primero complementado y luego sucedido por Bolívar. Bástenos con constatar que el Perú sería liberado y que, en la batalla decisiva de Ayacucho, en diciembre de 1824, figuraría un escuadrón de caballería del ejercito de los Andes. La expedición sería, por tanto, el inicio de la fase final del dominio hispano en América. Solo quedaría la presencia en Chiloé, donde el indómito coronel Quintanilla solo arriaría el pabellón español en 1826, derrotado por el General Freire en una nueva expedición que aprovecharía el control chileno del Pacífico.
Las lecciones dejadas por la expedición libertadora del Perú serían fundamentales para la construcción del Chile independiente. La comprensión intuitiva de la importancia del mar por O´Higgins, combinada con la visión práctica de Cochrane, Zenteno y tantos otros nos legaría una visión marítima única en Sudamérica. La construcción de la plataforma comercial de Valparaíso, la toma de posesión del estrecho de Magallanes (1843), la consolidación de los nodos mineros del Norte Chico y después en el Norte Grande serían la clave de la prosperidad del país, y la concepción estratégica lo llevaría a librar todos sus conflictos militares proyectándose sobre el territorio adversario. Incluso en la malhadada Guerra contra España de 1865 y 66, en condiciones numéricas insuperables y sin un objetivo estratégico claro, se buscaría proyectar la capacidad naval chilena sobre el adversario. Sin embargo, sería en la Guerra del Pacífico, donde el control del mar entregaría la victoria mas relevante en un conflicto internacional que haya librado Chile, y donde cada soldado, cada cañón y cada bala fue transportada sobre un mar controlado por la escuadra chilena. Y es que, parafraseando a un viejo dicho marítimo británico, las ciudades chilenas no tienen murallas, pues sus murallas son el mar y su escuadra. Y eso siguen tan válido en el siglo XXI y sus desafíos globalizantes como lo fue, hace 200 años, cuando desde Valparaíso zarpó la Expedición Libertadora del Perú.
Fernando Wilson Dr. en Historia Universidad Adolfo Ibañez.

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