EMBLEMAS NACIONALES por Vicente Hargous F. – NO, SIMETRÍAS FALSAS, NO por Gonzalo Rojas Sánchez-SU ROL EN EL PLESBISCITO DEL 88 Y LAS FLORES QUE LE DIO PIÑERA: EL ÍNTIMO RELATO DE CARMEN GLORIA VALLADARES-
LAS OPINIONES DE ESTA COLUMNA, SON DE RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO REFLEJAN NECESARIAMENTE EL PENSAMIENTO DE LA UNÓN
La unidad es un valor patrio que se debe construir, cuidar y defender, porque “todo reino dividido contra sí mismo quedará desolado, y toda ciudad dividida contra sí misma no subsistirá”, como nos recuerda el Evangelio. No podemos darla por supuesta. Lo que nos hace ser chilenos -por mucho que ciertos iluminados pretendan “refundarlo”- es el compartir unas mismas raíces, una tradición común, y caminar juntos con la conciencia de que tenemos un destino común previsto por Dios mismo.
EMBLEMAS NACIONALES
Nuestra Constitución Política ?la cual, a pesar de todo, sigue y seguirá vigente hasta que eventualmente se apruebe en plebiscito el texto que proponga la Convención Constituyente que acaba de entrar en funciones? dice en su artículo 2° que “son emblemas nacionales la bandera nacional, el escudo de armas de la República y el himno nacional”.
La historia de este artículo dice mucho de las vicisitudes de nuestra Patria durante el siglo pasado: la identidad chilena que se consolidó durante el siglo XIX con gestas heroicas se vio por primera vez amenazada incluso en sus emblemas, durante la segunda mitad del siglo XX.
Celebramos hoy el día de la Bandera Nacional porque es el aniversario del Combate de la Concepción, un hecho de carácter casi legendario, por el martirio épico de 77 bravos soldados del Regimiento 6° Chacabuco liderados por Ignacio Carrera Pinto, que dieron sus vidas para mantener en alto la bandera ondeando horadada por las balas.
Rodeados por el enemigo, frente a una derrota inevitable, no se rindieron, sino que calaron bayonetas y cargaron al grito del Subteniente Luis Cruz Martínez, de 15 años: “¡Un chileno no se rinde jamás!”.
Esa identidad impresa a sangre fue amenazada por la ideología marxista ?de vocación internacionalista por naturaleza, pues la lucha de clases no tiene fronteras?, lo que movió a la Comisión redactora de la actual Constitución a “reafirmar los valores permanentes de nuestra nacionalidad”.
No fue una medida impuesta por los militares en el poder, sino una salvaguarda de la unidad nacional, necesaria para la estabilidad de la patria y la paz social, que en nada se opone a la riqueza y diversidad de Chile.
La unidad es un valor patrio que se debe construir, cuidar y defender, porque “todo reino dividido contra sí mismo quedará desolado, y toda ciudad dividida contra sí misma no subsistirá”, como nos recuerda el Evangelio. No podemos darla por supuesta. Lo que nos hace ser chilenos -por mucho que ciertos iluminados pretendan “refundarlo”- es el compartir unas mismas raíces, una tradición común, y caminar juntos con la conciencia de que tenemos un destino común previsto por Dios mismo.
¿Qué chileno no se emociona con solo recordar aquel himno vociferado en Brasil el 2014 cuando nuestra selección derrotó a España?… ¿Qué pasó desde ese año hasta ahora, que es ofensivo que una banda de niños lo cante en la apertura de la Convención Constituyente? ¿Qué pasó con ese Chile que desde el 2011 comenzó a izar con orgullo su bandera cualquier día del año sobre los techos en las poblaciones? ¿Qué nos pasó, que ahora es ofensiva nuestra nobilísima bandera, que un chileno anónimo rescató embarrada después del terremoto del 27F?
La actual Presidente de la Convención manifestó, como muchos otros miembros de la misma, sus intenciones de refundar Chile, cambiando los emblemas nacionales y la unidad nacional.
Nadie niega la riqueza cultural de Chile, y la llamada deuda histórica con el pueblo mapuche de ha sido reconocida por autores como Gonzalo Vial, pero ¿no debe haber algo que nos une dentro de esa diversidad? ¿No es acaso la unidad misma de Chile en torno a una tradición común lo que deberíamos custodiar? Poner en peligro la unidad misma, el alma de Chile, no sólo traería evidentes peligros de secesión y reapertura de heridas, sino que atacaría lo más íntimo, lo que es valioso ?mucho más que la autonomía del Banco Central? precisamente porque es aquello nuestro, de todos, sin distinción entre ricos y pobres, entre santiaguinos y gente de Región, entre derechas e izquierdas.
Por impopular que parezca, nuestro Himno Nacional, nuestra Bandera, nuestro Escudo Nacional, merecen ser defendidos en estos momentos difíciles.
Vicente Hargous F.
VivaChile.org, Política, 16/07/2021
NO, SIMETRÍAS FALSAS, NO
Pablo Ortúzar y Daniel Mansuy -coinciden ambos en el IES- parecen haberse propuesto desacreditar este domingo pasado, en El Mercurio, al Presidente Pinochet y a Jaime Guzmán.
Ortúzar, intentando una inaceptable simetría entre el pinochetismo (al fin de cuentas, el Pronunciamiento de septiembre de 1973) y la insurrección violenta de octubre de 2019.
Esa falsa simetría lo lleva a usar la expresión “pinochetismo de izquierda” y después a referirse a un supuesto “fascismo de izquierda”. (El lector queda entonces bajo la tácita sugestión de que el pinochetismo fue, además, un fascismo. Creo haberles oído esa sugerencia a los comunistas…).
¿Por qué les asusta tanto a ciertos autores (quizás Joaquín García-Huidobro fue el primero en cometer este error grave, poco tiempo atrás) llamar a las cosas por su nombre, y se niegan a afirmar que estamos simplemente en presencia del “bolchevismo” o del “comunismo” o del “jacobinismo”?
¿Por qué disfrazan con el ridículo apodo de “fascismo de izquierda” (todo buen conocedor de la historia sabe que el fascismo no fue de derecha) a los leninistas, stalinianos, trotkistas, anarquistas y gramscianos?
¿Por qué quieren protegerse del ataque despiadado con que esas fuerzas suelen tratar a quienes los señalan directamente? ¿O por falta de rigor histórico elemental? ¿Por cobardía o por ignorancia?
Además, lo que Ortúzar llama “pinochetismo”, nunca fue un extremismo. Fue la tendencia muy mayoritaria entre 1973 y 1982 -obviamente Ortúzar por su edad no pudo apreciarla en vivo y en directo- y que mantenía todavía un 43% hacia 1988.
¿Puede razonablemente llamarse extremismo a una posición mayoritaria durante casi una década y que 15 años después de su origen era respaldada por casi la mitad de los electores? Y hace casi un año, esa misma opción sumó el 22% de los sufragios, para defender la Constitución vigente, la Constitución de Pinochet.
Un cuarto de los electores son ciertamente una minoría, -y una que quiere conservar una Constitución- pero nada de eso los constituye por definición en un extremo. ¿O es que acaso cuando el PDC obtiene apenas el 5% de los votos y lo hace con una postulación de corte tradicional (Goic) eso lo convierte en extremista?
Por su parte, Mansuy afirma que Jaime Guzmán y Fernando Atria se encontrarían en la misma posición, refundacional, queriendo crear “ex nihilo”. Atria estaría imitando “el gesto guzmaniano” y su esfuerzo refundacional consolidaría el empeño de Jaime Guzmán en 1973, quien, de concretarse el empeño de Atria, resultaría vencedor de nuevo.
¡Vaya simplismo rayano en lo absurdo!
Con esa lógica, Atria también sería portaliano y, Guzmán, asimilable a los congresistas triunfadores del 91.
Lo único importante sería lo que Mansuy llama “la fundación de una nueva legitimidad”. Y, por supuesto, con esa lógica, Putin sería un nuevo Lenin, y Adenauer un nuevo Hitler. En fin, no sigamos con esa ridiculez.
¿No ha pensado Mansuy que al suponerle a Guzmán una creación “ex nihilo” tenía que probar que la Constitución de 1980 rompió con toda la tradición jurídica chilena, lo que ciertamente cualquier historiador sabe que no es efectivo?
¿No ha considerado Mansuy que, en la gravísima situación de 1973, se invocó el derecho de rebelión apoyado en la argumentación jurídica de diversos poderes del Estado, mientras que en la insurrección de octubre del 2019 se trató simplemente de una revuelta violenta contra una democracia legítima por nadie jurídicamente cuestionada?
No digo que Mansuy deba aceptar el argumento del derecho de rebelión, pero al menos podría haberse hecho cargo de él, haciendo el esfuerzo por demostrar la supuesta igualdad entre el Once de septiembre y el 18 de octubre en que él funda la simetría entre Atria y Guzmán.
Jaime Guzmán tenía la intención de restaurar lo mejor del Chile republicano corrigiendo sus vicios y el régimen de 1973-1990 lo consiguió.
Fernando Atria se propone “otro modelo” -Mansuy conoce bien sus libros, sin duda- que nada tiene que ver con nuestra tradición republicana. Asimilarlo a Guzmán es volver a violar su memoria.
Si lo que se pretende es descalificar a quienes defendemos el legado de Jaime Guzmán y del Gobierno del Presidente Pinochet, arguméntese respecto de nuestros errores, pero no se busque la eliminación de nuestras posturas desde un centrismo cómodo y falso, desde la deformación histórica y la banalidad conceptual.
Gonzalo Rojas Sánchez
VivaChile.org, Política, 16/07/2021
Un aporte de nuestro Director Antonio Varas Clavel
Su rol en el plebiscito del 88 y las flores que le dio Piñera: el íntimo relato de Carmen Gloria Valladares
Ver en adjunto:Un aporte de nuestro Director Raúl Godoy C.
Fuente: Diario Financiero