En tiempos como los que vivimos, donde se está dando forma al futuro, pareciera que la lección del genial zapoteco está más vigente que nunca, ya que el respeto al derecho ajeno debiera ser sin lugar a duda, uno de los elementos centrales de nuestra convivencia.
Benito Juárez fue uno de los presidentes mexicanos más notorios producto de su vida y obra, lo que le ganó el derecho a ser conocido como el “El Benemérito de América”.
Durante su mandato enfrentó al denominado Segundo Imperio Mexicano encabezado por Maximiliano I, quien era respaldado por el Emperador Francés Napoleón III.
Juárez, que pertenecía a la etnia zapoteca y había nacido en el Estado de Oaxaca, era abogado de profesión, desarrollando una reconocida carrera académica, judicial y política.
Se enfrentó a las tropas francesas que respaldaban al Emperador, a través de un gobierno itinerante que se trasladaba por México evadiendo la persecución imperial, a bordo de un pequeño coche tirado por caballos, siendo en la práctica su palacio de gobierno.
Una de sus frases más célebres, que aún se mantiene y se mantendrá en el recuerdo colectivo de todo México, es; “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, la que pronunció cuando se restauró la República el año 1867.
Dicha frase ha sido interpretada a lo largo de los años de diversas formas, entendiéndose en lo genérico que todos, personas o países, son libres y soberanos y deben ser respetados individual y colectivamente, ya que dicho respeto es la base de la dignidad humana.
Cuando vemos nuestro entorno, descubrimos como dicho respeto, eje central de la lección juarista, en ocasiones se pierde, o más aún, ni siquiera está presente entre seres humanos que con visiones contrapuestas, se olvidan de que sus opiniones pueden ser tan valederas como las de los demás. Tanto así, que en lugar de aplicar el respeto, se emplea la descalificación.
Desgraciadamente, dicha conducta utilizada en las relaciones humanas se usa en ocasiones también en las interacciones entre países, afortunadamente en forma esporádica, cuando fallan los caminos diplomáticos.
El mensaje de Juárez es simple en sus contenidos y complejo en su ejecución, simple porque es entendible, directo y claro, por lo que no es difícil asimilarlo, pero complejo por el hecho que algunas personas no lo aplican, por cuanto al hacerlo, sienten que perderían la supuesta autoridad moral que creen tener en el plano de las ideas.
En tiempos como los que vivimos, donde se está dando forma al futuro, pareciera que la lección del genial zapoteco está más vigente que nunca, ya que el respeto al derecho ajeno debiera ser sin lugar a duda, uno de los elementos centrales de nuestra convivencia.