DERECHOS HUMANOS: ¿LOS TUYOS O LOS MÍOS? Gonzalo Ibáñez SM. [1] ( VivaChile.org, Sociedad, 14/01/2022) — EL DIRECTOR DEL INDH ANTE LA TOMA (El Mercurio, Editorial, 10/02/2022) —– EL CENTRO VACÍO por Max Colodro
Las opiniones en esta columna, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión.
Los derechos humanos, más allá de la fraseología que los rodea, aparecen como un justificativo para hacer de la libertad el ejercicio que cada uno decida… en la medida que pueda. Confrontación, pues, de las libertades de unos contra las libertades de los otros.
Durante las últimas décadas, un término parece haberse impuesto como piedra angular de todos los debates referidos al orden político y jurídico de las naciones, esto es, el de los derechos humanos.
Por cierto, se trata de un nombre muy respetable; sin embargo, su uso durante este período genera muchas dudas, hasta el punto de poder pensarse que, en vez de ayudar a una convivencia pacífica y ordenada entre los miembros de una comunidad, él constituye el punto de partida de enfrentamientos y confrontaciones que pueden volverse irreconciliables.
En primer lugar, el afán de dividir la historia en un antes y un después de que este nombre fuera acuñado en 1789, como si antes, por ejemplo, el Derecho Romano no hubiera valido nada o si como, después, el que muchos miles de franceses hayan sido arrastrados al patíbulo por el pecado de mantener diferencias con quienes entonces detentaban el poder, no hubiera sido algo digno de ser notado.
Sobre todo, cuando de esas víctimas, no menos de quince mil, fueron pasadas por la guillotina en los tres años del período significativamente llamado “del Terror”, sin que hubiesen sido sometidas muchas veces ni siquiera a un simulacro de proceso.
La revolución francesa exhibe como símbolo la famosa Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, pero la guillotina no le es menos representativa que esa declaración.
En el mundo contemporáneo, el uso de este nombre se ha desvirtuado de tal manera que, a la voz de derechos humanos, nos vemos obligados a tomar precauciones, porque no sabemos cuáles de nuestros derechos serán violentados para dar paso a aquellos exigidos por los vociferantes.
El ejemplo más claro lo hemos vivido en Chile durante los últimos dos años en los que al grito de derechos humanos fueron destruidos bienes públicos y privados en una magnitud nunca vista en nuestra historia.
La destrucción del Metro fue presentada como el triunfo de los derechos humanos sin reparar cómo se violentaron los derechos al transporte seguro y eficiente de millones de chilenos. Cuando se quemaron iglesias, nadie reparó en cómo se violentaba el derecho a la vida religiosa de también millones de chilenos. Grandes y pequeños comerciantes, artesanos, industriales, agricultores vieron desaparecer el resultado del esfuerzo de años, todo ¡en nombre de los derechos humanos!
Pero ¿Y los de ellos? Tanta es la contradicción, que ahora se quiere indultar a los violentistas que produjeron esos daños porque el derecho habría estado al lado de ellos.
In memoriam Alejandro Guzmán Brito, profesor. |
Con todo, hay algo de más grave. Yasna Provoste, senadora y candidata a la presidencia, no obstante su militancia en un partido que lleva el nombre de cristiano no vaciló en manifestar su apoyo al proyecto de ley que legalizaba el aborto libre hasta las 14 semanas de embarazo, alegando que defendía un derecho humano de las madres al uso de su cuerpo.
Pero ¿es tal ese derecho que autorizaría a la madre a ultimar el hijo que lleva en seno? ¿Es que ese hijo no es un ser humano y, por lo tanto, dotado de todos los derechos que se declaran inherentes a quienes participamos de esa condición? Para explicar esta aparente contradicción, quienes apoyan este tipo de leyes, avanzan la idea de que sí, el ser concebido sería humano, pero iría entrando en el goce de sus derechos de manera paulatina los que se harían plenos con ocasión del nacimiento.
Pero, en esa hipótesis, para ser consecuente, habría que sostener entonces que es la misma condición humana la que se va adquiriendo de manera paulatina. Lo cual no resiste el menor análisis.
En fin, nuestra historia de las últimas décadas nos proporciona asimismo ejemplos de esta contradicción. Mucho caudal se ha hecho de actos de violación a derechos humanos por parte de funcionarios del gobierno militar que rigió en Chile entre 1973 y 1990.
Sin duda, los abusos merecen la condena establecida en la ley. Pero ¿no fueron muchos de los que han reclamado por esas violaciones, los que poco antes del inicio del gobierno militar, proclamaron la legitimidad de la violencia para imponer sus postulados ideológicos y amenazaron con ella a quienes osaran oponerse? También los hay quienes, condenando en estos últimos años esos abusos, han manifestado, sin embargo, su adhesión a los postulados del régimen imperante antes de 1973 incluyendo su doctrina sobre la violencia.
Es decir que, si yo ocupo la violencia para imponerme, estoy haciendo un uso de ella proderechos humanos; pero si alguien la usa contra mí, aunque sea en legítima defensa, él está violando esos derechos.
En conclusión, los derechos humanos, más allá de la fraseología que los rodea, aparecen como un justificativo para hacer de la libertad el ejercicio que cada uno decida… en la medida que pueda. Confrontación, pues, de las libertades de unos contra las libertades de los otros.
Por cierto, no siempre ha sido así. La obra de la justicia es la paz, como reza el viejo aforismo bíblico. Pero ella exige, en primer lugar, que las personas reconozcamos nuestra ordenación a un fin común, que es nuestra perfección y que para producir esa perfección nos asociamos y necesitamos la acción mancomunada de todos.
El ejercicio de la libertad, siendo de primera importancia, debe pues orientarse a conseguir esta finalidad, siendo reprobable si se orienta a otro fin.
El segundo, es que, en vistas de este fin, se han de repartir dentro del cuerpo social bienes, cargas, cargos, tareas, penas, honores. . . en proporción a los aportes, a las capacidades, la fuerza, los méritos y deméritos de cada uno. A esa proporción es a la que nuestra cultura jurídica denomina “el derecho”, o lo suyo de cada uno, definiéndose así la justicia como la voluntad de dar a cada uno lo suyo, su proporción o su derecho, en cualquiera de los elementos ya señalados.
Caso extremo: las penas. Lo suyo del delincuente es una determinada pena, a la cual se dice que él se ha hecho “acreedor”.
Fue sobre estas bases que generaciones de juristas romanos asumieron, durante siglos, la enorme tarea de precisar las reglas que deben presidir ese reparto de modo que la justicia alcance a todos y con ella, la paz. Ese fue el Derecho Romano.
A su cultivo, entre nosotros, consagró su vida el profesor Alejandro Guzmán Brito. Vayan, por eso, estas líneas como modesto y póstumo homenaje a tan insigne maestro.
DERECHOS HUMANOS: ¿LOS TUYOS O LOS MÍOS? |
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VivaChile.org, Sociedad, 14/01/2022
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Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Valparaíso, el 06/01/2022.
El director del Instituto Nacional de Derechos Humanos, INDH, Sergio Micco, decidió, en una entrevista concedida a “El Mercurio”, responder a las graves y absurdas acusaciones que se le han formulado.
Quienes mantienen ocupada por la fuerza la sede de la institución desde hace siete meses, protestan contra las autoridades y la justicia por mantener en prisión a muchos de quienes tomaron parte de los graves hechos ocurridos durante el estallido de violencia de octubre de 2019.
Pero, junto con ello, también han demandado la liberación de todos los presos mapuches e incluso de Mauricio Hernández Norambuena, frentista condenado por el crimen del senador Jaime Guzmán. Hernández que fue extraditado a Chile desde la cárcel en Brasil donde cumplía una pena por el delito de secuestro de un destacado empresario.
La situación que afecta al INDH es una verdadera demostración de la falta de consideración hacia las instituciones nacionales, las que experimentan un fuerte deterioro y una creciente debilidad para hacerse respetar.
La mezcla de casos y argumentos que han exhibido quienes se han apoderado de esa sede ya revela la confusión de sus planteamientos. Igualmente, revueltas se observan las acusaciones en contra de su director, pero la situación creada por la toma se complicó desde un comienzo por la falta de una respuesta clara de parte del organismo.
El caso ilustra la falta de consideración hacia las instituciones imperante en el país y las dificultades para efectuar su labor con seriedad y sin caer en la politización. |
El Consejo del INDH, integrado por once personas nombradas por distintas entidades, incluidos poderes públicos y ONG de derechos humanos, no pudo responder en términos claros a la ocupación. Antes, tampoco habían sido unánimes en su calificación de los hechos que podrían representar una violación de los derechos humanos, seguramente por diferencias de apreciación basadas en las orientaciones políticas de sus miembros y de sus funcionarios.
A pocos días de iniciada la toma, el Consejo no logró acuerdo en ninguno de los puntos en discusión. La falta de un pronunciamiento sereno y nítido ha sido uno de los factores que han contribuido a la prolongación y la escalada del conflicto.
El director Micco responde con mayor claridad de la que se ha observado hasta ahora por parte de los demás participantes. En primer lugar, señala que, respecto de la calificación de las violaciones a los derechos humanos, no es posible ceder ante una diferencia de opiniones entre los especialistas, que cuentan con toda la información, y grupos de interés que solo se guían por sus emociones y pasiones.
Por esta razón, aunque para él sería más cómodo alejarse de ese cargo, su responsabilidad le impide dejar entregada la defensa de los derechos humanos en Chile a quienes solo quieren hacer uso político de ellos y guiarse según quiénes sean los afectados.
Responde también en forma transparente a las acusaciones grotescas, como, por ejemplo, el haber ocultado, para favorecer al Gobierno, un caso de desaparición forzada que corresponde claramente a un delito común. O la de que existirían 121 desaparecidos después de los disturbios de octubre de 2019 y otros planteamientos igualmente falsos, como el carácter supuestamente sistemático de las violaciones a los derechos humanos ocurridas en Chile a partir de octubre de 2019.
Como afirma el director Micco, ninguna de esas acusaciones ha sido recogida por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos ni por la Comisión Interamericana ni por ninguna organización seria.
Además, hace notar que una ley que procure amnistiar a quienes sea es una ley que dispone olvidar, en circunstancias que uno de los objetivos permanentes de quienes defienden los derechos humanos ha sido preservar la memoria de sus violaciones, para dificultar que se vuelvan a repetir.
Con todo, no resulta igualmente explicable su postura ante la toma misma, pues la pérdida del principio de autoridad en la sociedad chilena —que puede deberse en algunos casos al temor a las funas o a generar conflictos mayores, pero también ha sido presentada como una actitud de simpatía oculta— es una de las causas de la crisis política actual.
Con actitudes contemporizadoras solo pueden quedar ilustradas las dificultades de mantener en Chile instituciones serias, de calidad, que cumplan su tarea a conciencia, sin caer en la politización.
EL CENTRO VACÍO
Max Colodro
La Tercera, Opinión, 06/02/2022
El actual ciclo político posee dimensiones históricas que han pasado casi desapercibidas. Entre ellas, el fin de la convergencia estratégica entre la DC y el PS, un proceso que se iniciara luego del golpe militar y que terminó siendo uno de los ejes de la gobernabilidad en Chile desde 1990, y hasta la segunda administración de Michelle Bachelet.
En efecto, la izquierda no ha gobernado sin la DC desde el 11 de septiembre y ese solo hecho refuerza la singularidad de los cambios en curso. Lo que en su momento fue un largo y complejo trabajo de entendimiento, que derivó en la convicción profunda de que las transformaciones políticas y sociales -entre ellas, el retorno a la democracia- no serían sustentables sin una base de coincidencias de fondo entre el centro y la izquierda, llegó en los últimos años a su fin.
Y el gobierno que asumirá en marzo, junto a la deriva del proceso constituyente, son fiel reflejo de esa realidad.
Parte de esta dinámica es la curva de deterioro político y electoral vivida durante años por la DC. Una historia donde la creciente hegemonía de los sectores “autoflagelantes” en la centroizquierda es un hito clave, proceso que terminó de consumarse cuando la derecha se convierte en opción de gobierno.
A partir de ese momento, la radicalización se extiende a todo el arco opositor, reforzando la declinación histórica de la DC.
El estallido social vino, finalmente, a consumar dicha tendencia: la DC abandona su rol de partido de centro y se suma alegre a las lógicas de la refundación, que desde ese instante solo se consolidan.
En buena medida, este desenlace es un factor decisivo para explicar por qué la DC hoy no pasa del 5% en su representación parlamentaria, y que su candidata presidencial quedara quinta en primera vuelta. También, que Gabriel Boric no sintiera ninguna necesidad de incorporarlos al gabinete.
Al contrario, un objetivo central del nuevo gobierno es recomponer una alianza de izquierda, donde el PS y PC -junto al Frente Amplio- vuelvan a caminar por una senda común de largo plazo.
La DC no entendió que su liquidación era parte medular de este proyecto. Creyó con ingenuidad que podía moverse hacia posiciones cada vez más radicales, disputar el espacio natural de la izquierda y permanecer incólume. Los resultados están a la vista: la Falange reducida a la mínima expresión, abandonada por sus aliados históricos, fuera del próximo gobierno.
Uno de los efectos de todo esto es que esa gran mayoría de chilenos que se sigue definiendo “de centro” hoy no tiene representación política. Y este “descentramiento” tiene, a su vez, otros alcances: un presidente electo que llega apenas al 25% en primera vuelta, sin mayorías parlamentarias, y que pretende llevar adelante enormes transformaciones.
Y en la Convención Constitucional, basta mirar las cosas que han empezado a aprobarse en algunas comisiones.
Es que no es gratis tener un centro vacío.
Un aporte del Director de la Revista UNOFAR. Antonio Varas C.