Los lavadores de cerebros, con la plena pasividad y aquiescencia de los cerebros lavados, se aprestan a diferentes conmemoraciones el 5 de octubre, ninguna de las cuales se referirá, por cierto, a un héroe anónimo que en esa fecha de 1974 se debatía entre la vida y la muerte, tras inmolarse en defensa de la ley y el derecho. Su nombre: Renato Robinson del Canto. Profesión: agente del Banco de Chile en la pequeña sucursal Huelén, que había en el centro de Santiago.
Sólo un medio de comunicación, el diario digital “Chile Informa” de hoy, ha recordado a este héroe civil tan ejemplar como olvidado.
Un grupo del MIR, encabezado por su jefe, Miguel Enríquez, intentó asaltar la sucursal a cargo de Robinson. Como éste se negara a entregar las llaves de la caja fuerte, fue golpeado con los revólveres por los asaltantes, hasta quedar su cabeza sangrando profusamente.
Tras eso, el propio Enríquez, en vista de que no entregaba las llaves, procedió a golpearlo cobardemente con ambos puños en la cara, hasta dejarla también sangrando.
Pero Robinson era un hombre fuerte y atlético, y en un acto de temeridad, descargó un tremendo golpe de puño sobre la boca de su despreciable agresor, lanzándolo lejos sobre un escritorio. Éste, entonces, le farfulló a uno de sus subordinados miristas: “¡Bájalo!”. El aludido descargó de inmediato seis tiros calibre 38 en el abdomen de Robinson.
Luego los miristas huyeron con un magro botín, pues no pudieron abrir la caja fuerte.
Esto sucedía el 26 de septiembre.
Pocos días después, el 5 de octubre, un oficial de inteligencia, el teniente Miguel Krassnoff, ubicaba la guarida del jefe del MIR, en calle Santa Fe 725 de la comuna de San Miguel. Al llamar a la puerta, recibió una descarga de balazos, ninguno de los cuales dio en el blanco.
Desde una casa vecina pidió refuerzos, que pronto llegaron. En el intercambio de disparos resultó muerto el jefe del MIR, Miguel Enríquez. Su boca todavía presentaba rastros de las lesiones inferidas por el puño de Robinson.
Éste, entretanto, sobrevivió a los seis tiros que el mirista subordinado de Enríquez le disparó por orden de éste. Pero quedó muy impedido para el resto de su vida.
El personal del Banco de Chile recibió con grandes muestras de alegría la eliminación del asaltante mirista que había ordenado asesinar a su compañero de trabajo y que representaba un peligro para la vida de todos los empleados bancarios del país.
El teniente Krassnoff recibió la Medalla al Valor de su institución, el Ejército, por su coraje en una acción que resultó muy valiosa para la paz interna y la seguridad de la población trabajadora chilena.
Cuando los correligionarios y camaradas del terrorista Enríquez llegaron al poder en Chile, en 1990, se preocuparon de designar jueces afines a su causa e iniciaron una persecución vergonzosa contra los uniformados que habían derrotado al terrorismo. Por eso el valeroso oficial Krassnoff fue el centro de la venganza marxista y hoy cumple prisión a perpetuidad de hecho, pues los jueces de izquierda, y en particular uno, Alejandro Solís, se han preocupado de imponerle condena tras condena en causas en que se le han desconocido todos sus derechos y se la ha sentenciado sin pruebas reales y contra el texto expreso de las leyes.
Los chilenos cuyas vidas e intereses ayudó a proteger la abnegada acción de Krassnoff y su gente contra el terrorismo marxista, en su gran mayoría hoy “miran para otro lado” o “toman distancia” de los uniformados. Pero los que conservan la memoria histórica y tienen un mínimo de moral y agradecimiento, esperan manifestarse y hacer pagar esa deslealtad a través del “Plan Ahora” en las elecciones que vienen.
Entonces, es sólo una minoría de chilenos con el corazón bien puesto la que rememora el 5 de octubre como una fecha en que se asestó un golpe decisivo a la mayor asociación ilícita terrorista que había en Chile en los años ’60 y ’70.
Y rinde también homenaje a un héroe civil anónimo, Renato Robinson del Canto, ejemplo de una especie en extinción, la de los chilenos valientes.
Lunes 03 de octubre de 2011