Columna de Opinión

Contra Populismos, ¡Más autonomía!. Diana Aurenque, Directora Departamento de Filosofía USACH La Tercera, Opinión, 16/07/2022 – Ayer a las 18:59

En medio de la polarización en torno al Apruebo/Rechazo emergen reflexiones como la de Carlos Peña, Ricardo Lagos o el propio Presidente, Gabriel Boric, que invitan a la unidad: a concordar que, independiente del resultado del próximo plebiscito, se necesitará de grandes acuerdos y de poner fin a las trincheras.

Porque sea que se apruebe el texto constitucional, no solo se tendrá que comenzar con su implementación reglamentaria, sino que, también, deberá incorporar mejoras.

Por otro lado, si se rechaza la propuesta, corresponderá también convenir y decidir cómo llevar a cabo las mejoras que el país demanda.

La esperada unidad nacional, por tanto, no viene garantizada por aprobar o rechazar la propuesta, sino que debe iniciarse antes. Y para ello, resulta urgente dirigir una cruzada transversal contra los populismos -de derecha e izquierda. Porque ambos son, finalmente, los que causan más daño, profundizando las fisuras y dividiendo el país entre buenos y malos, amigos y enemigos.

El populismo se caracteriza, como indica Cristóbal Bellolio en su libro El momento populista chileno, por ser una estrategia que divide y moraliza el mundo político entre un “pueblo virtuoso” y una “élite corrupta”.

Tanto la izquierda y derecha en sus variantes populistas se autodesignan del lado del “pueblo virtuoso” para defender, respectivamente, sus opciones Apruebo/Rechazo; y embisten a la contraparte como “elitista”, “clasista”, “ninguneadora”, etc. En dicho esfuerzo, ambas ejecutan lo mismo: invalidan a su interlocutor.

Pero esa invalidación mediante la moralización/demonización del adversario político -del lado que sea- impide cualquier intento por concordia; clausura de raíz la posibilidad de acuerdos, de reconocer “algo” común que puedan compartir -pese a tener diferencias.

Porque la postura populista, sea del Apruebo o del Rechazo, se estiliza a sí misma como víctima de la otra. Y entre dos víctimas que se culpan mutuamente de sus agravios es imposible el diálogo.

Trascender el debate victimario populista será clave para una política de largo aliento. No para que la postura defendida por una clase, experto, partido, mayoría o minoría, se adjudique la representación por sobre el individuo, sino precisamente para garantizar su autonomía.

El populismo avanza a costa de la autonomía. Porque una decisión autónoma no se identifica con optar entre opciones. Se trata más bien de poder elegir y esto requiere condiciones: contar con toda la información sobre la materia a decidir; escoger sin presiones externas, comprender la información y ponderar los alcances de la decisión.

Por ello, particularmente los populismos que desinforman, tergiversan o mienten, limitan la posibilidad -abierta en principio a todos- de que cada quien decida soberanamente por la opción que considere mejor.

La unidad ocurrirá en defensa de la autonomía individual que los populismos atacan: resguardando la libertad para decidir, cada cual, por o contra la propuesta.

Columna de Opinión

El escenario que abre el rechazo. El Mercurio, Editorial, 13/07/2022

Estamos viviendo tiempos en que la política es extremadamente fluida y en lapsos cortos se pueden producir cambios relevantes en las preferencias electorales de los ciudadanos.

Con todo, a ocho semanas del plebiscito que decidirá la suerte de la propuesta constitucional, se observa una ventaja importante de la opción Rechazo.

Las interpretaciones para este escenario son múltiples, pero el aspecto más relevante es que tiene una alta posibilidad de concretarse, en circunstancias que hasta hace no demasiado aparecía como un evento improbable.

Por ello, el sistema político debe prepararse apropiadamente para enfrentarlo. En la actualidad parece no estarlo. Las recriminaciones mutuas de quienes están por una u otra opción así lo revelan.

Sin embargo, ellas no ayudan a repensar sobre una salida política madura para ese momento. Por cierto, avanzar en esta dirección podría darle aún menos opciones al Apruebo, que muchos sectores legítimamente defienden, lo que hace entendible su reticencia. Aun así, el sentido de responsabilidad impone a todos abordar el tema.

Esta es quizás una oportunidad para los partidos políticos. Ellos son indispensables para el buen funcionamiento de la democracia y su debilidad ha sido uno de los factores que han alimentado la crisis de los últimos años.

La posibilidad de impulsar cambios parece mucho más plausible en ese escenario que en el de la fórmula “aprobar para reformar”.

La falta de confianza ciudadana los hizo renunciar a algunas de sus tareas centrales, pero el camino alternativo, de descansar en organizaciones sociales o independientes, ha mostrado —y la Convención Constitucional fue el mayor ejemplo— severas limitaciones y graves deficiencias.

La falta de deliberación de asuntos que tienen impactos duraderos ha sido justamente una de ellas. Un escenario de triunfo del Rechazo requerirá de mucha mediación y construcción de confianzas.

Es difícil pensar en instituciones más apropiadas que los partidos para este propósito. Son ellos, además, los que finalmente ofrecieron un camino de salida hace casi tres años con el acuerdo del 15 de noviembre de 2019. Por supuesto, no todos compartieron ese camino y es un factor para considerar hoy.

En el contexto actual existe un acuerdo transversal respecto de la necesidad de un cambio en la Constitución, aunque hay diferencias sobre su alcance. Aun así, se cuestiona desde sectores del Apruebo la real voluntad de los partidos de oposición para avanzar en modificaciones sustantivas, acusando una historia de resistencia a ellas.

Más allá de que tal argumento omite la concurrencia de la centroderecha en las cientos de reformas que se han introducido a la actual Carta, hay tres elementos que hacen distintas las actuales circunstancias. Desde luego, ya el referido acuerdo de 2019 implicaba una alta probabilidad de inicio de dichos cambios, la que se ratificó con el plebiscito de octubre de 2020; en esta dimensión no parece haber vuelta atrás.

En segundo lugar, se ha ido instalando la idea de que la Constitución debe ser un marco que permita el despliegue sin restricciones de distintas visiones políticas. Algo que, enfatizan sus críticos, la Constitución vigente limita, pero que también se observa en la propuesta de la Convención, y que quizás ayude a explicar, en parte, el rechazo que genera. De aquí se concluye la posibilidad de un pacto que produzca un buen balance.

Por último, es innegable que los sectores de oposición han tenido una evolución política en el último tiempo que no los tiene particularmente apegados al texto constitucional vigente.

Una consideración adicional proviene del hecho de que un escenario de reforma después del 4 de septiembre parece más plausible si se impone el Rechazo.

En efecto, ya se encuentra en desarrollo un fuerte movimiento en esa dirección, con reformas como la reducción de quorum que avanza en el Congreso y que ha recibido un apoyo transversal.

Al contrario, la fórmula “aprobar para reformar” tiene un espacio mucho más estrecho para concretarse, entre otras razones, porque la aprobación de un nuevo texto no invita a la renovación del mismo, sino al contrario.

De hecho, tal vez sea la razón principal de por qué el Rechazo ha tomado fuerza.

La responsabilidad de la política de hacerse cargo de ello es, entonces, ineludible.

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel.

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional.