Columna de Opinión

RECHAZO Y RESACA. LA GUERRILLA INTERPRETATIVA

RECHAZO Y RESACA. LA GUERRILLA INTERPRETATIVA

Mauro Salazar J., Observatorio de Comunicación, Crítica y Sociedad (OBCS) de la Universidad de la Frontera

Interferencia, 09/10/2022

“A nuestros pastores

a esos lacayos de la pluma”.

A treinta días de la derrota que se abrió el 04 de septiembre, las fuerzas constituyentes deben abandonar definitivamente la ‘fantasía popular’ (resabios del pueblo redentor) para explicar la ‘derrota estructural’ bajo la arremetida portaliana (realismo socialista, gobernabilidad, expertos del mainstream) y el estallido hacia la derecha (golpe blando).

Sin desmerecer el cross electoral y la victoria del Tik Tok, con sus enjambres digitales, ello no implica ocultar el déficit pedagógico de los ‘identitarios’ (plurinacionalidad, ecofeminismo, ecologismo) que el polo transformador abrazó bajo la ‘rabia erotizada’ del octubrismo.

Según las vocerías del nuevo progresismo, se habría impuesto el Rechazo en virtud de una abundancia de fake news, vigilancias algorítmicas y los ‘clasismos cognitivos’ de los periodistas de Vitacura.

La derrota estructural también ha sido reducida a un ‘revés electoral’, sin dimensionar la descomposición estructural de las izquierdas, los fascismos digitales de los Parisi, la irrupción del Partido de la Gente, la pastoral evangélica de Republicanos, ni menos el refortalecimiento del bolsonarismo en Brasil tras las últimas elecciones.

Sin desmerecer el cross electoral y la victoria del Tik Tok, con sus enjambres digitales, ello no implica ocultar el déficit pedagógico de los ‘identitarismos’ (plurinacionalidad, ecofeminismo, ecologismo) que el polo transformador abrazó bajo la ‘rabia erotizada’ del octubrismo

Tampoco se establecen distinciones entre pueblos plurales-discordantes (categoría política) y pueblos postpopulares, o bien, una demografía sociológica de consumos culturales que aún anuda modernización, redes digitales y una subjetividad neoliberal cuyo reciclaje no reconoce en su cotidianidad el paradero de los ‘aclamados’ derechos sociales.

Las fronteras de sentido del mundo popular (distopía, protesta o acceso a los servicios) han mutado en sus múltiples alcances y filiaciones, y aún perviven como la gran ‘economía cultural’ de la modernización pinochetista; hegemonía cultural que devela la distopía del mundo popular bajo la política de ‘los 30 años’.

Lejos de la ‘tesis catolicista’ de Gabriel Salazar sobre un desencuentro entre izquierdas y mundo popular para explicar el desajuste con la ‘lógica partidaria’, cabría admitir la aplastante derrota de una hegemonía cultural y evitar el ‘optimismo mirista’.

En horas de resaca, purga y expiación entre los convencionalistas, Fernando Atria, a propósito de su contribución en La Constitución tramposa (LOM, 2013), ha elaborado la respuesta más razonada en materia de desinformación.

Luego de dar una serie de escenarios, precisiones y razonamientos muy pedagógicos en materias de fake news, Atria concluye, a modo de una autocrítica política, que la eficiencia de la comunicación política del Rechazo -al menos por esta vez- se sirvió de una comunidad (desciudadanía) para votar contra el nuevo texto constitucional alcanzando una cifra insólita en virtud de la actitud napoleónica de la Convención (su autoproclamada supremacía moral).

Más allá de la vocación institucional, y evitando los purismos de lo público, Atria -por sobre la crítica de salón- ha establecido los juicios empíricos más certeros respecto a la ‘derrota estructural’.

Lo anterior, sin el menor ánimo de subestimar las estratagemas de la derecha y sus ‘sirvientes semióticos’, soldados de Copesa y la derecha popular. Con todo, los sesgos populares -inducidos, o no- contra la ‘razón política’ han exaltado la necesidad de ‘expertos indiferentes’ a nombre de la politología dócil y la ‘matemática conductual’. Un triunfo de las métricas y el positivismo lógico.

Es primordial revisar la tesis del ‘helicóptero arrojando dólares’ para comprar ‘plebiscitos infinitos’, sin desmerecer la grosera inversión del ‘oligarquismo constituyente’ en ‘bancos de datos’.

En suma, el temor inducido existió como una tecnología de los miedos para someter cuerpos, minorías y potencias populares. Pero conectar de bruces tal cuestión con la ‘bella mentira’ es una analogía ‘veloz’ para retratar la ‘orfandad hermenéutica’, la carencia imaginal y la regresión positivista de los progresismos de turno, especialmente situados en la demografía del Frente Amplio.

El vacío de disputa hegemónica del gobierno y las fuerzas transformadoras abundó en la ausencia de narrativas, metáforas y pasiones, para contrarrestar las ‘tecnologías organizacionales’ en plena intensificación del ‘capitalismo académico’ (epistemes y cogniciones positivistas del orden).

El vacío de disputa hegemónica del gobierno y las fuerzas transformadoras abundó en la ausencia de narrativas, metáforas y pasiones, para contrarrestar las “tecnologías organizacionales” en plena intensificación del ‘capitalismo académico’.

La comunicación corporativa, y su pastoral publicitaria retratada en el Partido Republicano, amerita una discusión sustancial que se extiende hasta las economías del conocimiento que la industria de la conductas y preferencias instalaron (algoritmo) como ‘ley de bronce’.

Con todo, el guion de la conspiración cifrada en las estadísticas coludidas, el boicot ante el SERVEL, la manipulación de rasgos conservadores de la población, el inmigrante pagado, el vitriól de las redes sociales, no gozan de una pericia explicativa para zanjar las aristas del Rechazo.

Ni que hablar de una izquierda antineoliberal que bajo la ‘latencia insurreccional’ no puede explicar las causas de su derrota (premisas, dogmas o interpelar sus ‘leyes de bronce’).

En plena teología plebiscitaria, la izquierda chilena invocó reactivamente el manual de Steve Bannon (exasesor de Donald Trump), el pinochetismo enfermizo, la contrainteligencia, el fascismo capilar, y la ignorancia del ‘pueblo tonto’, sin interrogar el modo de hacer política de ‘los 30 años’ que no pudieron ser desalojados por la ‘vía de los torniquetes’.

Otras voces recusaron el golpismo congresal que, solazado en la razón gubernamental (15N, 2019), centrado en El Acuerdo por la Paz, habría obstruido las energías de ‘pueblos asimétricos’, mediáticos, huérfanos, o bien, postpopulares, feministas, obligando a Gabriel Boric-Font, y sus aliados de la clase política, a garantizar la distopía de los cuerpos, potencias y movimientos de calle mediante un acuerdo tan indeseable, como necesario.

En suma, la izquierda no ofrece una ‘gubernamentalidad alternativa’ -no emplaza el autoritarismo consentido el 04 de septiembre- y deviene en una ‘máquina de administración’ de las subjetividades autoritarias, descartando de facto la lenta construcción de un proyecto alternativo.

No es que estemos frente a una fatídica restitución oligárquica, sino que no existe una más allá de la compleja restauración neoconservadora.

No es solamente un dantesco proceso de derechización (aunque ello es ciertamente alevoso), sino que estamos frente a la descomposición normativa, y la ausencia de una lectura prolija de los segmentos en sus afanes modernizantes. De allí que la izquierda quede petrificada bajo los heraldos del ‘progresismo’ y diluida en el horizonte neoliberal de una ‘democracia menor’, sin interpelar las formas y mecanismos de la política de ‘los 30 años’.

Lejos del dato laxo, el Quinto Retiro –origen de la tragedia- surtió efectos nefastos en tres registros. De un lado, la ausencia de indulgencia ante las necesidades fácticas de la ciudadanía carenciada y la nula vinculación político-imaginal (epistemicidio) con la cadena de la sobrevivencia. De otro, el vacío de mediaciones entre el polo institucional y el campo social/popular para movilizar pasiones democráticas. Por último, el silencio argumental sobre un debate en materias de desarrollo y capital humano requería enfrentar la ‘gramática cientificista’ del ‘experto organizacional’ (capitalismo académico).

La derrota de la Convención Constitucional mediante el Rechazo, no se debe agotar en el campo de la ideología primaria (noticias falsas o falsa consciencia), sino en el modo en que el neoliberalismo establece un medio de integración, desplegando procesos de subjetivación autoritaria y una seducción discursiva del relato punitivo.

No es casual que bajo este contexto el director de CADEM, Roberto Izikson, sostuviera despóticamente -cual programa de computabilidad- que el triunfo del Rechazo estaba cerrado en el mes de abril (2022), cuando la ‘soberanía managerial’ prescindía del Quinto Retiro’, subestimando el campo de ‘los rechazos’, agravando el desgaste representacional.

El ‘clima hiperbólico’ -el ‘fetiche de la calle’ y los ‘narcisismos críticos’– fueron la deriva de algunas potencias utópicas, sin indagar en la posibilidad de pueblos post/populares, de tipo neoliberal (2019), que anularon los contratos de sentido con la representación gubernamental, y que tiene potenciales nexos con el campo del Rechazo a la hora de recusar la racionalidad abusiva de las instituciones.

Un bloqueo estructural que las izquierdas deben interrogar en su alcance hermenéutico para descifrar sociabilidades perceptivas y las rupturas fenoménicas con la razón partidaria-institucional. Tal fue el caso de la Revuelta posthegemónica del año 2019 y su rechazo contra la racionalidad abusiva de las instituciones.

Adicionalmente, ello rodeó al organismo convencional; su (in)comunicación inicial, a poco andar corregida, y la ausencia de prácticas pedagógicas, más allá de algunos esfuerzos notables hacia el mundo popular, agravaron una cotidianidad agobiada por la ‘guerrilla de precios’ y la ‘olla flaca’.

La dramaturgia doméstica de algunos convencionalistas (los usos y abusos mediáticos de Rodrigo Rojas Vade por parte de la contra campaña derechista); los rituales monumentales y despreciativos hacia los símbolos de la comunidad nacional, so pena de su conservadurismo ancestral y retrógrado.

Todo redundó, concitando a Atria, no sólo en problema de gestión y coordinación, sino “en un escrito para una asamblea de estudiantes” (La Casa de los Comunes).

El rechazo del Rechazo, con su ausencia de ‘magnanimidad’, hacia las opiniones difusas y la denigración de las corrientes del polo social demócrata, incluyendo aquella demografía de inspiración probadamente neoliberal, mediante la agitación discursiva distópica, soslayó los aprendizajes de la teoría (post)hegemónica, desahuciando la ‘guerra de posiciones’ en favor de la ‘comisión de expertos’ y sus economías positivistas del conocimiento.

Luego del lirismo, las cosas fluyeron meritoriamente, con aportes innegables y plazos bien logrados, pero las cartas estaban echadas y la relación entre Convención y Apruebo Dignidad derramó un ambiente incontrolable.

En suma, la derrota de la Convención Constitucional mediante el Rechazo, no se debe agotar en el campo de la ideología primaria (noticias falsas o falsa consciencia), sino en el modo en que el neoliberalismo establece un medio de integración, desplegando procesos de subjetivación autoritaria y una seducción discursiva del relato punitivo, a saber, el orden que echa las bases para el desembarco de José Antonio Kast en tres años más.

En vez de aparecer como una cruzada vigorosa, el texto soberano devino en un ofrecimiento bullicioso ante la vida cotidiana de una ciudadanía esquilmada en sus ‘modos de existencia’ y fuertemente tributaria de la concentración cognitiva de la hiper industria cultural.

Y sí, nuevamente, sobre tal base, la comunicación corporativa no vaciló en viralizar descoordinaciones, agravar la trivialización de los símbolos del feminismo sin cuestión social, las guerrillas identitarias. Todo en medio de una Convención inédita en la historia de Chile.

Ello ha dado paso para que nuestro ‘ensayismo oligárquico’ y sus ‘halcones’ celebren un país que rechazó el caos constituyente, a lo largo de todas sus regiones sin excepción y de más de un 90 % de las comunas. Un texto que, según Amarillos por Chile, en vez de expresar acuerdos transversales, resume un “espíritu refundacional y maximalista”. Tras este ‘excepcionalismo mediático’, las marginalidades líquidas padecieron los sobresueldos de asesores y jefes de gabinete de Apruebo Dignidad, que la derecha supo gestionar mediante sus editores, haciendo que la ciudadanía no sólo apuntará al 1 % (superricos) que absorbe el 40 % de ingreso nacional, sino a un ‘progresismo de boutique’ (mesocracia de la reforma).

El texto que primó -de modo implícito o explícito- entre las vanguardias cognitivas del Apruebo y que animó también al núcleo de la Convención Constitucional, mantuvo relaciones oscilantes con la revuelta del 18-O (2019), develando una distorsionada ‘visión express’ del proceso político.

Aquí se impuso la idea de que los procesos pueden ser modificados (ex nihilo) por la potencia de los derechos sociales como ‘leyes de bronce’, sin tener que pasar por el duro camino de los ‘ires y venires’‘surfeando’ los complejos eslabones de la articulación, la inercia de las burocracias, la tenacidad de las elites, las opacas e infinitas resistencias de las infraestructuras del poder, la distinción y la cultura.

Tal visión contribuyó también al reimpulso de los expertos y sus filiaciones corporativas que han recusado la travesía transformada de Apruebo Dignidad. Ello ayudó a exacerbar ‘pasiones tristes’ que se expresaron en la cancelación del tiempo imaginal. Y no a dudar, nuevamente ello conminó a los demonios del capital con todo su poderío incidental, pastoral, corporativo, pero en ningún caso al revés.

El texto octubrista y su estrategia de ruptura y despliegue destituyente contra la mitología del ‘mainstream modernizador’ pierde su fuerza destituyente ante los barrotes de los socialistas. Ciertamente, la rabia erotizada estuvo tras el jaque a la gobernabilidad en los días de octubre (2019), cuando movilizó la consigna de la renuncia presidencial y empujó una asamblea popular, inédita y excepcional para la historia de Chile.

El controvertido acuerdo del 15-N inauguró el cauce institucional hacia una nueva carta fundamental a través de la Convención Constitucional que la derecha miró con terror de alta mar una vez que obtuvo el 20 % de los votos.

Al comienzo se intentó desbordar esotéricamente este organismo desde una mayoría bien ganada, que se debía a un orden reglado con las minorías, pero que agudizaba las furias reaccionarias de nuestros pastores. Luego del lirismo, las cosas fluyeron meritoriamente, con aportes innegables y plazos bien logrados, pero las cartas estaban echadas y la relación entre Convención y Apruebo Dignidad derramó un ambiente incontrolable.

Por fin se usó el ‘octubrismo express’ (necesario de suscribir por su riqueza crítica para impugnar la lengua oficial de la política, aunque no siempre interrogada en su economía política) como un recurso para disuadir el voto del Rechazo.

Desde marzo (2022) el ‘gobierno transformador’ ha padecido de creación política, narrativas, convicción, disputa hegemónica, metaforización e interacción con el mundo popular. Pero más allá de eso ha debido sucumbir a la nueva ‘máquina de comando’ de la órbita concertacionista.

La derrota fue eminentemente política y se expresó en el ‘bicameralismo psicológico’ del oficialismo que agravó las condiciones de la Convención y exaltó debilidades ante los discursos elitarios de la técnica (industria de las estadísticas y elencos concertacionistas adoctrinados en las magnitudes de la política pública).

Desde marzo (2022) el ‘gobierno transformador’ ha padecido de creación política, narrativas, convicción, disputa hegemónica, metaforización e interacción con el mundo popular. Pero más allá de eso ha debido sucumbir a la nueva ‘máquina de comando’ de la órbita concertacionista.

En los últimos días, asesores de palacio y jefes de gabinete concitan a los expertos de los think tank y a la vieja gobernabilidad cifrada en parámetros de crecimiento reverbera en sus credenciales tecnicistas, aprobando la capacidad de inversión del TPP-11.

El asalto de la postconcertación, y sus empleados cognitivos, de especial fuerza en el caso del Partido Socialista, ya es un hecho consumado y prolifera un nuevo coro que refuerza la ‘soberanía managerial’ – ‘epistemología del despojo’ con un poder de la exConcertación que abonó la derrota del 38%.

Con todo, el proceso de los barones concertacionistas obra como la mayordomía del nuevo pacto constitucional. Pero ello ocurrirá bajo el dictum de las métricas y una nueva división del cuerpo social consumando un nuevo ‘pacto juristocrático’ (2021).

Quién sabe, quizá, en la larga duración, el 04 de septiembre abrió una ‘gradiente positivista’ que perpetuará la fragilidad institucional de humanidades moribundas. Contra todos los errores, la Convención -sostiene Atria- nos permitió “abrir una visión constituyente” (¿continuidad o dispersión?) que al menos nos saca del grado cero del Estado Subsidiario.

La mixtura del caso chileno puede ser retratada bajo un nuevo experimento entre la intensificación de la violencia fáctica del capital y un Estado con atribuciones más activas que el armatoste pinochetista.

En medio del descalabro, no sabemos si habrá rosas o gladiolos de cara a una nueva celebración del 18 de octubre (18-0).

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Las opiniones consideradas en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional.

Columna de Opinión

UN TRISTE ESPECTÁCULO EDUCACIONAL

UN TRISTE ESPECTÁCULO EDUCACIONAL

El Mercurio, Editorial, 09/10/2022

Los colegios, escuelas y liceos son lugares que ofrecen la oportunidad a niños y adolescentes de cultivar sus talentos, desarrollar su pensamiento crítico, adquirir habilidades y conocimientos, crecer en autoestima y dignidad como personas e incorporarse a la cultura del país que habitan. Nada de esto es posible si irrumpe la violencia.

Es por lo mismo, doblemente inaceptable la indiferencia que por años ha acompañado este fenómeno, particularmente en los liceos emblemáticos.

Esta violencia sigue escalando. Baste mencionar que son alrededor de 70 los ataques con piedras y molotov que, solo durante este año, ha sufrido la División de Ingenieros del Ejército por parte de jóvenes encapuchados que emergen del Internado Nacional Barros Arana. En otros liceos emblemáticos ocurren actos similares.

El jueves pasado, en una reunión de emergencia, se anunció un plan para poder tener la evidencia indispensable de los delitos y así detener a quienes los lideran. No es la primera vez que hay anuncios en ese sentido. Además, los mensajes que se transmiten son confusos. Se habla de ilícitos intolerables, pero rápidamente se declara que involucran demandas legítimas.

En una sociedad democrática no corresponde calificarlas así, si van acompañadas de violencia. Por lo demás, si hay problemas educacionales o de infraestructura corresponde abordarlos, y no anunciar reiteradamente preocupación por ellos.

En todo caso, las cifras iniciales del Presupuesto 2023 no indican una preocupación específica por abordar la violencia escolar (además, hay caídas importantes en los recursos destinados al mejoramiento de la calidad de la educación o al apoyo a la educación pública).

La experiencia de naciones como Canadá, Estados Unidos, Portugal, Reino Unido o Suecia en casos de violencia escolar es muy precisa respecto de las intervenciones requeridas.

Los orígenes del problema no siempre son equivalentes, pero las acciones tienen elementos comunes. Por ejemplo, se requiere rápidamente aislar a los líderes de la violencia y elevarles los costos de sus actuaciones.

El carácter ideológico y antiguas simpatías parecen inhibir a las autoridades de una acción más decidida ante la violencia escolar.

En caso contrario, adquieren un ascendiente que engruesa la fila de los violentistas. Al mismo tiempo, el resto de los estudiantes necesita un acompañamiento especializado y competente para ayudar a contrarrestar esos liderazgos negativos y anular su legitimidad.

Los profesores y colaboradores requieren también de apoyo profesional. Por cierto, hay intervenciones complementarias, que incluyen desde cambios en la infraestructura hasta talleres para recuperar la convivencia.

Las autoridades carecen de una estrategia integral que aprenda de esa experiencia comparada.

El carácter ideológico de los violentistas y la simpatía con el camino de la insurrección popular que prevaleció en algún momento parecen haber actuado como un inhibidor de una acción más decidida.

Mientras, la población sigue con sorpresa, si no indignación, la destrucción de los liceos emblemáticos, símbolos de nuestra historia republicana.

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Las opiniones consideradas en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional.