Columna de Opinión

¿EN QUÉ CREE CHILE VAMOS?

 

¿EN QUÉ CREE CHILE VAMOS?

Álvaro Vergara N., Investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad.

El Mostrador, 12/05/2023

La mayoría de los analistas advirtió que el Partido Republicano crecería en las elecciones del Consejo Constitucional. Sin embargo, ni los más optimistas se atrevieron a predecir que los candidatos de José Antonio Kast arrasarían en casi todas las regiones del país.

Fuimos testigos de una situación paradójica: la única colectividad que siempre se manifestó contraria a todas las modalidades del proceso constituyente, terminó alineando a una impresionante cantidad de chilenos para dominar el órgano encargado de redactar una nueva Constitución.

La elección y la victoria republicana dejan mucho para el análisis, y una dimensión interesante es la de quienes fueron los grandes damnificados. Entre ese lote se encuentra no solo el oficialismo, sino también Chile Vamos, coalición que ni siquiera logró estar a la altura de sus proyecciones electorales más conservadoras.

En efecto, lo que estaba en juego era la hegemonía en la derecha, y los republicanos resultaron triunfantes por amplísimo margen.

La ciudadanía no respaldó a quienes venían articulando una política de acuerdos luego del decisivo rechazo en el plebiscito del 4 de septiembre.

¿Fue este resultado mera casualidad? Evidentemente, no.

Los partidos de centroderecha han sufrido un desgaste significativo durante los últimos años, y esa fatiga quedó de manifiesto en estas elecciones.

No solo perdieron la confianza del electorado más duro, debido a saldos que dejó el Gobierno de Piñera o por su llamado “entreguismo” durante el estallido social; tampoco por su rol en la configuración del proceso pasado, donde cedieron en controvertidos asuntos como la hoja en blanco, paridad, escaños reservados o las listas de independientes.

Su pérdida de simpatizantes puede explicarse también por un fenómeno de incapacidad para definir y comunicar en qué creen.

Si algo ha demostrado el Partido Republicano, además de la actitud confrontacional, la capacidad de apelar a un nuevo público y de explotar las redes sociales, es su visión política definida.

A diferencia de lo que se piensa, elaborar un discurso en esta línea no requiere de detalles técnicos ni de contar con las posibilidades fácticas de concretarlo. No, se trata de algo mucho más básico y, a la vez, más importante: definir las posturas para alcanzar lo que se estima como deseable.

¿Cuáles son, por ejemplo, las convicciones de Evópoli, RN y la UDI? ¿Qué tienen en común dichas colectividades? ¿Un liberalismo insípido y poco letrado? ¿La proclama por el Estado social y democrático de derecho? ¿La defensa de la colaboración público-privada? ¿La extraña mezcla entre un supuesto “gremialismo” y posturas progresistas? ¿Una historia juntos?

La ciudadanía no respaldó a quienes venían articulando una política de acuerdos luego del decisivo rechazo en el plebiscito del 4 de septiembre. ¿Fue este resultado mera casualidad? Evidentemente, no. Los partidos de centroderecha han sufrido un desgaste significativo durante los últimos años, y esa fatiga quedó de manifiesto en estas elecciones. No solo perdieron la confianza del electorado más duro, debido a saldos que dejó el Gobierno de Piñera o por su llamado “entreguismo” durante el estallido social; tampoco por su rol en la configuración del proceso pasado, donde cedieron en controvertidos asuntos como la hoja en blanco, paridad, escaños reservados o las listas de independientes. Su pérdida de simpatizantes puede explicarse también por un fenómeno de incapacidad para definir y comunicar en qué creen.

A su vez, aunque el contenido del proyecto republicano pueda ser objeto de críticas pertinentes, sus militantes han logrado cumplir con otro aspecto fundamental: comunicar ese proyecto.

En sus diferentes campañas presidenciales, Kast se preocupó por transmitir aspectos de su propuesta en forma sencilla, incluso recurriendo abiertamente a consignas muy simples de comprender: “cumplir la ley”, “resguardar el orden” y “frenar la inmigración ilegal”.

Eso generó efectos: la población sabe, más o menos, qué representa Republicanos. Kast puede ser extremo en algunos aspectos, pero “no se dará vuelta la chaqueta”.

Esas prioridades y actitudes logran transmitir mucho: al estar conectadas con el contenido de su propósito, generan confianza en la población.

Recordemos que los grupos que formaron al Partido Republicano se arriesgaron con sus ideas cuando estas no podían ser más linchables.

Agrupados en torno a ellas, sus candidatos lograron plasmar el imaginario republicano en sus respectivos distritos.

El mismo criterio se puede utilizar para analizar la elección de Chile Vamos en la Región Metropolitana. ¿Qué mensaje o proyecto común podían transmitir personas como Rodrigo Delgado, Jaime Ravinet y Gloria Hutt? ¿Cambios con estabilidad? ¿La defensa de los treinta años? ¿La exclusión de rostros nuevos? Misterio.

Es cierto que Chile Vamos sacrificó parte de su capital para mantener vivo el proceso constitucional. El problema es que el daño colateral no fue menor y ahora dependen del apoyo de Republicanos para que esa pérdida no haya sido vana.

El desafío entonces está en recomponerse. Se trata, sin embargo, de una tarea imposible si insisten en prescindir de una definición clara de proyecto político.

En lugar de concentrar muchas fuerzas en la crítica a Republicanos –que por momentos resulta enceguecedora–, sus dirigentes deberían tomar nota de sus aspectos positivos, después vendrá ese periodo de juicio.

Mal que mal, están al debe: les dieron una clase en el despliegue y planificación de campañas; en jugársela en el presente en lugar de guardar candidatos para futuras elecciones; en la utilización de medios difusores y en el orden de sus propias filas.

Si Chile Vamos no enmienda el rumbo, corre el riesgo de convertirse en el reflejo de esta elección: una derecha que dialoga para las clases profesionales más educadas, mientras Republicanos se hace fuerte en el mundo popular.

Al final, esta disputa refleja que la constancia en política castiga, pero, de vez en cuando, también premia.

 

Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

 

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

 

 

 

 

 

Columna de Opinión

LO QUE QUEDA DE GOBIERNO

 

LO QUE QUEDA DE GOBIERNO

Thomas Villaseca Arroyo Miembro del Observatorio de Historia Reciente de Chile y América Latina, UDP.

El Mostrador, 12/05/2023

Las votaciones del pasado domingo demostraron un “tsunami republicano”, implicando una reorganización del panorama político, con las derechas siendo mayoría para el Consejo Constitucional.

La administración de Boric declaró que, independientemente de los resultados, el rumbo del Gobierno no sería cambiado.

A casi dos años de la próxima elección presidencial, y con una agenda copada de votaciones, en lo que queda de Gobierno el rumbo debe guiarse con un liderazgo sólido capaz de reagrupar a la izquierda y compensar la tendencia a la ultraderecha.

Las conclusiones sobre el 7 de mayo pueden ser variadas: por una parte, analizando el fenómeno de nulos y blancos en el resultado; la fuga de votos hacia el Partido Republicano por polémicas del Partido de la Gente; o la decisión de la izquierda de ir en listas separadas.

Desde las dos primeras perspectivas, en común está el desaliento y volatilidad ciudadana hacia la política y el proceso constituyente, pero en la última perspectiva se encuentra la división de fuerzas desde la izquierda.

Con las elecciones del domingo 7 de mayo se vislumbra que, para corregir un balance de poder político, la tesis de levantar un centro fuerte es improbable, porque, pese a presentar personeros con alta trayectoria, los escaños obtenidos fueron insuficientes. Para impulsar un equilibrio de fuerzas políticas, el rol de liderazgo de Gabriel Boric y su Gobierno será clave, en cuanto haga posible una reorganización estratégica entre las izquierdas, para proyectar un futuro político capaz de revertir la tendencia electoral a la ultraderecha.

Un fenómeno que resultó decisivo, pues el sistema D’Hondt privilegia matemáticamente los escaños obtenidos en proporción a sus votos por lista. En simple, una lista única significaba una mayor concentración de votos, por tanto, un equilibrio político dentro del Consejo Constitucional.

La posición de fragmentarse en dos listas era advertida como una mala decisión por figuras como la exPresidenta Michelle Bachelet, que incluso declaró su intención de ser candidata con la condición de una lista única.

Si un liderazgo histórico no pudo concretar la unidad del oficialismo, ¿cómo enfrentar el actual escenario político con una estrategia eficiente de cara a las futuras elecciones?

El panorama, aunque complejo, puede encauzarse y tener cierto rumbo basado en la capacidad de liderazgo que tenga Gabriel Boric para lo que queda de Gobierno. Pero con un Congreso altamente fragmentado y un proceso constituyente liderado por las derechas, se hace difícil un reordenamiento en la izquierda a corto plazo.

El calendario electoral es abultado, y en cada votación existe la posibilidad de que las derechas, especialmente la más radicalizada de ellas, reafirmen su posición hegemónica dentro del barómetro político, como lo ha venido haciendo desde 2017.

Pero, también, se habilita un espacio donde el liderazgo presidencial en la izquierda pueda influir para conciliar un escenario político que, poco a poco, se le ha escapado de las manos al oficialismo.

Con las elecciones del domingo 7 de mayo se vislumbra que, para corregir un balance de poder político, la tesis de levantar un centro fuerte es improbable, porque, pese a presentar personeros con alta trayectoria, los escaños obtenidos fueron insuficientes.

Para impulsar un equilibrio de fuerzas políticas, el rol de liderazgo de Gabriel Boric y su Gobierno será clave, en cuanto haga posible una reorganización estratégica entre las izquierdas, para proyectar un futuro político capaz de revertir la tendencia electoral a la ultraderecha.

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

 

 

 

 

 

RELACIONES INTERNACIONALES Y SEGURIDAD

POLÍTICA EXTERIOR DE ESTADO SIN SUSTENTO CIUDADANO

 

POLÍTICA EXTERIOR DE ESTADO SIN SUSTENTO CIUDADANO

Jorge G. Guzmán, Profesor-investigador, U. Autónoma

El Mostrador, 10/05/2023

El contundente resultado de la elección de consejeros constitucionales –especialmente en la regiones extremas, en las que las cuestiones limítrofes se viven día a día– ha terminado por hacer patente la crónica desafección de nuestra Cancillería respecto de la realidad y preocupaciones de los ciudadanos.

Antes de la votación, el canciller Alberto van Klaveren llamó a no politizar, ergo, a no entender como problema político la situación de los migrantes atorados en el paso fronterizo entre Arica y Tacna.

El canciller (cercano a un partido que no tendrá representación en el Consejo Constitucional) también llamó a no utilizar con fines electorales la inédita crisis de inseguridad que afecta a millones de personas, asociada, precisamente, a la cuestión de la inmigración. En esa misma línea se manifestó un excanciller del gobierno militar, quien, en un editorial, desestimó que la Cancillería tuviera responsabilidad en estas materias.

Según esa manera de entender las cosas, nuestra política internacional (por ejemplo, las relaciones con Bolivia) no es vinculable al exponencial aumento del narcotráfico (con estadios de violencia antes desconocidos en el país), y este, a su vez, no tiene relación con la inmigración no-regulada de la última década.

En ese ejercicio, el canciller y quienes le apoyan pretenden convencernos de que que tales fenómenos (con su impacto directo sobre la vida cotidiana de la gente) no son producto de errores políticos (incluidos errores de política exterior) acumulados a lo largo de los últimos cuatro gobiernos de centroizquierda y centroderecha.

Ambos sectores no quieren recordar que mientras el actual canciller era subsecretario de Relaciones Exteriores, en 2008, el cuarto Gobierno de la exConcertación (Bachelet 1) emitió un Instructivo Presidencial indicando que Chile era un país de acogida, adecuadamente abierto a las inmigraciones.

Entendiendo que la inmigración también equivalía a mano de obra barata para el sector privado, esa política fue ratificada y practicada por las dos administraciones de Sebastián Piñera.

De otra manera, ¿cómo se puede explicar que entre 2002 y 2017 la población extranjera pasara de 184 mil extranjeros a 1,48 millón y que, según estimaciones para 2023, ese número se sitúe en torno a los 2 millones?

¿Se puede tapar el sol con un dedo? El establishment que hasta ahora gobernó nuestra política exterior insiste en persuadirnos de que los asuntos internacionales, incluidos los vecinales, constituyen temas solo para expertos, que deben ser tratados en Santiago y a puertas cerradas (nunca por la prensa).

De esa manera pretenden seguir negando que –para utilizar una expresión de los autores del estallido social– Chile despertó y que, en materia de política exterior, ya no son aceptables decisiones inconsultas y/o excusas post facto que permiten a los decision-makers de Santiago no responder por sus equivocaciones.

¿Se imaginará el canciller –y el establishment al que pertenece y representa– las vicisitudes de la joven trabajadora que, después de un largo día de trabajo, debe regresar a su hogar atravesando barrios en los que ahora campean la inseguridad y la violencia? ¿Conocerá los costos financieros que, para la pequeña Municipalidad de Colchane, representa el permanente flujo de ilegales y droga proveniente de Bolivia?

El resultado de la elección de consejeros constitucionales ha reordenado el equilibrio de las fuerzas políticas, constituyendo una dramática demostración de que los errores tienen consecuencias. En un nuevo escenario, seguir sosteniendo que las cuestiones internacionales deben tratarse a puertas cerradas (por funcionarios que representan la minoría política en el país) es un argumento fútil, que solo puede desprestigiar a quienes lo afirman. Entre muchas otras cosas porque, como lo ilustra el gravísimo caso del puerto de San Antonio, exportador de grandes volúmenes de droga, es solo cuestión de tiempo para que el narcotráfico tenga efectos sobre la aplicación de acuerdos de libre comercio.

El fracaso de apaciguamiento inconsulto. Nuestra supuesta política exterior de Estado no es más que una práctica inconsulta, académica, abstracta y sin aterrizaje sobre la geografía (particularmente en el extremo norte y en la zona austral), que se resiste a aceptar que las malas decisiones terminan en problemas cotidianos para las personas.

Es el caso de nuestro extremo norte, en que a esta manera de hacer política exterior podemos atribuir el decepcionante resultado del juicio con el Perú a propósito del límite marítimo (22 mil km2 de Zona Económica Exclusiva menos para los pescadores de Arica), o el fracaso de la agenda de 13 puntos con Bolivia, para la cual ni la comunidad ariqueña ni la de Tarapacá fueron consultadas.

A ese mismo estilo diplomático en el extremo sur podemos asociar los efectos de diversos acuerdos incumplidos por Argentina, el innecesario acuerdo de 1998 sobre el Campo de Hielo Patagónico Sur, y la inexcusable postergación de la urgentísima cuestión de la plataforma continental magallánico-antártica.

En este último campo a la Cancillería le tomó más de una década comprender que una pretensión territorial argentina al sureste del cabo de Hornos tenía un gravísimo impacto sobre el modus vivendi del Tratado de Paz y Amistad de 1984.

Esto constituye un nuevo diferendo limítrofe, cuyos efectos se vivirán, qué duda cabe, en Magallanes.

En todos esos ámbitos, cierto ánimo de apaciguamiento, concesivo por ideología, que entiende el territorio como moneda de cambio, ha terminado en incalculables perjuicios para el interés permanente de los ciudadanos. Hasta ahora, nadie ha sido identificado como responsable de tantos errores políticos y diplomáticos.

El resultado de la elección de consejeros constitucionales ha reordenado el equilibrio de las fuerzas políticas, constituyendo una dramática demostración de que los errores tienen consecuencias.

En un nuevo escenario, seguir sosteniendo que las cuestiones internacionales deben tratarse a puertas cerradas (por funcionarios que representan la minoría política en el país) es un argumento fútil, que solo puede desprestigiar a quienes lo afirman.

Entre muchas otras cosas porque, como lo ilustra el gravísimo del caso del puerto de San Antonio, exportador de grandes volúmenes de droga, es solo cuestión de tiempo para que el narcotráfico tenga efectos sobre la aplicación de acuerdos de libre comercio.

El peligro de la obsolescencia. Esa manera de hacer política exterior está, en el corto plazo, condenada a la obsolescencia.

Entre otros cambios, el nuevo texto constitucional fortalecerá el proceso de descentralización, empoderando a los gobiernos regionales democráticamente elegidos, incluidos aquellos de Arica y Parinacota, Tarapacá, Antofagasta, Aysén, y Magallanes y Antártica Chilena.

Mucho más allá de su signo político, esos gobiernos representan el saber y el querer ser de comunidades regionales con clarísimas identidades propias. Para estas no resulta aceptable que funcionarios públicos situados a miles de kilómetros de distancia decidan de manera inconsulta sobre cuestiones que tienen impacto directo sobre la calidad de vida de sus habitantes, amén del uso y abuso de sus territorios y de sus recursos naturales.

La Cancillería haría bien en adelantarse a los tiempos y reordenar sus prioridades. Como queda demostrado, el día a día de los ciudadanos no tiene color turquesa, ni tiene que ver con protagonismos efímeros en organismos internacionales, que en Putre o en Puerto Williams son simplemente irrelevantes.

La política exterior debe también conectarse con la geografía del país y entender que los asuntos urgentes están en el altiplano, en el Campo de Hielo Patagónico Sur, en la Zona Económica Exclusiva, en el Mar Austral y en la Antártica, no en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.

Si la política exterior aspira a ser una verdadera política pública de Estado, debe acercarse y nutrirse de la gente (y de las nuevas mayorías). No hacerlo, no solo la hará cada vez más irrelevante, sino que terminará además perjudicando al verdadero interés de Chile.

Una Cancillería relevante no puede continuar en la autorreferencia predicando al coro: debe aprovechar la coyuntura para reconectarse con el país real al cual, en definitiva, se debe.

Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nocional