UN TRISTE ESPECTÁCULO EDUCACIONAL
El Mercurio, Editorial, 09/10/2022
Los colegios, escuelas y liceos son lugares que ofrecen la oportunidad a niños y adolescentes de cultivar sus talentos, desarrollar su pensamiento crítico, adquirir habilidades y conocimientos, crecer en autoestima y dignidad como personas e incorporarse a la cultura del país que habitan. Nada de esto es posible si irrumpe la violencia.
Es por lo mismo, doblemente inaceptable la indiferencia que por años ha acompañado este fenómeno, particularmente en los liceos emblemáticos.
Esta violencia sigue escalando. Baste mencionar que son alrededor de 70 los ataques con piedras y molotov que, solo durante este año, ha sufrido la División de Ingenieros del Ejército por parte de jóvenes encapuchados que emergen del Internado Nacional Barros Arana. En otros liceos emblemáticos ocurren actos similares.
El jueves pasado, en una reunión de emergencia, se anunció un plan para poder tener la evidencia indispensable de los delitos y así detener a quienes los lideran. No es la primera vez que hay anuncios en ese sentido. Además, los mensajes que se transmiten son confusos. Se habla de ilícitos intolerables, pero rápidamente se declara que involucran demandas legítimas.
En una sociedad democrática no corresponde calificarlas así, si van acompañadas de violencia. Por lo demás, si hay problemas educacionales o de infraestructura corresponde abordarlos, y no anunciar reiteradamente preocupación por ellos.
En todo caso, las cifras iniciales del Presupuesto 2023 no indican una preocupación específica por abordar la violencia escolar (además, hay caídas importantes en los recursos destinados al mejoramiento de la calidad de la educación o al apoyo a la educación pública).
La experiencia de naciones como Canadá, Estados Unidos, Portugal, Reino Unido o Suecia en casos de violencia escolar es muy precisa respecto de las intervenciones requeridas.
Los orígenes del problema no siempre son equivalentes, pero las acciones tienen elementos comunes. Por ejemplo, se requiere rápidamente aislar a los líderes de la violencia y elevarles los costos de sus actuaciones.
El carácter ideológico y antiguas simpatías parecen inhibir a las autoridades de una acción más decidida ante la violencia escolar. |
En caso contrario, adquieren un ascendiente que engruesa la fila de los violentistas. Al mismo tiempo, el resto de los estudiantes necesita un acompañamiento especializado y competente para ayudar a contrarrestar esos liderazgos negativos y anular su legitimidad.
Los profesores y colaboradores requieren también de apoyo profesional. Por cierto, hay intervenciones complementarias, que incluyen desde cambios en la infraestructura hasta talleres para recuperar la convivencia.
Las autoridades carecen de una estrategia integral que aprenda de esa experiencia comparada.
El carácter ideológico de los violentistas y la simpatía con el camino de la insurrección popular que prevaleció en algún momento parecen haber actuado como un inhibidor de una acción más decidida.
Mientras, la población sigue con sorpresa, si no indignación, la destrucción de los liceos emblemáticos, símbolos de nuestra historia republicana.
Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
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