¡AH!, ¡ERA ESO!
Carlos Peña
El Mercurio, Columnistas, 19/10/2022
No cabe duda de que el Presidente Gabriel Boric es una persona con alerta intelectual, capaz de tomar, cuando es necesario, distancia de sí mismo. Lo acaba de mostrar apenas ayer cuando se conmemoraban los acontecimientos de octubre:
“El estallido no fue una revolución anticapitalista —expresó— y tampoco, como han querido instalar en los últimos días, una pura ola de delincuencia, fue una expresión de dolores y fracturas de nuestra sociedad que la política, de la cual somos parte, no ha sabido —concluyó— interpretar ni dar respuesta”.
Esa declaración posee una importancia difícil de exagerar y no debe ser considerada como una pura cuestión retórica.
Desde luego, llegar a la conclusión de que lo de octubre no fue una revolución anticapitalista es una afirmación de gran envergadura que corrige todo lo que las fuerzas que lo apoyan, o la mayoría de ellas, sostuvieron al interpretar los acontecimientos de octubre del año 2019.
Entonces se dijo que Chile había despertado y que, al hacerlo, había decidido sacudirse el tipo de modernización que traía en las últimas tres décadas. Sí, es cierto: no se decía entonces que era una rebelión frente al capitalismo, sino frente a una de sus versiones —el neoliberalismo—, pero siempre se dijo que en el horizonte estaba la sustitución de aquel.
Ese era el horizonte escatológico que debía inspirar a las fuerzas sociales.
No hay constancia, la verdad sea dicha, de que el Presidente Boric haya creído exactamente eso; pero fue lo que creyeron y afirmaron las fuerzas que lo apoyaban. Y las declaraciones de ayer vienen a desmentir y a corregir ese diagnóstico.
La pregunta que entonces queda flotando en el aire es obvia: y si, como se sabe ahora, no se trataba de rebelarse contra el capitalismo, ¿de qué se trataba entonces?
Las declaraciones del Presidente no arrojan demasiada luz sobre eso que es, no vale la pena ocultarlo, la cuestión clave: el significado de octubre del 19. Se trató, dijo el Presidente, de una “expresión de dolores y fracturas de nuestra sociedad que la política (…) no ha sabido interpretar ni dar respuesta”.
“… la pregunta que entonces cabe hacer es si acaso para corregir todo eso era necesario inflamarse en la forma en que la izquierda de más a la izquierda lo hizo (en tanto la otra esperaba el resultado antes de decidirse) …”. |
Desgraciadamente esas declaraciones no permiten inferir cuáles son las fracturas y cuáles los dolores que se expresaron en octubre. Y quizá sea mejor que el Presidente no arriesgue una opinión demasiado firme acerca de ello.
Porque, si se piensa dos veces, las demandas de octubre fueron heterogéneas y variopintas, de muy diversa índole, y carecieron de conducción orgánica y de agenda ideológica.
Una cosa es, sin embargo, clara: no se trató de un movimiento de reivindicaciones de clase, ni de una masa inflamada por una utopía, ni de una ciudadanía sobria rechazando el tipo de sociedad en que vivían (para rechazar esta última interpretación basta recordar el fenómeno IKEA o el de Daddy Yankee), ni un asalto de las masas.
Nada de eso.
Más bien hubo demandas generacionales propias de un momento en que se redefine la geometría moral de la sociedad; quejas de los más viejos por la desprotección frente a la vejez o la enfermedad, eso que Shakespeare llamaba las flechas del destino; incremento en la vivencia de la desigualdad (aunque no en la desigualdad cuantitativamente considerada); la sensación de los grupos medios de que, como consecuencia de hacerse más lenta la expansión del consumo, el ideal meritocrático es falso y que en cualquier momento pueden quedar a la intemperie.
Y la pregunta que entonces cabe hacer es si acaso para corregir todo eso era necesario inflamarse en la forma en que la izquierda de más a la izquierda lo hizo (en tanto la otra esperaba el resultado antes de decidirse).
¿Acaso no era suficiente elaborar una agenda socialdemócrata tendiente a corregir, como ha ocurrido en otras partes, las patologías que la modernización capitalista revela?
Si, como acaba de declarar el Presidente Boric, lo de octubre no fue una revolución anticapitalista, como en los días que siguieron a octubre se le presentó, entonces el camino es más sencillo para resolver los “dolores y fracturas” que la sociedad chilena experimenta.
Solo que se ha perdido demasiado tiempo en advertirlo y golpearse la frente con la palma de la mano al tiempo que se exclama:
¡Ah!, ¡era eso!
Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
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