RUSIA, UCRANIA Y LA DOCTRINA GERASIMOV por Marcelo Masalleras, Investigador AthenaLab — Vientos de Guerra. La crisis Ruso Ucraniana. ¿Hacia un nuevo orden Mundial? ANEPE 02 de marzo a las 10.00 horas. vía Zoom
Las opiniones en esta columna, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión.
La Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional, con motivo de la invasión Rusa a Ucrania, ha estado desde el primer momento dando a conocer el desarrollo del conflicto y lo continuaremos haciendo, empleando valiosa información que hemos recopilado de investigadores, agencias, centros de estudio etc.
El inicio de las operaciones militares en Ucrania son el resultado de un largo proceso cuyo origen se remonta más allá de la última concentración de fuerzas rusas en la frontera desde fines de 2021 e incluso de la anexión de Crimea en 2014. Esta acción se enmarca en la doctrina estratégica rusa, conocida popularmente como “Doctrina Gerasimov”, y su comprensión permite entender de mejor manera lo que sucede hoy y el desarrollo que llevó a la guerra de la que somos testigos.
¿QUÉ ES LA “DOCTRINA GERASIMOV”? El general Valery Vasilyevich Gerasimov es el Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa desde 2012 y es a quien se le señala como origen de la concepción estratégica que actualmente predomina en Moscú.
En 2013, en el marco de una intervención que realizó ante la Academia de Ciencias Militares rusa, Gerasimov planteó lo que consideraba era la evolución de la guerra o, al menos, cómo los países occidentales y particularmente Estados Unidos (EE. UU.) habían llevado adelante acciones para extender su esfera de influencia en naciones tradicionalmente cercanas a la ex Unión Soviética (URSS).
En su explicación, Gerasimov advirtió que las denominadas “primaveras de colores” (levantamientos prodemocráticos en Europa del Este) o la “Primavera Árabe”, eran acciones concertadas de Occidente para cambiar el balance de poder en Europa, Medio Oriente y el norte de África.
Para este general, en vez de utilizar operaciones convencionales que podrían desencadenar una guerra entre potencias, era necesario privilegiar acciones no militares para perseguir los mismos objetivos. Según el ruso, EE. UU. empleó distintos instrumentos para desestabilizar a las naciones “víctimas”, de manera de lograr un cambio de régimen que lo favoreciera. Todo lo anterior, en abierta contraposición con Rusia, que sería la principal perjudicada.
A consecuencia de lo anterior, Gerasimov definió que la principal respuesta a esta amenaza es una serie de medidas de similares características que permitan anularlas. Como resultado, Rusia ha actualizado su enfoque estratégico y desarrollado capacidades para enfrentar estos escenarios, convirtiéndose en uno de los Estados con mejor preparación y “arsenal” de instrumentos para actuar –defensiva u ofensivamente– bajo esta mirada estratégica.
Esta propuesta, que siguió evolucionando con los años, establece que la nueva estrategia rusa debería integrar “poder duro” y “poder blando” por medio de una combinación amplia y coordinada de herramientas (convencionales y no convencionales), que incluyen medios militares, diplomáticos y económicos.
Al final, la victoria tendrá que alcanzarse minimizando el uso de elementos cinéticos y prefiriendo el uso de aquellos no-cinéticos. En términos más concretos, esta doctrina propone que la proporción en el uso de medios no militares versus los militares sea de 4:1.
Del mismo modo, supone un tipo de enfrentamiento que explota la acción indirecta, campañas y operaciones de información, organizaciones militares privadas, fuerzas de operaciones especiales y aprovechamiento de potenciales agrupaciones de protesta interna.
Todo lo anterior, respaldado de fuertes y sofisticadas capacidades militares convencionales y nucleares.
De esta manera, una campaña bajo esta doctrina considera:
Iniciar una fase informacional y psicológica que pretende anular a los líderes adversarios (quienes toman decisiones), afectar la población civil y fortalecer la cohesión interna.
Acciones indirectas y asimétricas por medio de herramientas económicas, de información y de naturaleza tecnológica para afectar el aparato militar enemigo.
Las acciones no militares degradan la capacidad del adversario para emplear la fuerza, y producen una imagen negativa en la opinión pública mundial, que eventualmente disuade al rival de lanzar una respuesta.
Quien inicia la estrategia Gerasimov, emplea una campaña masiva de engaño y desinformación para ocultar el tiempo, el alcance, la escala y el carácter del ataque.
Las actividades de subversión y reconocimiento realizadas por fuerzas especiales son cubiertas por operaciones de información preceden a la fase cinética de la campaña.
La fase cinética –inicio del empleo de poder militar– comienza con el dominio aeroespacial destinado a destruir, de manera selectiva, los activos críticos de la infraestructura tecnológica-industrial civil y los centros de gestión estatal y militar que obligarán al estado a capitular.
Habiendo configurado el escenario con todo lo anterior, se pasa a la fase de ocupación territorial, donde la mayoría de los objetivos de campaña han sido alcanzados, pues la capacidad y voluntad de resistencia del adversario se han quebrado y colapsado.
Cómo es factible deducir, no estamos frente a acciones que se puedan considerar como “nuevas”, sin embargo, se deben destacar dos aspectos que hacen de este enfoque algo innovador. Primero, la abierta preferencia por el uso de herramientas no militares por sobre las de carácter militar y, segundo, es la visión del pensamiento estratégico ruso de poner énfasis en una aproximación asimétrica e indirecta, junto al uso tradicional de la fuerza, para la solución de conflictos.
PARA TENER EN CUENTA. Por supuesto que el inicio de la intervención militar de Rusia no es sorpresiva ni improvisada.
Revisando la evolución de los acontecimientos desde la perspectiva de la doctrina rusa, desde antes de la crisis de Ucrania inclusive, permite entender cómo fue desarrollándose el proceso que tiene enfrentadas a las tropas de ambos países.
De todo lo que ha ocurrido es posible obtener algunas conclusiones. Por un lado, la naturaleza de la guerra, en su concepción más básica, continúa siendo la misma: la utilización de medios coercitivos para la solución de diferencias en pos de alcanzar objetivos políticos y proteger los intereses nacionales.
Sin embargo, donde si puede haber variaciones, es en el carácter de la guerra que se desarrolla en Europa, pues los instrumentos del poder nacional han sido empleados de manera distinta a lo tradicionalmente observado, particularmente, con la irrupción de importantes operaciones de información, uso masivo de ciberataques, empleo de sabotaje y fuerzas de operaciones especiales, en niveles no vistos con anterioridad.
La particularidad está dada por un incremento significativo en el uso de herramientas de información a través del ciberespacio, único “dominio” creado por el ser humano.
Por otro lado, a Occidente le ha costado enfrentar la amenaza de Rusia el último tiempo, ya sea por la agresividad planteada por Putin, pero también por haber perdido la “sintonía” con el pensamiento estratégico ruso.
Después de la caída de la URSS y con el ascenso de China como potencia mundial, el centro de gravedad de los estudios internacionales no quedó sobre Moscú, lo que no significa que se hayan suspendido. Al revisar los análisis que hacen países occidentales de la estrategia rusa, en algunos se percibe desconocimiento o desactualización sobre cómo piensan los estrategas rusos.
Como ejemplo, en la evolución de la doctrina Gerasimov, este último nombró el uso de la guerra híbrida, lo que fue inmediatamente interpretado bajo la mirada del concepto desarrollado por Frank Hoffman.
Sin embargo, la característica híbrida del conflicto de los rusos, no coincide plenamente con la occidental, lo que lleva a mal interpretar la teoría que inspira a los líderes rusos y, por ende, no tomar buenas decisiones.
Otro aspecto por destacar es cómo se ha complicado el sistema internacional para los actores globales que descansan en el respeto del Derecho Internacional. Esto, pues la Carta de Naciones Unidas establece la autorización del uso de la fuerza en beneficio de la legítima defensa, ante un ataque armado.
Aquí está el problema, en la definición de ataque armado. Hoy no hay dudas de que Rusia ya tiene medios convencionales en territorio ucraniano y que ha destruido objetivos dentro de sus ciudades.
El problema es que la ofensiva requerida para alcanzar los objetivos políticos que se planteó Putin, no empezó la madrugada del 24 de febrero de 2022, si no que mucho antes, por medio de otras herramientas disponibles en el nuevo arsenal ruso.
Por lo tanto, se presenta el desafío de actualizar la normativa internacional para este tipo de situaciones pues – a modo de ejemplo– un ataque a través del ciberespacio podría eventualmente ocasionar la pérdida de vidas humanas, como consecuencia del corte de electricidad en centros de salud.
Chile, a pesar de la distancia no está ajeno a estos acontecimientos. Por un lado, de manera más directa, los mercados ya están resintiendo la ofensiva rusa y el precio del petróleo sube aún más. Esto se podría replicar en otras materias primas agrícolas de las cuales Ucrania es un gran exportador.
Por otra parte, de forma indirecta, el debilitamiento del sistema internacional y las instituciones llamadas a defenderlo, no son una buena noticia para un país como Chile, pues descansa en la estabilidad de sus reglas y en los mecanismos de seguridad para proteger sus intereses.
Ahora, queda seguir la evolución de los acontecimientos y verificar cuán lejos pretende llegar Putin y cuánto compromiso habrá de las potencias occidentales. (RUSIA, UCRANIA Y LA DOCTRINA GERASIMOV por Marcelo Masalleras, Investigador AthenaLab)