Tras dos convulsionados años de restricciones sanitarias una nueva crisis se avecina a nivel mundial. En esta oportunidad su origen se debe al conflicto entre Rusia y Ucrania, dos gigantes productores y exportadores de alimentos, fertilizantes y energía a escala global.
Convengamos que el COVID-19 puso al desnudo una serie de problemáticas internas en países que, supuestamente, presentaban condiciones de vida y desarrollo robustas; sin embargo frente a ellos se asoma una crisis alimentaria y energética que, más temprano que tarde, los golpeará aun cuando el conflicto llegue a su fin, un escenario muy poco probable a corto plazo.
Frente a este nuevo entorno varios organismos internacionales han comenzado a encender las alarmas de preocupación, procurando incentivar a las administraciones para que inicien un proceso de previsión ante la posible escasez de alimentos, falta de fertilizantes para la agricultura, además de anticiparse a un horizonte de fuerte escalada inflacionaria que impactará la economías locales y, principalmente, las “canastas básicas” en países que poseen este tipo de medidas económicas.
Entre los más afectados se encuentra, nuevamente, el continente africano. Una región muy dependiente de Rusia. Reconocidas autoridades, como el Presidente de la Unión Europea, en su reciente visita a Chile, mencionó que dentro de las políticas comunes para la UE se ha resuelto eliminar cuotas de importación para productos agrícolas y así enfrentar una serie de problemas que, probablemente, se generarán a corto plazo tanto en países pobres como en desarrollados.
El grado de dependencia de los mercados de alimentos y fertilizantes rusos es, junto al norteamericano, consecuencia de la Guerra Fría. En dicho período ambos se posicionaron como los grandes proveedores del mundo bipolar. Por la parte rusa, su participación se ha consolidado hasta alcanzar gran influencia en África, un entorno que se ha potenciado gracias a sus recursos energéticos. En efecto, el gas es exportado, mayoritariamente, a Europa, lo que agrega otro guarismo a una ecuación alimentaria que no encuentra la clave para una solución en corto plazo.
El CIEE, entendiendo que la crisis alimentaria y energética enunciada, así como sus efectos residuales pueden afectar gravemente a la región latinoamericana o bien identificar reales oportunidades, considera relevante propiciar una reflexión sobre esta materia y así contribuir en la elaboración de posibles escenarios políticos, económicos y sociales que se aproximan. Con este propósito se ha recurrido a especialistas internacionales quienes ya han formulado sus respectivos postulados y que han sido publicados en diferentes medios de difusión. CIEE-ANEPE
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