Fallecimiento del distinguido socio de UNOFAR V Don Luis Arturo Ayala Arce (QEPD)
Don Raúl Ayala Arce murió hace pocos días y sus restos descansan en nuestra capital. Sólo cabe agradecerle y rendirle un póstumo homenaje a través de estas líneas por su dedicación al estudios, la fineza de su trato y su permanente y fundamentada defensa de nuestros derechos patrimoniales. Sin duda alguna, él constituye uno de esos tantos héroes antárticos que el Bicentenario pasó sin recordar, y que sin los cuales nuestra presencia en esas lejanas latitudes habría sido difícil, sino imposible. Sus funerales se efectuaron en Santiago el lunes 6 de Diciembre.
Luis Arturo Ayala Arce.
Este distinguido oficial de Ejército nació en 1914, siendo su padre don Arturo Ayala Zúñiga y su madre doña Blanca María Arce; fue ingeniero militar geodesta y tuvo un destacadísimo desempeño profesional, sirviendo largos años en el Instituto Geográfico Militar y en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.
A principios de enero de 1947, el gobierno de Gabriel González Videla en conocimiento de las abiertas pretensiones extranjeras sobre nuestros territorios australes, había decidido ¾no obstante todas las limitaciones económicas del momento¾ enviar la primera expedición oficial al Territorio Antártico Chileno y establecer la primera base permanente en la Antártica, a la cual se le denominó Soberanía y que quedó a cargo de la Armada de Chile, siendo su primer comandante el Teniente 1º de esa Institución don Boris Kopaitic O’Neill.
El entonces capitán Arturo Ayala integró dicha primera expedición, junto a otros miembros del Instituto Geográfico Militar (IGM): el mayor Pablo Ihl, el capitán Próspero Madrid y otros científicos como el geólogo Eusebio Flores y el glaciólogo Humberto Barrera, y cuya misión incluía efectuar estudios cartográficos de esa región y otros previos a lo que pronto sería la presencia permanente del Ejército en esas latitudes.
La sensibilidad del joven capitán se revela en sus escritos al describir el zarpe de la expedición desde el muelle de Punta Arenas, el miércoles 5 de febrero de 1947:
“El Himno Patrio fue entonado por todos, siendo también coreado por nosotros que nos encontrábamos en cubierta. Éste, ha sido el momento más emocionante. A medida que nos alejábamos las notas de nuestro Himno Patrio se iban, poco a poco, perdiendo. Los últimos “vivas” a la Patria y los pitazos de los buques surtos en la bahía, sellaron con su eco, sus últimas estrofas.”
La misión que llevaba el capitán Ayala no se limitaba a integrar la expedición, sino que junto a otros miembros del Ejército debía realizar la Primera Exploración Terrestre en la Antártica. Se tenía claro que los chilenos no sólo deberían tener presencia permanente en ese lejano territorio nacional, sino que también alcanzar ¾algún día¾ el Polo Sur, de ahí que todo el accionar del Ejército fuese orientado a esos objetivos. En tal contexto, durante ese año 1947, se planificó adquirir experiencias para efectuar expediciones en climas extremos, ya que el año siguiente se iniciaría la presencia permanente en el continente antártico propiamente tal y no sólo en su periferia.
En cuanto a los medios que contaron estos primeros expedicionarios antárticos chilenos puede decirse, con propiedad, que no eran muchos: el mismo uniforme de esquí que usaban en esa época las tropas de montaña, unas carpas arrendadas, una cocinilla Primus y unas cuantas ollas de aluminio. Con estoica resignación, Ayala relata en su obra: “en cuanto al calzado, éste se hizo escaso. Por lo cual, sólo nos conseguimos un par para el señor Eusebio Flores, el resto, como tenían zapatos de esquís, debía usar sólo ese tipo.” (jueves 13 de febrero 1947)
Y respecto a las dificultades de todo orden que debieron enfrentar y vencer, cabe recordar las palabras del entonces comandante de la fragata Iquique, don Ernesto González Navarrete, resumiendo exacta y adecuadamente el espíritu que animaba a esos primeros expedicionarios antárticos militares: “efectuaron valiosos trabajos técnicos profesionales y de exploración en terreno antártico, acampando en tierras heladas por más de una semana, sin más aporte que su entereza personal y sin otra divisa que la de agregar un galardón más a la noble institución a que pertenecen”. (25 febrero 1947).
Por su parte, el mayor Pablo Ihl ¾ el oficial de Ejército de mayor graduación¾ deja testimonio escrito que en esas durísimas y difíciles circunstancias, el comportamiento de Ayala “tanto en lo militar y en lo humano, fue intachable”. Afortunadamente, el capitán Ayala escribió un completo Diario de Campaña de esa primera expedición y que entregó a sus superiores, documento que constituye uno de los testimonios más auténticos e interesantes que existen de esa misión y de ese momento histórico en particular.
Cinco décadas después, su autor tuvo la gentileza y generosidad de entregarnos personalmente el escrito original de dicho Diario, y de esta manera pudo verlo publicado, ya que como investigadores de la historia antártica, habíamos decidido editarlo en forma conjunta con el Diario personal del entonces teniente 1º de la Armada don Boris Kopaitic O’Neill, quien fue el primer comandante de la recién fundada Base Soberanía. Así, en una ceremonia efectuada en Reñaca una soleada mañana de agosto del año 2007, un maduro pero aún dinámico Arturo Ayala recibió un justo homenaje que le rindieran distintas instituciones vinculadas con nuestro Territorio Antártico, y la oportunidad de estrechar la mano de la viuda de Kopaitic, doña Ruby Williams.
El Diario de Campaña detalla con precisión y exactitud las limitaciones que tuvo esa primera exploración antártica, así como las enormes dificultades que debieron afrontar y las experiencias antárticas adquiridas por este grupo de chilenos, entre los que se contaba también el escritor y futuro diplomático don Miguel Serrano. Asimismo, tal como ha sido explícitamente reconocido años más tarde, este relato y los Informes derivados de esta primera expedición terrestre constituyeron una de las bases técnicas más sólidas y relevantes que han contribuido al éxito de las expediciones, asentamiento y exploraciones posteriores.
Más tarde, en la década de los 1950s., se le encomendaron al capitán Ayala diversas y delicadas misiones vinculadas a cuestiones limítrofes pendientes con las repúblicas de Bolivia y Argentina y en cuyo desempeño, como señala el entonces Teniente Coronel Óscar Avendaño, “su cultura, preocupación técnica y profesional” quedó de manifiesto en los completísimos trabajos presentados, siendo así reconocidos por diplomáticos de esas naciones vecinas. Además, durante esta década, efectuó diversas expediciones a Tierra del Fuego y otros sectores de nuestro territorio, trabajos todos de tal calidad profesional que la Universidad de Padua le otorgó, en 1957, una medalla de plata.
Y dice de él en esa época el presidente de la Comisión Chilena de Límites, don Gregorio Rodríguez Tascón: “su excelente criterio y larga experiencia en materia de límites han hecho de él un colaborador de extraordinaria eficiencia no sólo dentro de la Comisión, sino para el Ministerio de Relaciones Exteriores”.
Con el correr de los años, le fueron encomendadas labores de enorme importancia para el país. Una de éstas fue el proceso arbitral de Palena, donde la “solidez de su conocimiento, su capacidad de trabajo, la honradez y la escrupulosidad” fueron su sello identificatorio. Su decidida y fundamentada defensa de los derechos chilenos lo hacen merecedor de toda nuestra gratitud.
Sin embargo, don Raúl Ayala nunca olvidó la tarea que había iniciado en la Antártica y es así como a fines de 1960 elaboró una serie de directivas para los diplomáticos chilenos que viajaban a la Antártica “conservando nítidas las experiencias antárticas adquiridas hace 14 años”, como señala el presidente de la Comisión de Límites de Chile.
En 1962, y con el grado de teniente coronel, se retiró voluntariamente del Ejército; y la Cancillería, reconociendo la alta calidad de sus servicios, le pidió que siguiera colaborando en la Dirección de Fronteras y Límites donde, entre otros muchos temas, le tocó encargarse de la delicada situación internacional creada por el Río Lauca.
Don Raúl Ayala Arce murió hace pocos días y sus restos descansan en nuestra capital. Sólo cabe agradecerle y rendirle un póstumo homenaje a través de estas líneas por su dedicación al estudios, la fineza de su trato y su permanente y fundamentada defensa de nuestros derechos patrimoniales. Sin duda alguna, él constituye uno de esos tantos héroes antárticos que el Bicentenario pasó sin recordar, y que sin los cuales nuestra presencia en esas lejanas latitudes habría sido difícil, sino imposible.
Consuelo León Woppke
Fundación Valle Hermoso