“JARDÍN DE LA RESISTENCIA”
El Mercurio, Editorial, 26/12/2022
Controversia se ha generado por la decisión de Metro de Santiago de reabrir el acceso principal de la estación Baquedano. Y aunque es una demanda sentida por la mayoría de los usuarios, ha provocado la indignación de las organizaciones simpatizantes del llamado “Jardín de la resistencia”, ubicado en la plaza hundida.
La denominación apunta a los murales y manifestaciones que están plasmados en la que era la entrada principal de esa estación, y que cerró tras el estallido de 2019.
Los grupos que se instalaron en la zona no quieren que se reabra el acceso, ya que señalan que terminaría con su “intervención”. Pese a que han sido invitados por la empresa y por la delegación presidencial a ser parte de las conversaciones, la mayoría se han abstenido de ir: a estos supuestos movimientos populares, poco les importan los problemas que el cierre de esa entrada causa a los miles de trabajadores que cada día deben utilizar dicha estación.
Es común que en el mundo se debata sobre la conservación de ciertos espacios o edificaciones que rememoren algún hecho históricamente significativo. Así, por ejemplo, pese al trauma que significó el muro de Berlín, parte de él se ha conservado.
Incluso, los campos de concentración europeos que avergüenzan al mundo también han sido objeto de resguardo patrimonial, en homenaje a las víctimas y como testimonio de la opresión totalitaria.
La pregunta que ahora cabe es si el caos y la violencia del 18 de octubre y los días posteriores ameritan una conmemoración.
No puede olvidarse que en los meses finales de 2019 una parte del mundo intelectual, académico y cultural empatizó y hasta exaltó la destrucción de nuestras ciudades, como supuesto preludio de un nuevo tiempo.
Emblema de aquello fue la declaración de rechazo del GAM cuando un grupo de ciudadanos optó por borrar los grafitis que circundaban el centro cultural, plagados de frases instigadoras de la violencia.
La barbarie no debe ser objeto de exaltación ni homenaje; sí un motivo de reflexión
Esa pulsión “octubrista” —como se la ha denominado— ha venido afortunadamente desapareciendo y hoy es claro que una amplia mayoría ciudadana la rechaza.
No es posible, en efecto, olvidar que se quemaron iglesias, museos, edificios históricos y emprendimientos, y que aquello fue el inicio de una degradación urbana cuyas consecuencias se siguen sufriendo.
La barbarie no debe ser objeto de exaltación y el llamado “Jardín de la resistencia” no hace más que traer los peores recuerdos de un momento oscuro.
Debe ser valorado el paso de Metro por dejar atrás el lunar que implica un verdadero basural en la entrada de una de las estaciones más importantes de la red.
Y frente a la petición de algunas colectividades de poner una placa conmemorativa, no debe ser necesariamente desechada, en la medida en que sus términos, lejos de cualquier afán celebratorio, permitan recordar que hubo un día en el que la delincuencia y la violencia intentaron alterar el tránsito democrático del país.
Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
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