LAS OPINIONES DE ESTA COLUMNA DE OPINIÓN SON DE RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO REFLEJAN NECESARIAMENTE EL PENSAMIENTO DE UNOFAR
Nuestra participación de hace 40 años no fue para oponernos a un determinado sistema político, o apoyar a otro de signo distinto, sino por algo mucho más importante que eso, de muchísimo más valor: luchamos por la libertad de Chile. Identificar la actuación de las Fuerzas Armadas solo como la oposición al marxismo que se nos pretendía imponer es una interpretación equívoca y muy mezquina.
Once de Septiembre de 2013.
A. Rosas M.
Han pasado ya 40 años. Y estamos, como todos estos años, junto a quien nos lideró en la acción que salvó a la Patria del incierto destino en que han vivido todos los pueblos a los que se impuso la Utopía fracasada de una sociedad sin libertad, sin esperanza. El Almirante Merino tuvo clara conciencia de esto y, nos consta, su participación no fue fruto de una espontánea reacción. Su profunda convicción de servicio a la sociedad, de falta de ambición o interés político fueron motivo, sin duda, de una muy madurada y difícil decisión.
Refiriéndose a la actuación de las Fuerzas Armadas y Carabineros alguien habló de NUNCA MÁS, con un sesgo más parecido a un reproche de lo que hicimos que con un sincero deseo de que nunca más tuviéramos que enfrentarnos al dilema de hace 40 años. Quisiera pensar que lo hizo con honesta ingenuidad, pues bien se sabe que lo que ocurra en una comunidad dividida por antagonismos infranqueables es, por decir lo menos, poco predecible. De allí, precisamente, el interés del Gobierno de las Fuerzas Armadas de consolidar una sociedad respetuosa de las Instituciones, con una conducta cívica y valórica fundada en el respeto mutuo, la tolerancia y el irrestricto apoyo a las normas vigentes en las democracias funcionales. Que no haya un OTRA VEZ es responsabilidad de todos, no solo de nosotros, pues la Patria debe esperar siempre que acudamos a su llamado en circunstancias como las que nos tocó vivir el 11 de Septiembre de 1973. No olvidemos nunca como fue y lo que fue. Sabemos la verdad de lo ocurrido, que poco tiene que ver con la odiosa relación de hechos que se nos trata de imponer como verdad histórica. La falta de ecuanimidad con que se trata este período de nuestra historia es vergonzosa.
¿Era tan bueno el gobierno que dejamos atrás en septiembre de 1973? ¿Es tan mala la sociedad que heredamos de esta intervención? Se oculta sin vergüenza la cotidianidad de odio y desastre económico de la Unidad Popular. Con la misma ceguera se desconoce la falta de liderazgo político que debió haber actuado para evitar la intervención militar. De nada de eso se habla. Solo se muestra lo malo, magnificado hasta la histeria. Y nada se dice de la mesura con que se manejó un conflicto en la frontera norte entre 1973 y 1975 ni del sacrificio y disposición con que se enfrentó el diferendo del Beagle con Argentina. Nunca buscamos, por cierto, el aplauso de nadie, pero al menos se espera un juicio claro y la generosidad de entender en toda su compleja dimensión la participación de las Fuerzas Armadas en el período de convulsión política antes de 1973, y la lenta recuperación de la estructura institucional del país y de la economía en los años siguientes. Si hasta el mismo Presidente de la República expresa que hubo cómplices pasivos en los años de gobierno militar, refiriéndose así peyorativa e inmerecidamente a muchos distinguidos profesionales, que contribuyeron con sus ideas y trabajo a recuperar la sociedad chilena.
Sabemos que pensar es un oficio complejo y solitario. Y la sociedad actual ha casi perdido la capacidad de pensar, de razonar con mesura y objetividad. Cada día somos invadidos por el minimalismo de las expresiones de las redes sociales, por la participación activa de un periodismo ideológicamente comprometido, y por la judicialización paralizante en casi todas las actividades de la sociedad. Si a ello sumamos la mediocridad y oportunismo de los actores políticos, constatamos que son otros los que dirigen la corriente de opinión colectiva, y que hemos dejado en otras manos el rol insustituible de pensar y resolver por nosotros mismos. Los que son incapaces de pensar por si mismos, actúan casi siempre mal, sin considerar las consecuencias de sus pensamientos o sus actos.
Nuestra participación de hace 40 años no fue para oponernos a un determinado sistema político, o apoyar a otro de signo distinto, sino por algo mucho más importante que eso, de muchísimo más valor: luchamos por la libertad de Chile. Identificar la actuación de las Fuerzas Armadas solo como la oposición al marxismo que se nos pretendía imponer es una interpretación equívoca y muy mezquina. El único propósito y compromiso fue asegurar la funcionalidad democrática y la libertad civil que la hace posible. Prueba de ello es el diseño y cumplimiento de un itinerario político de entrega del gobierno, lo que demuestra que el Gobierno Militar nunca pretendió ser una opción de poder permanente.
El Historiador Sergio Villalobos, Premio Nacional de Historia el año 1992, en una reciente publicación escribió: La Nación vivía una situación angustiosa y la gran mayoría deseaba que se pusiese término a ese estado de cosas. El movimiento armado del día 11, fuera de las motivaciones propias, obedeció al clamor nacional.
Ante tanta distorsión, destemplanza y ausencia de generosidad para entender con justicia todo lo ocurrido, no cabe mejor actitud que el silencio digno de quienes tenemos la estura moral a que nos dan derecho los largos y desconocidos años de servicio a la Patria. Los invito a no olvidar nuestras vivencias, a no perder nunca el orgullo de haber hecho lo que hicimos, y a seguir creyendo sin reservas en el Chile que imaginamos y que hicimos realidad. Sin esperanza no hay futuro, y tengo la esperanza que todavía hay muchos hombres y mujeres de bien que piensan como pensamos nosotros. Y la esperanza que vendrán líderes honestos, capaces de situar en su justa perspectiva lo que ocurrió en ese pasado, cuyo peso y vigencia en el presente se maneja de manera oportunista y desmedida.
Viva Chile.