EL DILEMA QUE NUNCA EXISTIÓ, por Humberto Julio Reyes
Posiblemente usted, estimado lector, leyó el artículo que titulé “Un falso dilema”, donde comenté la aparente indecisión de nuestra Cancillería para resolver el apoyo a un distinguido jurista chileno a la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
Si no lo hizo, resumo ahora mi planteamiento, motivado por un artículo publicado en un medio donde se expresaba que la razón de dicha indecisión era un dilema, ya que existiría otra candidatura que había que postular, aunque se trataba de la Comisión de Derechos Humanos.
Opiné desde el significado de la palabra “dilema” y desde el punto de vista del interés nacional que dicho dilema no existía ya que estaba claro que debía priorizarse la candidatura a la Corte Internacional de Justicia.
Naturalmente que estaba pensando en el “deber ser” que no siempre coincide con lo que se es, especialmente cuando el concepto de Patria no parece inspirar los actos.
No terminaba de despachar mi columna cuando el noticiario de la noche nos informaba que la Cancillería había comunicado que no la respaldaría, priorizando la postulación a la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
¿Sorpresa?
Depende; quizás lo haya sido para aquellas personalidades que públicamente apoyaron al rechazado eventual postulante o para él mismo, dada su prestigiosa trayectoria defendiendo exitosamente el interés nacional en diversos litigios vecinales.
Pero, para quienes como yo apreciábamos que las autoridades responsables de conducir y ejecutar nuestra Política Exterior, dada su formación o ausencia de ella, en sus diversas manifestaciones parecen priorizar otros aspectos de las relaciones internacionales, no lo fue en absoluto. Era previsible.
Entre contar con un asiento en uno de tantos consejos del sistema internacional desde donde se les dice a los diferentes gobiernos cómo deben comportarse y la oportunidad de participar en una Corte cuyos fallos obligan y que pueden afectar el interés nacional, como ya nos ha ocurrido, lo primero sería más importante.
La Cancillería ha dado sus razones que me abstengo de criticar porque ya lo han hecho algunos de los promotores de la candidatura desechada.
Me referiré a lo que no han dicho y que puede parecer algo especulativo pero que es consecuencia de lo ya resuelto.
En primer lugar, el candidato argentino al mismo cargo en la Corte ya no competirá en desventaja con el que podría haber sido nuestro candidato y en segundo lugar habrá, me imagino, más de algún interesado en ocupar el cómodo asiento en la Comisión de Derechos Humanos para promover su respeto urbi et orbi y de paso seguir promoviendo su propia carrera en ese campo siempre fértil.
Agrego que la Cancillería Argentina quizás complacida acuerde algún apoyo si es que existiera un compromiso previo.
¿Y el interés nacional? Bien, gracias.
31 de jul. de 22
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