“…la institución ha cumplido su cometido con eficiencia, exhibiendo durante más de dos siglos una trayectoria que ha contribuido -junto a las otras instituciones armadas- a la conservación de un estado de paz, que por su continuo goce, a veces no es suficientemente valorado…”.
Humberto Oviedo Arriagada General de Ejército Comandante en Jefe
Opinión
El Mercurio
“…la institución ha cumplido su cometido con eficiencia, exhibiendo durante más de dos siglos una trayectoria que ha contribuido -junto a las otras instituciones armadas- a la conservación de un estado de paz, que por su continuo goce, a veces no es suficientemente valorado…”.
Más de cien años han transcurrido desde aquel 28 de enero de 1915 en que, bajo la Presidencia de don Ramón Barros Luco, se fijara por ley el 19 de septiembre como el “Día de todas las glorias del Ejército”.
La inspiración de este genuino gesto de reconocimiento republicano a una institución permanente del Estado alcanza a todos los chilenos -profesionales o movilizados- que han defendido a la nación frente a las amenazas que se le han presentado, desde los inicios de su vida independiente, recordando su decisión y valentía al momento de proteger, incluso con su vida, al país y a sus habitantes.
Cuesta atribuir a la casualidad o a una coincidencia el que prácticamente la totalidad de los países del mundo tengan ejércitos. Pareciera entonces que su existencia obedece a esa necesidad irrenunciable que, efectivamente, tiene toda sociedad organizada de contar con un estamento profesional que garantice y preserve la paz.
Abundante literatura hace referencia a lo consustancial que resulta la presencia de organizaciones de esta naturaleza en la vida de los pueblos. No en vano, una buena parte de la historia ha sido narrada usando como referente a los ejércitos, sus batallas, características, movimientos y su influencia social. A su vez, es fácil constatar que han sido relevantes eventos históricos los que han marcado su evolución; sin ir más lejos, la propia Revolución Francesa imprimió, desde fines del siglo XVIII, un nuevo rumbo a la disposición militar de los pueblos, influyendo sustantivamente en su diseño y funcionamiento.
Si bien los orígenes del Ejército nos retrotraen al año 1603, siendo entonces gobernador de Chile don Alonso de Ribera, el acto formal que representa la génesis republicana de nuestra institución se remonta al decreto del 2 de diciembre de 1810, que da vida a las primeras unidades militares del nuevo orden. No obstante, debemos reconocer que su verdadero fundador fue Bernardo O’Higgins, lo que resulta evidente al leer un párrafo de su Manifiesto del Capitán General de Ejército a los pueblos que dirige: “Conociendo que sin fuerza armada el Estado queda expuesto al encono de España o a las aspiraciones de un aventurero, fue mi primera atención establecer una Academia Militar donde por primera vez recibió la juventud de Chile esta clase de educación”, haciendo referencia a nuestra Escuela Militar, que a su denominación agrega con justicia el nombre del padre de la patria.
La conformación del Ejército en nuestro país nace como respuesta a los acontecimientos mundiales que contextualizan la emergencia de Chile como Estado-Nación, disponiendo así de una fuerza entrenada y preparada para no improvisar ante las recurrentes amenazas de agresión armada que caracterizaron al siglo XIX.
Nos asiste la convicción de que la institución ha cumplido su cometido con eficiencia, exhibiendo durante más de dos siglos una trayectoria que ha contribuido -junto a las otras instituciones armadas- a la conservación de un estado de paz, que por su continuo goce, a veces no es suficientemente valorado. Para conseguir este propósito, el Estado de Chile exige a los hombres y mujeres que integran su fuerza militar un carácter altamente profesional y marcadamente vocacional, como condiciones que garanticen su compromiso de entrega sin límites hacia la Patria.
El Ejército de Chile, en el día en que la ciudadanía honra a sus glorias, agradece sus muestras de adhesión y afecto, que no hacen sino comprometernos aún más para continuar cumpliendo nuestro rol como tributarios de la política exterior o como un medio imprescindible de apoyo a nuestros compatriotas, cada vez que se ven afectados por los embates de una geografía que es tan pródiga en la belleza de su paisaje como desafiante en el impacto de sus fenómenos.
Chile puede sentirse seguro con su Ejército, fuente de preservación de la paz, que es una condición indispensable para su desarrollo.