EROSIÓN DE LA FIGURA PRESIDENCIAL
El Mercurio, Editorial, 21/08/2022
En medio de una profunda crisis económica y de seguridad, el país afronta los últimos días de la campaña electoral en un clima altamente polarizado, lleno de descalificaciones, muy lejos de la promesa de que el nuevo texto lograría unir a los chilenos.
Si bien el resultado del plebiscito sigue abierto, todas las encuestas muestran una diferencia significativa en favor de la opción Rechazo, algo que parecía inconcebible cuando se instaló la Convención, hace poco más de un año.
Salvo un reducido grupo, ni siquiera quienes están por el Apruebo muestran demasiado entusiasmo con el texto; de ahí que sean partidarios de hacerle múltiples reformas.
Y es que a estas alturas es inocultable que el proyecto que se propone supone un quiebre con nuestras mejores tradiciones democráticas, no ofrece un camino que fortalezca la convivencia, nos lleva en una dirección opuesta al desarrollo y da cuenta de una desprolijidad impropia de una Carta Fundamental.
A ello se suma un “intervencionismo sin precedentes” del Gobierno —como sostiene hoy Belisario Velasco en Reportajes—, al menos en las últimas décadas, que tiene al Presidente de la República, Gabriel Boric, como el líder del Apruebo.
Sus recientes giras por el país son una buena muestra del grado a que ha llegado su intervención electoral: en estudiadas puestas en escena, es recibido por adherentes con banderas y gritos, en eventos que se asemejan más a actos de campaña que a actividades de un gobierno en funciones.
De nada han servido las denuncias, las investigaciones administrativas y los llamados de atención de la Contraloría para contener el actuar del Gobierno, cuya agenda parece girar en torno a una de las opciones del plebiscito. Con ello no solo se apuesta por la polarización, sino que se genera un daño a la institución presidencial, cuyo alcance es difícil de dimensionar todavía.
Además, contribuye a la deslegitimación de sus ministros políticos más cercanos, como de hecho están evidenciando distintas encuestas.
En estudiadas puestas en escena, es recibido por adherentes con banderas y gritos, en eventos que se asemejan más a actos de campaña que a actividades de un gobierno en funciones. Cualquiera sea el resultado del plebiscito, el país necesita un Presidente de la República que sea capaz de representar a todos los chilenos. |
En estas semanas de campaña parece haber resurgido la peor versión de Gabriel Boric, muy distinta de aquella figura capaz de llegar a un acuerdo que encauzara institucionalmente la crisis social, o de quien adoptó una posición más moderada en la segunda vuelta presidencial.
Su conducta se asemeja ahora más a la de aquel diputado que fue partidario de tensionar al máximo la institucionalidad para lograr réditos políticos: cuando buscó en distintas oportunidades la destitución del entonces Presidente Piñera, valiéndose de infundadas acusaciones constitucionales; cuando procuró por distintos medios deslegitimar y debilitar a las autoridades y a las policías que tenían la obligación de garantizar el orden público; la que impulsó los retiros de las AFP que han contribuido a desestabilizar la economía y, en fin, la que no dudó en politizar la lucha contra la pandemia.
Su frase de enero de 2020, dos meses después de firmado el acuerdo por una nueva Constitución, en orden a que “tiene que haber una reflexión sobre si es sostenible continuar un mandato de dos años (el de Piñera) con este nivel de desaprobación”, muestra una de esas peores caras de la política.
Cualquiera sea el resultado del plebiscito, el país necesita un Presidente de la República que sea capaz de representar a todos los chilenos. Una profunda rectificación en su actuar va en el interés no solo del bien común, sino de él mismo, pues después del plebiscito seguirá teniendo la responsabilidad de conducir un país, en un momento en que se requieren urgentemente acuerdos.
De promesa de campaña a lastre electoral. Sintomática del cambio de percepción en la opinión pública respecto del llamado “octubrismo”, es la negativa del oficialismo a someter a votación el proyecto de ley sobre amnistía a los llamados “presos del estallido”, quienes están imputados por graves hechos de violencia, y que era una promesa de campaña del Gobierno. La oposición intentó forzar esta semana su votación, consciente de que no están los apoyos para aprobarla, lo que habría hecho caer el proyecto e imposibilitado la presentación de una nueva moción similar por el plazo de un año.
El ministro Jackson señaló que no respaldaban la votación del proyecto en trámite, porque el Ejecutivo trabaja hace dos meses en una propuesta alternativa, que apuntaría a conseguir el mismo efecto práctico para sus beneficiarios, cuyos detalles los dará a conocer tan pronto esté terminado ese trabajo.
Con todo, los grupos de presión organizados en torno al tema y los familiares de los imputados se muestran inquietos con la dilación del Gobierno y están dispuestos a avanzar por la vía de indultos particulares a quienes ya puedan ser objeto de ellos. Pocos creen que el ministro vaya a explicitar su propuesta antes del plebiscito y menos que el Presidente vaya a conceder un indulto a algún condenado.
La violencia desplegada con motivo de la crisis del 2019 está lejos de concitar apoyo en el actual clima de inseguridad que afecta al país y con la perpetuación de los focos de violencia en el entorno de la emblemática plaza Baquedano.
Esta estrategia confirma la reconocida habilidad del Frente Amplio para las campañas políticas. La renuencia a dar a conocer su propuesta en favor de los imputados podría superarse en caso de ganar el Apruebo, o hacerse comprensiblemente inviable para los sectores más comprometidos con los imputados dentro del propio oficialismo, en caso de triunfar el Rechazo.
En cualquier escenario, será más fácil gestionar la espinuda promesa de campaña.
Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
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