PROTOCOLOS CUESTIONABLES
El Mercurio, Editorial, 25/08/2022
Entre las muchas consecuencias negativas que ha tenido la pandemia, resaltan las estrictas medidas de seguridad que prevalecen en los establecimientos de acogida para adultos mayores, afectando su sociabilidad y salud mental.
Si bien es un grupo etario que mostró porcentajes importantes de fallecimientos a causa del covid-19 en los inicios de su propagación, también presenta altos niveles de cobertura de la vacunación, lo que debiera traducirse en la flexibilización de ciertos protocolos que afectan severamente la normalidad de quienes, por su avanzada edad, residen en hogares especializados.
En paralelo al debate que algunas organizaciones sociales han iniciado debido a la insistencia de la autoridad por hacer obligatorio el uso de mascarillas por parte de los niños y jóvenes en los colegios, con el consiguiente impacto negativo en el desarrollo de habilidades sociales, comunicacionales y de aprendizaje, se han levantado voces para llamar la atención sobre las consecuencias que tiene la mantención de protocolos exigentes en los mayores, a quienes afectan severamente el aislamiento y las carencias afectivas debido a la ausencia de los contactos familiares.
Es necesario evaluar reglamentaciones que afectan duramente a un grupo etario en el cual la familia juega un papel esencial. |
Según la reglamentación de la autoridad sanitaria, cada residente de los Establecimientos de Larga Estadía para adultos mayores (Eleam) está autorizado para recibir visitas siempre que se mantenga al menos a un metro de distancia, evitando cualquier contacto físico.
La presencia constante de una persona encargada del recinto comprueba que se cumpla la normativa. También se prohíbe la recepción de artículos, alimentos o tocar algún objeto externo.
En caso de sospecha de contagio o contacto estrecho, se suspenden las visitas.
Sin embargo, estos estrictos protocolos parecen contradictorios con la autorización de salida que cada residente tiene, ocasión en que no se aplica ninguna de estas medidas, poniendo en duda la efectividad de los reglamentos.
Así como la autoridad fue cuestionada cuando se prohibía salir de sus casas a los mayores de 75 años con la intención discutible de proteger a los más vulnerables de posibles contagios, así también parece necesario evaluar aquellas reglamentaciones que afectan el normal desarrollo de un grupo etario en el cual la familia juega un papel esencial en su rol de acompañamiento, afectividad y socialización.
La evidencia internacional muestra que el apego a estrictas medidas de confinamiento o aislamiento no siempre consigue los mejores resultados en el combate de la propagación del virus.
Sí lo es en cambio, y Chile ha sido un ejemplo al respecto, la vacunación masiva con refuerzos periódicos. Es allí donde deben seguir poniéndose los esfuerzos.
Llama la atención que aquellos países que han terminado con la obligación del uso de la mascarilla, incluso en aviones, transporte público, colegios y lugares cerrados, no presenten índices muy diferentes de aquellos que mantienen las restricciones.
Todo indica que aún se está lejos de erradicar el covid-19 y que, como han declarado algunos científicos, se mantendrá presente en forma de endemia, lo que obliga a perseverar en la vigilancia, protegiendo a los grupos más vulnerables, pero evitando alterar su vida cotidiana y cuidando de no afectar su salud mental.
Políticas de cuidado personal y responsabilidad social pueden permitir convivir con este y otros virus de futura aparición, sin tener que afrontar las duras consecuencias que transversalmente tuvo la pandemia en la sociedad.
Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
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