DOÑA ISABEL, MADRE DE CHILE LIBRE Y SOBERANO. Por Mario Barrientos Ossa. (caballero O’higginiano), Vicepresidente Instituto O’higginiano de Rancagua. La Alameda de las Delicias (El Mercurio)
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Doña Isabel muere un 21 de abril del año 1839, causando a don Bernardo un inmenso pesar, que se refleja en su correspondencia. En carta dirigida a José Toribio Pequeño, su administrador de Montalbán, en parte le dice: “Fueron necesarios todos los auxilios de la religión para sufrir tan acerbo dolor
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La familia Riquelme de la Barrera era de viejo abolengo criollo, según nos relata Jaime Eyzaguirre en su celebrada y premiado obra “O´Higgins”1.
Nos dice que “por sus venas corría la sangre de Francisco Riquelme de la Barrera, que en las postrimerías del siglo XVI había formado con doña Leonor de Toledo un hogar digno y de arraigo en la villa de Chillán”.2
Don Simón Riquelme de la Barrera y Goyeneche había contraído nupcias con doña María Mercedes de Meza y Ulloa, de quien nació doña Isabel Riquelme de la Barrera y Meza, muriendo su madre poco después de haberla dado a luz.
Don Simón contrajo segundas nupcias con doña Manuela de Vargas, que presidía su hogar chillanejo y la hacienda Palpal, de propiedad de la familia, ubicada en las cercanías de Los Ángeles.
En esta última villa acampaba el Coronel don Ambrosio O´Higgins con su regimiento de Dragones, quien en algún momento del año 1777 visitó la dicha finca, encontrando una acogida muy afable y hospitalaria. Allí conoció a doña Isabel, entonces una adolescente, de pelo negro y ojos azules, de temperamento alegre, que ponía en la morada un toque de gracilidad.
Galván Moreno la retrata así: “Bella y casta, reina por sus encantos entre las niñas de Chillán. Es pequeña, ágil, esbelta, de tez blanca, cabello retinto y mejillas rosadas”.3
El cincuentón irlandés, en pleno proceso de ascenso en la vida militar y social del reino, se prendó de la muchacha, puso sitio a la plaza, comenzó a visitarla con frecuencia y previa una promesa de matrimonio, aceptada imprudentemente por doña Isabel, accedió a la intimidad de la doncella, trayendo al mundo el 20 de agosto del año 1778 a ese hombre providencial para Chile que fue don Bernardo O´Higgins Riquelme de la Barrera.
La promesa de matrimonio descansaba en que los servidores de la Corona tenían prohibición de casarse con criollas, y para hacerlo, requerían la dispensa previa del rey, por lo cual don Ambrosio pudo cumplir lo prometido, si hubiera tenido la real intención de hacerlo.
Mas, en brazos de su ambición y de las perspectivas de grandes ascensos que su visión privilegiada le permitía avizorar, se desentendió de su promesa, dejando a la madre deshonrada y a un hijo inocente nacido en tan difíciles circunstancias, atendidas las rigurosas normas que la sociedad de la época imponía.
Es útil recordar que doña Isabel tenía 18 años cuando conoció a don Ambrosio, y éste estaba en los 55, por lo cual se trataba de una pareja bastante inusual. La fe de bautismo de doña Isabel nos dice que recibió el sacramento con fecha 19 de agosto del año 1759, por lo cual, al nacimiento de don Bernardo, la joven madre acababa de cumplir radiantes 19 años.
Según nos relata Jaime Eyzaguirre, “hubo una pausa de vergüenza y desengaño, de profunda desolación y abandono”.4 Es de imaginar y compartir el dolor de la joven mujer al sentirse engañada, reducida a una triste condición social por ser madre soltera en la rígida sociedad de la época y la deshonra que acarreaba sobre su familia.
Para ocultar la vergüenza, el niño fue entregado a doña Juana Olate, vecina de Chillán, bajo promesa de silencio en cuanto a la identidad de la criatura, con lo cual se agregó a la madre, al dolor de su deshonra, el no poder tener a su hijo con ella.
Posteriormente, don Bernardo siguió sus estudios en Lima y Richmond, muy lejos de su progenitora. Pero, la vida sigue su curso, y es así como con fecha 1 de junio del año 1780, doña Isabel, próxima a cumplir 21 años, contrae matrimonio con un vecino de Chillán, don Félix Rodríguez Rojas, de quien nace su hija Rosa Rodríguez Riquelme, la hermana incondicional de don Bernardo, la que con el correr de los años se hizo llamar Rosa O´Higgins y lo acompañó en el destierro hasta su muerte.
El gracejo popular la bautizó “la General con polleras”, dado su firme carácter. Doña Isabel, luego de dos años de matrimonio, enviuda y vuelve a vivir en el hogar paternal. Durante su viudez, la soledad la agobia, era una joven y hermosa mujer, cede a la pasión y mantiene una relación íntima con don Manuel Ignacio Puga Figueroa, algo menor que ella, quien tenía fama de “hombre enamorado y galante”, de la cual nace en el año 1793, en Chillán, María de las Nieves Puga Riquelme.
Se repite el episodio de traer al mundo, esta vez a una hija, fuera del matrimonio. Madre e hijo se reencuentran luego de largos años de separación, cuando don Bernardo regresa a Chile desde Europa en el año 1802, época en que doña Isabel cumplía los 43 años de edad.
Recibida en el año 1804 la posesión material de la hacienda de San José de las Canteras, legado instaurado por don Ambrosio en favor de su hijo, se instalan en ella con Rosa y forman una familia unida y feliz, que disfruta los agrados de la vida campestre, así como de la abundancia propia de latifundistas.
El correr del tiempo la saca del paraíso, la guerra de independencia la obliga a dejar Las Canteras, la cual luego es talada por las fuerzas del rey, dejando destruido el patrimonio familiar. Durante un tiempo, ella y Rosa estuvieron en manos de las fuerzas reales, habiendo sido capturadas, siendo posteriormente rescatadas.
Luego de Rancagua, va al exilio en Mendoza, donde con su hija Rosa debe hacer manualidades para poder subsistir en tan azarosos días.
Durante el desempeño de don Bernardo como Director Supremo, vive con él y con su hija Rosa, siempre preocupada del bienestar de su hijo, quien debe sufrir las ingratitudes y ataques malsanos propios de tan elevada posición.
Posteriormente, habiendo abdicado don Bernardo, ese aciago 28 de enero del año 1823, lo sigue al exilio en Perú, donde son acogidos de modo magnánimo y generoso, recibiendo nuestro prócer del gobierno peruano las propiedades de Montalbán y Cuiabá, a cuyo cultivo y comercio del azúcar y del ron dedica su vida, sin desentenderse de los sucesos de Chile, que siempre está en su patriótico corazón.
Es notable destacar el entrañable amor que don Bernardo sintió por su madre.
El General don Luis de la Cruz, quien lo conoció de cerca, pues fue su ayudante, en carta de 7 de julio del año 1853, dirigida al historiador don Miguel Luis Amunátegui a su solicitud, pues preparaba su obra “La Dictadura de O´Higgins”, le dijo: “A su madre la idolatraba y respetaba como no he conocido a otro a su edad.”
Doña Isabel muere un 21 de abril del año 1839, causando a don Bernardo un inmenso pesar, que se refleja en su correspondencia. En carta dirigida a José Toribio Pequeño, su administrador de Montalbán, en parte le dice: “Fueron necesarios todos los auxilios de la religión para sufrir tan acerbo dolor”.5
Doña Isabel, al haber dado a luz a nuestro Padre de la Patria, quien dio a Chile un rumbo enteramente nuevo en los azarosos días en que debió vivir y participar en el proceso de independencia, la proclamamos como la madre virtual de Chile libre e independiente.
De su vientre bendito vino al mundo quien proclamó nuestra independencia, dictó las primeras constituciones en forma, en los años 1818 y 1822, dio forma a la república y nos proporcionó honor y gloria.
Fue una madre patriota, entregada en cuerpo y alma a la lucha por convertir a “la cenicienta de las colonias españolas”, como se le llamaba a Chile, en una república independiente, dueña de su destino, a la par de sus congéneres del orbe. Su vida no fue fácil, debió soportar muchas amarguras, desencantos y desilusiones, pero nunca cejó en su afán de cooperar con la grandeza de Chile y en servir a su hijo en sus delicadas tareas.
1 “O´Higgins”, Jaime Eyzaguirre, 11ª. edición, 1995, Empresa Editora Zigzag, Santiago de Chile.
2 Op.cit., pág.15.
3 “El Libertador de Chile O´Higgins. El gran amigo de San Martín”, C. Galván Moreno, Editorial Claridad, 1942, Buenos Aires, pág.22
4 Op.cit
5 “El Pensamiento de O´Higgins”, Luis Valencia Avaria, Editorial del Pacífico S.A., 1974, Santiago de Chile, pág.5.
Recuerdo de la Alameda de las Delicias.
Fuente: El Mercurio 04.08.2021 (Un aporte de nuestro Director Raúl Godoy C.)