Columna de Opinión

AMERICA LATINA 2014: La Guerra que ya no podemos evitar y Circular Informativa ONG JURE Nº 0410

Hoy la única forma de asegurar en el siglo 21 nuestra libertad, la paz regional y el equilibrio estratégico entre naciones es comprender – con sincera responsabilidad – que la seguridad y la efectiva defensa de nuestros países es un deber supremo del gobierno y la prioridad número uno de los políticos hacia los pueblos que los eligieron.

 

Sin riesgo de equivocarnos podríamos decir que a partir del año 400 D.C. la forma tradicional de hacer la guerra en nuestro planeta se centraba en largas, costosas y aburridísimas campañas de acoso a fortalezas y castillos. Hasta esa fecha — y durante casi dos milenios — las estrategias de lucha no habían cambiando mucho y las técnicas de empleo en combate se mantenían sin notorias alteraciones. A diferencia de lo que Hollywood nos muestra hoy en sus películas los asedios a ciudades y castillos duraban en promedio entre 3 y 7 años, producían no más de 100 bajas por bando (entre muertos y heridos) y generalmente finalizaban con un civilizado acuerdo económico entre sitiadores y sitiados.

 

Es precisamente la llegada de la Tecnología Militar, la influencia de los burócratas obsesionados con la adecuada organización y el debido financiamiento – y en general la aparición de una nueva forma corporativa y sistémica de ver el conflicto bélico – quienes crean las nuevas variables que ponen un violento fin a este romántico y poco eficiente estilo de hacer la guerra.

Durante los últimos 500 años, la humanidad ha experimentado 5 Revoluciones Tecnológicas de carácter militar que han cambiado radicalmente el curso de la historia del hombre. Cada una de estas revoluciones se ha gatillado a raíz de un descubrimiento técnico que al industrializarse – al caer en manos de reyes y empresarios – encontró un rápido uso en el mundo militar profesionalizando en el conflicto y haciendo más eficiente la lucha. Una verdadera mentalidad empresarial se apoderó de la guerra. Acto seguido, cada una de estas revoluciones dibujó de nuevo los mapas del mundo, convirtió a pequeños países en potencias económicas mundiales y rediseñó la política internacional con la cual se redistribuyeron en cada periodo los centros de poder en nuestro planeta. Los resultados directos de estas revoluciones tecnológicas modificaron profundamente la velocidad y la letalidad para hacer la guerra, otorgaron la capacidad a diminutos estados para imponer por la fuerza sus políticas sobre continentes completos y fueron claves para sustentar la sorprendente expansión de Europa y su particular estilo de hacer negocios en todo el planeta. Cada revolución tecnológica influyó directamente en el surgimiento y en la posterior caída de cinco de los seis más grandes y poderosos imperios del mundo.

En lo que respecta a nosotros y para desgracia de las repúblicas Latinoamericanas la historia ha demostrado, con irritante monotonía y exactitud, que el fenómeno de la guerra siempre ha encontrado a nuestros pueblos desinformados e indefensos ante las decisiones – muchas veces irresponsables – del gobierno de turno. No han sido pocas las ocasiones en las cuales los gobiernos latinoamericanos constituidos casi invariablemente por acomodados ciudadanos que jamás sirvieron un minuto a su patria en uniforme, sumieron a sus pueblos en la más obscura de las ignorancias únicamente porque no poseían preparación profesional alguna para enfrentar inteligentemente un conflicto bélico. Pánico, histeria, gritos y caos han sido escenas comunes al interior de nuestros palacios de gobierno. ¿La excusa más escuchada? Nadie estaba preparado para la crisis. Nadie la vio venir.

Cuando la guerra finalmente nos golpea con su lógica brutal y sencilla es tradicional en nuestra cultura ver a los políticos sudamericanos en completo desorden apuntándose pública y dramáticamente con dedos temblorosos y acusadores. Tonos discrepantes y declaraciones hostiles son seguidos por abrazos y promesas. Acto seguido y una vez que las agendas privadas de cada partido político han quedado satisfechas recién los congresistas consideran la posibilidad de tomar el fusil para salir a darle pelea al enemigo invasor.

El haber dejado primero muy en claro cual partido político fue responsable de la falta de preparación militar tiene una prioridad central en la mentalidad de nuestra clase dirigente. El hecho de emplear horas valiosas sin movilizar a nuestras fuerzas armadas frente a una inminente amenaza son solo “tecnicismos irrelevantes” si se comparan con el drama personal, la auto-percibida imagen del partido y el emocionado debate político de nuestros teatrales congresistas. En el apasionado mundo latino el orgullo ciego e irracional, las lealtades mal comprendidas y el honor infantil muchas veces están por encima de los valores cívicos y de las obligaciones constitucionales. Existen incontables ejemplos de líderes políticos latinoamericanos que al momento de enfrentar una guerra han llegado a ella sin conocimiento ni experiencia militar alguna, huérfanos de un equipo de asesores experimentados y en manifiesta incompetencia intelectual para dirigir a los ejércitos de la república.

Irónicamente ha sido la presencia de idénticos niveles de torpeza estratégica e ineptitud militar — en sus potenciales contrincantes — lo que ha impedido el dominio absoluto de una sola nación en América Latina. La ausencia de ejércitos verdaderamente modernos, entrenados con estándares profesionales y equipados con sistemas de armas de última generación han garantizado durante casi 200 años un equilibrio estratégico casi constante en la región. Hasta ahora.

Curiosamente la mayoría de los conflictos bélicos en nuestro continente han sido el resultado de intrigas extranjeras, invasiones norteamericanas y europeas o siniestras manipulaciones internacionales. De ello dieron fe las intervenciones militares norteamericanas del siglo 19 a México, Nicaragua, Cuba y Panamá. Mas tarde y quizás con la intención de profundizar un poco más en este punto, los Estados Unidos invadieron también Haití, la República Dominicana y nuevamente a México a principios del siglo 20. En todos y cada uno de estos lugares la bandera norteamericana permaneció flameando durante años. En algunos casos, durante décadas. A pesar de nuestra histórica ineptitud militar, de la evidente necesidad de un cambio y de un análisis profundo a este tema muchos de los proyectos relacionados a la adecuada modernización de las fuerzas armadas sudamericanas nunca logran evolucionar en algo más allá que el irrelevante foco de debate público del verano pasado. En el mundo latino el diseño de la adecuada defensa nacional genera discrepancias arabescas que siguen sin resolverse y que en términos concretos ni siquiera hoy se tocan con la necesaria responsabilidad o visión estratégica.

Guerras a gran escala, desarrollo tecnológico y negocios corporativos han ido siempre de la mano. Contrario a las fabulas y argumentos irresponsables que circulan en la región – y que abogan por la reducción extrema de los ejércitos profesionales – las guerras generalmente dejan a un bando vencedor y en condiciones de florecer económicamente y al otro en bancarrota. Quizás ya es hora de que alguien en esta región del mundo se informe, diga basta y que los latinos empecemos realmente a entender cómo funciona esta cada día más frecuente forma de conflicto internacional. Créanme que no exagero cuando digo que es sencillamente imperativo evaluar de forma profesional, sin pasiones y con visión estratégica la posibilidad de que podamos – por primera vez en nuestra historia – quedar bien parados cuando este fenómeno social llamado guerra visite de nuevo nuestra región.

Uno de los primeros pasos para revertir esta tendencia es acercarnos a la tecnología, modernizar radicalmente nuestras instituciones armadas, incrementar el nivel intelectual de los centros y agencias de inteligencia y análisis de riesgo y desarrollar una cultura gubernamental de trabajo profesional que verdaderamente comprenda el fenómeno de la guerra. Sin pasiones, sin histeria y sin drama. Fríos y serenos bajo presión. Tal y como lo hacen los directorios de las grandes empresas.

Lo que ya ha ocurrido…

Las Revoluciones Tecnológicas Militares.

POLVORA: La primera Revolución en Tecnología Militar (RTM) ocurre en 1494 con la sorpresiva invasión francesa a la lujosa y mal defendida Italia. Aquí una pequeña pero disciplinada fuerza invasora de apenas 27,000 soldados profesionales al mando del Rey Carlos VIII de Francia – equipada por primera vez en la historia con piezas de artillería – arrasó en solo 6 meses con los hasta ese minuto indestructibles castillos italianos derrotando simultáneamente a los pobremente equipados ejércitos campesinos de Génova, Florencia, Roma y Nápoles. No solo un par de fortalezas sino toda Italia caían conquistados a los pies de esta pequeña fuerza expedicionaria francesa. Los impenetrables muros de cemento y piedra que durante 1,000 años detuvieron todo intento de agresión externa se derrumbaban tras solo 7 horas de bombardeo ante los atónitos ojos de los elegantes italianos. Las enormes brechas en los muros de la ciudad (provocadas por la caída de pesados proyectiles) permitían ahora el ingreso en masa de los disciplinados y sanguinarios invasores. Estos últimos, equipados con armaduras y entrenados profesionalmente en el uso de ballestas, sables y armas de fuego dieron fácil cuenta de los defensores.

La ferocidad, rapidez y letal eficiencia del soldado profesional al combinarse con la potencia de fuego de la artillería destruyeron en minutos todos los principios que sustentaban la lógica diplomática de las relaciones internacionales en Europa. ¿Para qué negociar por aquello que puedo sencillamente tomar por la fuerza? ¿Sin gran esfuerzo y sin pérdida de tiempo? La era de la pólvora, la artillería pesada y las muertes en gran escala habían llegado con brutal violencia al mundo civilizado. De la mano de estos avances tecnológicos llegaba también una nueva forma de hacer negocios.

 

VAPOR: La segunda Revolución en Tecnología Militar ocurre entre 1866 y 1905 con la invención y el uso masivo del ferrocarril, el empleo de veloces buques de guerra con motor a vapor, el telégrafo, las ametralladoras y los fusiles de tiro rápido. En esta época se diseña y se implementa el concepto de Guerra Industrial Total (Total War) la que es a partir de ese momento aplicada en soporte de las políticas nacionalistas de expansión del estado.

Este nuevo estilo de lucha se conoce también como Guerra de Desgaste y demanda la fabricación de armamentos en masa. Esta nueva condición marca una diferencia inalcanzable entre los estados europeos industrializados y las modestas y atrasadas colonias en el resto del mundo. Hacia 1914 Europa controlaba – gracias a su avanzada tecnología e innegable poder militar – el 84% del comercio, territorios y mercados del planeta permitiéndole ello negociar con exagerada ventaja acuerdos comerciales de abierto carácter imperialista. Las riquezas obtenidas en este periodo le permiten a Europa acumular un nivel de poder económico, político y militar sin paralelo.

PETROLEO: La tercera RTM ocurre en 1939 con la explosiva industrialización de nuevas tecnologías de transporte enfocadas casi en su totalidad en los sorprendentes motores de combustión interna. La mecanización de los ejércitos europeos se logra a través del empleo masivo de vehículos blindados, submarinos, aviación de ataque y nuevos sistemas de radar y comunicaciones.

Todos estos inventos son por primera vez integrados de forma corporativa al campo de batalla otorgando a monarcas, presidentes y generales la capacidad de mover en solo días a millones de soldados de un lugar a otro. En apoyo a las tropas de primera línea se agolpan ahora verdaderas hordas de sonrientes científicos, ingenieros civiles y físicos nucleares quienes logran en solo 3 años avances tecnológicos que la raza humana fue incapaz de obtener en los últimos 2,000. Estas innovaciones llegan de la mano de nuevas tácticas y técnicas de combate que restauran – de forma extrema – la falta de movilidad del campo de batalla terrestre. Curiosamente, la suma de todos estos inventos se condensan exclusivamente en diseños que se ajustan a sistemas de armas alimentados únicamente por petróleo, incrementando aún más el indiscutible poder de los ejércitos industrializados y su dependencia en el petróleo.

Los nuevos sistemas de propulsión a petróleo generan el nacimiento de las primeras mega-corporaciones internacionales especializadas en la fabricación de avanzados sistemas de armas. A partir de ese momento todas las plataformas de combate del mundo (buques, aviones y tanques) se mueven con un solo tipo de combustible. Hacia finales de 1939 se empieza a hacer evidente que la industria de defensa y las empresas petroleras se han convertido en los centros generadores de empleo y en las plataformas de negocios más grandes del planeta. Como consecuencia directa todo estado que carezca de los necesarios recursos económicos para adquirir sistemas de defensa de última generación queda imposibilitado para hacer la guerra convencional de forma victoriosa. Gracias a la total dependencia de la raza humana en los productos derivados del petróleo, un pequeño y selecto grupo de 13 gigantescas organizaciones bancarias y corporaciones petroleras internacionales comienzan a controlar silenciosamente los mercados, las políticas de trabajo y los destinos de casi el 90% del mundo.

ENERGIA ATOMICA: La cuarta Revolución Tecnológica Militar nace con brutal violencia en 1945 con el lanzamiento de las primeras bombas atómicas sobre Japón. Su detonación anuncia el fin de casi 1,000 años de hegemonía económica y militar europea dando inmediatamente paso a la instauración del dominio mundial de la Unión Soviética y de los Estados Unidos.

El terror a dar inicio a una guerra termo-nuclear irreversible permite a estos dos países controlar el comercio mundial, influir en la inversión extranjera y manipular a los gobiernos del mundo al punto de decidirse – ya sea en Moscú o en Washington – que presidente y que corriente política debía asumir el mando en cada uno de los países bajo su influencia hemisférica.

INTERNET: La quinta Revolución Tecnológica Militar nace públicamente al mundo en Febrero de 1991 con la invasión relámpago de Estados Unidos y Europa a Kuwait. Ella trae consigo las poderosas semillas de la actual revolución informática y los sorprendentes usos militares de los nuevos sistemas de telecomunicaciones satelitales. En 1997 se hace evidente que el modelo imperante de Guerra Industrial Total tiene sus días contados. Ello conlleva amenazas asimétricas inaceptables para las potencias industrializadas. Las armas inteligentes, la computación, la Internet y las comunicaciones satelitales permiten ahora detectar, vigilar, atacar y destruir personas e instalaciones de día o de noche, los 365 días del año sin jamás descansar y sin que ahora importe el tamaño del ejército enemigo. Solo basta con identificar la cabeza visible del mando adversario, la ubicación física de sus líderes y ordenar su destrucción.

Todo el campo de batalla está ahora interconectado y digitalizado a tal punto que el entrenamiento del personal y el diseño de los nuevos sistemas de armas deben reorientarse rápidamente para ponerse en línea con la nueva doctrina de guerra del Siglo 21… La Guerra de Maniobra. Los cambios tecnológicos que nacen en los años 90 son tan drásticos que ahora un solo misil inteligente (dirigido satelitalmente) puede reemplazar y hacer en minutos el trabajo que hace tan solo 10 años atrás debía ser realizado en 3 días por 810 hombres y 54 cañones de artillería pesada. La llegada de los robots, el empleo de armas láser y los ataques computacionales a las redes financieras y sitios Web de gobierno ya son una realidad desde Diciembre del año 2002.

La nanotecnología (sistemas de armas en miniatura) y el diseño de equipos de combate que otorgan nuevas y poderosas capacidades de sobrevivencia y destrucción a nuestros soldados se entremezclan ahora con la creciente amenaza de ataques organizados por diminutas células terroristas equipadas con armas nucleares para las cuales los ejércitos modernos todavía no están entrenados.

Simultáneamente, el bajísimo costo de los sistemas GPS, el uso irrestricto e ilimitado de la Internet y los sorprendentes avances en sistemas de telecomunicaciones celulares (con capacidad de transmisión de voz, video y data en tiempo real) permiten que cualquier estado, individuo o agrupación extremista – por modesta que sea – adquiera letales capacidades de ataque sobre nuestras redes electrónicas, fuentes de energía y sistemas de comunicaciones comerciales. El sorprendente nivel de entendimiento que parecen tener los grupos terroristas islámicos (y sus imitadores en el mundo occidental) respecto de cómo funcionan los mercados europeos, la ubicación exacta de nuestras fuentes de energía, la vulnerabilidad de nuestros depósitos de agua potable y el incontrolable temor que tenemos en Occidente a un atentado con explosivos dentro de las escuelas donde juegan nuestros hijos definen con fría precisión los blancos que serán atacados en el corto plazo. Contrario a toda lógica – y ante la evidente amenaza de un nuevo e inevitable conflicto mundial – nuestra clase política se sigue rehusando a procesar esta información negándose a tomar las más básicas medidas preventivas para protegernos. ¿Suena a historia conocida?

Lo que hoy está ocurriendo….

Falta de recursos y amenazas a la paz mundial.
Analicemos algunas señales. La población mundial es el número total de seres humanos viviendo simultáneamente en la tierra en un momento dado. Al día 1 de Septiembre del 2009 ese número era estimado por las Naciones Unidas en un poco más de 6,800 millones de seres humanos. Sobre la base de la actual proyección de crecimiento – la cual de hecho no posee comparación con ningún período conocido en la historia de la raza humana – la población del planeta seguirá creciendo a un ritmo descontrolado durante los próximos 32 años. Para el año 2042 la población mundial habrá agregado más de 3,000 millones de seres humanos adicionales principalmente en África y Asia provocando condiciones de miseria, hambre y sufrimiento jamás antes vistas en nuestro planeta. (Fuente: International Database IDB. World Population 2009.)

En el siglo 21 una población humana de 9 mil millones de habitantes no puede sobrevivir sin agua, sin alimento y sin combustible. Sobre todo cuando las reservas mundiales solo alcanzan para sostener a 4,000 millones de seres humanos. Desde antes del año 2001 los informes estadísticos, los análisis matemáticos y los reportes científicos de destacados expertos en Europa y Estados Unidos han estado advirtiendo a los líderes mundiales de lo mismo. En todos los tonos posibles. No hay suficiente comida, agua potable ni energía eléctrica para todos. La falta de estos recursos llevará a muchos pueblos, naciones y a continentes completos a pelear – literalmente a muerte – por su supervivencia. A estas alturas la falta de recursos naturales no solo es inevitable, sino peor aún, esta alarmante realidad no constituye en sí misma la totalidad de las malas noticias. El mundo aun esta por conocer el año en que el clima cambiará la historia.

Hacia finales del siglo 20 el ser humano ya había agotado y sobreexplotado más del 70% de las reservas naturales del planeta desencadenando la primera crisis energética y climática de carácter irreversible de la historia. Polos de nieve se están derritiendo a una velocidad sin precedente provocando cambios climáticos extremos en todos los continentes. Terremotos catastróficos, tormentas de inusual envergadura y desastres naturales — que antes ocurrían cada cien años — ahora se repiten cada 3 meses. Zonas tradicionalmente templadas o semi-frías sufren hoy de calores inexplicablemente altos. El incremento de la temperatura en el planeta hace que la subida de las aguas oceánicas sea prácticamente un hecho, así como también la predecible desaparición de millones de kilómetros cuadrados de tierra firme bajo ellas. Lo que no destruya el mar lo hará la sequía, la deforestación y el explosivo avance de los desiertos. Nada de esto ocurrirá en un siglo más sino que por el contrario, todo esto será visible dentro de tan solo 5 años más.

Las señales más evidentes de que hemos comenzado a vivir los primeros efectos de una crisis planetaria irreversible serán las catastróficas caídas de las principales bolsas y mercados del mundo. La respuesta instantánea a la crisis financiera final será la quiebra – casi simultánea – de más de 700 bancos alrededor del mundo. Acto seguido, y ante sendos preparativos militares seremos testigos del explosivo incremento del precio del petróleo a valores jamás vistos. El costo del combustible se volverá prohibitivo y nunca volverá a reflejar los precios del siglo 20. El valor monetario de la energía eléctrica y el costo de los alimentos se volverán insostenibles, caóticos y estresantes. Más de un tercio de la raza humana no tendrá acceso al agua potable, sufrirá de frío, exceso de calor, hambre y desnutrición.

La caída de los mercados internacionales será seguida por masivos movimientos militares en todo el mundo. Alianzas estratégicas de medio siglo se romperán en horas, otras se firmarán en una noche. La simple lógica y el sentido común más básico permiten predecir que los enemigos de occidente no perderán esta oportunidad para atacar. Las señales de partida de este nuevo y obscuro periodo de la historia se resumen en un diminuto menú de escenarios probables que van desde el bloqueo del estrecho de Ormuz hasta sorpresivos ataques terroristas en el corazón de Europa y la detonación de un artefacto nuclear en las costas de Estados Unidos. La respuesta Occidental no se hará esperar y todos los ciudadanos del mundo – con acceso a una radio o un televisor – seremos testigos de la inauguración de un nuevo sistema de trabajo e interacción en las relaciones internacionales. Viviremos la primera guerra globalizada llevada a cabo con el específico propósito de imponer un nuevo orden mundial y un estricto sistema de seguridad internacional. No un sistema de control y vigilancia local, continental o regional sino uno planetario. Y eso es nuevo.

El miedo y la ignorancia producen situaciones de riesgo. La falta de comunicación y entendimiento eventualmente se degenera en conflictos verbales. Los conflictos mal administrados casi invariablemente producen guerras. Aún cuando hoy nuestros políticos pretendan – por motivos electorales – convencernos cínicamente en América Latina que no hay nada por qué preocuparse (pretendiendo cambiar por decreto la naturaleza y su clima) hoy es un hecho científico que el agua dulce está desapareciendo a una velocidad alarmante. Si a ello agregamos la falta creciente de combustible, la irreversible escasez de alimentos y un barril de petróleo que muy pronto superará los $210 dólares no es difícil entonces pronosticar un planeta sumido en guerras regionales provocadas por el hambre, el caos social y la desesperanza.

Curiosamente una de las pocas zonas del mundo que enfrentará en buena forma la crisis climática y energética – pues conservará inmensas reservas de agua dulce, petróleo, gas y una muy baja población – es América del Sur. Ello convertirá a nuestra región, de la noche a la mañana, en uno de los continentes más codiciados del planeta. Gobiernos y corporaciones de todo el mundo vendrán a tocar a nuestras puertas. Detrás de ellos poderosos ejércitos estarán listos para persuadirnos de negociar en otros términos si la situación así lo exigiese. Es precisamente para esta eventualidad que debemos estar preparados.

Lo que va a ocurrir mañana….

Lo peor está por venir.
No escribí este artículo para aliviar los sentimientos de autocomplacencia de la clase política que hoy gobierna América Latina sino por el contrario, para alertar a 520 millones de Latinoamericanos acerca de los urgentes temas económicos que deberían preocuparnos ofreciendo alternativas prácticas y propuestas realistas al respecto. No existen seres humanos superiores a otros. El mundo se divide simplemente en aquellos que tienen armas y recursos valiosos en sus manos y en los otros que viven oprimidos y esclavizados por no tenerlos.

Sean estas armas definidas como poder económico, poderosos aliados políticos, inmensas reservas de gas y petróleo o simplemente modernos y profesionales ejércitos que garanticen infinito dolor y destrucción al adversario que se cruce en su camino. Hoy la única forma de asegurar en el siglo 21 nuestra libertad, la paz regional y el equilibrio estratégico entre naciones es comprender – con sincera responsabilidad – que la seguridad y la efectiva defensa de nuestros países es un deber supremo del gobierno y la prioridad número uno de los políticos hacia los pueblos que los eligieron.

Sin seguridad no se pueden construir los pilares que sustentan la forma más básica de estabilidad política, no es recomendable la inversión extranjera y es imposible lograr la generación de empleos ni la tan necesaria prosperidad económica. Con este fin en mente es que se debe proponer el diseño y la implementación de nuevos sistemas de análisis y evaluación de amenazas que verdaderamente nos protejan de este período de crisis que ya se ve en el horizonte. Los desafíos más tangibles que enfrentará América Latina durante las primeras 3 décadas del siglo 21 son, entre otros; la dramática falta de gas, petróleo y energía eléctrica en nuestros hogares, el racionamiento de los alimentos, guerras civiles, conflictos bélicos regionales y las consecuencias políticas y militares del inevitable conflicto bélico entre Irán y occidente.

Lo que se viene a la vuelta de la esquina es un periodo histórico doloroso, extraordinariamente violento y en gran medida inevitable. Pero no por ello imposible de atenuar.

La inteligencia estratégica y el análisis prospectivo juegan aquí un papel central como asesores de la alta administración. De hecho, son precisamente las agencias de inteligencia las llamadas a analizar la información con una consciencia crítica – utilizando para ello esas hordas infinitas de analistas y asesores – dando la voz de alarma y proponiendo con coraje y valentía planes de acción y de contingencia.

Muchas de estas amenazas – y sus efectos colaterales a nivel sudamericano – son completamente esperables, poseen características de evidente identificación y muchas de ellas son de hecho completamente prevenibles y viables de desactivar a tiempo. Pero ello exige que nuestra clase política Latinoamericana – casi siempre más preocupada de generar riqueza personal que de servir a sus confiados electores- se dé el tiempo de escuchar el tic-tac de las bombas de tiempo sobre las que están sentados, que abran sus oficinas a los analistas de inteligencia y comiencen a evaluar con mayor seriedad los peligrosos escenarios que nos rodean.

 
 

 

AMERICA LATINA 2014: La Guerra que ya no podemos evitar.
Por: José Miguel Pizarro Ovalle
Oficial de Artillería (R)
Ejército de Chile.

 

Datos Biográficos del autor: Ex oficial del Arma de Artillería del Ejército de Chile y ex Infante de Marina de los EE.UU. Diplomado en Estudios Políticos y Estratégicos de la ANEPE. Analista de Defensa de CNN en Español, Gerente Director para América Latina de la empresa General Dynamics Armament Systems y asesor senior de la consultora de riesgos GardaWorld en Londres.
Las opiniones vertidas en esta columna de opinión, son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de UNOFAR
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Infantería de la Alianza por Gonzalo Rojas y Artículo escrito por Jaime Guzmán Errázuriz el año 1985

Borrarnos, no, por ningún motivo

De las pocas cosas rescatables de la vida y obra de J.F. Kennedy (en los 50 años de su elección) nos quedó su famosa frase: “No preguntes lo que América puede hacer por ti sino lo que tú puedes hacer por América”.

Ciudadano chileno que votaste Piñera, blanco o nulo, ya es hora (porque apenas van dos semanas) que te preguntes qué estás haciendo por el bien común en tu Patria (Matria).

Si eres un damnificado directo del 27 de febrero, no descartes la pregunta; simplemente compleméntala con tu legítima interrogante sobre la acción reconstructora del Gobierno

Pero si no estás directamente perjudicado, la frase se te aplica desnuda, pura.

Para los que votamos nulo o blanco, la obligación recae directamente sobre la custodia de aquellos bienes que vimos amagados por las torpes iniciativas de Allamand y Chadwick en materias destructoras de la familia o por las frívolas consideraciones del candidato presidencial respecto de la píldora del día después. Nuestra obligación de vigilancia y promoción del irrestricto respeto a la vida y a la familia siguen totalmente vigentes, aunque Moreira nos anuncie que está en guardia. Qué chusto.

Para los que votaron Piñera, el compromiso con su programa es equivalente. Todo lo bueno que hay en muchas iniciativas escritas y prometidas, debe ser potenciado no sólo por funcionarios y parlamentarios afines, sino por la infantería de la Alianza, que harta falta hace que se vea que existe y que está activa.

Quizás unos y otros nos distanciemos mutuamente en algunos temas; nada de raro sería. Pero lo peor es que se produjese una completa desafección de todos respecto de las tareas de Gobierno. A los de a pie nos corresponde apoyar la marcha gubernamental o criticarla y ofrecer mejores soluciones.

Borrarnos, no, por ningún motivo.

Artículo escrito por Jaime Guzmán Errázuriz  el año 1985 que nos puede hacer reflexionar a aquellos que  hemos tenido la fortuna de no haber sufrido daño físico ni material, sobre nuestra actitud frente al drama que viven tantas familias que lo perdieron todo.

“Ante catástrofes tan dramáticas como el terremoto que acaba de asolarnos, no resulta posible quedarse en las meras inquietudes noticiosas o en las simples preocupaciones prácticas que quedan como secuela. Ello es, ciertamente, importante e inevitable. Pero hay algo aún más ineludible y necesario.

Me refiero a las reflexiones éticas y humanas que, frente a semejante tragedia colectiva, brotan del espíritu y del corazón.

Quizás lo más impactante sea constatar nuestra propia impotencia ante los fenómenos más estremecedores de la naturaleza física.

Fuimos creados como reyes de todas las creaturas de la Tierra. Pero la rebelión original de soberbia del hombre frente a Dios, hizo que la naturaleza física se nos convirtiera en hostil. Siempre seremos superiores a los irracionales elementos físicos, porque ellos pueden sólo dañar o destruir nuestro cuerpo, pero nada ni nadie jamás será capaz de aniquilar nuestra alma inmortal y la conciencia de racionalidad que ella engendra.

Sin embargo, esa paradoja de ser superiores y a la vez tan indefensos frente a la naturaleza física, nos induce a preguntas muy radicales.

¿No será que Dios permite dramas como el que hoy sufrimos para que comprendamos que el único modo de ser grandes en cuanto a seres humanos, consiste en saber sentirnos pequeños?

Cuando el extraordinario progreso de la ciencia y la técnica suele amenazar al hombre con la soberbia de hacerlo creerse liberado de las leyes morales del Creador, las fuerzas imponentes y devastadoras de un fenómeno físico nos recuerdan la insignificancia de nuestras seguridades puramente humanas.

El otro sentimiento que surge vigoroso ante lo ocurrido, es el contraste entre nuestra enorme potencialidad solidaria de amor y nuestra habitual tendencia al egoísmo.

Al experimentar tensiones y dolores como los que acarrea un terremoto, ¿no es verdad que nos parecen absurdas nuestras desproporcionadas quejas ante contratiempos tanto menores de nuestra vida cotidiana?

Acaso nuestro latente egoísmo se refleja incluso en la tentación inicial de magnificar los perjuicios que uno mismo ha sufrido con la catástrofe. Tiene que remecernos entonces el sufrimiento incomparablemente mayor que están viviendo tantos otros, para que nuestra protesta ceda paso a la resignación y, a veces, hasta a la gratitud interior.

Ahí aflora en toda su riqueza el sentido solidario. Cuando advertimos que estamos compartiendo una adversidad que supera por sí sola tantas de nuestras artificiales y mezquinas diferencias. Cuando la comparación de que el mismo acontecimiento dañó mucho más a otros que a cualquiera de nosotros. Entonces nos vemos impelidos a compartir y aliviar las penurias del prójimo.

Porque Chile ha padecido muchas adversidades, nuestro ser nacional ha desarrollado una excepcional entereza para sobreponerse a ellas, sobre la base de asumirlas con sentido solidario. En ello hay algo de heroico.

Ahora bien, la historia enseña que el heroísmo colectivo es limitado en el tiempo. Sólo de muy pocos cabe razonablemente esperar tal actitud como algo permanente. Requerir el heroísmo de muchos por tiempo indefenido resultaría, en general, iluso.

Pero aún siendo así, ¿no podríamos prolongar o profundizar siquiera en cierta medida, esta efusión de solidaridad que las catástrofes naturales estimulan en nuestro país? Si lo hiciéramos tan sólo en algún grado, Chile tendría siempre esperanzas de un futuro más promisorio”.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Revista Ercilla, el 6 de marzo de 1985

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Reflexiones sobre el actuar de nuestras FF.AA.

Reflexiones sobre el 27 de Febrero y actuación de las FF.AA.
Espero que el actuar profesional de nuestras FF.AA y de Orden, no signifique con el tiempo, el procesar a personal subalterno por haber cumplido su deber, tal como lo hicieron aquellos uniformados hace treinta y siete años

Al comienzo de la década de 1970, las FF.AA y de Orden, fueron clamadas por el pueblo de Chile, para que se hicieran cargo de la conducción del país, a raíz del descontrol gubernamental que existía, producto del lumpen vigente, subversión en su máximo desarrollo apoyado por países foráneos para la toma del poder por la vía armada, escases de alimentos, incumplimiento de las leyes vigentes, etc. , situación que llevó al país al borde de la guerra civil y que fue denunciado por el Poder Legislativo, Judicial y Controlaría General de la República.

Lo anterior, trajo como consecuencia que las FF.AA y de Orden actuaran para restablecer el orden, conllevando a que se detuvieran numerosas personas que participaban en las actividades que destruían la democracia y desarrollo en nuestra nación, siendo muchos de ellos favorecidos en el tiempo con leyes de amnistía, prescripciones y otras medidas transitorias, para obtener la libertad durante el Gobierno Militar y posteriormente en los gobiernos de la Concertación.

Durante los 4  gobiernos de la Concertación, existió un programa sistemático para perseguir a los integrantes de las FF.AA y de Orden a través de leyes mal interpretadas y aplicación de tratados no vigentes, para condenar y procesar a cientos de uniformados, quienes también tenían derecho a que se les aplicase la misma ley de amnistía y de prescripción que a los subversivos, pero no se hizo, ya que primó el afán de venganza política y aprovechamiento de beneficios económicos; incluso, fueron favorecidas personas presuntamente desaparecidas y que no eran tales.

Con fecha 27 de Febrero del presente año, el país sufrió uno de los más  grandes desastres sísmicos de la humanidad y nuevamente, por el clamor del pueblo, las FF.AA. y de Orden, tuvieron que salir a restablecer el orden administrativo debido a que el lumpen salió a las calles para efectuar saqueos y vandalismo en la población, obligando a los Jefes de las Zonas de Catástrofe a establecer el toque de queda, única solución para recuperar el orden y la seguridad que la ciudadanía requería.

Espero que el actuar profesional de nuestras FF.AA y de Orden, no signifique con el tiempo, el procesar a personal subalterno por haber cumplido su deber, tal como lo hicieron aquellos uniformados hace treinta y siete años y actualmente, se encuentra un gran número de ellos procesados y otros cumpliendo condenas, cuyas penas han sido aplicadas con alevosía por su severidad, no existiendo ninguna comparación con las penas de los extremistas condenados, que actualmente se encuentran libres o protegidos por el Gobierno, en el extranjero.

WILHELM WILLEKE

 

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Este no es el Chile nuestro!!!

Estoy profundamente dolida por la tragedia que estamos viviendo. Somos un hermoso país sufrido, que pagamos el precio de nuestro maravilloso clima, de nuestro mar y nuestro suelo bendito, recibiendo cada tanto estos terribles impactos de una naturaleza que descarga su energía inocente del dolor que puede llegar a causa

 

 
Estoy profundamente dolida por la tragedia que estamos viviendo. Somos un hermoso país sufrido, que pagamos el precio de nuestro maravilloso clima, de nuestro mar y nuestro suelo bendito, recibiendo cada tanto estos terribles impactos de una naturaleza que descarga su energía inocente del dolor que puede llegar a causar. Sea porque no la obedecemos, porque no respetamos sus espacios o porque no nos damos el tiempo para conocerla, cada vez que ella da rienda suelta a sus naturales desahogos, nos pilla mal preparados.

 

Pero así también hemos aprendido a sobreponernos, así nos hemos levantado con sacrificio y lo haremos una y mil veces.

Sin embargo lo que más me duele en este momento, es no reconocer como míos a mi gente amada. Este no es nuestro Chile. El Chile nuestro fue siempre un Chile solidario, lleno de valores y de respeto por la autoridad, las leyes, las normas, las FFAA, por la persona y por sobre todo, por la propiedad privada.

El chileno siempre fue generoso, de corazón abierto, agradecido, considerado. Padres que educaron a sus hijos en la consigna de que era mejor ser pobre pero limpio, pobre pero honrado, pobre en bienes, pero rico en valores, rico en honor y en virtudes.

Hoy con dolor y vergüenza, desconozco a mi país. Esto no puede estar sucediendo. En Chile ha habido decenas de catástrofes naturales y nunca hubo un comportamiento vandálico masivo frente a una de ellas. Y eso que eran tiempos mucho más duros y de menor progreso. Personas carentes de valores que aprovechan de robar en circunstancias difíciles, ha habido siempre, pero personas, no pueblos enteros viviendo del pillaje y la sinvergüenzura.

Muchísimas de las personas que hemos visto en las noticias saqueando supermercados y robando artefactos y de un cuanto hay, son personas que tienen un trabajo rentado y que hasta el viernes trabajaban normalmente como cualquier ciudadano.

¿Es que el terremoto removió las conciencias y alteró el chip de esos chilenos? Me hubiera gustado poder culparlo, decir que es producto del susto y la impresión, pero no es así. El terremoto lo vivimos estimo unos seis millones de chilenos, y la gran mayoría seguimos con el chip funcionando normalmente.

¿Què explicación puedo darle a este vergonzoso y denigrante comportamiento que tanto daño nos hace como nación?

La primera es que haya un pillaje organizado para causar caos y dejar el país sumido en la anarquía al iniciarse el nuevo gobierno, de modo que éste no sólo tenga la enorme responsabilidad de la reconstrucción, sino que además reciba un país dividido de verdad en “buenos y malos”, en “honrados y corruptos”, y ni siquiera quiero considerar lo que podría suceder si por no poder usar las armas los efectivos de las FFAA que patrullan las calles, actuando como simples observadores que no amedrentan a nadie y que son incluso pateados por los saqueadores sin poder defenderse, llegan a perder esa sangre de horchata impuesta por el gobierno y parten defendiendo la propiedad y a ellos mismos a balazos. Entonces serán ellos los que aprovechando sus armas se alzaron contra el pueblo hambriento, con sed de sangre por la herencia recibida del gobierno militar. Estrategia perfecta para volver a poner al pueblo en contra de las FFAA.

Pero ocurre que la situación en nuestro país, no es la situación de Haití. Hemos tenido la suerte de que estábamos mejor preparados. Es verdad que hay familias que perdieron todo en el terremoto o por los efectos del tsunami, pero no son todas las que aparecen saqueando y robando.

Esto empezó a un día del terremoto y nadie muere de inanición en un día, nadie tiene sus alimentos en cero de un día para otro. Por mucha necesidad que haya, siempre en los hogares hay a lo menos pan, y té. Y lamentablemente para muchos, la situación de falta de alimentos y bienes es diaria y no obedece a un sismo, y no por ello han saqueado supermercados para sobrevivir.

Creo que este comportamiento, si no es una estrategia de desestabilización organizada, sólo obedece a la siembra valórica que han hecho los gobiernos de la Concertación en estos pasados veinte años.

 

Donde se ha faltado al respeto a la ley e incluso a la constitucionalidad en forma reiterativa y a los infractores no les sucede nada.
Donde los delincuentes agreden y matan y son liberados antes de 24 horas.
Donde una alumna es capaz de lanzar un jarro con agua a la Ministra de Educación y el gobierno y la misma ministra piden a gritos comprensión y que no se apliquen sanciones disciplinarias.
Donde el gobierno se ha encargado sistemáticamente de recalcar que existe una brecha irremontable entre la educación pública y la privada, sin admitir que quienes cavan la brecha son precisamente ellos que en veinte años no hicieron nada por disminuirla o mejorarla invirtiendo en educación. Donde a los niños y a los jóvenes se les arrancó a jirones la inocencia metiéndoles a la fuerza el sexo y la pornografía en forma masiva y descarada.

 


Donde se considera peligro para la sociedad y se encarcela a un médico que expresa profesionalmente su opinión, pero se libera a narcotraficantes y violadores.
Donde el gobierno celebra a una presidenta que termina su período con un 80% de apoyo popular, sin querer admitir que esa aprobación es justamente porque además de lo anterior, hemos vivido cuatro años de liderazgo “laissez faire”, donde cada quien hace lo que quiere y no hay consecuencia legal para sus actos, a menos claro que su ideología sea diferente a la del gobierno.
De modo que lamentablemente esto es sólo una rica cosecha de los antivalores sembrados por la Concertación en estos veinte años.

En esto nos convirtieron, en un país de inescrupulosos, ladrones, vándalos, saqueadores, sinvergüenzas, corruptos, aprovechadores, inmorales. Y con permiso de circulación al día.

¿Y el resto de los chilenos? Esos que luchamos con todas nuestras fuerzas para hacer retornar a nuestro país a la decencia, a la moralidad, a retomar el rumbo que nuestro país siempre debió llevar, ¿debemos dejarnos opacar por esta parte de Chile que ve favorecidos sus más bajos instintos por un gobierno incapaz de detenerlos porque por el exceso de privilegios y confianza entregados, se les fueron de las manos?

Creo que estamos en una situación que cualquiera sea la salida a la que se opte, ya nos perjudicó en nuestro prestigio interna y externamente.

A nosotros nos corresponderá poner la nota de cordura en este país dañado no sólo por las fuerzas inocentes de la naturaleza, sino por las estrategias conscientes de la izquierda.

Marìa Elena Astorquiza V.
Las opiniones vertidas en esta columna de opinión, son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de UNOFAR

Columna de Opinión

EL TERREMOTO, LA CONCERTACIÓN Y LAS FF. AA

El Comandante en Jefe de la FACh declara públicamente que su institución –personal, aviones y helicópteros– estaban aprestados tan sólo dos horas después de ocurrido el sismo de la madrugada del sábado 27 de febrero.

 

EL TERREMOTO, LA CONCERTACIÓN Y LAS FF. AA.
El Comandante en Jefe de la FACh declara públicamente que su institución –personal, aviones y helicópteros– estaban aprestados tan sólo dos horas después de ocurrido el sismo de la madrugada del sábado 27 de febrero. Esta institución ya había mostrado sus capacidades con ocasión de los acontecimientos en Haití, por lo cual el comentario del General Ortega es perfectamente verosímil. Pero la Fuerza Aérea no recibe del Gobierno requerimiento alguno de actuar.
A pocos minutos de ocurrido el sismo de las 03:34 hora de Chile, y en 2 oportunidades –a las 03:55 y a las 04:07– el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada de Chile (SHOA) da aviso a la Oficina Nacional de Emergencias (ONEMI) del Ministerio del Interior de la posibilidad de ocurrencia de un maremoto o tsunami en las costas de la zona amagada por el terremoto.
ONEMI descarta la información, y siguiendo el criterio de “bajar el perfil” al problema, no pone en funcionamiento los dispositivos previstos, ensayados y probados para minimizar el peligro.
Coincidentemente, siguiendo el mismo criterio, a media mañana del sábado 27 la Presidenta de la República declara públicamente que Chile no necesitará recurrir a la ayuda del exterior, pues cuenta con todas las herramientas adecuadas para, a través de ONEMI, manejar la situación.
Ya el martes 3 de marzo la Sra. Bachelet se ve obligada a aceptar y a pedir ayuda exterior. EE.UU. de Norteamérica, Brasil, Perú y Bolivia le traen un poco de tranquilidad. Casi en paralelo, la Directora de ONEMI Sra. Fernández pretende desconocer el aviso recibido de la Armada de Chile, intentando zafarse de sus responsabilidades en centenares de fallecidos y desaparecidos por el maremoto.
Frente a todo lo anterior, ¿a quién creerle, a la Fuerza Aérea y a la Armada, o las señoras Bachelet y Fernández?
Con el claro propósito de no permitir a las FF. AA. “prestigiarse”, se las deja afuera del manejo de la situación de emergencia. Cuando ya la situación de desabastecimiento, saqueos, asaltos, incendios y aislamiento es insostenible –y frente al clamor ciudadano y a las múltiples peticiones de alcaldes y parlamentarios de las zonas amagadas– la Presidenta se ve obligada a firmar un decreto declarando Zona de Catástrofe en dos regiones, lo que permite a las FF. AA. asumir el control de la situación.
El Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, sin temor a mostrar sus uniformes, se hacen presentes con 10.000 hombres, cocinas de campaña, camiones aljibe, puentes mecano, hospitales de campaña, helicópteros, aviones y material de transporte terrestre. Sus vehículos de combate blindados imponen respeto y comienza a restablecerse el orden.
La población aplaude y agradece el toque de queda.
Todo esto parece una comedia de enredo, pero lamentablemente –y en perjuicio de la ciudadanía, sus víctimas y sus pérdidas materiales– no es sino el reflejo de la ineptitud de quienes han gobernado por 20 años y continúan odiando a las FF. AA. chilenas.
Cuando llegue el momento de buscar responsabilidades, ¿alguien se acordará de indagar las cuentas e inversiones de ciertos señores  y muchos otros en Islas Vírgenes, Islas Caymán, Suiza, Panamá y otros “paraísos fiscales”? ¿O dónde cree usted que está el dinero “ahorrado” en fierro, cemento y concreto, u obtenido en coimas a las concesionarias de las fallidas obras viales, en COPEVA, SERVIÚ, etc.?
Al Presidente Pinochet (QEPD) le escarmenaron todo. ¿Alguien se atreverá a hacerlo con esos bandidos?
SALUSTIO SÁNCHEZ C.

Talca, 3 de febrero de 2010

Las opiniones vertidas en esta columna de opinión, son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de UNOFAR

Columna de Opinión

LA CURVA DE APRENDIZAJE DE CHILE

La presidenta Michelle Bachelet ha respondido (el miércoles) a casi todas las críticas provocadas por el terremoto, excepto a una, quizás la más importante: ¿Por qué le tembló la mano a la hora de dictar el estado de excepción constitucional y de desplegar al Ejército en las ciudades más afectadas?

 

4 de Marzo de 2010
LA CURVA DE APRENDIZAJE DE CHILE
Director adjunto del diario El Mundo de España
La presidenta Michelle Bachelet ha respondido (el miércoles) a casi todas las críticas provocadas por el terremoto, excepto a una, quizás la más importante: ¿Por qué le tembló la mano a la hora de dictar el estado de excepción constitucional y de desplegar al Ejército en las ciudades más afectadas?
Esta incógnita no encierra una simple crítica política o periodística. Para mí, desde la distancia, es crucial y puede definir el futuro de Chile, porque demuestra cuál es el estado de su curva de aprendizaje. Tengo la sensación de que esta enorme catástrofe ha dejado al país en una delicada tesitura: puede suponer el inicio de una reconstrucción eficaz que lleve a Chile a un futuro próspero o abrir la senda de una pronunciada decadencia.
El terremoto del 27 de febrero y los maremotos posteriores destruyeron, según los cálculos mas optimistas, el 10% del Producto Interior Bruto de Chile (unos 17 mil millones de dólares). La organización de evaluación de daños Eqecat estimó que el coste material de la tragedia oscilará entre 15 mil y 30 mil millones de dólares. El presidente electo, Sebastián Piñera, ha manejado una cifra similar.
Desgraciadamente, las multinacionales ya han tomado nota de esta secuencia catastrófica que ha vivido Chile. Así es de frío el dinero.
Pero el peor legado de esta catástrofe es que ha puesto en evidencia cuál es el verdadero riesgo-país de Chile. Este no reside en su sistema político o en su economía, sino en el castigo de una Naturaleza ingobernable que probablemente se vuelva a manifestar con esta misma crudeza dentro de 20 o 25 años. La única manera de neutralizar este factor o al menos aminorar sus efectos es demostrando que hemos aprendido algo de tragedias anteriores. Pero eso no ha ocurrido.
Cuando Amaro Gómez-Pablo comenzó a retransmitir el saqueo del supermercado Líder de Concepción recordé que debido al terremoto de marzo de 1985 comprobé que la legislación chilena del estado de catástrofe permitía el fusilamiento in situ de aquellos que fueran sorprendidos saqueando o en actos de pillaje. Me pareció una medida extremadamente severa y la atribuí a la arbitrariedad en que vivíamos en aquellos años. Sin embargo, pronto un jurista me hizo ver que esa ley databa del terremoto de 1939 y quizás de antes.
No pretendo promover el fusilamiento de nadie, pero esta norma jurídica era fruto de un aprendizaje práctico de la sociedad chilena. Quizás hoy la medida, por su exagerada dureza, nos parezca extemporánea, pero eso mismo debería hacernos ver que allí estaba la constatación de que nuestros abuelos ya sabían que hay una relación bastante frecuente entre catástrofe y pillaje. Por alguna razón esto, que fue aprendido dolorosamente en 1939, en 1960 y en 1985, fue ignorado esta vez por el Gobierno. No quisiera pensar que el Ejecutivo no quiso declarar el estado de excepción y desplegar al Ejército por temor a que se produjera un reflejo de hace más de 20 años. ¡Eso sí que sería vivir instalado en la ideología y en el pasado!
La Presidenta, que es médico, no supo diagnosticar la crisis con exactitud precisamente en un asunto que era de su exclusiva competencia. Salió el sábado ofreciendo aspirinas cuando tenía entre manos una grave fractura. No sólo una fractura tectónica, sino una fractura expuesta donde se veía el hueso de las desigualdades sociales y de las ligerezas con que Chile se ha ido haciendo trampas en los últimos años. La quebradura ha dejado a la vista la frivolidad de algunos ministros que jugaban minutos de descuento y la desvergüenza de quienes pusieron arena donde había que poner acero y después dicen que los edificios torcidos son como la Torre de Pisa.
Pero la gestión de la crisis estaba en manos del Gobierno. Se puede excusar el lenguaje frívolo o la burocrática respuesta de La Moneda a la ayuda internacional que acudió generosa y se encontró con una puerta en las narices, pero no se puede excusar el retraso a la hora de garantizar la seguridad en las VII y VIII regiones. Sobre todo cuando se acababa de comprobar en Haití que sin seguridad no hay ayuda humanitaria posible.
Como tampoco se puede excusar el diálogo obtuso entre la Marina y Onemi, utilizando medios de comunicación impropios, que condujo a la desactivación de la alerta de maremoto. No es serio que la Presidenta se limite a valorar la testosterona desplegada por el jefe marino para admitir un fallo. Estos errores se pagan con dimisiones. El Estado tiene la obligación de garantizar que estas instituciones funcionaran con los más altos estándares.
Desgraciadamente, las multinacionales ya han tomado nota de esta secuencia catastrófica que ha vivido Chile. Así es de frío el dinero. Es verdad que pese a los huracanes, Miami es una ciudad atractiva para el capital global. Pero también es verdad que temporada tras temporada mejoran las medidas de alerta temprana, la organización cívica y hasta los seguros, que viven de la desgracia ajena, se han refinado hasta extremos de gran complejidad. Hay un aprendizaje comprobado.
Entiendo que muchos chilenos estén hartos de la crítica. El estrés social y el sufrimiento ha sido extremo, pero ésta es la única forma de aprender de las tragedias y de que todas esas injustas muertes no hayan sido inútiles. Callar ahora sería irresponsable.
Las opiniones vertidas en esta columna de opinión, son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de UNOFAR
Columna de Opinión

Pensamientos sobre un caos

La vergonzosa actuación que hemos visto en una parte de la sociedad chilena, donde la violación de la ley para cometer saqueos a supermercados y a almacenes es asumida como un derecho derivado de los efectos de un terremoto devastador, ha sido incentivada por la tardía e ineficaz reacción del sistema de gobierno.

 

La vergonzosa actuación que hemos visto en una parte de la sociedad chilena, donde la violación de la ley para cometer saqueos a supermercados y a almacenes es asumida como un derecho derivado de los efectos de un terremoto devastador, ha sido incentivada por la tardía e ineficaz reacción del sistema de gobierno.
La lógica desesperación de quienes vieron destruidas sus casas e interrumpida las redes de distribución de energía y agua como también el acceso al abastecimiento de alimentos, se ha visto elevada a límites que superan la razón y ponen en evidencia una peligrosa carencia de principios cívicos, lo que amerita una seria reflexión y la adopción de urgentes medidas correctivas, apenas se supere la crisis.
¿A qué podemos atribuir actos tan desquiciados como el provocar el incendio de una tienda después de robar electrodomésticos, muebles y artículos de todo tipo, absolutamente alejados de las necesidades de supervivencia humana? Los sociólogos podrán calificar técnicamente los hechos observados, pero los simples ciudadanos de este país tenemos el derecho y el deber de expresar los sentimientos que ellos nos provocan.
Apenas ocurrido el sismo, la población nacional quedó sin comunicación y por ende sin información, tal como si sobre nuestro territorio hubieran caído varias bombas atómicas a la vez, al estilo de lo mostrado en la película “El Día Después”. No hubo emisión de radio alguna como las que en el terremoto de 1960 llevaron tranquilidad a la gente, indicándoles al menos lo que había ocurrido y dónde se situaba el mayor problema. Increíblemente, 50 años después y con toda la tecnología disponible, Chile permaneció absolutamente ciego, sordo y mudo hasta que aproximadamente una hora y media después del cataclismo comenzó a transmitir la Radio Bío-Bío. Antes de ello, solo las radios argentinas daban a conocer algunas informaciones provenientes del Servicio Sismológico de los Estados Unidos, en las que se señalaba que un gran sismo había ocurrido cerca de la costa de Concepción.
Ello nos deja en evidencia que Chile no cuenta con un sistema de radio difusión privada capaz de salir al aire inmediatamente después de un cataclismo, sin que sea posible comprender como fue que se perdió la capacidad de reacción que existía hasta hace algunos años. Se demuestra también que el comercialmente atractivo crecimiento de las radios FM desplazó el interés por las radios AM, haciéndolas perder su histórica capacidad de información. Igualmente, ello confirma que en los últimos 20 años las autoridades restaron importancia a las capacidades para enfrentar este tipo de situaciones, pasando a manejar políticamente las crisis en vez de entregar su preparación a verdaderos profesionales.
A partir del momento en logró salir al aire la Radio Bío-Bío, fue quedando en evidencia la falta de organización del gobierno para enfrentar una catástrofe natural de esta magnitud, en especial de la ONEMI, la que fue sencillamente incapaz de reunir la indispensable información de primera mano que le permitiera entregar al gobierno un cuadro de situación que sustentara las decisiones pertinentes.
Los más viejos vimos con extrañeza extraño la falta de protagonismo de la red voluntaria de radioaficionados que  en el pasado nos enorgulleciera,  sugiriéndonos que todo el sistema de emergencia nacional depende de los cómodos pero ineficaces celulares. Nuevamente la pregunta es: ¿dónde quedó la Red de Emergencia de la ONEMI, famosa por su eficacia, siendo operada sin costo por cientos de radioaficionados privados? ¿Será que la soberbia nos llevó una vez más a desechar las capacidades ofrecidas por simples ciudadanos bien intencionados, como sucedió en un comienzo con los bomberos para Haití?
Mención aparte merece la falencia de un sistema nacional de registro sísmico, siendo inconcebible que los escasos equipos existentes sean de propiedad de la Universidad de Chile y no de un organismo de gobierno, tratándose de una necesidad vital para la nación, donde se pudieron destinar con mucho mayor eficiencia los cuantiosos recursos despilfarrados en proyectos que alimentan odios del pasado o entregan “circo al pueblo” con propósitos electorales.
Junto a la falta de un sistema gubernamental de prevención vemos con impotencia como se adolece también de un sistema de reacción para enfrentar una de las amenazas principales que penden sobre nuestro Estado: las catástrofes naturales, las que – sumadas a las hipótesis de guerra – dan sentido y razón de ser a la Seguridad Nacional. Pero, ¿no será que por ser el tema de la Seguridad Nacional un tabú intocable o al menos rechazado por quienes nos gobiernan desde hace 20 años no se pudieron permitir el lujo de preocuparse por él? ¿No será que un eficaz manejo de las amenazas podría permitir la recuperación del “poder militar”, al poner en evidencia las fortalezas que lo diferencian del poder civil? O ¿será que el complejo que los afecta respecto de los temas “militares” y los escasos frutos políticos que ellos brindan ha impedido a estos gobiernos mirar los verdaderos problemas de Chile con una visión de Estado?
Sucedió a la debacle causada por el terremoto un período de largas horas y en algunos casos de días, sin que las autoridades asumieran las responsabilidades que les debieron asignar para estos casos la Planificación Nacional y Sectorial, orientándolos sobre la forma de enfrentar eventuales catástrofes, cuya falencia queda en evidencia ante la acción inexistente de intendentes y gobernadores, quienes parecen estar hasta ahora ciegos, sordos y mudos, paralizados ante la magnitud del desastre y con nula capacidad de liderazgo, traspasando sus responsabilidades a los Alcaldes, a pesar que ellos no cuentan con la autoridad para conducir y coordinar el trabajo de los Servicios Públicos. Las preguntas que afloran de inmediato son: ¿Alguien ha visto a los Intendentes dirigiendo algo? ¿Alguien sabe quien son los Gobernadores Provinciales o los ha visto en acción? ¿Alguien ha escuchado o visto a alguno de los SEREMIS o a los Jefes de los Servicios Públicos de las regiones más afectadas tomando decisiones en relación a las prioridades o a las acciones que debieran haber iniciado tempranamente?
Nada de ello ha ocurrido y por el contrario, hemos visto un intento de conducción política centralizada en las manos de una presidenta que en vez de exigir que la información llegara a ella en la forma y oportunidad requerida por las circunstancias, prefirió salir a recorrer las localidades afectadas para hacer llegar su cariño de madre más que para coordinar medidas que por lógica se encuentran en manos de niveles ejecutivos subordinados, hoy inexistentes o superados por la intromisión superior. Talvez nadie le dijo a la presidenta que al inmiscuirse ella personalmente en las decisiones tácticas, junto con asegurarse un grado de mezquina popularidad, lo que estaba haciendo era restringir la capacidad de reacción de quienes debieran haber estado a cargo de la solución de los miles de problemas existentes. Con ello la presidenta además, marcó prioridades sin análisis alguno, orientando erróneamente a los escasos medios hacia la solución de problemas secundarios pero vistosos, sin la menor consideración hacia los más necesitados.
Suma y sigue. A pesar de ser evidente la reacción esperable de una gran masa de población desorientada y desabastecida, el gobierno nacional se dio el lujo de dudar en el establecimiento de medidas de excepción, las que postergó por 48 horas, permitiendo que los amagos de caos social se transformaran literalmente en incendios, al demorarse la toma de control de la situación por parte de las fuerzas armadas. Una vez más, el complejo por el tema militar, que por más que lo nieguen se encuentra indisolublemente grabado en la mente de quienes han gobernado el país por los últimos 20 años, les ha penado en contra, poniendo en evidencia su incapacidad para superar el pasado como muy bien lo demuestran las instituciones armadas. Como si éstos fueran los únicos que debieran dar vuelta la página para mirar el futuro y cumplir plenamente con sus obligaciones constitucionales. Como si los políticos estuvieran exentos de dicha responsabilidad y puedan darse el lujo (como lo han hecho) de mantener convenientemente en la memoria el recuerdo de la división causada por ellos mismo entre los chilenos, sin ser capaces de asumir las obligaciones constitucionales que les corresponden.
De otra manera, es inexplicable la actitud débil e inconsecuente con la que los personeros del gobierno que se despide continúan tratando de justificar la tardía declaración de Estado de Catástrofe y la forma vergonzosa en que tratan de restar poder real a los jefes de Plaza, mencionando cada vez que pueden que éstos cumplen su misión “subordinados a las autoridades locales”, lo cual no es más que es una falacia, puesto que sus facultades superan largamente la autoridad de los inoperantes fantasmas políticos locales. ¡Déjense de pamplinas y de una vez por todas sean consecuentes con sus obligaciones, dejando que las FF.AA. restablezcan el orden que ustedes no fueron capaces de mantener!
Siguiendo con los desaguisados, el gobierno trata de culpar a la Armada, específicamente al SHOA, de no haber informado de la inminente ocurrencia de un Tsunami, a minutos de ocurrido el terremoto. Independientemente de una eventual discusión semántica sobre el término, ¿alguien se ha tomado la molestia de preguntar de qué servía saber si no había cómo comunicar el hecho por ocurrir? Sin una red de radio y sin una planificación adecuada, de nada habría servido saber a las 3:40 o 3:45 horas de la madrugada que iba a venir una marejada, maremoto o tsunami en las costas chilenas. Salvo, claro, que el escándalo permite a las desprestigiadas autoridades un alivio, al generar una distracción de la atención periodística hacia un aspecto absolutamente secundario.
Una vez llegada la fuerza militar a hacerse cargo de una población ya desquiciada, sale la presidenta a anunciar pomposamente que “se aplicará todo el rigor de la Ley”, pero de atrás sale su Subsecretario del Interior, señalando que “se actuará con proporcionalidad”. ¿A que están jugando las autoridades de este país? ¿Será una vez más el complejo militar? ¿O será un simple “parche antes de la herida”, para quedar en condiciones de culpar a los militares si ocurre algún hecho de sangre, lavando salomónicamente sus manos? Por fortuna, el desprestigiado e ineficaz equipo de gobierno debe abandonar en los próximos días su cargo, dejando libre el paso a un nuevo contingente que – por malo que pudiera ser y no lo es – superará ampliamente la incapacidad de los actuales.
De los hechos descritos y con la convicción de que esto es sólo el comienzo de las evaluaciones que se realizarán en el futuro, es posible obtener algunas conclusiones, no excluyentes ni definitivas:
1)      Ha quedado en evidencia la incapacidad absoluta del gobierno para enfrentar una de las amenazas clásicas de todo estado: las catástrofes naturales de verdad, no como aquella del Norte, en que se dieron el lujo de nominar burlescamente una coqueta “Ministra en Campaña”….
2)      Chile no cuenta con un verdadero sistema de administración de emergencias, siendo inconcebible que se pretenda mantener en el cargo a la Jefa de la ONEMI.
3)      La sociedad chilena actual muestra graves debilidades morales y una absoluta falta de ética, requiriéndose la imposición de campañas de formación valórica que aseguren que las próximas generaciones no las mantendrán.
4)      La causa de la descomposición valórica que pareciera estar en la combinación del materialismo y el individualismo de la sociedad chilena, se potencia con la permisividad y falta de respeto estimulada por la exacerbación de los “derechos” y la inexistencia de los “deberes”, lo que requiere una urgente corrección.
5)      Los gobiernos de la Concertación culminan su gestión con sus debilidades al desnudo, sin poder ocultar su mediocridad y su falta de visión de estado, donde la mala calidad de su red de poder político se fraguó en un concierto de corrupción de todo orden.
6)      Todo lo anterior demuestra la necesidad de dedicar tiempo al estudio de las responsabilidades políticas y criminales de quienes dejaron de cumplir sus obligaciones constitucionales, abandonando el interés por el bien común para dedicarse a satisfacer sus ambiciones personales.
Patricio Quilhot P.
Teniente Coronel ( R )

 

 Las opiniones vertidas en esta columna de opinión, son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de UNOFAR