Columna de Opinión

MILITARES por Orlando Sáenz R.

MILITARES por Orlando Sáenz R.

Las opiniones vertidas en esta columna de opinión, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de UNOFAR

Cuando un ciudadano abraza la carrera militar, pone su vida a disposición de la irrestricta defensa de su patria y de sus conciudadanos y abdica de numerosos derechos que asisten a sus compatriotas.

Desde que existe historia de naciones y estados, es posible apreciar como todos ellos, sin excepciones, han tenido que adaptarse y resignarse a la siempre difícil convivencia con dos grupos internos que,  siendo imprescindibles, llevan una vida segregada regida por costumbres, reglas, prácticas y hasta éticas distintas de las del resto de sus conciudadanos, y ello por la naturaleza y praxis propias de sus funciones: esos grupos son el de los militares y el del clero.  La historia también nos enseña que la incomprensión o el desconocimiento de estas insoslayables diferencias han conducido, en innumerable ocasiones, a amargos y prolongados conflictos.

Cuando un ciudadano abraza la carrera militar, pone su vida a disposición de la irrestricta defensa de su patria y de sus conciudadanos y abdica de numerosos derechos que asisten a sus compatriotas.  Para él no habrá horarios máximos ni derecho a huelga o siquiera manifestación,   no habrá oportunidades de fortuna ni de carreras meteóricas.

Mas trascendentalmente aún, debe renunciar a buena parte de su libre albedrío porque, siendo el acatamiento ciego y la coordinación perfecta requisitos indispensables para la eficiencia bélica, es necesario postergar los instintos y la conciencia individual en aras del sacrosanto principio de la obediencia debida.  En reconocimiento de las importantísimas restricciones que la vida militar impone a sus cultores, y atendida la insoslayable necesidad de ella, todos los estados le otorgan y le han siempre otorgado un estatus especial, con sus propias leyes, sus propias tradiciones, sus propios tribunales, su propia previsión y hasta su propia ética.  Todo ello porque sería impensable regular un universo tan diferente con las mismas reglas y criterios con que funciona el resto de la sociedad.

En tiempos normales, las enormes diferencias entre el mundo militar y el mundo de los civiles no generan mayores problemas, básicamente porque se mantienen separados hasta físicamente. Pero cuando, por las circunstancias que sean, los militares se transforman en soporte directo de un gobierno, los roces entre los dos sistemas de vida se multiplican y derivan en conflictos de dolorosas consecuencia.  Es precisamente lo que ocurrió en Chile durante el largo régimen liderado por el General Augusto Pinochet.

Basta esta sucinta reflexión sobre lo que todos sabemos para sospechar la anchura y profundidad del abismo que se ha creado entre la sociedad civil y el mundo castrense a raíz del tratamiento que le ha dado la nueva democracia chilena a las violaciones de derechos humanos ocurridas durante ese periodo.  Y ello por razones tan numerosas como evidentes:

_ Porque, en base a dudosos argumentos, se arrastró a tribunales civiles a muchos que debieron ser juzgados en su propio ámbito militar.

_ Porque, en base a otros dudosos argumentos, se eludió la ley de amnistía y se anuló incluso el límite de tiempo mediante el inverosímil expediente de considerar la desaparición como delito de secuestro permanente.

_ Porque muchos militares fueron condenados por los mismo tribunales civiles que fueron mas culpables que ellos como instrumentos de los crímenes del régimen al que obsecuentemente sirvieron.

_ Porque casi ninguno de los verdaderos responsables volitivos de esos crímenes desfiló ante los tribunales de justicia.

_ Porque hoy, a 40 años de los hechos, se sigue acosando a muchos que eran subalternos de subalternos en aquella época.

_ Porque se hizo tabla rasa  del dogma de la obediencia debida, que hasta los aliados respetaron después de la Segunda Guerra Mundial, y a pesar del mayor genocidio que conoce la historia de la humanidad (solo se juzgó y condenó a aquellos en que se pudo demostrar que tenían el libre albedrío suficiente para evitar los crímenes en que participaron).

_ Porque la casi mitad de Chile que casi logró prolongar el régimen militar hace 25 años enmudeció y desapareció como por encanto cuando llegó la hora del ajuste de cuentas.  Hoy es tan difícil encontrar un pinochetista como fue difícil encontrar un allendista a los pocos meses de gobierno castrense.

_ Porque el aprovechamiento político del asunto de los derechos humanos llegó a limites repugnantes el pasado septiembre, en que, con la propia colaboración del gobierno, se falsificó la historia en forma que el propio Homero habría envidiado.

_ Porque ver a los comunistas embanderar el Penal Cordillera cuando su partido es miembro centenario de un panel internacional autor de los peores crímenes contra los derechos humanos que se conocen, es una afrenta insoportable para  los militares chilenos (como que uno se suicidó de vergüenza).

_ Porque la repetida historia de que todo lo ocurrido afecta a personas y no a la institución militar es un eufemismo que no creen ni los que lo afirman.

_ Porque de sus caídos en la “guerra sucia” nadie se acuerda en el mundo civil, mientras que Santiago arde en cada aniversario del joven combatiente que cayó desafiando la ley y el orden.

No se vaya a creer que esta numeración significa que yo piense que los crímenes de los militares durante el gobierno del General Pinochet debieron quedar impunes. De hecho, como candidato parlamentario  de la Concertación en las elecciones de 1989, clamé públicamente por verdad y justicia y me sentí muy orgulloso cuando el Presidente Aylwin inició ese camino a pesar del estrecho espacio de maniobra que tenía su gobierno.  Pero en un cuarto de siglo lo que comenzó siendo “verdad y justicia” se convirtió en escarmiento y venganza y últimamente en caza de brujas y  aprovechamiento político, en que hasta el Partido Comunista enarbola la defensa de derechos humanos mientras  se le caen de la mochila los recuerdos de Stalin, Ceacescu, los Castro  y la plaza Tienamén, ante los cuales no hizo otra cosa que rendir homenajes.

 Creo que Chile no puede vivir con un foso de recelo y resentimiento entre la sociedad civil y el estrato militar.  No tenemos situación internacional para continuar con lo que, a estas alturas, no es otra cosa que un sainete en cuyo reparto nunca estuvieron todos los que son ni son todos los que estuvieron.  Hace rato que sonó la hora en que, por el bien y la seguridad de Chile, hay que ponerse a la tarea de restaurar el respeto y la confianza entre esos dos universos.

 Yo no sé si los políticos chilenos han postergado esa imprescindible tarea por ceguera intelectual o por conveniencia electoral, como demostró el aquelarre de septiembre pasado, pero sí que sé que mejor harían en aplicarse a resolver este problema de imperativa importancia en lugar de perder el tiempo atendiendo a la agenda que les dictan los agitadores de la calle.

Orlando Sáenz R.

 

Columna de Opinión

Oligarquía Demagógica

Oligarquía Demagógica

Las opiniones vertidas en esta columna de opinión, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de UNOFAR

La persecución de los militares no se debe sólo al odio de la izquierda, sino también a la necesidad de borrar de la mente de los chilenos la forma en que condujeron la administración pública durante los años del Gobierno Militar, dándonos orden, progreso y paz.

Debido al aprovechamiento de una casta de malos políticos, la democracia chilena se encuentra en una grave crisis, dejándonos en una situación de vulnerabilidad ante el riesgo de que se pretenda refundar el Estado mediante una Asamblea Constitucional, de corte ideológico. Los hechos que dan origen a la crisis van quedando en evidencia en estos días, haciendo añorar una época en la que la sociedad disfrutó del largo retiro espiritual de los políticos de todas las corrientes partidistas y demostrando que la persecución de los militares no se debe sólo al odio de la izquierda, sino también a la necesidad de borrar de la mente de los chilenos la forma en que condujeron la administración pública durante los años del Gobierno Militar, dándonos orden, progreso y paz.

Patricio Quihot Palma

Columna de Opinión

¿CONFIANZA O ESTULTICIA? VA Fernando Navajas. BAJAR A LABBÉ por Patricio Quilhot (adjunto)

¿CONFIANZA O ESTULTICIA? VA Fernando Navajas. BAJAR A LABBÉ por Patricio Quilhot (adjunto)

Las opiniones vertidas en esta columna de opinión, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de UNOFAR

Lo siento profundamente por Chile y por su futuro, por no estar debidamente preparados intelectual y sicológicamente para detener las embestidas del marxismo y no darse cuenta cuando estas ocurren, creyendo en sus falsas promesas “democráticas”.

 Un amigo, me decía hace unos días que conversando con algunos empresarios sobre  la situación del país en lo político y económico, varios de ellos le expresaron que había que tener confianza en los políticos y el GOBIERNO. Esa confianza no es tal, es una estupidez porque lo que ocurre es que el gobierno no pretende ser lo que fueron los otros gobiernos de izquierda: moderados, que no tocaron mayormente el  sistema eco nómico y manteniendo una relativo  respeto por las libertades básicas del individuo y de la sociedad, pero lo que estamos viendo ahora es algo muy distinto.

El actual Gobierno y los     políticos que lo acompañan, son mucho más hábiles y sutiles que los de 1973 y han hecho un cambio cultural sacando las vallas que  impiden su avance y de acuerdo con Gramsci eliminando las fuerzas que se le pueden oponer. Así tenemos que la iglesia católica, no ha sido capaz de anular los nefastos conceptos y prácticas del marxismo. Las FF.AA. fueron  sometidas de manera muy discreta y sin dolor.                                                                                    Finalmente los medios junto a la educación superior, fueron penetrados de ideas marxistas y nadie se dio cuenta de ello. Así cumpliendo muy bien los postulados de Gramsci en el sentido que es necesario ocupar los fosos o defensas que tiene la sociedad para defenderse, están echadas las bases para instalar en nuestro país una dictadura marxista y que ya estamos viendo en una serie de actitudes gubernamentales que atentan contra las  libertades personales y colectivas.

Ya lo he dicho en otras oportunidades: la ciudadana Bachelet, es una socialista dura, vale decir su itinerario es absolutamente marxista; por lo tanto creer en ella pensando que es demócrata es una ilusión, y esta sociedad que ha sido adormecida desde hace mucho tiempo, es incapaz de reaccionar ante todas las actitudes que buscan terminar con toda clase de libertades.

  El país es otro, ha habido un cambio cultural de principios y de valores y se ha hecho en forma imperceptible para la masa, pero el cambio existe con la pérdida de nuestra forma de ser; por eso, pensar que ellos actuarán de acuerdo a nuestro convencimiento es un error grave y más aun, pensar en generar confianzas en los diferentes aspectos de la vida nacional sean ellos económicos, políticos, sociales etc. Me parece de una simpleza increíble por parte de personas que debieran captar mejor que el común de los ciudadanos lo que está ocurriendo en Chile y actuar en consecuencia en forma práctica pero pensar en confianzas constituye para mí una estulticia. ¿Cómo generar confianzas con individuos o autoridades que tienen como blanco a la clase Empresarial?

 Lo siento profundamente por Chile y por su futuro, por no estar debidamente preparados intelectual y sicológicamente para detener las embestidas del marxismo y no darse cuenta cuando estas ocurren, creyendo en sus falsas promesas “democráticas”.

                                        Fernando Navajas I.

                                          Vicealmirante

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Columna de Opinión

IZQUIERDA HOY Y SIEMPRE: SIN DOBLE ESTÁNDAR NO HAY FÁBULA

IZQUIERDA HOY Y SIEMPRE: SIN DOBLE ESTÁNDAR NO HAY FÁBULA

Las opiniones vertidas en esta columna de opinión, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de UNOFAR

La izquierda, en Chile y en el mundo, es la reina indiscutida del doble estándar. Y no lo dicen los militantes de la derecha, sino la historia, al menos aquella parte que relata la realidad pura y dura y, por tanto, no susceptible de interpretaciones.

Hay una diferencia sustancial entre el empate y el doble estándar. En un partido de futbol se empata cuando ambos equipos obtienen el mismo resultado. En el mismo partido una de las partes incurre en doble estándar cuando reclama al árbitro por una falta del adversario y, luego, pretende pasar piola cuando un miembro de su equipo es sorprendido en igual falta.

La izquierda, en Chile y en el mundo, es la reina indiscutida del doble estándar. Y no lo dicen los militantes de la derecha, sino la historia, al menos aquella parte que relata la realidad pura y dura y, por tanto, no susceptible de interpretaciones.

Dictaduras y dictaduras. El más evidente doble estándar es el que ha usado la izquierda para evaluar la democracia. Una semana después que su gobierno sellara el fin del binominal y los ministros se abalanzaran sobre las cámaras emocionados para celebrar esta nueva epopeya de la democracia, la Presidenta Bachelet compartía amigablemente en la Cumbre CELAC con Raul Castro, máximo líder de la dictadura más extensa del planeta, y con Nicolás Maduro, quien mantiene desde hace un año a 40 líderes de la oposición detenidos sin juicio y cuyo gobierno expulsa por secretaría a los parlamentarios que entorpezcan sus objetivos políticos.

Para el PC y buena parte de la izquierda chilena, en Cuba lo que hay es “otra forma” de democracia; el autoritarismo aplastante en Venezuela es el triunfo de la revolución y la escasez el resultado de la especulación de los empresarios. Y mientras entre 1973 y 1990 llamaron a la comunidad internacional a intervenir para el retorno a la democracia en Chile y para denunciar crimen y tortura, hoy acusan de intromisión en asuntos internos a quienes se atreven a desafiar a Maduro y Castro para exigirle lo mismo que ellos exigieron entonces para nuestro país.

Libertad y derechos humanos para algunos. El doble discurso ha sido constante por décadas. Libertad para los presos políticos en dictaduras de derecha, prisión para los opositores en dictaduras de izquierda. Libertad para marchar, funar y denunciar al enemigo en los medios de comunicación y un Muro para encerrar durante 40 años a millones de seres humanos en la RDA.

Y la cicatriz más dolorosa que ha dejado el doble estándar de la izquierda para millones de personas que amamos la vida: derechos humanos para todos, salvo para quien comienza a gestarse, tal y como comenzamos todos. Derechos, dignidad y vida para unos, aborto para quien no puede aún levantar su voz.

No es terrorismo, es derecho a rebelión. Los principios para calificar la violencia y el crimen no son la paz social, la vida y las instituciones.

La izquierda define el terrorismo dependiendo de quiénes son los titulares, quiénes las víctimas y en nombre de qué causa se detona una bomba, se derriba un avión o se quema vivos a dos ancianos. Si son actos perpetrados en nombre de las reivindicaciones mapuches, el capitalismo salvaje o Pinochet, entonces no es terrorismo sino política de rebelión y se justifican sin importar cuántas vidas cobren ni cuánto daño hagan, ni mucho menos si transgreden la ley.

Hace algunos meses el diputado PS Marcelo Schilling señaló que “no existe terrorismo que no sea de Estado”. Es la tesis que sostiene la izquierda internacional: una bomba es un delito común o el ejercicio del derecho a rebelión, el mismo que han invocado recientemente en Chile Guillermo Tellier y Rolando Jiménez, afanados en convertirse en héroes confesando su participación en el atentado a Pinochet y a sus escoltas en 1986.

Lo inexplicable, salvo por el talento para jugársela por el doble estándar, es que Schilling fue un destacado agente de La Oficina, organismo creado prácticamente al margen de la ley durante el mandato de Patricio Aylwin, para perseguir y desactivar a las células terroristas que aún existían en el Chile post 90.

Movilización social en la oposición, sedición en el oficialismo. La interpretación de las movilizaciones sociales depende de si se está en la oposición o en el oficialismo. Si la marcha es para pegarle a un gobierno de centro derecha o a cualquier obra que simbolice el capitalismo -desde Hidroaysén hasta el mall de Castro-, entonces “todos a la calle” a refrendar el derecho a pataleo o a lo que ellos llaman a la “protesta social”.

Si en cambio los que marchan son padres y sostenedores en rechazo a la reforma educacional del Gobierno de Bachelet o los argentinos contra la sospechosa muerte de un fiscal y la impunidad que parece amparar la Casa Rosada, se trata de actos “sediciosos” (palabra reiterada hasta la saciedad por la UP, prima hermana de “reaccionario”).

Lucro acá, emprendimiento allá. La lucha de clases, la caricatura de ricos malos contra pobres buenos, que ha ido adquiriendo nuevas expresiones con las décadas (feminismo, indigenismo, ecologismo extremo), es el oxígeno del discurso socialista. Si usted es un empresario que heredó o creó negocios lucrativos, da igual que sea en una industria perfectamente regulada, pague bien a sus trabajadores y tenga todos sus impuestos al día: siempre estará del lado oscuro. Pero si el hijo de una Presidenta socialista fruto de su talento especulador y de la información privilegiada con que contaba se enriquece, entonces todo es perfectamente legal.

La izquierda vive encerrada en su propia fábula. Su discurso es para muchos cautivador, porque remece las emociones, miedos y rabias de millones de seres humanos tras generaciones de frustración. Mantener la fábula tiene un precio y la izquierda lo paga cuando accede al poder, no enfrentando sus limitaciones, sino interpretando la realidad simplemente a su antojo.

 

Isabel Plá.

Avanza Chile.

 

Columna de Opinión

VERANO DE DOLOR, TRISTEZA Y VERGÜENZA.

VERANO DE DOLOR, TRISTEZA Y VERGÜENZA.
Las opiniones vertidas en esta columna de opinión, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de UNOFAR
Se equivocan tanto los políticos que quieren establecer el empate entre el PentaGate y el NueraGate como aquellos que lo rechazan. Esto porque para la inmensa mayoría –que desconfía de los políticos- esto no es un partido de fútbol (ojalá lo fuera), y quien está perdiendo es Chile. Precisamente casos como estos llevan a los chilenos a confiar menos en la política.

Este es un verano de dolor, tristeza y vergüenza para los chilenos republicanos, sean de izquierda, centro o derecha. Los casos Penta, yate recaudador de fondos para campaña presidencial en Nueva York y el NueraGate –todos diferentes- nos hacen mal como país, nos instalan en la media latinoamericana en lo relativo a la falta de transparencia y minan el prestigio internacional de Chile. Esa es la lamentable verdad. Nadie puede sacar cuentas alegres de todo esto.

Subrayo: nos hace mal como país. Más allá del impacto que tenga en uno u otro sector político, más allá de que los políticos intenten pasarle la cuenta al adversario y justificar sus conductas, como país esto nos pone bajo una luz vergonzosa. Supongo que a la inmensa mayoría de los chilenos, independiente políticamente, esforzada y sacrificada, escéptica frente a los políticos, le duele, hiere y decepciona que estas prácticas ocurran en Chile, al que seguimos considerando, cada vez con menos vehemencia, una excepción en el continente. No nos olvidemos: el gran capital simbólico de Chile en el continente ha sido su institucionalidad.

Para mí, los tres casos no son presentables ni justificables ni equiparables, pero se parecen en un efecto pernicioso: minan la fe pública en los políticos, en la política y las instituciones de nuestra democracia. Y siembran un mensaje que tiende un letal manto de duda sobre la democracia: la política es lo que el ciudadano no ve, aquello que ignora, la política son transacciones y beneficios que se obtienen bajo cuerda. Y esas prácticas en la elite política contagian peligrosamente a Chile, pues “bajan” legitimadas por ciertos líderes a regiones, ciudades y comunas y, lo peor, a los jóvenes. Si no le ponemos un drástico límite a todo esto, terminaremos cultivando la corrupción en el país menos corrupto de América Latina.

El blindaje que entregó La Moneda al hijo de la Mandataria y director sociocultural de la Presidencia me lleva a concluir que quienes adoptaron la decisión no tienen plena conciencia del sitio en que están, del momento crucial que vive Chile ni del prestigio de que aún goza el país. Tampoco parecen darse cuenta de que insultan la inteligencia de la ciudadanía, que sabe que hay negocios que se pueden hacer desde la calle Moneda, pero no desde La Moneda.

Todos intuimos que no hay empresa en el mundo que con un año de historia y un capital de 10.000 dólares pueda obtener un crédito por 10 millones de dólares. Esto lleva a uno a preguntarse por la “singularidad” de la PYME en cuestión como para recibir tamaño crédito. Y el sentido común apunta a la política. Lo de la ganancia de 5 millones de dólares en 60 días con la reventa de los tres fundos adquiridos con el crédito, eso ya es otro asunto que nos recuerda el dicho sobre la mujer del César. Cuesta, en todo caso, imaginar a los gobiernos de Aylwin, Frei, Lagos o Piñera actuando de igual forma en caso semejante. Temo que a pasos agigantados estamos perdiendo sustancia como república.

Se equivocan tanto los políticos que quieren establecer el empate entre el PentaGate y el NueraGate como aquellos que lo rechazan. Esto porque para la inmensa mayoría –que desconfía de los políticos- esto no es un partido de fútbol (ojalá lo fuera), y quien está perdiendo es Chile. Precisamente casos como estos llevan a los chilenos a confiar menos en la política.

También se equivoca el portavoz de gobierno cuando acusa a la oposición de querer enlodar a la Presidenta criticando las operaciones de su nuera. No es la oposición la que enloda a la Mandataria. Es la empresa de su nuera la que la perjudica. Es esa empresa, además, la que sirvió a la oposición en bandeja operaciones que dejan ver una doble moral en un gobierno que dice estar contra “los poderosos de siempre”, demoniza el lucro, propugna el igualitarismo y proclama para sí una supuesta superioridad moral sobre el resto de la sociedad.

Urge avanzar en el ámbito de la transparencia, pero para eso se requieren líderes que prioricen los intereses de Chile y no los resultados de las próximas encuestas o elecciones. Los políticos deben entender de una vez por todas que lo que está ocurriendo es mucho más grave y dramático que darse un gustito con los “descuidos” del adversario. De seguir como vamos, el populismo será dentro de poco el gran ganador en Chile. Hoy es la estabilidad, la confianza ciudadana, la autopercepción nacional y, por ende, la calidad de nuestra democracia lo que está en juego.

Pensaba disfrutar en familia y con tranquilidad este luminoso febrero, pero de pronto siento que este es un verano de dolor, tristeza y vergüenza para los chilenos de alma republicana.

 

Roberto Ampuero, Foro Líbero.

Columna de Opinión

Cocina Legislativa y acuerdos políticos

Cocina Legislativa y acuerdos políticos

Tres cartas enviadas y publicadas en el El Diario El Mercurio de Valparaíso por Adolfo Paul Latorre, en que se refiere a la Ley de Amnistía; a la Cocina Legislativa y neolenguaje

 LEY DE AMNISTÍA

Señor Director: El ministro en visita extraordinaria Jaime Arancibia Pinto —un tribunal unipersonal inconstitucional, porque fue establecido con posterioridad a la perpetración de los hechos (art.19 Nº 3, inc. 5 CPR)— en la entrevista publicada el domingo 4 expresó que el argumento principal para no aplicar la Ley de Amnistía “es que al tratarse de delitos de lesa humanidad las amnistías no tienen efecto”.

Está muy equivocado el señor Arancibia —pues no podría estar actuando con mala fe— porque: a) Los hechos investigados no pueden ser calificados como de lesa humanidad, por cuando no cumplen con el requisito del tipo penal para ser calificados

como tales y porque a la fecha de su ocurrencia no existía ninguna ley interna o tratado internacional ratificado por Chile que se refiriera a ellos. Los crímenes de lesa humanidad fueron establecidos por el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional e incorporados en el derecho positivo interno chileno mediante la ley 20.357. Tanto esta ley como el Tratado de Roma entraron en vigor en Chile el año 2009 y no pueden ser aplicados retroactivamente; y b) No existe convenio internacional ni ley interna alguna que prohíba la dictación o la aplicación de amnistías, es decir, que prohíba perdonarse entre hermanos. Adolfo Paúl Latorre, El Mercurio Valparaíso, 4/1/2015.

“COCINA” LEGISLATIVA Y NEOLENGUAJE

Señor Director: En relación con la “satanización” de ciertas palabras a la que se refiere Miguel A. Vergara, me parece pertinente comentar que la estrategia de Antonio Gramsci para cambiar el mundo de base y crear un orden nuevo —de transformarlo en socialista en un sentido

igualitario— se fundamenta en un cambio cultural; modificando las valoraciones morales y políticas en que se fundamenta

la sociedad, des jerarquizando todo lo valioso y toda forma de religión trascendente, y transformando el sentido común.

Una herramienta de esta estrategia es el “neolenguaje”, que trata de cambiar el significado de las palabras, aunque conservando algo de su esencia. Al cambiar el sentido de las palabras las personas cambian su forma de pensar y, al

cambiar su forma de pensar, cambia su conducta.

Curiosamente, antes de morir, Gramsci se convirtió al catolicismo. Adolfo Paúl Latorre,

El Mercurio, 7/1/2015

Cocina Legislativa y acuerdos políticos

Señor Director: A lo manifestado por Miguel A.Vergara (carta del 7 de enero), en el sentido de que “los acuerdos políticos constituyen la esencia de una democracia”, agregaría que lo esencial es que la mayoría no impida la libertad de las minorías, que la democracia no sea tiránica; tiranía a la que son proclives quienes gobiernan como partido único y que piensan que la mayoría, con reformas constitucionales y legales, puede imponer cualquier cosa a las minorías. Para ello es preciso alcanzar acuerdos entre quienes tienen distintas posiciones políticas; acuerdos que normalmente se logran mediante transacciones, como ocurría con los antiguos partidos Conservador, Liberal y Radical. Estos acuerdos devinieron en algo prácticamente imposible con el surgimiento de los partidos Comunista, Democracia Cristiana y Socialista – partidos “ideológicos”, según Bernardino Bravo Lira— que postulaban “planificaciones globales” inmodificables, intransables y excluyentes, y cuyos dirigentes pronunciaban frases tales como: “no cambiaré una coma de mi programa ni por un millón de votos”, “avanzar sin transar”, “les negaremos la sal y el agua”, “no soy Presidente de todos los chilenos”.

Al respecto, cabría citar a Gonzalo Vial Correa: “Y si no está de acuerdo con ella —la planificación global de la política, la economía, la educación, la cultura, etc.— lo único que le corresponde es ser vencido y desplazado. Y ahí viene la polarización, y de ésta el odio. Cuando la minoría se siente herida o amenazada en derechos básicos, como la vida, el honor, la familia, la educación de los hijos o la religión, se defiende con la fuerza. Y si se recurre a la fuerza, quienes deciden no son ni la mayoría ni la minoría, sino los que verdaderamente tienen la fuerza”. Adolfo Paúl

Latorre, El Mercurio, 8/1/2015.

Columna de Opinión

Cocina Legislativa y acuerdos políticos, neo lenguaje y ley de amnistía;

Tres cartas enviadas y publicadas en el El Diario El Mercurio de Valparaíso por Adolfo Paul Latorre, en que se refiere a la Ley de Amnistía; a la Cocina Legislativa y neolenguaje
LEY DE AMNISTÍA
Señor Director: El ministro en visita extraordinaria Jaime Arancibia Pinto —un tribunal unipersonal inconstitucional, porque fue establecido con posterioridad a la perpetración de los hechos (art.19 Nº 3, inc. 5 CPR)— en la entrevista publicada el domingo 4 expresó que el argumento principal para no aplicar la Ley de Amnistía “es que al tratarse de delitos de lesa humanidad las amnistías no tienenefecto”.
Está muy equivocado el señor Arancibia —pues no podría estar actuando con mala fe— porque: a) Los hechos investigados no pueden ser calificados como de lesa humanidad, por cuando no cumplen con el requisito del tipo penal para ser calificados
como tales y porque a la fecha de su ocurrencia no existía ninguna ley interna o tratado internacional ratificado por Chile que se refiriera a ellos. Los crímenes de lesa humanidad fueron establecidos por el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional e incorporados en el derecho positivo interno chileno mediante la ley 20.357. Tanto esta ley como el Tratado de Roma entraron en vigor en Chile el año 2009 y no pueden ser aplicados retroactivamente; y b) No existe convenio internacional ni ley interna alguna que prohíba la dictación o la aplicación de amnistías, es decir, que prohíba perdonarse entre hermanos. Adolfo Paúl Latorre, El Mercurio Valparaíso, 4/1/2015.

“COCINA” LEGISLATIVA Y NEOLENGUAJE
Señor Director: En relación con la “satanización” de ciertas palabras a la que se refiere Miguel A. Vergara, me parece pertinente comentar que la estrategia de Antonio Gramsci para cambiar el mundo de base y crear un orden nuevo —de transformarlo en socialista en un sentido
igualitario— se fundamenta en un cambiomcultural; modificando las valoraciones morales y políticas en que se fundamenta
la sociedad, desjerarquizando todo lo valioso y toda forma de religión trascendente, y transformando el sentido común.
Una herramienta de esta estrategia es el “neolenguaje”, que trata de cambiar el significado de las palabras, aunque conservando algo de su esencia. Al cambiar el sentido de las palabras las personas cambian su forma de pensar y, al
cambiar su forma de pensar, cambia su conducta.
Curiosamente, antes de morir, Gramsci se convirtió al catolicismo. Adolfo Paúl Latorre,
El Mercurio, 7/1/2015

Cocina Legislativa y acuerdos políticos
Señor Director: A lo manifestado por Miguel A.Vergara (carta del 7 de enero), en el sentido de que “los acuerdos políticos constituyen la esencia de una democracia”, agregaría que lo esencial es que la mayoría no impida la libertad de las minorías, que la democracia no sea tiránica; tiranía a la que son proclives quienes gobiernan como partido único y que piensan que la mayoría,con reformas constitucionales y legales, puede imponer cualquier cosa a las minorías. Para ello es preciso alcanzar acuerdos entrequienes tienen distintas posiciones políticas; acuerdos que normalmente se logran mediante transacciones, como ocurría con los antiguos partidos Conservador, Liberal y Radical. Estos acuerdos devinieron en algo prácticamente imposible con el surgimiento de los partidos Comunista, Democracia Cristiana y Socialista – partidos “ideológicos”, según Bernardino Bravo Lira— que postulaban “planificaciones globales” inmodificables, intransables y excluyentes, y cuyos dirigentes pronunciaban frases tales como: “no cambiaré una coma de mi programa ni por un millón de votos”, “avanzar sin transar”, “les negaremos la sal y el agua”, “no soy Presidente de todos los chilenos”.
Al respecto, cabría citar a Gonzalo Vial Correa: “Y si no está de acuerdo con ella —la planificación global de la política, la economía, la educación, la cultura, etc.— lo único que le corresponde es ser vencido y desplazado. Y ahí viene la polarización,y de ésta el odio. Cuando la minoría se siente herida o amenazada en derechos básicos, como la vida, el honor, la familia, la educación de los hijos o la religión, se defiende con la fuerza. Y si se recurre a la fuerza, quienes deciden no son ni la mayoría ni la minoría, sino los que verdaderamente tienen la fuerza”. Adolfo Paúl
Latorre, El Mercurio, 8/1/2015.