La Unión ha querido publicar este artículo enviado por nuestro Director Francisco Alomar, por la importancia y actualidad que este representa, más aún cuando camaradas privados de libertad se encuentran contagiados con el covid, incluso un número importante de ellos ha perdido la vida, sin que en la tierra hayan encontrado la justicia que se merecían.
Pretendo en esta columna, a riesgo herir sentimientos, enojar a algunos, o simplemente causar una risa burlona, defender a quienes ya nadie defiende; me refiero a los militares prisioneros políticos, quienes, despojados de toda dignidad y justicia, la mayoría de ellos ancianos y enfermos; se encuentran en nuestras cárceles pagando el “crimen” de haber salvado a Chile de una debacle social y política.
Esto, que ha pasado a ser una realidad incómoda para los chilenos de la cual nadie quiere hacerse cargo debido a los costos políticos que significa; ha llegado a un punto tan grande de indiferencia, que me “obliga” a escribir estas líneas.
Para partir, en Chile, los crímenes prescriben luego de 5 a 10 años (dependiendo del crimen) de cometidos los delitos, por lo tanto no deberían estar presos los militares. Frente a ello, hay quienes dicen que los crímenes en materia de DDHH no prescriben acorde a los distintos tratados internacionales que ha suscrito Chile en materia de DDHH. El error de quienes argumentan eso, es que estos tratados fueron suscritos por Chile mucho después de cometidos los supuestos delitos y, acorde a la retroactividad de la ley penal, no se puede aplicar nuevas leyes al imputado cuando ya se han cometido los delitos. Es como si una persona caminase con traje de baño por la calle y luego se creara una ley que prohíba eso y se condene a quien cometió la falta antes de creada la ley; ¡absurdo!
También, como nuestros inteligentísimos jueces sabían del error que estaban cometiendo al no cumplir la retroactividad de la ley penal, condenaron a los militares en base a una figura jurídica inexistente: el secuestro permanente, que implicaba que los militares seguían teniendo secuestradas a las víctimas hasta ahora para así saltarse de algún modo la prescripción de la pena; como si el anciano militar de 80 años tuviese a un mirista escondido en su casa el día de hoy; ¡absurdo!
Pero esto no acaba aquí, las injusticias suman y siguen: les dieron amnistía a todos los ex terroristas y absolutamente nada a los militares; pasándose a llevar otro principio básico del derecho: la igualdad ante la ley. La ley es ciega, por lo tanto, para todos por igual, sin importar si eres de izquierda o derecha, ciego o vidente, religioso o no religioso; en este caso militar o civil.
Pero, aún falta el tema más escandaloso de todo esto: las condenas sin pruebas. Mucho militares han sido condenados únicamente en base a “fundadas presunciones” sin prueba de nada e, incluso, muchas veces aun con pruebas no cometidos los delitos. Otro principio del derecho pasado a llevar: toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario. En el caso de los militares; son culpables hasta que se demuestre su inocencia y, ni aun así serán libres.
Esto no es una realidad que vivió Chile hace más de 20 años; es una realidad que está viviendo ahora, en este preciso momento. ¿Con qué cara podremos después pedir reconciliación si la justicia ha llegado solo a un lado?
Luego de la Guerra Civil de 1891 que murieron entre 5 mil y 10 mil en solo un año (muchísimos más muertos que en los veinte años del gobierno militar), se dio amnistía para ambos bandos y se logró reconciliar el país a los pocos años de concluido el conflicto. La razón por la que Chile sigue estando, luego de 25 años de acabado el gobierno militar, dividido y no ha habido reconciliación; es porque no hay amnistía para ambos bandos y la justicia ha llegado sólo a un bando.
Fuente imagen: https://diario16.com/es-igual-legalidad-justicia-y-legitimidad/
El Mostrador, 19 de septiembre 2021
Este Ejército de Chile – siempre vencedor, jamás vencido – junto a las otras instituciones de la defensa, tienen niveles de aprobación muy superiores a las instituciones a las que pertenecen quienes los atacan y nuevamente hace sospechosa la naturaleza e intención de los ataques en los que persisten algunos, y que se aprovechan de que es una institución jerarquizada, obediente y no deliberante, pero que tiene claro a quien se debe, que no es más que Chile, los chilenos, sus héroes y sus glorias militares.
El 19 de septiembre se celebran las todas glorias del Ejército de Chile, una fecha que fue dispuesta por Ramón Barros Luco mediante un decreto supremo del año 1915, en que se declaró feriado ese día. Muchas veces se confunde con la primera ceremonia en la que participó el Ejército de Chile, la que se efectuó en la mañana del 19 de septiembre de 1810 en la Plaza de Armas de Santiago, con ocasión de la proclamación del acta de instalación de la Junta de Gobierno.
En ese sentido la celebración de las glorias del Ejército se ha mantenido excepto en solo dos oportunidades, el 1973 y el 2020, dos oportunidades excepcionales que no requieren de explicación, por lo que no se comprende los intentos de algunos de que se suspendiera nuevamente en el 2021, a sabiendas de que los indicadores sanitarios están mucho mejores y casi todo Chile está en fase 4.
Esta es la oportunidad en que el Ejército acompañado por las otras instituciones de la defensa nacional salen a la calle para estar juntos a los chilenos a los que se deben. Es una celebración cívico-militar en donde normalmente las tropas y la civilidad se encuentran para celebrar las glorias militares de Chile, las que nos dieron la libertad, la independencia, las que dieron la independencia al Perú, las que llevaron junto a la marina el pabellón chileno hasta el mismísimo palacio virreinal de Lima, y las que junto a los otros institutos armados no permitieron que Argentina en el 1978 usurpara territorios soberanos chilenos.
Es el Ejército compuesto de hombres y mujeres que han jurado dar su vida por Chile si así la patria se los requiriera, y que en cada catástrofe han estado al pie del cañón realizando labores de ayuda a la comunidad, en las circunstancias que sean y por periodos de tiempo muy extensos como lo demuestra la contingencia sanitaria en la cual aún nos encontramos.
Este Ejército de todos los chilenos necesita que Chile y los chilenos los apoyen cuando se les ataca, que a la vez les exijan ser mejores profesionales y personas, que les permitan realizar sus labores profesionales, y que no les estén pasando la cuenta por las acciones impropias de algunos mandos que actuaron incorrectamente en el pasado, acciones que son de responsabilidad personal y no de responsabilidad institucional. Que paguen los que tengan que pagar, pero que no pague el Ejército de Chile los pecados de unos pocos que no supieron estar a la altura de su juramento y de sus deberes profesionales.
Queda a veces la sensación de muchos de los ataques al Ejército corresponden a agendas personales de algunos políticos o de académicos que al parecer quieren ajustar cuentas y desarrollar proyectos políticos que requieren de la anuencia, del libre permiso o de un escenario en donde estén seguros de que nada o nadie los podrá parar en su búsqueda del poder o para hacer lo que quieran. Si ese es el caso, recuerden que el Ejército que es de todos nosotros, y esta para resguardar nuestra Republica, su independencia y soberanía.
Quizás corresponde recordar para terminar, que este Ejército de Chile – siempre vencedor, jamás vencido – junto a las otras instituciones de la defensa, tienen niveles de aprobación muy superiores a las instituciones a las que pertenecen quienes los atacan y nuevamente hace sospechosa la naturaleza e intención de los ataques en los que persisten algunos, y que se aprovechan de que es una institución jerarquizada, obediente y no deliberante, pero que tiene claro a quien se debe, que no es más que Chile, los chilenos, sus héroes y sus glorias militares.
Richard Kouyoumdjian. Vicepresidente AthenaLab