Cocina Legislativa y acuerdos políticos
LEY DE AMNISTÍA
Señor Director: El ministro en visita extraordinaria Jaime Arancibia Pinto —un tribunal unipersonal inconstitucional, porque fue establecido con posterioridad a la perpetración de los hechos (art.19 Nº 3, inc. 5 CPR)— en la entrevista publicada el domingo 4 expresó que el argumento principal para no aplicar la Ley de Amnistía “es que al tratarse de delitos de lesa humanidad las amnistías no tienen efecto”.
Está muy equivocado el señor Arancibia —pues no podría estar actuando con mala fe— porque: a) Los hechos investigados no pueden ser calificados como de lesa humanidad, por cuando no cumplen con el requisito del tipo penal para ser calificados
como tales y porque a la fecha de su ocurrencia no existía ninguna ley interna o tratado internacional ratificado por Chile que se refiriera a ellos. Los crímenes de lesa humanidad fueron establecidos por el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional e incorporados en el derecho positivo interno chileno mediante la ley 20.357. Tanto esta ley como el Tratado de Roma entraron en vigor en Chile el año 2009 y no pueden ser aplicados retroactivamente; y b) No existe convenio internacional ni ley interna alguna que prohíba la dictación o la aplicación de amnistías, es decir, que prohíba perdonarse entre hermanos. Adolfo Paúl Latorre, El Mercurio Valparaíso, 4/1/2015.
“COCINA” LEGISLATIVA Y NEOLENGUAJE
Señor Director: En relación con la “satanización” de ciertas palabras a la que se refiere Miguel A. Vergara, me parece pertinente comentar que la estrategia de Antonio Gramsci para cambiar el mundo de base y crear un orden nuevo —de transformarlo en socialista en un sentido
igualitario— se fundamenta en un cambio cultural; modificando las valoraciones morales y políticas en que se fundamenta
la sociedad, des jerarquizando todo lo valioso y toda forma de religión trascendente, y transformando el sentido común.
Una herramienta de esta estrategia es el “neolenguaje”, que trata de cambiar el significado de las palabras, aunque conservando algo de su esencia. Al cambiar el sentido de las palabras las personas cambian su forma de pensar y, al
cambiar su forma de pensar, cambia su conducta.
Curiosamente, antes de morir, Gramsci se convirtió al catolicismo. Adolfo Paúl Latorre,
El Mercurio, 7/1/2015
Cocina Legislativa y acuerdos políticos
Señor Director: A lo manifestado por Miguel A.Vergara (carta del 7 de enero), en el sentido de que “los acuerdos políticos constituyen la esencia de una democracia”, agregaría que lo esencial es que la mayoría no impida la libertad de las minorías, que la democracia no sea tiránica; tiranía a la que son proclives quienes gobiernan como partido único y que piensan que la mayoría, con reformas constitucionales y legales, puede imponer cualquier cosa a las minorías. Para ello es preciso alcanzar acuerdos entre quienes tienen distintas posiciones políticas; acuerdos que normalmente se logran mediante transacciones, como ocurría con los antiguos partidos Conservador, Liberal y Radical. Estos acuerdos devinieron en algo prácticamente imposible con el surgimiento de los partidos Comunista, Democracia Cristiana y Socialista – partidos “ideológicos”, según Bernardino Bravo Lira— que postulaban “planificaciones globales” inmodificables, intransables y excluyentes, y cuyos dirigentes pronunciaban frases tales como: “no cambiaré una coma de mi programa ni por un millón de votos”, “avanzar sin transar”, “les negaremos la sal y el agua”, “no soy Presidente de todos los chilenos”.
Al respecto, cabría citar a Gonzalo Vial Correa: “Y si no está de acuerdo con ella —la planificación global de la política, la economía, la educación, la cultura, etc.— lo único que le corresponde es ser vencido y desplazado. Y ahí viene la polarización, y de ésta el odio. Cuando la minoría se siente herida o amenazada en derechos básicos, como la vida, el honor, la familia, la educación de los hijos o la religión, se defiende con la fuerza. Y si se recurre a la fuerza, quienes deciden no son ni la mayoría ni la minoría, sino los que verdaderamente tienen la fuerza”. Adolfo Paúl
Latorre, El Mercurio, 8/1/2015.