¿Cómo llegamos hasta aquí? por Pilar Lizana — Peligros en la frontera norte, por José Ignacio Brito — Nueva Constitución, nuevo lema nacional, por Adolfo Paúl Latorre
Las opiniones en esta columna, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión
¿Qué nos pasó? Se utilizó la firma de un notario muerto para presentar una candidatura presidencial, un convencional mintió sobre padecer cáncer, el ex alcalde de Vitacura es investigado por malversación de caudales públicos, el actual alcalde pide que se investigue la gestión del ex edil de Lo Barnechea, ¿qué más puede venir?
¿Qué nos pasó? Se utilizó la firma de un notario muerto para presentar una candidatura presidencial, un convencional mintió sobre padecer cáncer, el ex alcalde de Vitacura es investigado por malversación de caudales públicos, el actual alcalde pide que se investigue la gestión del ex edil de Lo Barnechea, ¿qué más puede venir?
Y había más. Esta semana, el Fiscal Nacional Jorge Abbott confirmó que en Chile operan tres grandes carteles de la droga internacional.
Cuando creíamos que los intercambios de balas de alto calibre en la vía pública y los asesinatos por encargo solo ocurrían en otros lugares, estábamos equivocados. Sin darnos cuenta, Chile llamó la atención de importantes empresarios de la droga y de pronto comenzaron a instalar sus operaciones en suelo nacional.
Pero, esto no pasó de la noche a la mañana. El “estallido social” y la pandemia aceleraron un proceso que lleva años creciendo lentamente. Entonces, ¿cómo llegamos hasta aquí?
El Informe 2021 del Observatorio de Narcotráfico de la Fiscalía Nacional identificó cuatro tendencias que muestran que la penetración de la rama del crimen organizado dedicada a la droga es profunda.
Las incautaciones de marihuana han superado a las de cocaína en un contexto donde la ruta internacional Colombia – Chile que empieza en el Valle del Cauca y es dominada por el cartel del Clan del Golfo se consolida; 3 de los 5 mayores carteles internacionales ya están en el país: Sinaloa y su fallido intento por enviar droga al puerto de Rotterdam; Jalisco Nueva Generación y su centro de operaciones en Alto Hospicio y el Clan del Golfo y su cannabis tipo Creepy.
También aumenta la capacidad de producción nacional de drogas, especialmente las sintéticas con la mezcla de éxtasis y ketamina, crecen los decomisos de plantas de marihuana, de insumos químicos y los laboratorios para producción de cannabis; y las cárceles se han transformado en los centros del crimen, a abril de este año, 570 bandas se encontraban recluidas en centros penitenciarios.
La situación es preocupante. No hasta hace mucho Chile era conocido sólo como país de paso. La droga llegaba, algo se quedaba, pero la gran mayoría iba destinada a mercados internacionales en Asia y Europa.
Hoy el escenario es distinto: pese a contar con 20 millones de habitantes, una cifra pequeña al lado de gigantes como México o Brasil, Chile se ha posicionado como un importante mercado en América Latina gracias a sus altos niveles de consumo de marihuana.
La cadena del narcotráfico está completa: producción, distribución y consumo se han consolidado en el país y el Estado y los gobiernos deberán generar respuestas comprehensivas que consideren todos los aspectos del negocio visibilizando la fuerte integración de los mercados nacionales e internacionales.
¿Qué podemos hacer? La historia ha demostrado que el narcotráfico no termina. Un negocio de tantos millones de dólares siempre va a tener interesados. Pero esto no significa que no se pueda combatir.
El crimen organizado, en todas sus variantes, es una amenaza directa contra la democracia, quien debe enfrentarla con sus herramientas y normativas. ¿Cómo? Una legislación sólida que apunte a la creación de un sistema nacional de combate contra el narcotráfico pareciera ser la respuesta.
La actual ley 20.000 genera herramientas y norma la acción contra las drogas, pero la adaptabilidad de la amenaza y su penetración a nivel nacional requieren de una legislación amplia que incorpore a todos los actores, públicos y privados.
No olvidemos que Chile tiene concesionada a éstos últimos infraestructura crítica de alto valor para el narco, como la operación de varios puertos y autopistas.
Todos debemos contribuir en el combate contra las drogas.
Nuestro objetivo: evitar que Chile siga el camino de sus vecinos y otros países de la región.
¿¿CÓMO LLEGAMOS HASTA AQUÍ? [1]
Pilar Lizana
VivaChile.org, Sociedad, 17/09/2021
Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas C.
[1] Nota del Editor: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, el 11/09/2021.
[1]
José Ignacio Brito. VivaChile.org, Política, 17/09/2021
En Chile solemos no preocuparnos mucho por las fronteras. La Cordillera de los Andes constituye un biombo que aísla al país y dificulta el contacto con el exterior.
No ocurre lo mismo en la frontera norte. Allí, aunque la altitud, la falta de agua y las bruscas variaciones de las temperaturas extremas representan barreras naturales, diversos grupos y personas son capaces de cruzar con éxito desde el extranjero.
Un conjunto de acontecimientos recientes tiende a ratificar esa apreciación.
El flujo hormiga de inmigrantes ha hecho evidente que Chile ofrece un acceso relativamente sencillo para quien tenga determinación.
Aunque la llegada de extranjeros pasa por altos y bajos, los episodios críticos se repiten (este año al menos van dos), dejando en evidencia una fragilidad que es aprovechada por muchas personas de manera individual y también por mafias de “coyotes” que lucran con la desesperación de quienes están dispuestos a arriesgarlo todo con tal de buscar un mejor destino.
Lo mismo ocurre con los carteles internacionales del narcotráfico, que están invadiendo cárceles y puertos, y también usan la frontera norte como punto de entrada, según un informe de la Fiscalía Nacional.
Por último, el arresto de tres militares bolivianos involucrados en un incidente en el sector fronterizo de Pisiga Choque da cuenta de la continuidad de un mercado de contrabando de camionetas y SUVs robadas que se viene registrando desde hace años en la zona.
Una serie de razones se combinan y refuerzan entre sí para explicar la complejidad de la situación en la frontera norte.
En primer lugar, la existencia de algunas indefiniciones internas, como ocurre con el tema de la inmigración, un asunto que despierta sensibilidades profundas y para cuyo tratamiento hay aproximaciones opuestas.
Asimismo, la creciente precariedad institucional de Chile representa una invitación para el crimen organizado, que ve en la confusión y falta de autoridad un terreno fértil para operar.
Por último, el consumo en aumento de algunas drogas hace que Chile ya no sea solo una vía de paso para el narcotráfico, sino también un lugar donde los carteles aspiran a instalarse.
Tradicionalmente, en Chile la preocupación por los límites con nuestros vecinos se ha reducido a definirlos en el mapa, incluso a través de la intervención de tribunales internacionales.
Sin embargo, la combinación de los factores mencionados más arriba debería forzar a nuestras autoridades a contemplar asimismo otras realidades que pueden generar conflictos.
La cooperación con los países vecinos, el fortalecimiento institucional, una adecuada dotación de personal y equipamiento, la voluntad política y la definición de una postura de Estado son mínimos necesarios para evitar peligros que se están haciendo cada vez más recurrentes.
Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas C.
[1]
Nota del Editor: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera, el 15/09/2021.
Nueva Constitución, nuevo lema nacional. Por Adolfo Paúl Latorre
Es razonable que quienes pretenden “refundar a Chile” quieran destruir su cultura, su historia y sus tradiciones; entre ellas, el lema de nuestro escudo nacional, que hunde sus raíces en los albores de nuestra independencia.
La expresión “por la razón o la fuerza” corresponde a la versión castellana de la frase latina aut consilio aut ense (o por consejo o por espada) que fue incluida como lema en el primer escudo nacional de 1812.
Dicha expresión fue incorporada en diversas monedas acuñadas durante el siglo XIX y fue oficializada en 1920 como lema del actual escudo nacional (adoptado en 1834).
Ella es equivalente a “la balanza y la espada” con la que se representa simbólicamente la imagen de la justicia: la balanza que simboliza al derecho y a la razón no puede prevalecer sobre la violencia ilegítima y el crimen sin la espada, que simboliza al poder y a la fuerza.
También equivale a “Estado de Derecho”; es decir, aquel que se caracteriza por la igualdad ante la ley, la obligación de cumplirla tanto por gobernantes como por gobernados y que quien la viola recibe el debido castigo.
Razón y fuerza son inseparables como anverso y reverso del Estado de Derecho. El significado del lema no está vinculado a un carácter belicista, sino que pretende establecer la primacía de la razón en la vida colectiva, es decir, el derecho; no obstante, si este es violentado, debe restablecerse mediante el uso de la fuerza si fuese necesario.
Publicada en El Pingüino de Punta Arenas el el 15 de septiembre de 2021. También en El Mercurio de Valparaíso el 15 de septiembre de 2021 bajo el título “Lema nacional”.