DECLINACIÓN URBANA
El Mercurio, Editorial, 13/10/2022
A pocos días de un nuevo aniversario de los episodios vividos el 18 de octubre de 2019, es posible aún ver las huellas que la violencia extrema dejó en la vida cotidiana.
Una de aquellas marcas físicas se refiere a la multiplicación de los rayados urbanos que, como un agresivo testimonio de la violencia que irrumpió en las ciudades, copó los espacios públicos, contribuyendo a la percepción de deterioro que, desde entonces, degrada numerosos barrios.
Los sectores céntricos de muchas urbes, especialmente de Santiago y Valparaíso, han experimentado el fenómeno sociológico denominado de las “ventanas rotas”, constatando que, cuando no se pone atajo oportunamente a las acciones vandálicas, la práctica se extiende, pues se percibe que en ese lugar imperan la impunidad y la indiferencia.
Al deterioro visual le siguen la suciedad, la inseguridad y el abandono, volviéndose inhabitable para quienes aspiran a una vida urbana de calidad.
La práctica de los rayados es global y muchos países han aprobado duras sanciones para exterminarla, con éxitos relativos. Especialmente severas son las normas para quienes vandalizan obras e inmuebles patrimoniales.
Tres años después, las huellas de la violencia en las ciudades siguen visibles. |
Tanto Santiago como Valparaíso han sido particularmente afectadas. Fiel testigo es el abandono en que todavía se encuentran la Plaza Baquedano y sus alrededores, permitiendo que siga siendo punto de encuentro para violentistas. Cabe en ese sentido desear que los planes de recuperación ayer anunciados por la alcaldesa de Providencia puedan llevarse a cabo con éxito.
Desde los aplausos iniciales por estas “formas de expresión” se ha transitado a discursos denunciantes y acciones de reparación.
La más visible ha sido la iniciativa municipal de Valparaíso que, a través del plan “Arcoíris”, pretende terminar con los rayados en algunas zonas céntricas del puerto.
Sin embargo, no ha alcanzado sus objetivos, pues la limpieza de muros, en algunos casos, ha durado solo horas, sin que exista la capacidad para persistir.
Los infractores suelen no ser sorprendidos en flagrancia, lo que dificulta su detención y genera una sensación de impunidad que alienta la reiteración de las incivilidades.
A tres años de los hechos de 2019, muchas ciudades no han podido recuperar su fisonomía y, por el contrario, sufren de una declinación preocupante debido a las ocupaciones ilegales de parques y plazas, el comercio ambulante que inunda las veredas y calles, la criminalidad, los rayados y la destrucción de obras patrimoniales.
Para enfrentarlo, se requiere de estrategias mancomunadas, que a los esfuerzos locales sumen el compromiso de la autoridad central, el Ministerio Público, las policías y la comunidad, para revertir este proceso de deterioro.
Como señalara en carta a este diario quien lideró una iniciativa particular de limpieza de muros en espacios urbanos, no parece posible lograrlo sin una política coordinada que permita desarticular las bandas organizadas de grafiteros y —lo más importante— conseguir la colaboración y el compromiso de la ciudadanía para denunciar, limpiar y contribuir con el cuidado de los ambientes públicos.
Solo una tarea mancomunada permitirá recuperar la calidad de vida urbana que en muchos barrios se estropeó de manera dramática después del 18 de octubre; hasta ahora, no obstante, no se ven muestras de una efectiva recuperación.
Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
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