DESPUÉS LO HAGO
Agustín Squella
El Mercurio, Columnistas, 17/03/2023
“Después lo hago” es el título dado a algunos de los famosos ensayos de Montaigne, por lo menos a ocho que seleccionó su biógrafo y traductor Pierre Jacomet, a quien echo de menos al no verle ya en el café viñamarino en que solíamos toparnos. “Toparnos”, porque nunca fueron encuentros programados, lo cual les daba un sabor especial. Con Jacomet se descubrían cosas, de manera que siempre agradecí el azar de nuestras conversaciones.
El azar fue otro tema de Michel de Montaigne, hasta el punto de considerar que suele concordar con la razón.
El azar se ríe muchas veces de nosotros y llega en ocasiones a dirigir nuestros proyectos, a fin de corregirlos, comportándose con una extraña sabiduría. Hasta sucede que el azar actúe como un cirujano, como en el caso de Jason de Fereo.
Según se cuenta, el guerrero fue desahuciado por los médicos de su tiempo debido a un tumor en el pecho. Resuelto a morir en batalla antes que en su cama, Jason se abalanzó contra sus enemigos sin el más mínimo resguardo y “recibió una herida que lo atravesó y tan en el buen lugar que le sacó el tumor y mejoró”.
Y ahora cable a tierra, a Chile, a nuestra contingencia, partiendo por el tema constitucional, ese ante el cual durante décadas hemos dicho: “Después lo hago”.
Porque —permítaseme repetirlo— las constituciones de las dictaduras no se reforman, se reemplazan.
Guste o no el modelo del proceso en curso —a mí me gusta bien poco—, hay que desearle éxito y, en la medida que cada cual pueda, colaborar para que resulte lo mejor posible.
Si el nuevo proceso no llegara a buen puerto —que no es otro que el de recibir la propuesta final la aprobación de los ciudadanos— volveríamos a quedar en un limbo constitucional y acercándonos ya al medio siglo sin reemplazar la Constitución de 1980, habiendo desaprovechado dos recientes oportunidades (tres con la de Michelle Bachelet) a fin de tener una Carta Fundamental para el siglo que estamos viviendo.
El riesgo es que sectores conservadores y de la muy nebulosa centroizquierda presionen para que lo que se nos proponga dentro de algunos meses sea, en los hechos, un puñado de cambios a la Constitución actual.
Otro riesgo es que los sectores progresistas se rindan ante la actual involución conservadora y que, con el pretexto de los excesos de la exConvención, renuncien a sus convicciones en materia de derechos sociales, pueblos indígenas y cambio de un sistema político que no da para más.
“Ya es tiempo de que Chile deje de estar a la gira y entre de una vez a los puertos que hasta ahora ha rehuido”.
Vaya si el cambio de sistema previsional ha esperado también lo suyo, después de décadas de diagnósticos y comisiones. Lo mismo el de la salud privada.
En ambos casos hemos ido dejando las cosas para después o —lo que es lo mismo— haciéndolas de a poquito, paralizados los poderes públicos por la presión y el lobby de los intereses en juego, hasta que las instituciones privadas de uno y otro campo empezaron a sucumbir por vías inesperadas: en un caso los retiros de fondos, y en el otro por fallos de tribunales que suplieron la pereza legislativa en relación con las Isapres. Camarón que se duerme…
Y acabamos de tener el ejemplo tributario de “Después lo hago”, o, mejor, “No quiero para nada hacerlo”.
“La irresolución —señaló Montaigne— parece ser el vicio más común de nuestra naturaleza… No vamos, se nos lleva, como las cosas que flotan, ora dulcemente, ora con violencia, según si el agua se halle iracunda o bonachona”.
Expresiones que el autor vertió en el siglo XVII y no después de nuestro estallido social.
“Ningún viento es favorable para el que no tiene puerto de destino” —escribió también—, y ya es tiempo de que Chile deje de estar a la gira y entre de una vez a los puertos que hasta ahora ha rehuido.
Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
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