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A ocho meses de entregar el mando, dice que sus antecesores realizaron. “Lo único que nos apena es la situación por la cual atraviesan algunas personas que, habiendo pertenecido a las filas del Ejército y que hoy tienen avanzada edad o situaciones médicas complejas, uno podría darles una mirada en términos humanitarios, ya que viven tanto en lo personal como en lo familiar situaciones muy complicadas. Sí, efectivamente nos entristece ver que todavía esas personas permanecen ancladas a una situación de hace 40 años”.
A ocho meses de entregar el mando, dice que sus antecesores realizaron “todo lo que había que hacer” por la reconciliación.
El próximo 11 de septiembre no sólo se cumplirán 40 años del pronunciamiento militar que puso fin al gobierno de Salvador Allende y abrió el del general Augusto Pinochet. También será el último “11” del general Juan Miguel Fuente-Alba Poblete como comandante en jefe del Ejército. El 9 de marzo de 2014 el oficial del arma de infantería entregará el mando a un sucesor que debiera conocerse en noviembre. Y a los 60 años de edad, 42 de ellos dedicados al servicio activo, dejará el uniforme y pasará a retiro.
A dos meses de esa conmemoración que aún divide a muchos chilenos, y en medio de una gira por Aysén, a dos mil kilómetros de Santiago, Fuente-Alba habla por primera vez sobre cómo espera un “11” que, en medio de una campaña electoral, podría reabrir heridas en el país.
Su mirada tiene dos dimensiones. Por un lado, asegura que hay “excelentes” relaciones entre el Ejército y la sociedad chilena y que esta deposita “una confianza notable” en la institución. Por otro, admite “pena” y “tristeza” por los más de 30 efectivos en retiro condenados en causas de derechos humanos, y más de cien procesados por la misma razón, que permanecen “anclados” y “encadenados” a hechos de hace cuatro décadas, y cuya avanzada edad y, en algunos casos, delicado estado de salud ameritarían, dice sin entrar en más detalles, una mirada “humanitaria”.
Para Fuente-Alba, el terremoto del 27-F fue una oportunidad “para que nuevamente el Ejército pudiera encontrarse con el pueblo profundo”, ya que la institución brindó apoyo tanto en los problemas más complejos que se vivieron en las primeras horas, como en los saqueos y el difícil reparto de agua y comida a los damnificados, como en el posterior proceso de reconstrucción.
Recuerda que se detuvo la actividad militar de dos divisiones, la II y la III, durante todo ese año y que entre 15 mil y 16 mil hombres estuvieron empeñados en la reconstrucción de más de 120 comunas.
El Ejercito, añade, “estuvo con su gente, con su ciudadanía”, y estructuró una fórmula, a través del CMT, para contratar a personas de las mismas localidades afectadas para que colaboraran en sacarlas de esa sensación de desastre y en la reanudación de las actividades.
Así, insiste, la institución estuvo fuertemente dedicada a las zonas afectadas, lo que generó “una oportunidad de un encuentro con el pueblo profundo con el que siempre el Ejército ha tenido una relación muy fuerte, tremendamente cálida”.
Sobre si ese encuentro significa que el Ejército esta reconciliado con la sociedad chilena a cuatro décadas del “11”, el comandante en jefe dice tener “la sensación” de una reconciliación “bastante” anterior.
“Tengo confianza en la madurez que hoy tienen la sociedad chilena, sus autoridades, sus representantes, para mirar con altura lo que se ha vivido. Creo que el Ejército, como institución castrense, ha dado en este sentido los pasos que tenía que dar, que mis antecesores han hecho todo lo que tenían que hacer en su debido momento y que gracias a eso hoy el Ejército puede estar dedicado a mirar un plan estratégico hacia 2026 y no estar aún fijado a algo que ocurrió hace 40 años”, plantea.
Entonces, su mirada cambia hacia lo que estima pendiente: “Lo único que nos apena es la situación por la cual atraviesan algunas personas que, habiendo pertenecido a las filas del Ejército y que hoy tienen avanzada edad o situaciones médicas complejas, uno podría darles una mirada en términos humanitarios, ya que viven tanto en lo personal como en lo familiar situaciones muy complicadas. Sí, efectivamente nos entristece ver que todavía esas personas permanecen ancladas a una situación de hace 40 años”.
Fuente-Alba piensa que Chile ha adquirido un nivel de racionalidad para observar los fenómenos del pasado que debiera permitir superar estas situaciones, aunque ello no significa dejar de sacar lecciones de lo ocurrido. “No se trata -dice- de no aprender y absolutamente olvidar las cosas del pasado. Se trata de un sentido humanitario, de un sentido de una comunidad organizada, de una comunidad que tiene fines comunes y de efectivamente mirar a quienes hoy aún siguen encadenados a una situación de hace 40 años. No me cabe duda alguna de que también ellos comparten muchos sufrimientos que hubo en aquellos años”.