¿DOS ÓRDENES JURÍDICOS PARALELOS? por Max Silva —- CHILE, UN RESULTADO MESTIZO por Gonzalo Rojas Sánchez
Las opiniones en esta columna, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional
Lo que hoy está ocurriendo en el fondo, es que existen dos órdenes jurídicos paralelos que afectan a nuestros países, uno nacional, emanado supuestamente ….
Una cosa que resulta absolutamente clara en nuestros días es que el Derecho como fenómeno humano –y exclusivamente humano– no puede seguir siendo contemplado desde lo que podría llamarse una mirada “estatocéntrica”, esto es, como un orden jurídico emanado-prioritaria o fundamentalmente del Estado, con un contenido autónomo.
Muy por el contrario, en la actualidad existe un cúmulo de instancias internacionales que influyen cada vez más en nuestros ordenamientos jurídicos nacionales, ya sea instándolos a adoptar determinados contenidos, ya sea vedando normas internas, por no estar de acuerdo con su modo de ver y regular las cosas.
De esta manera, hoy constituye una quimera pensar que un país estaría lo suficientemente “protegido” de influencias internacionales, por ejemplo, por poseer un sólido escudo de derechos fundamentales establecidos en su constitución.
Ello, pues como se ha dicho, la permeabilidad de nuestros derechos nacionales va en aumento, pues existen cada vez más agentes internacionales de todo tipo –unos formales, otros no tanto–, que influyen en su contenido.
En ocasiones, a través de normas vinculantes para los Estados, pero las más de las veces, gracias a la emisión de todo tipo de observaciones y recomendaciones (comprendidas dentro del llamado “soft law” internacional, esto es, disposiciones no vinculantes), que de alguna u otra manera, influyen en nuestros ordenamientos domésticos.
En consecuencia, lo que hoy está ocurriendo en el fondo, es que existen dos órdenes jurídicos paralelos que afectan a nuestros países, uno nacional, emanado supuestamente del pueblo en caso de poseer un régimen democrático, y otro internacional, bastante difuso a decir verdad, surgido de un sinnúmero de organismos más o menos formales, compuesto de una infinidad de disposiciones tanto vinculantes como no vinculantes, y finalmente, carente de una unidad o coherencia material o de contenido entre unas disposiciones y otras, como pretende lograrse dentro de un ordenamiento jurídico nacional.
Sin embargo, uno de los principales problemas de este orden foráneo que influye cada vez más en los nacionales, es su total falta de fiscalización, pues la ciudadanía no controla en absoluto (y ni siquiera conoce) la composición de los miembros de estos muchos y múltiples organismos internacionales (la ONU y sus aliados, la OEA, múltiples organismos formales, comités y comisiones de todo tipo, tribunales internacionales, ONGs casi infinitas, etc.).
Además, estos organismos no son tampoco controlados por nadie en su labor (como en el Estado, en que en teoría unos poderes vigilan a otros), y finalmente, no responden por su tarea una vez concluida ésta.
No obstante, pese a toda esta flagrante falta de control, la influencia de estos organismos no hace sino crecer día a día, al punto que los Estados son paulatinamente menos libres para decidir sus propios asuntos y se encuentran cada vez más amarrados por compromisos internacionales que sin embargo, con el tiempo obligan a más y más cosas, siendo difícil que esta haya sido la intención original al darles vida.
En este sentido, casi daría la impresión de que nos encontráramos al servicio de estas entidades.
La gran pregunta que queda es sin embargo, si la ciudadanía ha dado su anuencia para terminar siendo tutelada prácticamente en todo por estos organismos que no la representan.
VivaChile.org, Historia, 17/09/2021
[1]
Nota del Editor: Este artículo fue publicado originalmente por diario El Sur de Concepción.
[2] Nota del Editor: El autor es Doctor en Derecho y profesor de filosofía del derecho en la Universidad San Sebastián.
CHILE, UN RESULTADO MESTIZO. Gonzalo Rojas Sánchez
¿Existía Chile antes de la llegada de los españoles?
No, por supuesto que no.
El territorio estaba disponible para que se configurara su unidad por encima de su riquísima diversidad, pero los variados pueblos que lo habitaban en pequeños números y de modo completamente disperso, no tenían entre sí vínculos que permitieran imaginar un futuro nacional.
Ni siquiera entre los muy diversos habitantes de Arauco había propósitos comunes.
¿Puede entonces afirmarse que fue la llegada de los españoles la que dio origen a una nueva realidad superadora de todas las anteriores?
Sí, por supuesto que sí.
Recorriendo el territorio de norte a sur, imprimiendo organización mediante el derecho y la fundación de ciudades y fuertes, incorporando a la fe católica a sus muy variados habitantes, y cruzando su sangre con las savias indígenas, los españoles -con sus méritos y sus vicios- comenzaron a forjar este auténtico ‘producto nuevo’, Chile. Una realidad mestiza, indiana, algo barroca, nueva, única.
Quien niegue a los españoles el carácter de pueblo originario de Chile tiene que explicar entonces el auténtico origen de Chile; y ciertamente, para hacerlo, no podrá apoyarse solo en las variadas etnias preexistentes, hoy además, en su inmensa mayoría, mestizas, chilenas.
¿Existía Chile antes del 18 de septiembre de 1810?
Sí, por supuesto que sí. Ya desde comienzos del siglo XVII los documentos permiten concluir que los nacidos en estos territorios -y también algunos peninsulares que fueron llegando progresivamente a afincarse en ellos- consideraban el Finis Terrae como algo distinto, específico y ¡propio!
Eso explica el inicio del proceso emancipatorio, eso fundamenta la necesidad del autogobierno y, a corto plazo, de la independencia. Chile es ya a comienzos del siglo XIX una realidad plenamente configurada en su mestizaje basal y en su autoconciencia de identidad propia.
Pero ¿es aquél el mismo Chile que vivimos hoy?
Sustancialmente sí, porque ya había sido engendrado por la fusión de sangres y culturas desde mediados del siglo XVI, ya tenía alma propia. Pero accidentalmente no, porque cada uno de los nuevos pueblos que han ido integrándose a la sociedad ya en marcha, fueron entregando de su propia sangre europea, americana, africana o asiática, los nuevos aportes que han matizado y enriquecido nuestro ser nacional.
Africanos, británicos, alemanes, croatas, palestinos, libaneses, italianos, nuevos flujos de españoles, judíos, argentinos, peruanos, colombianos, venezolanos y haitianos -y tantos otros, quizás en cantidades menores- han construido junto al mestizaje anterior nuevos vínculos que dan riqueza y grandeza a la patria.
¿Cómo podría no considerárseles a ellos pueblos originarios también? Qué tremenda injusticia sería excluirlos de las muy variadas vetas raciales que han configurado lo chileno.
Ya está bien de sofismas y de racismos.
Chile es el resultado, en plena mutación, de todos los que han puesto aquí su sangre y sus culturas. Ninguno de esos pueblos debe ser excluido del carácter originario de su aportación a este país que nos debe incluir a todos y abrirse siempre generosamente como asilo contra la opresión.
Reservar el título de pueblo originario sólo para quienes habitaban este territorio antes de que fuera Chile, es o velado racismo o simple ignorancia histórica.
VivaChile.org, Historia, 17/09/2021
Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional
Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas C.