Bajo mi palabra de honor el día D será el 11 y la hora H 06.00. Sí Uds. no pueden cumplir esta fase con el total de las fuerzas que mantienen en Santiago, explícalo al reverso. El Almte. Huidobro está autorizado para traer y discutir cualquier tema con Uds.
EL DÍA “D” SERÁ EL 11 Y LA HORA “H” 0600
9/Sept./73
“Gustavo y Augusto:
Bajo mi palabra de honor el día D será el 11 y la hora H 06.00.
Sí Uds. no pueden cumplir esta fase con el total de las fuerzas que mantienen en Santiago, explícalo al reverso.
El Almte. Huidobro está autorizado para traer y discutir cualquier tema con Uds.
Los saluda con esperanza de comprensión.
J.T. Merino”
Al reverso agregue lo siguiente:
“Gustavo: es la última oportunidad. J.T.
“Augusto: si no pones toda la fuerza de Santiago desde el primer momento, no viviremos para ver el futuro”
Pepe.
El mensaje así redactado, lo metí en un sobre, no le puse dirección y mandé a llamar al Comandante del Cuerpo de Infantería de Marina, Contraalmirante IM Sergio HUIDOBRO Justiniano.
Con el mensaje en la mano, me quedé pensando cómo hacerlo llegar a sus destinatarios, sin que fuese interceptado o fuese conocido o discutido por otras personas.
En esa forma, y sin haber usado el teléfono y ningún otro medio de comunicación, todos interceptados, ya que cualquier otro procedimiento que se usara podría alertar a las fuerzas del gobierno, decidí que Huidobro fuera a Santiago ese mismo día; probablemente los generales PINOCHET y LEIGH se encontrarían en sus casas.
Debía llegar este mensaje primero al General PINOCHET, que era el que me interesaba más, y enseguida a LEIGH. Si no los encontraba en sus casas, haría que los buscasen en todo Santiago, pero ese mismo día domingo debía tener yo una respuesta sobre lo que se iba a hacer. Si no eran ubicados con facilidad, HUIDOBRO solo podía hablar con el Almirante CARVAJAL.
El Almirante HUIDOBRO llegó a mi presencia alrededor de las 12 del día, vestido de civil, en tenida deportiva, le comuniqué que tenía una comisión importante para él. Le expliqué en pocas y precisas palabras, que debía viajar a Santiago, en auto, llevando el mensaje.
Me informó que lo esperaba el Comandante Ariel GONZÁLEZ, Jefe del Estado Mayor de la Infantería de Marina, que dependía de él, y que andaba en auto propio. Irían juntos donde yo los mandara, porque dos personas resultaban más seguro y, más aún, constituían una patrulla y a ellos, con su criterio de Infantes de Marina, parecía muy natural que así fuese. Acto seguido le pasé el sobre, que el Almirante HUIDOBRO metió en su bolsillo; le dije que no, que se sacara el zapato, doblara la carta y la colocara en la planta del pie y así nadie sabría que llevaba un mensaje.
Alrededor del mediodía partieron a Santiago. Era domingo, y lo había programado todo para el martes, sólo contábamos con el lunes para tomar las medidas correspondientes.
Alrededor de la una de la tarde fuimos a almorzar con Margarita y mis hijas; estaba además invitado el cadete De la Cerda, del cual era apoderado y al que debía firmar la papeleta para que volviera a la Escuela Naval.
Alrededor de las 13:30 horas, el mayordomo me avisó que había llegado el Almirante HUIDOBRO. Era imposible que hubiese llegado tan temprano, tenía que haber una equivocación. Me levanté de la mesa y efectivamente estaba el Almirante HUIDOBRO ahí. Le pregunté qué le pasaba, a lo que me respondió que habían tenido un problema, ni él ni el Comandante GONZÁLEZ llevaban dinero para pagar el peaje y en consecuencia tuvieron que volver a Valparaíso a buscar dinero para poder pasar por el peaje de Zapata.
Ya entrada la noche de ese domingo, el Almirante HUIDOBRO regresó de Santiago para relatarme los resultados de su misión.
Fuente consultada:
“Bitácora de un Almirante”, Memorias del Almirante José Toribio MERINO Castro
Atte.
Carlos Saldivia Rojas
Suboficial Mayor Armada (R)