EL FIN DE BAQUEDANO
Joaquín Fermandois
El Mercurio, Columnistas, 10/01/2023
Al igual que el Consejo de Monumentos Nacionales cuando se retiró la estatua erigida al general Manuel Baquedano el 2021, el anuncio del cambio de la configuración vial que se hace en nombre de un sinnúmero de ideales no disimula la pátina de maquillaje tecnocrático.
Se dice ahora que es para facilitar el tránsito y que se resguardará el homenaje a quienes allí dieron testimonio. No he escuchado que algo así se haya propuesto con los Campos Elíseos, en París, para hacer fluido el tránsito derribando el Arco de Triunfo y expulsando la tumba del soldado desconocido; ni tampoco ha sucedido nada parecido con la Columna de la Independencia en el paseo de la Reforma, en México. Solo en Santiago de Chile se nos ocurren estas necedades.
La retirada que se percibía definitiva de la estatua vino a ser una formidable derrota del Estado, al que por otra parte se le endiosa en tantas acciones. Para hacer lugar a un nuevo objeto de memoria y culto se elimina a otro.
¿No perciben que se va creando una dinámica de sociedad sin memoria?
Una verdad elemental de la evolución de cualquier sociedad humana es que ésta a la vez permanece y cambia, lo que es parte de su memoria. De otra manera, no requeriríamos de memoria porque, como todo se iría eliminando de la misma, no habría nada de qué acordarse, salvo del presente, una entidad muy metafísica por lo demás. Por ello, a un país no se le borran experiencias, se le agregan otras nuevas.
“El desplazamiento del monumento al general Baquedano se dirige contra una amplia franja de la historia de Chile”.
Nada costaría recordar algunos hechos que hayan expresado con real dignidad un sentimiento profundo, herido —como podría haber sido la manifestación del 25 de octubre del 2019—, y sería posible colocar el monumento al general Baquedano y al Soldado Desconocido (testimonio de la era democrática) en el mismo sector en un emplazamiento más protegido.
No somos inocentes. Sabemos que se quiere eliminar de nuestra existencia todo lo relacionado con la historia militar y bélica, y esto sucede justo en los días en que se celebran los 200 años del nacimiento del general Baquedano y un nuevo aniversario de las batallas de Chorrillos y Miraflores.
Tras la Independencia, la Guerra del Pacífico ha sido la coyuntura internacional más importante del Chile republicano. Ayudó a consolidar una parte de nuestra cultura cívica con gran presencia desde fines del XIX y gran parte del siglo XX.
Una mirada hacia ella evocaba con fuerza lo que en otro caso es una frase vacía, la unidad nacional. Como toda historia, y más todavía una guerra, puede ser sometida al mismo análisis y producir distintas visiones; y siempre suscitará controversias. Querer erradicarlas para imponer una verdad, tácita además, parece ser el fin estratégico no confesado.
El desplazamiento del monumento al general Baquedano se dirige contra una amplia franja de la historia de Chile.
Solo que hay un problema: el que borra también será borrado. Ya existen las primeras señales de eclipse de los protagonistas del Estallido.
Recordemos la épica desarrollada en las semanas que siguieron al 26 de julio de 1931, la caída de Ibáñez. La muerte trágica en las trifulcas con carabineros del estudiante Jaime Pinto Riesco y del joven profesor Alberto Zañartu Campino hizo de ellos los héroes del día. Donde cayó este último se pintó una cruz en la calle que duró unos años. Iba a ser un momento grabado a fuego. ¿Quién lo recuerda ahora?
Malo está que las cosas se arrojen por la borda del olvido; más malo que se quiera crear un vacío estalinista en torno a un pasado reverenciado por tantos chilenos. No se trata de hacer lo mismo con nuevas perspectivas que merecen su puesto bajo el sol.
A un país no se le borran, se le agregan nuevas experiencias.
Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel.
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