HISTORIA MILITAR Y HÉROES OLVIDADOS

PRAT Y EL HONOR

 

PRAT Y EL HONOR

Álvaro Góngora

El Mercurio, 15/05/2023

Me adelanto con esta columna a recordar la gesta del héroe chileno por antonomasia, Arturo Prat Chacón. Es la posibilidad que tengo.

Lo hago pensando que en nuestro tiempo se ha diluido la conciencia histórica.

Nada importa cómo se forjó nuestro país, las personalidades que fueron sus protagonistas ni los valores que dejaron como legado.

Los símbolos patrios y la figura de los héroes se vandalizan sin que importe a algunas autoridades.

Se habla pomposamente de la República, pero se desconoce su historia.

El combate ocurrido el 21 de mayo de 1879 en la rada de Iquique fue un acontecimiento trascendental para el país, admirado en Chile e internacionalmente.

Arturo Prat, comandante de la fragata “Esmeralda”, sus oficiales y marinos, lucharon por más de tres horas, con entrega ejemplar y simplemente por cumplir el deber que se les había encomendado, contra una nave peruana blindada, el monitor “Huáscar”, materialmente muy superior a la chilena.

“Se ha diluido la conciencia histórica. Nada importa cómo se forjó nuestro país”.

En el momento crítico de la refriega, Prat y cuatro de los suyos lo abordaron a sabiendas que arriesgaban la vida, como efectivamente ocurrió. Fue un acto de valentía y honor.

Durante la Guerra del Pacífico fue rememorado en cada arenga antes de entrar en batalla.

El resto del país ignoró durante días lo sucedido, porque las noticias eran difusas.

El transporte chileno “Lamar” solo pudo avistar el inicio del combate.

En Santiago y Valparaíso, recién el 28 de mayo se publicó la desgraciada noticia: la “Esmeralda” hundida, Prat y oficiales fallecidos, y 40 náufragos nacionales que fueron rescatados.

El acontecimiento generó conmoción profunda en la población, se habló de Prat por meses, siendo un desconocido. Incluso, “El Mercurio” del puerto publicó “Apuntes biográficos del comandante Prat”, escrito por un particular, José Bernardo Suárez.

Se formó una comisión que convocó a los ciudadanos a realizar erogaciones para reunir recursos que permitieran levantar un monumento a Prat y sus compañeros. “Luchó como los paladines de épocas que nos parecen legendarias”, se escuchó decir en un discurso.

No obstante, en el Perú se trató de desacreditar el acto, bajándole el tono, porque de conocerse en su plenitud posiblemente generaría respeto y hasta admiración.

Los días 15 y 16 de junio del mismo año, su Diario Oficial publicó columnas con invenciones del siguiente tenor: “El comandante Prat fue el primero en proponer a sus oficiales la rendición de la Esmeralda, en decir a los maquinistas que detuvieran la marcha, en ordenar que se arriara la bandera lo más pronto posible… estaba triste, humilde, inmóvil… los tripulantes no obedecían, arrojándose desnudos al agua antes de tiempo… Prat saltó involuntariamente al monitor, resbalándose y cayendo…”.

Pero peruanos nobles lo retractaron, honorificándolo, como el corresponsal Modesto Molina, que sintetizó en una frase la gloria de Chile: “el pabellón chileno fue el último que halló tumba en el mar”.

Más definitivo fue el comandante del “Huáscar”, Miguel Grau, quien en carta a la viuda dijo: “su digno esposo, el capitán Arturo Prat… fue, como usted no lo ignora ya, víctima de su temerario arrojo en defensa y gloria de la bandera de su patria”.

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

 

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional.

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Perla Histórica. Arturo Prat, el Jurista. Por Mario Barrientos Ossa

PERLA HISTORICA.

         Con motivo de conmemorarse hoy el aniversario del Combate Naval de Iquique y la gloriosa muerte de Arturo Prat Chacón, cuya figura fulgura en nuestra historia, acompaño un estudio acerca de su desconocida faceta de abogado, que portaba nuestro héroe naval máximo. Asimismo, rindo un tributo de admiración a Miguel Grau, cuya hidalguía fulguró en ese épico combate.

ARTURO PRAT, EL JURISTA.

Mario Barrientos Ossa.

Me parece necesario recordar que Prat fue abogado, que se sintió llamado por el mundo del Derecho, y que con grandes sacrificios pudo conciliar su labor como oficial de la Armada con las aulas universitarias, hasta lograr su meta.

Considero un agrado reproducir en estas líneas una reseña de esta poco conocida etapa en la vida de Prat, que nos hace sentir el orgullo de proclamar que nuestro héroe es el abogado de muerte más gloriosa en nuestra historia.

La autoridad universitaria extendió el siguiente informe, con fecha 23 de julio de 1876: “Señor Rector: Don Arturo Prat Chacón ha rendido examen de Código de Minas y Práctica Forense y en ambos salió aprobado unánimemente. Puede ser admitido a las pruebas finales. Enrique Tocornal”.

El 26 de julio se informa que rindió su examen de grado, ante los profesores Ocampo, Cerda, Vergara Albano, Lira y Tocornal, y fue aprobado unánimemente. Enseguida leyó una memoria sobre la Ley de Elecciones y fue igualmente aprobado. Firma el mismo Enrique Tocornal.

El 31 de julio rindió su examen ante la Corte Suprema y fue aprobado. Cabe recordar que en esos años, la Excma. Corte examinaba a cada uno de los postulantes al diploma, y esa es la explicación que hasta hoy, el título no lo otorga la Universidad, sino la Excma. Corte, aunque se haya perdido la razón de ser que le dio origen, puesto que tales exámenes ya no se llevan a cabo.

A título de anécdota, cabe recordar lo que publicó el decano de nuestra prensa nacional, “El Mercurio” de Valparaíso, con fecha 2 de agosto de 1876, con el siguiente tenor:         “Ayer rindió examen de abogado ante la Corte  Suprema de Justicia, el capitán de corbeta, segundo comandante de la Esmeralda, don Arturo Prat.  El señor Prat solo ha concurrido  a las aulas del Instituto Nacional, para rendir siempre las más brillantes pruebas de competencia en los diversos ramos del Derecho. Nuestro foro  ha hecho, con el ingreso del señor Prat, una valiosa adquisición. A su talento distinguido para apreciar con rapidez las más intrincadas  cuestiones de Derecho, une  un carácter investigador  y un espíritu analítico que le permite profundizar   y resolverlas con el acierto de un viejo jurisconsulto. Es un abogado en la más estricta acepción de la palabra y de ello tenemos pruebas evidentes  en algunos escritos que la prensa ha registrado sobre cuestiones de jurisprudencia y en los cuales campean  la observación certera y el lógico razonamiento. Lo mismo nos prueban algunas defensas que el señor Prat  ha hecho con brillo en consejos de guerra y que también se han publicado. Nuestra Armada, cuenta desde hoy, con un abogado, que es el primero salido de su seno. Lo felicitamos por ello y felicitamos también al joven jefe cuyo amor a la ciencia no podía menos que servir de poderoso estímulo a sus alumnos de la Escuela Naval”.

Nótese que Prat no fue un alumno del montón, y que su aventura de titularse de abogado mereció elogiosos comentarios en la prensa, lo que revela que era conocido por sus condiciones intelectuales y morales.

El 27 de julio de 1876, su esposa Carmela Carvajal le había escrito, refiriéndose a la aprobación de su examen de grado: “Mi Arturo adorado: En la mañana de hoy recibí juntas tus cartas del 25 y 26 portadoras de tan buenas nuevas, que me hicieron derramar lágrimas de felicidad. Recibe, mi bien, mil y mil felicitaciones de toda la familia y en particular de tu Carmela que da gracias al Todopoderoso que ha premiado tus nobles esfuerzos. Lo único que siento es que me voy poniendo orgullosa pero esto no te dé cuidado, porque yo sé serlo a mi modo, tal vez el solo que lo sufrirá eres tú, porque te tendré más regalón…” En ese matrimonio reinaba el amor.

Casi tres años después de estos hechos, el héroe de la paz pasaba a la inmortalidad como el gran héroe de la guerra.

En ambas conductas, el código moral fue uno solo: terminar lo empezado, cumplir la palabra, aunque cueste la vida.

¡Cuán olvidado y envejecido yace ese mismo código, si observamos la realidad actual!

Un aporte del Pas Presidente Gustavo Basso Cancino

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Columna de Opinión, HISTORIA MILITAR Y HÉROES OLVIDADOS

LA ESPADA JAMÁS RENDIDA

 

 

LA  ESPADA    JAMÁS  RENDIDA

Un día frío y soleado de ese invierno, una caravana de autos y furgones salió de la Escuela Naval con rumbo a Santiago, la delegación la conformaban oficiales, brigadieres, cadetes y por supuesto quien escribe. Acompañaba además a esta delegación un pequeño grupo de seguridad designado por la Comandancia en Jefe en consideración al valor inestimable de nuestra carga de regreso. Alrededor de las 11 de la mañana tocábamos la puerta de la casa de doña Elena Walker de Prat en un plácido barrio de Las Condes.

Arturo Prat Chacón y Carmela Carvajal, como se sabe, tuvieron tres hijos; Carmela de la Concepción nacida en 1874, quien falleció a los nueve meses, Blanca Estela nacida en 1876 y Arturo, quien llegó a la familia en 1878. A la muerte de Carmela Carvajal en 1931, la espada de Arturo Prat, que se encontraba en su poder, pasó a manos de su hijo Arturo Prat Carvajal quien contrajo matrimonio con doña Blanca Echaurren, de esa unión nacieron sus hijos Arturo, Guillermo, Jorge, Carlos y Roberto. A la muerte de Arturo Prat Carvajal la espada fue heredada por su hijo primogénito, Arturo Prat Echaurren, quién contrajo matrimonio con doña Elena Walker Vial. De este matrimonio nació su única hija, María Elena Esmeralda. Arturo falleció en 1988 quedando la espada en custodia de su viuda Elena.

Una vez en el interior de la casa, Doña Elena me pidió que la acompañara con algunos oficiales a otra sala un poco más pequeña, la que resultó ser la oficina de su difunto esposo. Más pinturas y recuerdos de esos días de Iquique. Un antiguo óleo en donde está la figura de Prat saltando al abordaje. Carmela y sus hijos en una foto color sepia ya gastada por el tiempo, cartas enmarcadas y muchos otros recuerdos que hacía de esa sala un altar de historia íntima de una familia orgullosa de su ascendencia. Sentí en mi piel y en mi corazón que Arturo Prat, el gran capitán, estaba ahí.

En un costado de uno de los muros de color ocre había una concavidad que se encontraba cubierta con un vidrio, en su interior se encontraba una caja de madera labrada con su cubierta de cristal biselado. Dentro de esa caja se encontraba una espada. La observamos en silencio, la señora Elena  levantó la cubierta de vidrio para sacar la caja de madera, sin que me lo pidiera le ayudé a hacerlo.

.- ¨Esta caja de madera la mandó a hacer Carmela para guardar la espada de su Arturo. Jamás se desprendía de ella. Cuando se le incendió su casa en Valparaíso lo único que ella atinó a salvar fue esta caja con la espada¨.

Al terminar esa breve historia me quedó mirando y me entregó su tesoro. Con la ayuda de un oficial abrí la tapa y tomé la espada. Tomé la empuñadura con delicadeza. Emocionado pensé en el gran Comandante aferrado a ella en el momento de su muerte. Miré a doña Elena, le dije gracias y volví a colocar la espada en la caja de madera.

Ese 21  de julio de 1990, el Patio del Buque estaba colmado de público.  Todos los estandartes de la Armada encabezaban la impecable formación de la Escuela Naval frente a la tribuna.

Yo me encontraba junto a mi señora sentada al lado del Ministro de Defensa, un poco más allá, Esmeralda, la bisnieta de Arturo Prat, Doña Blanca, y el hijo de Esmeralda, Nicolás de poco más de 10 años. Hacia la otra ala de la primera fila de la tribuna, el Presidente de la República, el Comandante en Jefe de la Armada, el Presidente del Senado y otras autoridades.

Los discursos fueron pronunciados como estaba previsto. En primer lugar, la viuda de Prat Echaurren quien, con su suave y débil voz conmovió a los asistentes al expresar con la dulzura que da la edad, los sentimientos que invadían su admiración por el héroe:

¨Con profunda emoción mi hija Esmeralda, mi nieto Nicolás y yo, cumplimos con el deseo de mi esposo Arturo Prat Echaurren, de entregar la espada de Arturo Prat a la Escuela Naval

Nicolás, el hijo adolescente de Esmeralda, salió de la tribuna, tomó el almohadón azul y dorado con la espada y se lo depositó en los brazos a un joven oficial quien a su vez se lo entregó a un joven cadete de primer año.  A los sones de una hermosa marcha naval, el cadete con la espada cruzó el patio de honor y se detuvo frente a la última compañía de la Escuela.

Ese cadete erguido y orgulloso con la espada sobre sus brazos, unía en el tiempo el alma de la Escuela Naval con el alma de Prat esa gloriosa mañana de mayo. Ese joven era la mayor semejanza que podía existir con el cadete Prat cuando, al igual que él, recién siendo un niño, había ingresado al viejo plantel para servir a su patria. Ese joven cadete era Arturo Prat.

El silencio de pronto se rompe con el Himno de la Escuela Naval. Todos cantan y entonando los versos sagrados, el cadete y la espada comienzan, con paso firme, a recorrer la senda de compromiso frente a la formación de cadetes.

Los cadetes navales chilenos por la Patria juramos morir

Las miradas siguen el brillo que irradia el filo de la espada, brillo que a cada cadete le señala el camino de honor y de gloria, el camino de vencer o morir.

La escena de ese cadete desfilando con la espada frente a la formación de cadetes ha sido lo más emotivo y significativo que he presenciado. Fue una mañana plena de simbolismo y tradición.

Pienso que al final, fue una síntesis de lo que es nuestra vocación naval.

Tomás Schlack C

Ex Director de la Escuela Naval Arturo Prat

Un aporte de nuestro Director Eduardo Boisset

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COMBATE NAVAL DE IQUIQUE. 21 DE MAYO DE 1879

 

COMBATE NAVAL DE IQUIQUE. 21 DE MAYO DE 1879

Hay pocos hechos en la Historia Universal que puedan compararse con la gesta desarrollada en la
bahía de Iquique aquel 21 de mayo de 1879, no tan sólo por el ejemplo de heroísmo del Comandante Arturo Prat Chacón y la dotación de la corbeta “Esmeralda”, sino que también por el significado y repercusiones que ésta tuvo en el desarrollo de los acontecimientos posteriores.
Al declarar la guerra Chile a los aliados, Perú y Bolivia, 05 de abril de 1879, la Escuadra chilena inició de inmediato el bloqueo del puerto peruano de Iquique, con la intención de obligar a la escuadra enemiga a romperlo y disputar el dominio del mar.
El 16 de mayo, el Comandante en Jefe de la Escuadra, Almirante Juan Williams Rebolledo, ante la inactividad de sus naves, como consecuencia de la ausencia de la escuadra peruana, que de acuerdo a información que disponía, se mantenía en El Callao, presionado además por las críticas que le hacían por no adoptar una actitud más decidida, tomó la resolución de expedicionar sobre el principal puerto peruano: El Callao.
Zarpó con todos los buques disponibles, a excepción de la corbeta “Esmeralda” y la goleta cañonera “Covadonga”, viejas naves, unidas desde tiempos de la Guerra contra España, ya que la “Esmeralda” había capturado a la “Covadonga” en el Combate Naval de Papudo, 26 de noviembre
de 1865, destacando en esa memorable acción el entonces Guardiamarina Arturo Prat.
A las dos naves ya mencionadas se les unía el transporte “Lamar”. Como Jefe de Bahía, vale decir como jefe de la agrupación, quedó el Comandante Prat.
Entre tanto, en el Perú la opinión pública exigía una acción de su escuadra para vengar el agravio del bloqueo de Iquique.
El Presidente peruano General Mariano Ignacio Prado, luego de realizar varias reuniones para decidir las futuras acciones de sus fuerzas, tomó la decisión de zarpar con la escuadra a Arica, con el objetivo de reforzar la guarnición, llevar cañones, municiones y víveres para el ejército, lo que se verificó el 16 de mayo, el mismo día que la Escuadra chilena zarpaba desde Iquique rumbo al norte, dándose la situación que ambas escuadras se cruzaron en altamar sin que se avistaran.
Una vez en Arica, el General Prado fue informado que en Iquique se mantenían bloqueando el puerto dos naves de guerra chilenas, acompañadas por un trasporte carbonero y que un convoy que trasportaba 2.500 hombres había zarpado de Valparaíso con destino a Antofagasta.
De inmediato dispuso el zarpe del blindado “Huáscar” y la fragata blindada “Independencia”, al mando de los Capitanes de Navío Miguel Grau Seminario y Juan Guillermo Moore, respectivamente, para capturar o hundir a los buques chilenos en Iquique, posteriormente atacar al convoy proveniente de Valparaíso y destruir la máquina resacadora de agua de Antofagasta, para privar de este vital elemento, a las tropas chilenas acantonadas allí.
Los Héroes de Iquique dejaron señalado el camino de la victoria. Cada chileno se sintió comprometido con el ejemplo y comprendieron que había que seguir la ruta de la entrega total al servicio de la nación en guerra.
El miércoles 21 de mayo, el bloqueo se mantenía como de costumbre. Esa mañana la “Covadonga” patrullaba el exterior de la bahía.

Cubrían la guardia el teniente Manuel Joaquín Orella y el Guardiamarina Miguel Sanz. Al alba, el horizonte estaba cubierto por una espesa neblina.
A las seis horas y treinta minutos el vigía de la cofa gritó: “¡Humos al norte!”.
De inmediato se mandó a avisar al Comandante Condell, quien dormía en su camarote, subió rápidamente a cubierta, reconoció que ambos buques eran el “Huáscar” y la “Independencia”, e izó rápidamente la señal “enemigo a la vista” y lo afirmó con un cañonazo de advertencia para la “Esmeralda”.
En la corbeta estaba de guardia el Teniente 1° Luis Uribe Orrego, Segundo Comandante de la nave, quien dispuso que se le avisara de inmediato al Comandante Prat, quien al subir a cubierta, ordenó levar el anclote, tocar “generala” y acercarse a la “Covadonga” para conferenciar.
Como si el destino quisiera dejar imborrablemente marcado este día para las Glorias de Chile, en Iquique se reunieron cinco buques con cuyas iniciales se formó la palabra CHILE: “Covadonga”, “Huáscar”, “Independencia”, “Lamar” y “Esmeralda”.
En el “Huáscar” al avistarse los buques chilenos, se izó una gran bandera de combate, lo que se imitó en la “Independencia”.
El Comandante Grau reunió su gente y pronunció la siguiente arenga: “Tripulantes del Huáscar: Ha llegado la hora de castigar al enemigo de la Patria y espero que lo sabréis hace cosechando nuevos laureles y nuevas glorias dignas de brillar al lado de Junín, Ayacucho, Abtao y 2 de Mayo ¡Viva el Perú!”.
El Comandante Prat rápidamente se vistió para el combate, ciñéndose la espada al cinto y subiendo a cubierta ordenando al contador Juan Oscar Goñi que arrojara al mar, en un saco, la correspondencia para la Escuadra, para asegurar que no cayera en manos enemigas.
Ordenó izar las señales “reforzar las cargas”, “venir al habla” y “seguir mis aguas”. La población de Iquique, despertada por el cañonazo de aviso de la “Covadonga”, presa de la mayor euforia, corría por la playa para presenciar la captura de los buques chilenos.
Mientras la “Esmeralda” viraba hacia tierra, Prat ordenó tocar “atención” y arengó a su tripulación:
“Muchachos:
La contienda es desigual, pero, ánimo y valor. Nunca se ha arriado nuestra bandera ante el enemigo y espero que no sea ésta la ocasión de hacerlo. Por mi parte, os aseguro, que mientras yo viva, esa bandera flameará en su lugar y si yo muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber”.
Luego, sacándose la gorra, la batió en el aire gritando “¡Viva Chile!”, lo que la tripulación respondió con gritos similares.
La “Covadonga” llegó al habla y Prat, bocina en mano, ordenó: “¡Que almuerce la gente!, ¡Reforzar las cargas!, ¡Cada uno a cumplir con su deber!”. Condell simplemente respondió:
“¡All right!”.
No bien hubo terminado el diálogo cuando una roja llamarada surgió de uno de los cañones del “Huáscar” y un alto penacho de agua y espuma brotó entre ambas naves: se iniciaba el combate.
Prat ordenó a Condell mantenerse en baja profundidad, y al transporte “Lamar” que abandonara la bahía y se dirigiera al sur.
A la orden de Prat, el Corneta Gaspar Cabrales tocó “romper el fuego” y “al ataque”, lo que fue celebrado con vivas a Chile.
Los buques chilenos concentraron sus fuegos sobre el “Huáscar”, sin causarle daño, al rebotar los proyectiles en su coraza. La “Independencia”, por su parte disparaba sin causar ningún daño.
Los movimientos efectuados por la “Esmeralda” hicieron que se reventaran sus calderas, que se encontraban llenas de parches, por lo que el buque quedó con un andar reducido a poco más de dos nudos.
Considerando lo anterior, Prat puso su buque cerca de la playa, de manera que los disparos del “Huáscar” pusieran en peligro a la población, obligándolo a disparar con cuidado y por elevación, dificultando su puntería.
Había pasado más de una hora de combate y los buques no presentaban daños considerables. La “Independencia” abandonó su lugar y se dirigió sobre la “Covadonga”, la que empezó a navegar hacia el sur. En ese momento, un proyectil del “Huáscar”, la atravesó de banda a banda hiriendo fatalmente al cirujano Pedro Segundo Regalado Videla y matando instantáneamente al grumete Blas 2° Tellez y al mozo Felipe Ojeda.
Observado desde tierra el movimiento de Condell, el General Juan Buendía, autoridad militar peruana del puerto, dispuso que lanchas con tropas de fusileros hicieran fuego sobre ella, la que luego de evitar un abordaje de botes, abandonó el puerto.
En este momento el combate se divide en dos: uno entre el “Huáscar” y la “Esmeralda” y el otro entre la “Independencia” y la “Covadonga”.
Cuando el “Huáscar” había estrechado su distancia a la “Esmeralda” a 600 metros, se acercó un bote al primero, en el cual iban el Capitán de Puerto, Capitán de Corbeta, Salomé Porras y el Práctico Guillermo Checley, quienes informaron a Grau que la “Esmeralda” estaba protegida por una línea de torpedos, lo que indujo al Comandante peruano a mantenerse a una distancia de 500 metros.
Lo anterior se debió a que en los días previos al 21 de mayo, el Comandante Prat se concentró en el entrenamiento de las tripulaciones y con la colaboración de un ingeniero civil, que no fue llevado a la expedición al norte del grueso de la fuerza, trató de construir minas para proteger su buque.
Uno de los ensayos con explosivos fue visto desde tierra y evaluado como que la corbeta se estaba protegiendo con dichas armas.
Pasada cerca de una hora y media, la “Esmeralda” aún no había sido impactada por los proyectiles del “Huáscar”, pues por la forma de disparar por elevación, los tiros caían en la playa.
Por su parte los disparos de la “Esmeralda”, a pesar de hacer impacto sobre su enemigo no le
causaban daño.
Los Guardiamarinas Arturo Wilson Navarrete, Arturo Fernández Vial y Ernesto Riquelme Venegas cumplían las órdenes de su Comandante, ya sea como ayudantes o bien reemplazando eventualmente a los cabos de cañón, donde además alentaban a la tripulación.
El Teniente Ignacio Serrano Montaner, dirigía los cañones de babor que  al “Huáscar” y el Teniente Francisco Segundo Sánchez Alvaradejo contestaba por estribor los disparos que le hacían desde tierra. El Corneta y Tambor Gaspar Cabrales tocaba sin cesar, “al ataque”.
Eran cerca de las diez de la mañana y la corbeta no cesaba en combatir. A medida que la resistencia se hacía más tenaz, la opinión de los espectadores en tierra iba cambiando; el entusiasmo y alegría del primer momento se había trocado en sorpresa, asombro y admiración.
Como consecuencia de la mala puntería de los artilleros del “Huáscar”, que no lograban acertar sobre la nave chilena, el General Buendía hizo traer a la playa cuatro cañones Krupp de campaña, que instaló en un morrito que enfrentaba a la “Esmeralda” para cañonearla desde tierra, cruzando sus fuegos con los del “Huáscar”.
Lo que no pudo logra la artillería de éste, lo comenzaron a hacer los cañones de tierra. Una granada mató a tres hombres e hirió a otros tres y provocó un principio de incendio, que fue
rápidamente controlado.
La situación para la “Esmeralda” se tornó insostenible, por lo que el comandante Prat decidió resolvió dejar su ventajosa posición inicial, navegando lentamente hacia el norte, dado el mal
estado de sus máquinas.
Con esto, la “Esmeralda” quedó vulnerable a un ataque del blindado peruano mediante el espolón, una prolongación de la proa de los buques acorazados que les permitía embestir al buque adversario, provocando una gran avería bajo la línea de flotación. Era un arma letal, especialmente contra buques de casco de madera, como era la “Esmeralda”.
Grau observando el movimiento de la “Esmeralda”, concluyó que la información dada por el Capitán Porras era equivocada y que la amenaza del supuesto campo minado era inexistente y que podría usar el espolón sin exponer su buque a las temidas minas.
También podría ahora emplear su artillería, sin temor a que sus disparos provocaran, daños en tierra. Durante este desplazamiento, la “Esmeralda” recibió el primer impacto de un proyectil de 300 libras del blindado peruano.
Penetró por el costado de babor, a un metro sobre la línea de agua, destrozando un camarote y parte
de la cámara de oficiales, para salir por el otro costado, provocando un incendio que fue sofocado.
La corta navegación realizada por la corbeta tratando de salir del puerto y las fuertes sacudidas causadas por el uso de su artillería, aumentaron las averías de sus calderas, disminuyendo aún más su poco andar.
La prácticamente nula movilidad de la nave chilena fue notada por el Comandante Grau, por lo que decidió realizar el primer ataque al espolón sobre su costado de babor. El choque fue fuerte y el castillo del “Huáscar” quedó a la altura de la toldilla de la “Esmeralda”, que era más alta.
Prat, al notar con anterioridad la intención de su enemigo, trató de esquivar la arremetida, logrando parcialmente su objetivo al recibir de refilón la embestida, sin ocasionar mayores daños en su casco. Sin embargo, al chocar ambos buques, el “Huáscar” disparó sus cañones a quemarropa, produciendo una matanza espantosa de la gente que se encontraba en la cubierta de la corbeta. No hay datos fidedignos; pero puede afirmarse que quedaron despedazados entre cuarenta y cincuenta marineros y soldados.
El espolonazo del “Huáscar”, a su vez, fue recibido con una tremenda descarga de las baterías de la “Esmeralda” y fuego de fusilería desde todos los lugares del buque, lo que no causó mayor daño a la nave peruana.
El Comandante Prat al ver a sus pies el castillo del “Huáscar” gritó: “¡Al abordaje muchachos!”, lo
que sólo fue oído en medio del estruendo, por el Sargento Juan de Dios Aldea
Fonseca, que lo acompañó en su salto a la cubierta del buque enemigo.
Otras versiones indican que Prat fue acompañado por un tercer tripulante que sería el Marinero Luis Ugarte.
El Corneta Gaspar Cabrales que tocaba “al ataque”, fue acribillado por la metralla enemiga.
El Comandante Grau, previendo el peligro que su buque fuera abordado por los tripulantes de
la “Esmeralda”, se retiró rápidamente, no dando oportunidad para que el resto de la tripulación siguiera a su Comandante. El Sargento Aldea cayó acribillado en el castillo de la nave peruana, mientras el Comandante Prat llegó cerca de la torre blindada de mando, donde fue alcanzado por un disparo que lo hizo caer de rodillas, recibiendo posteriormente un balazo en la frente que le produjo la muerte de manera instantánea.
A bordo de la “Esmeralda”, la muerte de su Comandante produjo un sentimiento de venganza y de dolor, que reforzó la convicción colectiva de no rendirse.
Luego de la muerte de Prat, tomó el mando el Segundo Comandante, Teniente 1° Luis Uribe, quien pudo presenciar desde la toldilla los terribles estragos producidos por el “Huáscar”. Retirada la nave enemiga, sobrevino una relativa calma.
El Comandante Grau quiso dar tiempo para que sus adversarios se rindieran. El Corneta y Tambor Gaspar Cabrales murió casi al mismo tiempo que su Comandante. El Cabo Crispín Reyes, al ver que el Corneta Cabrales había sucumbido, tomó el instrumento y siguió tocando “al ataque”, hasta que una granada le voló la cabeza. Entonces tomó la Corneta el Grumete Pantaleón Cortés, quien continuó tocando hasta que el buque se hundió.
Uribe hizo llamar al ingeniero del buque y le ordenó que tuviera las válvulas listas para inundar la corbeta y echarla a pique, para que no cayera en manos enemigas.
Como era evidente que el “Huáscar” realizaría un segundo ataque, el oficial a cargo de una de las baterías preparó a su gente para abordar el buque enemigo, nombrando personal específicamente para pasar amarras, de manera que el atacante no pudiese alejarse rápidamente, como lo había hecho en el primer espolonazo. De esta forma sería posible abordarlo con un contingente mayor y tener éxito en el combate cuerpo a cuerpo.
Efectivamente, viendo el Comandante Grau que la tregua no daba resultado, atacó nuevamente, lanzándose a toda velocidad, ahora por el costado de estribor. Uribe trató de maniobrar igual que Prat y logró presentar su costado en forma oblicua al espolón del “Huáscar”, pero esta vez el choque produjo daños mayores, como la rajadura en el casco que abrió una gran vía de agua, ingresando a raudales a la santabárbara y a las máquinas, lo que no permitió el intento de amarrar a la nave adversaria.
El Teniente Ignacio Serrano Montaner en el momento que los dos buques se encontraban juntos, saltó al abordaje seguido de doce marineros que llevando rifles y machetes cayeron sobre la cubierta del “Huáscar”, donde los recibió,una lluvia de balas.
Luego, un destacamento de unos cuarenta tiradores, subió a cubierta y acabaron con Serrano y su gente, algunos de los cuales, ya sin municiones o heridos, escaparon echándose al agua y subiéndose a su nave por cabos lanzados desde abordo.
La “Esmeralda” se encontraba detenida en medio de la bahía, hundiéndose lentamente. En este momento, el ingeniero y el condestable se dirigieron a toldilla e informaron a Uribe que la máquina se estaba inundando y que el agua llegaba a las hornillas o fogones, lo que obligaba a evacuar el departamento, cesando la generación de vapor para alimentar la máquina propulsora y la máquina auxiliar que impulsaba la bomba de achique e incendio.
El condestable reportó la inundación de la santabárbara, lo que significaba que el buque solo podría combatir con la munición y pólvora que se encontraba en cubierta.
Después de esta segunda embestida, el “Huáscar” disparó con sus cañones de 300 libras a muy corta distancia, perforando el casco de la corbeta en un sector de la cubierta inferior a la de cañones llamado antecámara de guardiamarinas, donde funcionaba la enfermería de combate y donde se había agrupado el personal que, poco rato antes, había tenido que abandonar los
departamentos más bajos del buque.
Estos disparos causaron la muerte de todos los ocupantes de este departamento, excepto uno, el Ayudante del Cirujano, Germán
Segura, que nadie se explica cómo sobrevivió.
Pasaron alrededor de veinte minutos cuando el “Huáscar” se lanzó por tercera vez sobre la corbeta. Esta vez el espolón se clavó en el medio del casco, por el costado de estribor, disparando nuevamente a tocapenoles, produciendo una gran mortandad entre los sobrevivientes.
La “Esmeralda” herida profundamente en sus entrañas comenzó a hundirse rápidamente de proa, mientras los sobrevivientes se preparaban para el inminente hundimiento.
A medida que la gloriosa nave se hundía, en sus cubiertas rodaban las cureñas, los rifles, los muertos y moribundos, en esos momentos el Guardiamarina Ernesto Riquelme Venegas, gritando vivas a Chile, se agarraba en un supremo esfuerzo a su pieza de artillería y disparaba el último cañonazo, cuando el agua casi llegaba a sus pies.
Eran las doce horas y diez minutos cuando calló la corneta del Grumete Pantaleón Cortés y la “Esmeralda” halló su tumba en el mar.
De acuerdo a versiones entregadas por sobrevivientes, la Esmeralda se hundió con todas
sus banderas, como si quisiera despedirse de la superficie con toda dignidad.
Al respecto, el Teniente Francisco Sánchez se refería al tema de la siguiente manera:
“Al sumergirse la Esmeralda, flameaban las banderas del palo trinquete, la de servicio, como buque de guardia; en el mayor, el gallardete, insignia de oficial de guerra; en el mesana, la de jefe de división. La bandera nacional izada en el pico de este palo desapareció la última de la superficie por haberse hundido el buque de proa”.
Por su parte, el Guardiamarina Vicente Zegers expresaba “….el buque se hundió con todas sus banderas: la de Jefe al tope del mesana, la de guardia en el trinquete, el gallardete al mayor y dos nacionales al pico del mesana, pues se había tomado la precaución de izar otra por si acaso faltaba la primera”. Al respecto, el propio Zegers, años después explicaba lo del segundo pabellón nacional que lo izó “en compañía de Fernández Vial y de Hurtado en la driza del pico del mesana”, en momentos que el “Huáscar” se preparaba para acertar sobre la “Esmeralda” el tercer y último espolonazo, de manera de dar a conocer a los peruanos que la corbeta no se rendiría.
Lo anterior echa por tierra algunas versiones que decían que un hombre de la dotación trepó al palo mesana y clavó un segundo pabellón nacional.
De una dotación total de 201 hombres, compuesta por 16 oficiales y 185 gente de mar, murieron 141, de ellos 7 oficiales y 134 tripulantes, sobrevivieron 60.
En este recuento no se consideró al Ingeniero Civil Juan Agustín Cabrera Gacitúa, quien había sido comisionado por el gobierno para unir el cable telegráfico en Iquique, lo que permitiría la comunicación con Valparaíso. Al no alcanzar a embarcarse de regreso al sur, el Comandante Prat lo invitó a bordo. Al no poder desembarcarse, participó activamente en el combate, sobreviviendo a él.

Cuaderno de trabajo N° 21

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HISTORIA MILITAR Y HÉROES OLVIDADOS

Presentamos una página de la mayor importancia que nos muestra a una gran cantidad de héroes de la Guerra del Pacífico, muchos de ellos olvidados.

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Presentamos una página de la mayor importancia que nos muestra a una gran cantidad de héroes de la Guerra del Pacífico, muchos de ellos olvidados.

Para verlos, los invitamos a pinchar el link que se muestra a continuación:

https://www.laguerradelpacifico.cl/hch.htm

 

Un aporte nuestro Pas Presidente Gustavo Basso Cancino

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HISTORIA MILITAR Y HÉROES OLVIDADOS

Relato cuento del sobrino nieto del Teniente de Ejército Armando Cortínez Mujica, quien en 1919; en un avión de tela cruzó de ida y vuelta la cordillera de los Andes

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Relato cuento del sobrino nieto del teniente de Ejercito Armando Cortínez Mujica ,quien en 1919; en un avión de tela cruzó de  ida y vuelta la cordillera de los Andes

“De pronto un ronquido y una explosión continua.

– ¡Mierda, se paró el motor!

Volvió a dar contacto y nada.

– Hasta aquí no más llegamos, murmuró. Tengo bencina, pero ¡qué es lo que te pasa Le Rhone!

¡Dios, levántame!

Unos dos minutos planeó en silencio, escuchando el viento helado por todas partes. Volvió a dar el contacto: nada. Otra vez: nada. Por tercera vez lo hizo y el motor ahora respondió y resonó como un semi ahogado en el mar que encuentra el aire en la superficie.

Cortínez respiró y se pasó la mano por la frente.

<<Alcancé a ver la muerte de nuevo, la acabo de sentir.

¡Me salvé, carajo, qué cerca estuve! No me abandones más querido Bristol, menos ahora que estamos haciendo historia>>.[1]

Mi tío bisabuelo, Armando Cortínez Mujica, fue el primero en cruzar volando, ida y vuelta, la cordillera de Los Andes. Lo hizo en abril de 1919, en un avión Bristol inglés, de tela y madera liviana. Una hazaña para ese entonces, pero también para ahora, que abrió la ruta para el desarrollo de la aviación comercial. Desde que soy niño conozco su historia y vibro con ella cada vez que la escucho. Todo partió con un sueño, una idea inalcanzable para algunos, para otros simplemente una locura; para mí, su sobrino bisnieto, como un acto visionario, de valentía y patriotismo, que buscaba lograr lo que nunca nadie antes había hecho. Su historia me moviliza, me invita a atreverme a realizar cosas nuevas, a adentrarme en lo desconocido, lo inexplorado, me da ánimo para empezar cosas que parecen imposibles, aquellas que me da miedo intentar, pero que el corazón me llama a buscar. Cuando siento que no podré sacar adelante un proyecto, una tarea, algo que quiero pero que parece muy difícil, me acuerdo de él, de su historia, y eso me inspira a seguir adelante, a buscar con confianza ese logro, a poner el alma en lo que estoy haciendo. Lo hago y voy hacia adelante, sin volver atrás la mirada, convencido de lo que estoy haciendo, sin miedo a fracasar, porque el verdadero fracaso es no intentar lo que se quiere.

Mi padre, Camilo Labbé Cortínez, aviador, al igual que su tío abuelo, mi hermano y yo, junto al busto del Tte. Armando Cortínez Mujica, primer vencedor vía aérea, ida y vuelta, de la cordillera de Los Andes.

[1] Valderrama Hoyl, Pablo; “Un delito heroico”; MAGO Editores, Santiago, abril 2012.

Réplica del avión Bristol C 4987, utilizado por Armando Cortínez Mujica, para cruzar ida y vuelta la cordillera de Los Andes, en abril de 1919.

 

Un aporte nuestro socio y ex director, Roberto Serón

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HISTORIA MILITAR Y HÉROES OLVIDADOS

EL REGIMIENTO ATACAMA RECLAMA EL HONOR DE HABER SIDO EL PRIMERO QUE CLAVÓ SU BANDERA EN LA CIMA DEL CERRO DE SAN JUAN.

EL REGIMIENTO ATACAMA RECLAMA EL HONOR DE HABER SIDO EL PRIMERO QUE CLAVÓ SU BANDERA EN LA CIMA DEL CERRO DE SAN JUAN.

Aniversario Batalla de Chorrillos – 13 de enero de 1881

Señor General:

Según aparece de todos los diarios que han venido de Chile, ha sido ascendido a capitán el sargento del Regimiento Buin 1° de Línea don Daniel Rebolledo, por haber sido el primero que pusiera nuestra bandera en las trincheras enemigas, en la batalla de Chorrillos, el 13 de enero próximo pasado.

En esta batalla, señor General en Jefe, cupo al Regimiento Atacama, que tengo el honor de mandar, y al Regimiento Talca, a las órdenes de su comandante don Silvestre Urízar Garfias, ser los primeros que a las 6 A.M. de ese glorioso día tomaron las primeras trincheras enemigas.

Eran los regimientos de vanguardia.

En seguida, después de un momento de descanso, el Atacama y el Talca, unidos, asaltaron y tomaron el cerro fortificado que les había sido designado de antemano.

Tanto en las trincheras como en la cima del cerro, cuyo acceso fue muy difícil, flamearon los estandartes del Atacama y del Talca, los que llegaron en este orden: primero, el del 1° Batallón del Atacama, llevado por el subteniente don Carlos Escutti, joven que para llegar donde clavó el estandarte tuvo que dar pruebas de un valor y arrojo extraordinarios; segundo, el del Talca, conducido por su respectivo porta-estandarte, cuyo nombre siento ignorar  y no poderlo consignar juntamente con el de sus compañeros de gloria; y tercero, el del 1er. Batallón Atacama, sostenido por el denodado subteniente don Enrique Lavergne. a la vez que, señor General en Jefe, los demás regimientos que constituían la 1ª División tomaban las trincheras y alturas de las posiciones enemigas, llevando sus estandartes y banderas.

Desde las cimas de los cerros que ocupó la 1ª División, posiciones tomadas al enemigo con grandes dificultades y perdiendo un tercio de gente, vimos que la 2ª División salía de entre los cerros del valle por el cual hizo la marcha desde Lurín.

El Regimiento Buin pertenecía a esta división y venía en ella, de consiguiente no pudo ningún individuo de ese cuerpo ni de esa división ser el primero que pusiera la bandera chilena en trincheras enemigas.

Hacía mucho tiempo que la 1ª División había asaltado y tomado las posiciones del ala derecha enemiga cuando apareció la 2ª División.

A nombre del Regimiento Atacama, pongo estos hechos en conocimiento de V. S., a fin de que se sirva, no obstante la notoriedad de ellos, establecer la verdad histórica en la forma y modo que V. S. estime por conveniente.

El Regimiento Atacama está dispuesto a reconocer y reconoce con entusiasmo la acción heroica del sargento Rebolledo, ejecutada en el cerro de San Juan, según se dice, y aplaude calurosamente la recompensa que por ella ha merecido, pero no puede aceptar que ningún otro sino el estandarte del 2° Atacama fuera el primero que flameara en las trincheras y posiciones enemigas en la batalla de Chorrillos.

Me hago un honor en expresar a V. S. que al hacer esta manifestación los oficiales del Atacama, principalmente los portaestandartes, no pretenden recompensa de ninguna clase; para ellos es suficiente la satisfacción del deber cumplido.

Lo único que desean es que se restablezca la verdad. No conceden a nadie el honor de haber sido los primeros en ocupar las posiciones enemigas, y mucho menos que otro que el estandarte del 2° Atacama fuera el primero en flamear en ellas.

Dios guarde a V. S.

Diego Dublé Almeyda.

Al señor General en Jefe del ejército chileno expedicionario sobre el Perú y Bolivia.

 

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel.

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