FUERZAS ARMADAS EN EL FUTURO TEXTO CONSTITUCIONAL
Visiones antagónicas
Humberto Julio Reyes
Podría sorprender que los expertos que representan a los partidos políticos hayan dejado fuera de los capítulos del texto a proponer aquel relativo a las Fuerzas Armadas hoy vigente, sin embargo ello creo no debiera ser así toda vez que representa el civilismo que ha caracterizado históricamente a nuestras élites políticas.
Rescatando lo positivo conviene tener presente que la derecha, actual oposición pero tradicionalmente civilista, propuso que se mantuviera un capítulo especial para ellas, apoyada por un representante DC, logrando una mayoría relativa que no logró el quorum exigido al oponerse todos los expertos de los partidos de gobierno.
Una experta socialista adujo que si no existió dicho capítulo en las constituciones de 1833 y 1925 parecía innecesario incluirlo ahora lo que interpreto como que, a pesar de las innúmeras reformas a la constitución de 1980, todavía se pueden hacer desaparecer los últimos vestigios que para algunos huelen a militarismo.
Pero vayamos por partes.
Cuando se inició este largo proceso para contar con “la casa de todos”, en los diversos debates públicos el que existiera una capítulo referido a las Fuerzas Armadas no fue uno de los temas relevantes siendo otros los más prioritarios o controvertidos.
Pero al mantenerse en esta segunda versión el criterio de “hoja en blanco”, en lugar de limitarse a cambiar aquello que no estaría funcionando adecuadamente, se facilita la exclusión de cualquier aspecto que no se estime suficientemente relevante como para tener respaldo constitucional.
No cabe duda sin embargo que el texto original de la constitución vigente contenía disposiciones que hubo que modificar en una primer reforma para facilitar la transición a la plena democracia ya que para los opositores al gobierno militar eran enclaves que permitían una tutela inaceptable y una expresión de militarismo incompatible con una sociedad moderna.
Se agregaron sucesivas reformas y finalmente desapareció todo aquello que se asociaba al concepto de “democracia protegida” en lo que a las Fuerzas Armadas competía: participación en el Consejo de Seguridad Nacional, inamovilidad de los Comandantes en Jefe, senadores designados, garantes de la institucionalidad, entre las más cuestionadas.
Un breve paréntesis sobre la condición de garantes pero ¿a quienes volverán a recurrir nuestros civilistas políticos si no lograran resolver una futura crisis que vuelva a amenazar nuestra existencia como nación? ¿A la ONU? ¿A la OEA? ¿O a alguna de las múltiples, ideologizadas e inoperantes nuevas organizaciones para que medien y resuelvan el conflicto?
Por eso para mí da lo mismo que se haya suprimido del texto dicha condición, la realidad termina imponiéndose.
Pareciera entonces que el actual texto ya era lo suficientemente inocuo como para no suscitar nuevas controversias pero parece que cuando se quiere minimizar la importancia de instituciones permanentes a las cuales mucho le debemos las actuales generaciones, siempre hay algo más que se les puede restar a pretexto que aún disfrutarían de excesiva autonomía para organizarse y conducirse.
Siendo así nada mejor que bajarlas de rango permitiendo que, a futuro, funcionarios que son activistas políticos, excediendo sus atribuciones pretendan por simple decreto exento ejercer el mando de ellas al inmiscuirse directamente en su administración.
Es lo que ocurrió hace poco respecto a la educación de su personal, aspecto sobre el cual seguramente se volverá a la carga para imponerles una formación dictada por ajenos a ellas prescindiendo de la experiencia y opinión de sus profesionales. Otra expresión de civilismo: nosotros, los civiles, les diremos a los militares cómo deben formarse.
No está de más recordar que habitualmente el civilismo recurre al control civil subjetivo en desmedro del control objetivo, propio de naciones desarrolladas, donde se enfatiza el profesionalismo como la forma más eficiente y efectiva de evitar que los militares se involucren en aquello que no les corresponde y que pareciera ser lo que siempre preocupa a quienes no renuncian a imponer visiones contrarias al sentir de la mayoría.
Son expresiones de esa forma de control, entre otras, el que tradicionalmente el cargo de Ministro de Defensa recaiga en un civil que idealmente nada conozca de las Fuerzas Armadas, que se busque eliminar la figura de los Comandantes en Jefe o limitar sus atribuciones reemplazándolos por Jefes de Estado Mayor desprovistos de mando efectivo, someter a la jurisdicción civil a los militares investigados por situaciones propias de su función como es el empleo de las armas y otras nuevas restricciones que han llevado a alterar negativamente el desarrollo de la profesión militar, tema este último que da para otra columna.
Resumo: es el profesionalismo militar la mejor garantía para el desarrollo, el progreso y naturalmente la seguridad del país. El civilismo y el militarismo pueden llegar a afectarlo gravemente.
Buscar minimizar su importancia no aporta, es sólo darse un gusto.
2 de abr. de 23
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