Durante el presente mes la Unión y con los aportes de Mario Barrientos Ossa y de otros historiadores, ira entregando algunos aspectos de la vida del Padre de la Patria, que a veces son un tanto desconocidas y que nos permitirán conocer un poco más de la obra de Don Bernardo O´Higgins Riquelme y de su entrega a nuestro país.
CHACABUCO Y RANCAGUA.
Para conocer el pensamiento y la manera de ser del Libertador, es indispensable ir a su Epistolario, a esa magnífica colección de cartas en que fluyen, con sus propias palabras, las conductas de su vida.
El brigadier O´Higgins fue acusado y zaherido con mucha fuerza por su homérica carga en Chacabuco, en cuanto con fuerzas muy menores a las del enemigo, y sin obedecer las órdenes que se le habían impartido, cargó impetuosamente en los altos de Chacabuco y destruyó el ejército realista, encabezado por Rafael Maroto.
Trece años después, en el exilio peruano, en una carta dirigida a don Juan Egaña, fechada a 20 de julio de 1830, explica su conducta en esa jornada. Y es gratificante comprobar que Rancagua constituyó el motor de su hazaña.
Reproduzco, literalmente, parte de esa epístola. Habla el Libertador:
“Yo he sido acusado de temerario por haberme arrojado a atacar con 700 bayonetas más de tres tantos este número en los altos de Chacabuco, pero los que hacen esa acusación son incapaces de juzgar mis motivos y sentimientos en aquella ocasión. Ellos ignoraban el juramento que hice durante las 36 horas de combate de Rancagua; ellos no sabían los clamores y ruegos que diariamente ofrecía a los cielos desde aquel día aciago, hasta el 12 de febrero de 1817.”
“Si mis acusadores hubieran conocido estas cosas y experimentado sus tormentos, habrían comprendido mis sentimientos al ponerme a la cabeza de mi brava infantería, y, usando de las voces de los días de El Roble y de Rancagua, cuando exclamé: “¡soldados, vivir con honor o morir con gloria! ¡el valiente siga mi marcha! ¡columnas, a la carga!”
Entonces, y no de otro modo, podrían mis acusadores entender la causa de por qué 700 infantes, sostenidos por 300 caballos, vencieron, destruyeron y aprisionaron triple su número en menos de una hora; entonces, y no de otro modo, podrían ellos conocer mis sentimientos al observar al feroz talavera rendir sus armas y al sanguinario San Bruno, entregarme personalmente su espada; y finalmente, entonces y no de otro modo podrían haber comprendido la razón por qué volví a exclamar en aquel instante: “ahora, aunque venga la muerte, me encontraré contento y feliz, porque he vivido lo necesario para ver cumplido el grande objeto de todos mis votos y deseos! ¡ya vuelvo a tener una patria, dejando vengados sus agravios!”
Estas palabras, tan sentidas, revelan cuan hondo caló en el alma de O´Higgins la funesta batalla de Rancagua, cómo perduró en su corazón el recuerdo de esa amarga derrota, y de cómo motivó muchas de sus acciones futuras, entre ellas, la carga de Chacabuco, que decidió la victoria para Chile.
No puede extrañarnos, entonces, que el escudo de armas de Rancagua emanara de puño y letra del Director Supremo del Estado, y que nos otorgase ese lema magnífico, privilegio que ninguna otra ciudad de Chile puede reclamar: “Rancagua renace de sus cenizas, porque su patriotismo la inmortalizó”. O´Higgins y Rancagua, una dualidad maravillosa, que nos llena de orgullo.
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Un aporte de nuestro Vicepresidente Gustavo Basso C.