LEER CON EL DICCIONARIO A MANO
Humberto Julio Reyes
Obvio, pensará quien lea este poco inspirador título, ya que es conveniente no asumir el sentido aparente de una palabra para evitar confusiones o interpretaciones erróneas respecto al texto que se está leyendo.
Ocurre eso sí que nos hemos ido acostumbrando a que no siempre nos sea útil el diccionario de la Real Academia Española o lo que aprendimos cuando jóvenes, gracias a nuestros recordados profesores, dada la actual tendencia a darle a palabras y conceptos un sentido diametralmente opuesto o, al menos, ambiguo.
Un par de ejemplos espero ayuden a exponer mi punto de vista:
“Pacíficos manifestantes fueron reprimidos violentamente” puede significar en realidad “delincuentes encapuchados enfrentan a la policía que actuó para impedir un saqueo de locales comerciales”.
“Atacar a la gente”, refiriéndose a la policía, puede, a su vez, querer decir que un policía fue agredido por un enardecido energúmeno a pretexto de haber sido provocada por ese solitario y tranquilo agente del orden, como hemos visto recientemente en redes sociales.
De tal manera que no basta con tener a mano un diccionario clásico sino que se requeriría uno “especializado” que contenga aquellas expresiones desprovistas de su sentido original y que se puede ir perfeccionando a medida que se escuchan los matinales de televisión o se lee aquello que circula en la prensa.
El titular “personas asaltan un camión cargado de mercadería o un vehículo de valores” es una forma de hacer pasar gato por liebre, como si persona fuera sinónimo de delincuente o asaltante, llevando subliminalmente a aminorar la gravedad del hecho, pero lo escuchamos a diario.
“Jóvenes” es también expresión muy socorrida en reemplazo de violentistas, overoles blancos o alumnos sublevados, también minimizando los delitos que cometen impunemente como parte de una rutina céntrica que podría incluirse en tours turísticos y que provoque como única reacción el tomar fotografías o filmar con los celulares.
Igual que en una inquietante película del cable ambientada en la actual Venecia donde la violencia real se presenta como atractivo espectáculo para turistas ansiosos de emociones fuertes.
Las “conmemoraciones” están de moda y es bueno que más de alguien haya rescatado el verdadero sentido de la palabra para no disfrazar de tales a las pretendidas celebraciones de actuaciones que sólo debieran merecer repudio generalizado.
“Misoginia” es el comodín para que cualquier dama justifique un pobre desempeño en algún cargo. Léase, entonces, “ignorancia” o, en lenguaje popular, no dar el ancho.
Ocurre sí, a veces, que no bastan los diccionarios cuando un largo y aburrido texto es incomprensible en su totalidad, llevando a quien hace esfuerzos por entenderlo a que piense que quizás el “conferenciante invitado” le está tomando el pelo al sufriente auditorio o simplemente embolinando la perdiz incluso sin proponérselo al no saber realmente de qué está hablando.
No menciono el sexo (¿o género?) de quien tengo en mente para no ser acusado de misógino.
“Persona en situación de calle”; “persona menos agraciada que la mayoría de su género” (me encantó); “persona con especiales sensibilidades”; la lista puede ser larga y a diario se incorporan formas ambiguas y confusas para expresar una idea que sólo requiere de una palabra pero que, naturalmente no se desea expresar.
Hay que evitar llamar las cosas por su nombre, lo que cualquier paciente lector puede comprobar leyendo los titulares de su diario o noticiario de televisión favorito.
Se buscan a veces incluso explicaciones casi risibles pero ofensivas para explicar graves situaciones, como los conejos incendiarios en relación con la reciente catástrofe producto de los incendios en parte importante de nuestro territorio.
¿Hay ya alguna condena para “personas en situación de aparentemente tener algo que ver con el origen de los incendios”?
¿Esos mismos conejos habrán producido el reciente incendio en uno de los liceos que fueron emblemáticos y que ahora estaba tomado por parte de “jóvenes que protestan pero nada tienen que ver con el siniestro” si se lee la noticia?
“Incendio afectó” al Liceo de Aplicación, otrora cuna de aplicados estudiantes, según un titular, como si el incendio fuera por generación espontánea o tuviera voluntad propia, exonerando así a priori a los responsables. No vaya a ser cosa que se “estigmatice” a los jóvenes estudiantes (¿?) que se aplican a preparar bombas Molotov.
Quisiera terminar estas reflexiones con una nota quizás algo humorística:
Días atrás una autoridad de gobierno habitualmente mejor evaluada que sus pares (en el país de los ciegos…) usó la palabra “clivaje” y, aunque creí captar el sentido en que la usó, recurrí al diccionario, pudiendo comprobar sus variadas acepciones, entre ellas la que correspondería a lo que quiso decir. Pero compruebo que ya está siendo usada y aventuro que se volverá popular ya que le encuentro algo de glamur dado su origen inglés. ¿Para qué usar “división” que puede herir sensibilidades?,
Habrá advertido el paciente lector como describí a la aludida autoridad para evitar nombrarla, las malas costumbres pueden ser contagiosas.
14 de abr. de 23
Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
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