Bernardo O’Higgins llevó a cabo la independencia de Chile y consolidó sus primeros años como nación independiente. Sus acciones como Director Supremo le valieron diversos juicios historiográficos y hoy continúa considerándose como el padre de la patria.
En este recuerdo somero de la vida de nuestro Padre de la Patria, el Presidente, el Directorio y los socios de la Unión, rinden un homenaje a quién nos diera la independencia y fundara las bases de nuestra nación.
O’Higgins siempre fue un ejemplo de patriotismo, caballerosidad y lealtad con su país, enfrentando siempre a sus adversarios en el campo de batalla.
Es bueno recordar que, aunque herido, concurrió con los cadetes de bisoña Escuela Militar y otras fuerzas de Santiago, al campo de batalla en Maipú, olvidando sus heridas para participar en el desarrollo del enfrentamiento. Ello constituye un ejemplo de patriotismo y valentía que nunca debemos olvidar y si se da el caso, copiarlo.
Bernardo O’Higgins Riquelme es considerado el padre de la patria. Su presencia, como militar y gobernante, fue crucial en todo el proceso de emancipación chilena del dominio español, ya fuera luchando en las batallas de la Independencia o ejerciendo como primer Director Supremo de la nueva nación.
O’Higgins nació el 20 de agosto de 1778 en Chillán Viejo. Fue hijo de Ambrosio O’Higgins, gobernador de Chile (1788-1796) y virrey del Perú (1796-1801), e Isabel Riquelme y Mesa.
Recibió su primera instrucción en el Colegio de Chillán. Continuó sus estudios en Lima, Perú y posteriormente en Europa; primero en Cádiz, España, completando su educación en exigentes colegios de Inglaterra, donde conoció a Francisco de Miranda, quien lo inició en las ideas independentistas.
Muerto su padre en 1801, regresó a Chile a tomar posesión de la hacienda de Las Canteras cercana a la ciudad de Los Ángeles.
En septiembre de 1810, realizada la Junta de Gobierno que declaraba a Chile independiente de España mientras ese país se encontrara en bajo el dominio de los franceses, con fecha 16 de noviembre de 1810, fue elegido vocal “por la parte meridional”, en la Junta Provisional de Gobierno siendo teniente coronel. Renunció el 3 de diciembre de 1811.
Bernardo O’Higgins llevó a cabo la independencia de Chile y consolidó sus primeros años como nación independiente. Sus acciones como Director Supremo le valieron diversos juicios historiográficos y hoy continúa considerándose como el padre de la patria.
Como militar y uno de los líderes de las ideas independentistas, junto a José Miguel Carrera, se incorporó al Ejército Patriota con el grado de coronel de milicias. Tras la batalla de El Roble (17 de octubre de 1813), primera oportunidad en que se enfrentó a los realistas logró relevancia y en noviembre de ese año consiguió ser nombrado jefe del Ejército Patriota, en reemplazo de Carrera.
Su rivalidad con José Miguel Carrera, el otro líder de la Independencia, la llevó a enfrentarse, en 1814, en el combate de Tres Acequias. No obstante su espíritu patriota primó y O’Higgins se unió a Carrera para enfrentar la invasión de las fuerzas realistas dirigidas por Mariano Osorio.
Tras la Batalla de Rancagua, junto a muchos otros patriotas, emigró hacia la ciudad de Mendoza en Argentina, en donde junto a José de San Martín, organizó el Ejército Libertador de Los Andes; luego del cruce de la Cordillera de los Andes, O’Higgins y San Martín dirigieron la ofensiva en Chile, la que culminó con la derrota de las fuerzas realistas en las batallas de Chacabuco y de Maipú.
El 16 de febrero de 1817 asumió como Director Supremo interino, siendo brigadier. Y en ese mismo cargo asumió como director supremo el 24 de marzo de 1818 y reasumió el 1 de abril de ese año. Reasumió nuevamente, el 14 de abril del mismo año. Reasumió formalmente, siendo capitán general, el 3 de septiembre de 1820 y finalmente el 25 de noviembre de 1822, siendo capitán general.
Firmó el Acta y el Manifiesto de la Independencia de Chile, del 1 de enero de 1818, como Director Supremo del Estado. Como tal, firmó el proyecto de Constitución Provisoria para el Estado de Chile de 1818, publicado en 10 de agosto de 1818, sancionado y jurado solemnemente el 23 de octubre del mismo año. Como Director Supremo, firmó la Constitución Política del Estado de Chile de 1822, sancionada y promulgada en 30 de octubre de 1822.
Luego de la consolidación de la Independencia, con el cargo de Director Supremo, se dedicó a la organización del Estado a través de diversas acciones. Entre las obras de su gobierno tuvo gran relevancia la construcción de escuelas primarias, la reapertura del Instituto Nacional, de la Biblioteca Nacional y la creación de la Escuela Militar y de la Academia de Jóvenes Guardias Marinas, que en actualidad es la Escuela Naval.
Considerando que para la seguridad de las nuevas naciones independientes era necesario expulsar a los ejércitos realistas de América, creó la Primera Escuadra Nacional con la cual se transportaron las fuerzas que concurrieron a obtener la independencia del Perú en al año 1821.
Durante su gestión como Director Supremo, se tomaron medidas que generaron descontento entre la aristocracia criolla, como la abolición de los mayorazgos y los títulos de nobleza, la supresión de los escudos de armas y la creación de la legión al mérito.
Debido a esta situación, disminuyó su respaldo político a su gestión, y, finalmente, para evitar un enfrentamiento mayor, abdicó el 28 de enero de 1823 y se fue exiliado a Lima, Perú, donde el Estado peruano le otorgó una hacienda en la que pasó sus últimos días.
En 1842, el general y entonces Presidente de la República Manuel Bulnes, lo autorizó a volver a Chile, pero falleció antes, en los preparativos para el regreso, el 24 de octubre de 1842.
Alcanzó los grados de Capitán General del Ejército de Chile, grado mencionado anteriormente en este texto; Brigadier de las Provincias Unidas del Río de La Plata y Gran Mariscal del Perú.
El 11 de enero de 1869, el Estado repatrió sus restos, cuando las corbetas de guerra “O’Higgins”, “Esmeralda” y “Chacabuco” recalaron a Valparaíso, al mando del Vicealmirante Manuel Blanco Encalada, trayendo sus restos desde el puerto de El Callao, para ser sepultados en el Cementerio General.
En 1979 sus restos fueron trasladados al Altar de la Patria donde su urna permaneció cubierta por la bandera nacional y alumbrado por la llama de libertad. En marzo de 2006 y después de una remodelación del sector, el féretro quedó reinstalado en la cripta del mausoleo en lo que es hoy la Plaza de la Ciudadanía.