La izquierda se adelanta siempre con habilidad en el uso del lenguaje. La coalición de izquierda en Chile se llama “Nueva Mayoría”, se autodenomina “progresista” y en las últimas semanas sus líderes repiten con insistencia que un triunfo de la centroderecha traería a Chile retroceso y mercantilismo (la nueva chapita, que reemplaza al “lucro” de la campaña anterior). Y como por personalidad no se queda atrás, Alejandro Guillier, se llama así mismo como “el candidato del progresismo”.
Progresar es avanzar, proyectarse al futuro y no al pasado, y echar mano de las mejores ideas y experiencias para obtener mejores —y no peores— resultados: mejor vida para las personas, mejores trabajos y sueldos, mejor educación; servicios públicos más eficientes, con atención de calidad; mejores ciudades y transporte público; mejor democracia, más transparencia; mejor justicia. Etcétera.
Si ése no ha sido el legado de la izquierda para Chile —ni antes, ni tampoco ahora en el primer y probablemente último Gobierno de la Nueva Mayoría—, tampoco es lo que representa el senador Alejandro Guillier. No sabemos cuál es su propuesta para el país (hasta ahora todo lo que transmite se funda en vaguedades y lugares comunes), pero sí sabemos lo que ha respaldado desde su escaño en el Senado y sí hemos escuchado en estos meses su discurso.
Es bastante evidente quién representa hoy la amenaza de más retroceso para Chile (porque los cuatro años de Gobierno de la Presidenta Bachelet serán eso y un próximo período será más de lo mismo). Es lo que transmite un candidato cuando se instala en una zona de confort para habla en eslóganes y repetir ideas vacías (las “elites”, la “matriz productiva diversificada” y muchos “hay que…”); cuando cuestiona las encuestas, porque no le reportan resultados favorables; cuando transmite majaderamente que representa a las regiones, pero no le conocemos acciones concretas para ese objetivo. Cuando, además, se pone forzadamente en los pies de la calle para decir que las reformas se hicieron desde arriba, y desaprovecha la oportunidad de mostrarse como un líder, con conducción y coraje para explicarle a la ciudadanía, al menos, las razones por las cuales aprobó cada una de esas reformas en el Senado y nunca levantó la voz para criticarlas.
Las ideas y las reformas que se han impulsado en estos años le han reportado a Chile, concretamente, retroceso: daño económico, restricción a libertades, deterioro en servicios públicos, barreras para la educación privada, etc.
Más allá de las causas de sentido común a las que se sumó en sus inicios como fuerza política articulada, hace cien años (voto femenino, igualdad ante la ley, democracia representativa), la izquierda tiene un triste legado por donde ha pasado, muy alejado del progreso. Lo hicieron en Cuba y lo están haciendo hoy en Venezuela, que de ser el país más rico de América Latina, es hoy el más pobre, el más convulsionado, el más desabastecido, uno de los menos democráticos, un calvario para 30 millones de seres humanos.
Retrogresismo, eso es lo que representan, en buenas cuentas, la Nueva Mayoría y su probable candidato presidencial.
Isabel Plá, Fundación Avanza Chile
@isabelpla