Padre Raúl Hasbún
Una virtud, por admirable que sea, se queda trunca si no permanece hasta el fin, con una pureza y lozanía acrisoladas en la dura prueba del tiempo y la adversidad. Por eso la fidelidad es la corona real de toda virtud; el peso y medida moral de un ser humano.
Fidelidad al programa de gobierno es hoy el grito prevalente una vez presentado el proyecto de ley de aborto. Pero ese proyecto contiene y exige múltiples traiciones. Traición a la Constitución, que garantiza el derecho a la vida de toda persona inocente, la igualdad ante la ley, la libertad de conciencia, de culto y de emprendimiento.
Traición a un fallo inapelable del Tribunal Constitucional, que reafirma el estatuto de persona desde el momento de la concepción. Traición a la ley, que en el Código Civil ordena proteger de
todo peligro la vida del que está por nacer. Traición al juramento médico: “a nadie daré una droga mortal”.Traición a la doctrina penal y procesal, que estigmatiza como homicidio el matar a otra persona que no es ilegítimo agresor, y obliga al funcionario público a denunciar ese crimen. Traición a la naturaleza, que confía el tesoro de una vida ya concebida al diligente cuidado de sus padres, del profesional de la salud y del sistema protector del Estado.
Traición a la Patria, que de tierra de padres degenera en tierra de verdugos y sepultureros. Traición a la Nación, porque impide nacer. Traición a la mujer, porque le mata su alma y vocación de alumbrar la vida. Traición a la idiosincrasia de Chile, rica en solidaridad y predilección por el más débil. Traición al desarrollo y esplendor nacional, porque las naciones que hacen matar a sus hijos inocentes no tienen futuro.
Traición a la verdad, porque el proyecto encubre la real intención de sus autores: aborto por deseo. Traición al ideario de izquierda política, porque el aborto por deseo supera toda la carga letal atribuida al neoliberalismo. Traición a los principios fundacionales de la Democracia Cristiana, porque no hay nada más totalitario y anticristiano que un Estado que autoriza, protege y financia a los sucesores de un momificado faraón egipcio.
Traición al sentido común, que ordena solucionar los problemas y no matar a quienes los ocasionan o sufren. Traición al principio fundamental de toda ética: hacer el bien y no hacer mal al prójimo inocente. Traición al alma de Chile, concebido y nacido para ser pueblo de la vida y para la vida.
No es necesario presentar argumentos de fe contra el aborto: razón, ciencia, historia y derecho son suficientes. Pero un país de raíz e identidad cristiana no puede ignorar la sentencia con que Cristo, habitualmente manso y humilde, fulmina a quienes egoístamente traicionan la fidelidad a sus más pequeños hermanos: “¡sean eternamente malditos!”.