Entre las noticias impactantes de los últimos tiempos no caben dudas de que el fallecimiento de Néstor Kirchner, de un fulminante ataque cardíaco, ha constituido un hecho noticioso de la máxima importancia, no solo por que representa la desaparición de una persona de alto renombre en el escenario latinoamericano, sino que también, por la incertidumbre que genera en el complejo panorama político de la hermana república argentina.
Personalmente tuve la oportunidad y el privilegio de vivir en Buenos Aires durante los años 1984 y 1985 y experimentar el proceso de normalización democrática con el advenimiento del gobierno de Raúl Alfonsín, como Presidente de la República, luego de gobiernos militares que habían terminado su gestión en un clima de insatisfacción ciudadana muy pronunciada.
La personalidad del Presidente era atractiva y su discurso potente le permitía desarrollar al máximo sus dotes oratorias, pero, ese país fantástico que es la Argentina, navegó a los tumbos. La inflación llegó al mil por ciento, por lo que las tarjetas de crédito no eran aceptadas y los que teníamos la suerte de tener nuestro salario en dólares, teníamos que cambiar una pequeña cantidad cada día, para no perder un importante poder adquisitivo antes de terminar la jornada.
Ahora bien, este recuerdo tan particular me lleva a una reflexión más profunda y con una perspectiva histórica más larga, a cuando yo era niño y presenciaba la disputa por la hegemonía regional entre Brasil y la Argentina, en una carrera palmo a palmo, entre el gigante de origen portugués y la cultura europea de la nación justicialista.
Según amigos muy queridos que conocí durante estos años, me contaban que cuando Perón se hizo cargo del gobierno en los pasillos del Banco de la Nación se amontonaban los lingotes de oro que ya no cabían en las bóvedas y, aunque esto pueda tener algo de exageración, expresa mejor que mil palabras esa cultura del gasto y la buena vida que se fue cimentando en la sociedad argentina, características que se podían y se pueden sostener, por el gigantesco potencial de la economía trasandina, pero al costo de postergar y a lo mejor perder la posibilidad de convertirse en una potencia a nivel mundial.
El último capítulo de este proceso, se está escribiendo de la mano del matrimonio Kirchner, en medio de las tensiones generadas por un cambio drástico en las reglas del juego y los acuerdos pactados, entre los que el referido a la reducción del suministro de gas a nuestro país constituye un ejemplo aleccionador de las dificultades que esta suerte de conducta genera y que, con tanta fuerza, golpea las capacidades exploratorias y al desarrollo político, económico y social de cualquier país.
Ver mendigos pidiendo limosna en la calle Florida de Buenos Aires impacta, las villas miseria a la antigua duelen y los piqueteros haciendo de las suyas preocupan, por ello, el ver la multitudinaria despedida del pueblo peronista al ex Presidente Kirchner y las muestras de adhesión a Cristina su esposa emocionan, pues son expresión de un pueblo bueno y sacrificado, que busca en el encanto del populismo de caudillos carismáticos un mejor destino para ellos y para sus hijos, por lo que, a estas alturas, solo cabe rogar a Dios para que los guíe e ilumine en el complejo escenario que se ha abierto de cara a los enormes desafíos del futuro.
Jorge P. Arancibia Reyes
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