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Por primera vez luego de la elección, un integrante de la familia de Pinochet, hace un análisis en forma exclusiva para Cambio21, sobre la rotunda derrota de la derecha tanto en la elección parlamentaria como la presidencial. El nieto de Pinochet -que iba en el auto cuando lo intentaron asesinar en el Cajón del Maipo- dice que la derecha perdió “las elecciones por su cobardía y pusilanimidad en defender al gobierno militar”
Podrán decirse miles de razones, algunas más sofisticadas que otras, acerca de la humillante derrota de la “derecha” que tras solo cuatro años gobernando el país, éste 11 de marzo de 2014 deberá entregar la banda presidencial de quien la recibió. “Será un paréntesis”, escuché decir a algún personero de la Concertación a fines de enero de 2010, que con gran clarividencia profetizó el corto paso de la “derecha” por La Moneda.
Creo sí existe una explicación que jamás será expuesta por algún dirigente de “derecha” ya que su omisión es precisamente parte de la misma. Y lo digo con todas sus letras: La “derecha” perdió las elecciones por su cobardía y pusilanimidad en defender al gobierno militar.
La derrota de la “derecha” viene arrastrándose por años, y el resultado de estas elecciones es la manifestación de un proceso en donde la izquierda ha triunfado en diferentes planos de nuestra sociedad. La “derecha”, cual ladronzuelo pillado, ha preferido entregarse a sus presuntos jueces reconociendo su culpa en haber participado en la “más horrorosa dictadura”, pretendiendo, con llorosos arrepentimientos y latosos perdones, conseguir la misericordia de una izquierda que gustosamente la ve humillada. Ha adjurado de su pasado pretendido cautivar a electores que jamás obtendrá, y en este proceso ha validado la supremacía moral de su adversario. Ha levantado banderas ajenas y engrandecido figuras de izquierda (escritores, músicos, columnistas, académicos, etc.) buscando una patética simpatía que se traduzca en votos.
Con su actitud, la “derecha” solo consiguió que la versión de la historia y las ideas imperantes en nuestra sociedad sean aquellas proclamadas por la izquierda. Permeando a una sociedad, sobre todo a los jóvenes, con una concepción de la vida cuya raíz es de izquierda. Ejemplo claro de ello es el enjuiciamiento que hacen de sus padres los hoy jóvenes políticos de “derecha”, hijos de aquella generación de líderes nacidos al alero del gobierno militar, quienes no reparan en condenar la acción de sus padres y del gobierno del cual fueron parte.
La “derecha” perdió las elecciones porque jamás comprendió que defender al gobierno militar no era defender a Pinochet y a los militares, sino a un gobierno que encarnó, como ningún otro en la historia de Chile, los principios e ideales que sustentan a su sector. Defender al gobierno militar era defender su propia y mejor obra, sus bases ideológicas, su existencia. Era contrarrestar y por ende balancear las concepciones políticas del país para impedir la supremacía de la izquierda en el campo de las ideas, su hegemonía.
Arrinconada y temerosa, alegre de con sus rentas, la “derecha” prefirió por largos años entregar a la izquierda el pasado y el presente, para abrazar un discurso de “futuro” que dejara atrás su origen “autoritario”. Así, la “derecha” solo consiguió el gobierno por cuatro años de la mano de alguien que acomodaticiamente utilizó al sector. Y la culpa de ello no es de Piñera, sino más bien, y hago un mea culpa en ello, de quienes votamos por él por la conveniencia de terminar con los gobiernos de la Concertación más que por la convicción en que su persona nos representaba. Creo muchos no cometeremos igual error en las próxima elecciones presidenciales.
De haber defendido al gobierno militar la derecha tal vez se hubiese demorado 25 en vez de 20 años en llegar nuevamente al gobierno, pero lo hubiese hecho con una base ideológica robusta, propia y sin cuestionamientos morales. Hubiese llegado al gobierno con alguien que realmente representara al sector, sin complejos ni lloriqueos de su pasado… Sí, esto es una ficción, pero no por ello digno de cuestionarse.
Lo cierto es que hoy en día la derecha, la verdadera, se encuentra ante un desafío que amenaza su existencia, una encrucijada que de no resolverla exitosamente podrá significar su extinción definitiva. Y este desafío no involucra solo al sector, sino a todo el país, ya que de no tener éxito la hegemonía imperante de la izquierda no tendrá contrapeso abriéndole camino a sus sectores más radicalizados que presionarán -movilizaciones incluidas- al gobierno de Michelle Bachelet y a los futuros gobiernos de izquierda por mayores cambios que alterarán la estabilidad del país y lo conducirán hacia un extremo socialismo y estatismo. Por ello, creo es sano que la actual “derecha” se divida para que la verdadera, aquella sin el prefijo de “centro”, pueda exponer sus ideas sin complejos ni reparos, sin temores ni vergüenzas. Pudiendo, presumiblemente desde un sector minoritario en un comienzo, cumplir una función de contrapeso de la izquierda para retornar el eje en el cual gira la política del país hacia el real centro político, aquel que Chile definitivamente perdió durante el actual gobierno.